Capítulo 7
Esa tarde aproveché para ir de compras, odiaba hacer eso porque no lo necesitaba, pero sus palabras de “la imagen de empresas Di Gennaro es muy importante” sonaban en mi cabeza y no iba a permitir que se avergonzara de mí. Me paré frente a un enorme centro comercial y respiré hondo, no tenía la paciencia para buscar, seleccionar y probar, pero por él haría el sacrificio. Me compraría un guardarropa completo sólo para agradarlo y eso significaba —aunque me estremezca pensarlo— incluso la ropa interior más provocativa por muy incómoda que sea. Me detuve frente a la primera tienda que vi, tenía unos maniquís con una ropa nada mal, trajes oscuros con chaquetas y pantalones o faldas cortas, con unos bolsos de cuero a juego que tampoco estaban mal, los zapatos de tacón muy altos y brillantes se miraban bien, el problema sería dominarlos. Sin pensarlo mucho entré a la tienda y rápidamente una de las encargadas me atendió, le dije que era exactamente lo que quería y en seguida puso a mis pies los trajes en las tallas para mí, me metí al probador y comencé con la espantosa odisea de “probarme todo” y lo reconozco, me sentía diferente y me veía diferente. Evité que la chica entrara conmigo al cubículo, obviamente porque se iba a desmayar si no miraba mi imagen, era algo que sólo yo veía y ese era el motivo por el cual no me metía a las tiendas, tenía que huir de los espejos. En ese momento que me probaba la ropa, deseaba chaquear mis dedos y estar lista en segundos pero tampoco podía hacerlo, así que me limité a hacerlo a la manera tradicional humana, ponerme prenda por prenda. Cuando terminé con los primeros tres trajes, ya estaba cansada y decidí parar. Salí del cubículo y le dije que me llevaría todo, le hablé sobre los zapatos y también me trajo unos cuantos pares que me medí, me puse de pie de un solo golpe y por poco me voy de bruces al suelo, realmente era difícil usarlos, me sentía muy extraña, más alta obviamente, estilizada pero incómoda, traté de caminar y parecía un bebé dando sus primeros pasos, tenía que dominar ese peligro andante así fuera lo último que hiciera y al menos, tenía toda la noche para hacerlo. También le dije que los llevaría, me mostró unos cuantos bolsos a juego y los cargué a la cuenta también, me mostró algunos atuendos íntimos muy provocativos que según la encargada, me haría tener en el suelo a cualquier hombre, su comentario no me gustó aunque si a eso vamos, sólo me interesaba tener a uno. Piezas de seda y encajes de color negro fueron los que adquirí en su mayoría, no me gustaban los demás. Pagué todo y regresé al apartamento. Toda la noche practiqué caminar erguida con la amenaza de más de diez centímetros. Al día siguiente, me arreglé con uno de los trajes; pantalón y chaqueta negra blusa gris tubo que el sostén ayudaba a notar muy bien mis encantos y ceñía mostrando mi silueta, el perfume floral que la chica me recomendó fue el toque final. Me puse las amenazas de negro brillante y cogí el bolso. No me reconocía cuando vi mi reflejo, parecía uno de los maniquíes del escaparate, todo el atuendo junto con los tacones, un moño alto y mi rostro normal me hacía parecer de mentira, coloqué mis lentes intelectuales y salí a la calle, obviamente chaqueando mis dedos ya estaría en la oficina pero tenía que hacer las cosas de manera tradicional si no quería llamar la atención, así que tuve que tomar un taxi. Cuando llegué, ya estaban algunos de los empleados en el lobby de la empresa y obviamente las miradas lujuriosas no se hicieron esperar, todos ellos recorrieron mi geografía de principio a fin deteniéndose en mis pechos y en mi trasero. La lujuria de los hombres es un fastidio y deseaba hacerlos parecer niños de kínder en ese momento, pero lo que lograría era que los despidieran a todos y no quería ser la causante de semejante catástrofe para las empresas. Tomé el ascensor y rápidamente tres de ellos subieron junto conmigo, cuando me disponía a teclear al botón uno de ellos se me adelanto intentando tocarme.
—Será un placer hacerlo por ti cariño, unas manos tan bellas no merecen tocar un sucio botón de ascensor.
—Gracias —dije secamente sin mirarlo—. Último piso por favor.
—Con mucho gusto, es una lástima que una hermosa flor esté tan alto, supongo que es comparable a las estrellas, tan hermosa, tan brillante, pero inalcanzable.
Me limité a retener el aire y a levantar una ceja haciendo un gesto negativo con la cabeza.
—Chicos al parecer tendremos que bajar primero —dijo otro— es una lástima que la dama continúe sola su camino, no estamos tan alto y seguramente su majestad la espera.
—Oh sí —expreso el tercero— ella es la asistente de presidencia, es por eso que su apariencia y su...
En ese momento se acercó un poco más a mí, inhalando deseosamente mi aroma;
—Perfume es tan impecablemente seductor —susurró dejando su aliento en mi cuello.
—Cuidado —le advertí—, será mejor que guarde su distancia.
—Mmmm... y brava la muñeca además —dijo con sarcasmo— así me gustan, altivas, orgullosas y soberbias, para domarlas en la cama.
—Tranquila nena —dijo el primero— no te creas tanto sólo porque estarás al lado del jefe, como hombres sabemos que es lo que quiere y cuando lo tenga te hará a un lado como a todas las demás, podrá comprarte con joyas y cuanta porquería quiera porque nada le impide hacerlo, pero cuando se canse de ti, seguirá con otra y ese es el cuento de nunca acabar con los hombres como él.
—Además —dijo el segundo— ¿Qué tiene él que no tengamos nosotros? Aparte claro de sus millones, sus mansiones, sus propiedades de vinos y sus juguetes último modelo.
—Si deseas pasar un buen momento con un hombre de verdad que te haga gozar, búscame —dijo el tercero intentando rozar mi cuello el cual no le permití—. Tengo un arma muy, pero muy grande que no querrás soltar y que vas a degustar como tú quieras, lo prometo. Estoy más que seguro que debajo de todo lo que llevas, incluso de tus lentes de ratón de biblioteca se esconde una fiera que... me encantaría conocer.
Antes de que reaccionara con enojo e hiciera de las mías el ascensor paró, al abrirse apareció él, impecable como siempre con un traje gris oscuro, camisa blanca y corbata rojo-vino, su cabello húmedo todavía y todo él con aroma a... hombre de verdad. Lo miré con asombro y él me miró de la misma manera, recorriéndome con su mirada azul desde los pies hasta la cabeza, al mismo tiempo que también observaba seriamente a los tipos que tenía prácticamente encima y con esa mirada de azul frío los fulminó, los tres al verlo entrar imponente al ascensor retrocedieron haciéndose los tontos y yo me hice a un lado. Se colocó a la par mía bloqueando con su perfecta espalda el panorama que los tipos tenían de mí y el ascensor continuó su camino a las alturas. Él me miraba fijamente mientras yo intentaba jugar con la correa de mi bolso para distraerme, sentía casi su ardiente aliento sobre mi oído y su respiración excitada la cual yo intentaba controlar también. Cuando hubo terminado de recorrer todo lo que quiso con su mente, reaccionó;
—Buongiorno —saludó en un seductor y grave tono.
—Buongiorno —contesté.
Comenzó a hablar en italiano seguramente para que los tipos no entendieran nada y al poco rato el ascensor se detuvo de nuevo, los tres se bajaron después de intentar saludar al jefe el cual los miró seriamente y cuando nos quedamos solos, por fin pude respirar un poco en paz;
—Supongo que esos tres la estaban molestando —dijo seriamente apartándose de mí.
—Bueno, más o menos, supongo que deben de hacerlo con todas y también supongo que esto sucede en todo ambiente laboral.
—No soy adivino, pero no es necesario serlo para saber lo que pensaban.
“Si él supiera que yo si lo sé...”
—Son hombres, es su naturaleza —dije.
—¿Le faltaron el respeto? —Preguntó seriamente.
—No.
—Aléjese de ellos. —Sentenció—. No quiero darme cuenta que han intentado algo porque...
—No se preocupe, sé defenderme, le aseguro que nunca podrán hacerme algo.
—No se confíe.
—Créame, no se preocupe.
Me miró fijamente de nuevo y curvó sus labios, levantando una ceja.
—Hoy se ve muy... diferente a la mujer de ayer.
—Seguí su consejo y me fui de compras.
—Voy a pedir que le hagan un cheque para reembolsar su gasto, si tiene las facturas...
—No es necesario —interrumpí.
—Pero ha hecho un gasto fuera de tu presupuesto supongo y debe de haberse excedido en...
—Le repito, no es necesario.
—Bueno, si insiste en su terquedad tendrá una sorpresa en su primer pago.
—Ni se le ocurra.
—¿Amenazas al jefe? —Preguntó intentando sonreír, levantando aún más las cejas, fingiendo indignación.
—No, nunca lo haría.
—Entonces obedezca, además yo fui el de la idea y esto obviamente es sólo por unos meses, todos los empleados usaran un respectivo uniforme, claro que usted como mi asistente va a sobresalir entre los demás. Además... —Inclinándose de nuevo para observarme de pies a cabeza añadió—: todo le sienta muy bien, excepto... esos lentes que no me gustan y ese moño de bailarina, debería de usar lentes de contactos aunque sería una lástima con tan hermosos ojos, le recomiendo usar un poco más de maquillaje y cambiar el peinado, un buen corte de cabello le haría ver mejor.
“Definitivamente con este hombre no se podía quedar bien.”
—Lo intentaré —le dije bajando la cabeza ante su insistente mirada.
El timbre del ascensor nos recordó donde estábamos y ambos salimos de él, muy caballeroso me permitió salir primero pero su intención era tener otro panorama de mi trasero al caminar, me molesté mucho con lo que pensó, no pude saberlo, pero era obvio.
—Siéntase cómoda en su escritorio señorita Alcázar —dijo mientras me alcanzaba y él abría la puerta de su oficina—. Vaya familiarizándose con esas carpetas, en un momento comenzaremos con nuestra labor.
Cuando entró a su oficina me dirigí al escritorio y revisé las carpetas, soltando todo el aire que había contenido me senté en la silla y me quedé pensativa por un momento, realmente no tenía idea de lo que estaba haciendo y el no saber sus pensamientos me aturdía aún más ¿Porqué me pasaba esto con él? Sacudí la cabeza y traté de concentrarme, él necesitaba que esos documentos estuvieran traducidos en tres idiomas antes de las once de la mañana, así que encendí el monitor y me dispuse a trabajar.
—Bravo —dijo una voz sarcástica mientras aplaudía de nuevo— la simple asistente Eloísa. Una empleada más en este teatro donde quiere jugar al amor. Que linda te ves en ese escritorio, quisiera llorar de la emoción, mi preciosa niña quiere aparentar que trabaja.
Al escuchar eso giré mi cabeza, Damián me observaba desde uno de los sillones de cuero con una sonrisa de cinismo que no podía con ella. Por un momento me olvidé de lo que soy y ahí estaba él para recordármelo.
Continuará...