Capítulo 5
Con la conversación que había tenido se me había olvidado lo que soy, rara vez había tenido que interactuar con las personas y sentirme como una de ellos, por mi naturaleza nunca he necesitado de afecto y menos depender de un domicilio, de un teléfono o de un trabajo. Siempre he estado en varios sitios a la vez gracias a mis poderes, sólo tengo que chasquear mis dedos para tener lo que quiero y mover las cosas con un gesto de mi mano, pero el pensar que deberé comportarme como un humano común no me hace gracia, así que tendré que tener cuidado.
Me dirigí de inmediato a la primera agencia de bienes y raíces que encontré, necesitaba encontrar algo a mi gusto y que no levantara sospecha de lo que soy, me mostraron un catálogo de los apartamentos según el lugar de su ubicación lo cual no era problema para mí, pero necesitaba algo céntrico y cerca principalmente de él, intentaba saber que hacía pero por alguna razón no podía. Me decidí por alquilar un apartamento estilo clásico ya amueblado, de una sola habitación el cual obviamente después decoraría a mi gusto, contaba con todos los servicios o al menos con los que una persona promedio necesitaba, firmé el contrato, pagué tres meses por adelantado para no ser molestada y de inmediato el asesor me llevó a verlo.
Después de conocerlo me dirigí a una tienda para comprar el móvil y la portátil que necesitaba, hice todo lo que la persona que me atendió me sugirió y por la tarde regresé a las oficinas. Mi apariencia personal nunca me ha estresado, me gusta vestirme con botines, faldas hasta el tobillo y blusas ceñidas que al menos me dejan ver un poco mi eterna figura, todo mi atuendo siempre ha sido negro por lo cual la gente al verme debe de asustarse un poco, mi cabello lo uso suelto y ondulado, recogido en media cola con una pinza como siempre y esta vez para parecer un ratón intelectual de biblioteca, utilicé unos lentes para ocultar en parte mi mirada al menos así si parecía una persona normal. Utilicé un típico bolso de cuero también negro y me dirigí a la empresa, cuando llegué de nuevo la persona que me había atendido estaba en recepción, así que pude evitar tanto preámbulo.
—Señorita Alcázar muy puntual —dijo con una encantadora sonrisa—. Y muy a tiempo, no hace mucho il signore Di Gennaro llegó y está inspeccionado el edificio, puede subir al último piso en donde está la oficina de presidencia, allí está su secretaria quien tiene su curriculum, buena suerte.
—Gracias —le dije tratando de mostrar entusiasmo.
Subí de la manera habitual y por lo menos el ascensor funcionaba bien, de lo contrario hubiera subido levitándo y a mi modo, antes que subir escalones.
Al llegar al último piso las oficinas eran muy diferentes a las demás, los acabados que estaban haciendo eran impecables al ojo humano, el todavía escritorio improvisado de la secretaria estaba lleno de carpetas y papeles y trabajaba en su portatil ya que todavía no le habían instalado su máquina decente, así que me presenté.
—Buenas tardes —dije seriamente—. Me llamo Eloísa Alcázar y la persona que me entrevistó por la mañana me dijo que le había pasado a usted mi curriculum, creo que es el único que ha llegado para este puesto.
—Buon pomeriggio señorita Alcázar —dijo muy cortés— usted debe de ser la persona que domina las lenguas, su curriculum es impresionante, pero...
“Oh no, olvidé lo de las fotografías otra vez.”
—¿Pero qué? —Pregunté ondeando su mente.
—Permítame un momento —dijo mientras sacaba la carpeta de una gaveta— es extraño, pero...
La miré fijamente tratando de concentrarme, era débil, podía manipular su mente.
—Creo que el exceso de trabajo me jugó sucio, podía jurar que no había visto sus fotografías, pero me equivoqué.
—Acabo de mudarme a una nueva dirección, con nuevo teléfono, necesito anotarlas.
—Oh sí —dijo entregándome la carpeta— es importante que la escriba, después puede pasarlo en limpio e imprimirlo de nuevo.
Saqué una pluma de mi bolso y me dispuse a hacer las anotaciones, luego le entregué la carpeta de nuevo.
—Tome asiento por favor, il signore Di Gennaro no se encuentra en su oficina en estos momentos, anda haciendo unas inspecciones con algunos supervisores, pero volverá enseguida.
—Esta bien, esperaré —le dije mientras me sentaba.
Como dije para mí el tiempo es un eterno suplicio, cada segundo me pesa como rocas que debo de cargar, así que en cuanto terminé de anotar mis datos le devolví mi carpeta y me senté en los todavía improvisados y lujosos muebles de cuero negro cubiertos de plástico, luego tomé en mis manos una de las tantas revistas que tenían para entretener y comencé a hojearla. Eran revistas de ellos mismos que publicaban en Italia y seguramente, serán las mismas que publicaran aquí, pero obviamente en español, pude ver las empresas en Italia, las fotografías de los viñedos, las plantas de procesamiento, las grandes cavas y bodegas y a él, su fotografía estaba ahí en donde orgullosamente mostraba una copa de vino con una encantadora sonrisa que por un momento me hizo detener la respiración, sin darme cuenta acaricié la foto y la nostalgia que no recordaba comenzó a invadirme. De pronto escuché unas risas, unas voces y unos pasos aproximándose, podía sentirlo, era él y el monstruo que yo era por alguna razón había desaparecido en ese momento, me sentía igual que la primera vez que me presentaron a Edmund, sentía exactamente lo mismo, el miedo, el nerviosismo, las ansias, si pudiera tener un tono natural de piel estaría muy ruborizada y con seguridad estaría transpirando. Su voz, su risa, ese acento, me encantaría sentirme estremecida como la primera vez y como la primera vez bajé mi cabeza con disimulo para que no se percatara de mí. No sé que pasaría pero deseaba con todas mis fuerzas abrazarlo, besarlo, deseaba llorar en su pecho, sentir que nada pasó y que todo había sido una pesadilla, por primera vez desde que lo conocí deseaba sentirme protegida en sus brazos como al principio, me sentía como la niña indefensa e ilusionada que fui cuando lo conocí, deseaba con todas mis fuerzas que fuera él, el que había regresado a buscarme.
Escuché que entró a su oficina y levanté la cara después que la puerta se cerró.
—Enseguida regreso señorita Alcázar —dijo la secretaria mientras se dirigía a la oficina de él con mi carpeta en mano.
Tenía que lidiar con este problema de las fotografías y hacer que todos pudieran verla, así que me concentré para poder ver a través de la pared, él estaba de espaldas a su escritorio contemplando a través del vidrio los trabajos que hacían en su terraza y a la vez hablando por su móvil, no pude verle la cara, pero vestía pantalón azul marino y una camisa blanca manga larga con finas líneas grises, su chaqueta reposaba en el respaldar de su silla. Su secretaria se sentó frente a él mientras ponía mi carpeta en el escritorio.
—Que patética eres querida —dijo una voz familiar desconcentrándome.
Cuando reaccioné giré mi cabeza y lo ví, era Damián observando de pie a la ciudad por la ventana. Lo único que hice fue poner los ojos en blanco y torcer la boca, que fastidio de verdad.
—Me decepcionas Eloísa —continuó mientras sutilmente hacía sonar su bastón en el suelo—. No creí que un simple espejismo pusiera tu existencia de cabeza ¿Qué buscas en realidad?
—No te metas tú también —le dije frunciendo el ceño— es mi vida o lo que sea y yo decido que hacer con ella.
—No me provoques cariño. —Insistió sin dejar de ver por la ventana, tensando a la vez su bastón de plata antiguo que siempre llevaba y que le hacía juego a su traje negro—. Para empezar sabes bien que “il signore” no es tu Edmund, es por eso que me desconciertas, siempre te he creído muy inteligente pero ahora ya lo dudo, me sorprende la facilidad con que las mujeres dejan de pensar con la cabeza y lo hacen con la entrepierna.
—¡No te permito que me hables así! —Le grité indignada mientras me ponía de pie—. Sabes muy bien quien soy, no me ofendas.
—Pues será mejor que de verdad te des tu lugar —dijo observándome fijamente con una mirada fulminante—. Además te recuerdo que ofendes la memoria de tu amado al pensar que el italiano es él. ¿No crees que eso entristecería a tu amado? ¿Qué crees que sentiría al saberse comparado con otro hombre?
El sólo hecho de pensar en eso me hizo bajar la cabeza, Damián sabía como hacerme recordar mi maldición, estaba conciente de que Giulio no era mi Edmund, pero el sorprendente parecido dominaba mi ser y tenía que saber porqué.
—Oh Eloísa —dijo acercándose a mí—, a pesar de ser mi mejor arma sigues siendo una niña y eso no te combiene.
—Déjame en paz —le dije cerrando los ojos y tratando de conterme.
—No sé qué pretendes jugando así —dijo acariciando mi barbilla con la punta de sus dedos cubiertos por guantes de cuero— sólo espero que sea un juego y pronto te aburras, la verdad me es imposible verte en un papel tan mediocre como la asistente de un presidente empresarial, sé que no durará mucho, no vas a soportarlo, no podrás. Ante mí puedes bajar tu hermoso rostro pero no ante ningún hombre, no abuses de tus poderes querida, si juegas de esa manera vas a debilitarte cada vez más. ¿De verdad quieres parecerte a toda esta... gente que te rodeará? No creo que encajes porque no eres una de ellos y cuando las cosas se te salgan de las manos y de la mente, no tienes idea de como te puede ir, poco a poco con la decisión que has tomado estás conduciendote a tu propio final.
—Señorita Alcázar puede pasar —dijo la secretaria—. Il signore la espera.
En ese momento sentí una emoción tremenda que me recorrió el cuerpo, miré fijamente a la mujer que me esperaba en la puerta y obviamente Damián había desaparecido para mí, me sentí un poco confundida y aturdida y no logro saber porqué. Cada paso que daba y que me acercaba a la oficina me hacía sentir muchas sensaciones que no comprendía, es más, no las había tenido desde que era humana y eso me desconcertaba. Caminé firmemente hacia la puerta y entré decididamente a su oficina.