Capítulo 6

Cuando entré, me quedé a unos pasos de la puerta mientras la secretaria salía y la cerraba dejándonos solos. Traté de pensar fríamente y me concentré en el propósito que me había llevado hasta este momento.

—Buon pomeriggio signorina Alcázar —dijo con un hermoso acento y una voz grave y penetrante que hizo sacudir el suelo bajo mis pies—. Può sedersi per favore.

—Grazie —le dije mientras me sentaba.

Él todavía no me había visto, tomaba una copa con agua helada mientras observaba mis papeles a través de unos lentes finos que lo hacían ver muy intelectual, no usaba corbata pero el escote que dejaba al descubierto me desconcentraba, sus tres primeros botones no los tenía abrochados y los vellos que sobresalían, comenzaban a hacerme tragar en seco. Me enfoqué primeramente en sus rasgos faciales y sentí que mi piel estaba más helada que de costumbre, era muy parecido a él, su piel era también blanca y se notaba la misma suavidad, su nariz muy bien perfilada y su boca, tan rosada, delineada y carnosa como la de él, sus ojos del más perfecto azul y puedo decir por la forma de sus gruesas y definidas cejas que su mirada es casi la misma. Quería estar más cerca de él, verlo frente a frente y a escasos centímetros, quería perderme una vez más en sus ojos y poder besar esos labios de nuevo, deseaba sentir sus brazos rodeándome y el posible calor de nuestros cuerpos una vez más, pero era imposible, había decidido no usar con él ningún truco, ante él sería lo más humana posible, no violaría la intimidad de su mente ni de su ser, dejaría que todo se diera normalmente y que muy dentro de él pudiera reconocerme, quería que fuera mío pero sin usar mis poderes, sería mío por su propia voluntad.

—Mi scusi signorina, ¿Si sente bene? —Preguntó observándome seriamente por encima de sus lentes.

—Molto bene —le contesté saliendo de mi ensueño— grazie.

—Podemos hablar español o el idioma que prefiera.

Eso me había sonado un poco sarcástico por su manera de decirlo.

—Veo que es una persona muy preparada. —Continuó mientras observaba mis papeles—. Sin duda una buena adquisición para la empresa, especialmente para mí, aunque hablo algunos de sus idiomas creo que el trabajo en equipo será mejor, pero aún tengo la duda si debo de despedir a mi jefa de personal y a mi secretaria.

—No entiendo, ¿Porqué tendría usted que despedirlas?

—Porque ambas locas han creído ver sus fotografías. —Soltó de un solo mientras colocaba decepcionado mi carpeta en su escritorio—. O será que el loco soy yo porque no las veo, ¿Es alguna broma de su parte?

—Sigo sin entender, yo...

Por primera vez tartamudeaba por un hombre, eso comenzó a molestarme.

—Supongo que se le olvidó colocar sus fotografías —dijo mirándome fijamente muy serio—. Es la primera vez que veo diplomas sin fotos, pero seguramente se le cayeron y a la hora de sacar las fotocopias no se percató de eso, ¿Es usted despistada señorita?

¡Diablos! Estaba sorprendida por la determinación y el sarcasmo de este hombre, su mirada penetrantemente fría me había dejado perpleja y por primera vez me sentía sometida ante un hombre común y corriente, estas “cualidades” no eran de mi Edmund.

—¿Ahora está escaneándome? —Preguntó quitándose los lentes y clavando sus ojos en mí—. ¿Le pasa algo en verdad? ¿Cree que usted y yo podremos ser un buen equipo de trabajo? La verdad no quiero averiguar las respuestas, no sé qué pensar de una mujer que dice ser tan preparada pero que no sabe que en los curriculums debe de ir incluidas sus fotografías, la verdad si se le pasó por alto algo tan simple no quiero imaginar el desastre que será si se le olvida algo más importante. ¿Entiende lo que quiero decir?

Definitivamente este tipo me había dejado sin habla, no era para nada lo que yo esperaba, me estaba fastidiando tanto como Ángel y Damián y sentía que deseaba darle una lección para que supiera con quien se estaba metiendo, su arrogancia, orgullo y sarcasmo merecían que lo hiciera pasar el resto de la tarde actuando como una niña de seis años. Pero sorprendentemente no pude, traté de entrar en su mente para hacer que mirara mis fotos y no pude hacerlo. Estaba sorprendida.

—¿Sabe que su silencio comienza a desesperarme? —Preguntó

—Disculpe señor Di Gennaro —le dije poniéndome de pie mirándolo fijamente—, acabo de llegar a España y tengo algunas cosas pendientes, seguramente se me pasó el detalle de las fotos como usted dice, la verdad nunca he necesitado trabajar pero quería hacer algo diferente con mi vida esta vez, algo útil y de provecho, no es necesario que despida a sus colaboradoras, piense en la tensión y el miedo que deben de sentir al saber a quién le rinden cuentas de su trabajo, creo que lo que necesitan son una buenas y remuneradas vacaciones, para que regresen tranquilas y con ánimos de soportar a alguien como usted. Buon pomeriggio.

La cara del italiano se transformó en un momento pues seguramente no esperaba que reaccionara así, si me creyó sumisa y miedosa se equivocó conmigo. Seguramente había perdido la oportunidad de trabajar con él y ahora tendría que buscar otros metodos para estar cerca de él, aunque con ese modo, lo que prefería en ese momento era patearlo y lanzarlo por el vidrio a su muy admirada terraza. Me dí la vuelta y caminé firmemente hacia la puerta.

—¡Alto! —Me ordenó poniéndose de pie—. No le permito esa falta de respeto.

—Entonces aprenda a tratar a sus empleados con más amabilidad y calidez, si cree que no soy digna de trabajar para usted ¡Bien! Espero que pronto encuentre a la brevedad alguien más competente que yo. Buenas tardes.

—No olvide sus papeles —dijo seriamente mientras yo intentaba abrir la puerta.

—Se los regalo, no los necesito.

—Los necesitará para llevarlos de nuevo a recursos humanos —dijo con firmeza—. Necesito que esten firmados y sellados, pero recuerde traer sus fotografías a la brevedad posible.

—¿No entiendo?

—Benvenuti a la mia compagnia signorina Alcazar, me gusta su carácter, la espero a primera hora mañana, pero por favor busque en su guardarropa algo más... moderno, la imagen de empresas Di Gennaro es muy importante.

Creí que era alguna broma de su parte pero nuestras miradas fijas en el otro me confirmaron que no. Su mirada era muy seria al igual que su expresión, no tenía el brillo de mi Edmund y eso me decepcionó, me acerqué a él seriamente sin apartar mis ojos de los suyos y tomé la carpeta en mis manos, su mirada clavada en la mía daba la impresión de querer decir algo y no sé porque demonios no podía ver en su mente lo que necesitaba. Cuando sujeté la carpeta me extendió su mano y por un momento dudé en aceptarla, levanté una ceja y lo miré de nuevo, se había generado una especie de tensión entre los dos y aunque a mí me valía un cuerno, creo que a él no le hizo gracia. Sujeté su mano firmemente y en ese momento una ráfaga de viento fresco y suave se coló por las ventanas, haciendo mover mi cabello y paralizándolo a él, quien se había quedado en silencio observándome fijamente sin siquiera parpadear y sin importarle lo fría que mi piel estaba. Su delicioso perfume me hizo tragar en seco y a desearlo en mi cama inmediatamente. El zafiro de sus ojos era igual a los de él y deseaba con todas mis fuerzas poder perderme en ellos pero no podía, no había hecho ningún uso de mis poderes más sin embargo él no dejaba de mirarme y tampoco soltaba mi mano. Era como si algo sobrenatural aparte de mí, hubiera sucedido en ese lapso. Bajé mi rostro por un momento y cerré mis ojos, deseaba sentir por un instante que esa suave y cálida mano era de Edmund y me hubiera encantado volver a sentir sus labios besando mi mano como mi gentil caballero, pero eso no podría ser.

—Gracias por la oportunidad —le dije firmemente y sin titubear—, y le pido disculpas por mi comportamiento, hasta mañana.

Sin poder decir nada más solté su mano y me dirigí hacia la puerta de nuevo, cuando la abrí me giré hacia él y seguía observándome, lo miré fijamente de nuevo por un momento añorando otras cosas y luego salí de su oficina cerrando la puerta tras de mí. Ángel tenía razón y nuestro encuentro, me había dejado más vacía que al principio.