Es evidente que Pierre Dujols tiene razón cuando advierte que esta imagen no se encuentra en su lugar. Varias, entre las siguientes, deberían precederla, hasta la octava, con la que se relaciona directamente y a la que precede por tanto en su alegoría de la fase intermedia, donde Neptuno protege al sol y a la luna en su infancia, con vistas a aproximarlos para la unión generatriz del mercurio filosófico. Es ineluctable ley natural que la generación se realiza por completo en el seno de las aguas, en un lugar totalmente cerrado y obscuro.
En obstetricia, ¿no se dice simplemente las aguas para designar los líquidos en los que el feto humano está en inmersión? Michael Maier no vacila en mostrarnos, sobre su emblema XXXIV, la copulación de sol y de la luna de los sabios en el agua pura de una caverna, añadiendo, con respecto al bebé filosofal, que es concebido en los baños —in balneis concipitur.