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Andrew yacía en el lecho. Sus pensamientos se disipaban. Intentaba agarrarse a ellos con desesperación. ¡Un hombre! ¡Era un hombre! Quería serlo hasta su último pensamiento. Quería disolverse, morir siendo hombre.
Abrió los ojos y reconoció a Li-Hsing que aguardaba solemnemente. Había otras personas, pero sólo eran sombras irreconocibles. Únicamente Li-Hsing se recortaba contra ese fondo cada vez más borroso. Andrew tendió la mano y sintió vagamente el apretón.
Ella se esfumaba ante sus ojos mientras sus últimos pensamientos se disipaban.
Pero, antes de que la imagen de Li-Hsing se desvaneciera del todo, un último pensamiento cruzó la mente de Andrew por un instante fugaz.
—Niña —susurró, en voz tan queda que nadie le oyó.