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La tensión que sentía Harriman no disminuyó apreciablemente aun después de su silencioso aterrizaje en la finca de Robertson.

Robertson había firmado la orden por la que se permitía utilizar el dinafoil, y la silenciosa aeronave que se movía tanto vertical como horizontal con igual facilidad, había resultado justo del tamaño suficiente para transportar el peso de Harriman, George Diez y, naturalmente, el piloto.

(El dinafoil mismo era una de las consecuencias del invento de la micropila de protones que proporcionaba energía no polucionante en pequeñas dosis, invento catalizado por las «Máquinas». Ninguna realización posterior la igualaba en importancia para el confort del hombre —los labios de Harriman se apretaron ante esa idea— y, sin embargo, Norteamericana de Robots no había recibido ninguna gratitud a cambio).

El desplazamiento aéreo entre los terrenos de Norteamericana de Robots y la finca de Robertson había sido la parte más difícil del asunto. Si les hubieran detenido entonces, la presencia de un robot hubiera significado un gran cúmulo de complicaciones. Otro tanto ocurriría cuando regresasen. En cuanto a la finca en sí, podía alegarse —se alegaría— que formaba parte de los terrenos de Norteamericana de Robots y, debidamente vigilados, los robots podían permanecer en esa propiedad.

El piloto miró hacia atrás y su mirada se posó con vivaz brevedad sobre la figura de George Diez.

—¿Quiere bajar un rato, señor Harriman?

—Sí.

—¿Eso también?

—Oh, sí, claro. —Luego, añadió con cierta sorna—: No iba a dejarle aquí solo con él.

George Diez bajó primero y Harriman le siguió. Habían descendido sobre la pista de aterrizaje y el jardín no estaba muy lejos de allí. Era toda una exhibición y Harriman tuvo la sospecha de que Robertson usaba hormonas juveniles para controlar la vida de los insectos sin preocuparse de las fórmulas ambientales.

—Vamos, George —dijo Harriman—. Te mostraré todo esto.

Echaron a andar juntos en dirección al jardín.

—Es tan pequeño como me lo había imaginado —dijo George—. El diseño de mis ojos no me permite detectar adecuadamente las diferencias en la longitud de onda, así que no puedo reconocer los objetos guiándome sólo por ese criterio.

—Confío en que no estarás decepcionado por no poder distinguir los colores. Necesitábamos demasiados circuitos positrónicos para dotarte de capacidad de discernir, y no pudimos reservar ninguno para el sentido del color. En el futuro… si hay un futuro…

—Comprendo, señor Harriman. Quedan suficientes diferencias para indicarme que aquí hay muchas formas distintas de vida vegetal.

—Sin duda alguna. Docenas de ellas.

—Y cada una de ellas es equivalente al hombre, biológicamente hablando.

—Sí, cada una constituye una especie separada. Hay millones de especies de seres vivos.

—Y el ser humano forma una sola de ellas.

—Pero para los seres humanos ésta tiene una importancia muy superior a las demás.

—Y para mí también, señor Harriman. Quiero decir sólo en sentido biológico.

—Comprendo.

—Luego, la vida, vista a través de todas sus formas, es increíblemente compleja.

—Sí, George, ahí está la clave del problema. Lo que el hombre hace en pro de sus propios deseos y comodidades afecta al conjunto que forma la totalidad de la vida, a la ecología, y las ventajas que logra a corto plazo pueden ocasionar desventajas a largo plazo. Las «Máquinas» nos enseñaron a organizar una sociedad humana que minimizase ese riesgo, pero el casi desastre de principios del siglo veintiuno ha dejado en la humanidad un recelo ante las innovaciones. Esto, sumado al especial temor que le inspiran los robots…

—Comprendo, señor Harriman… Eso es un ejemplo de vida animal, no me cabe la menor duda.

—Eso es una ardilla; una de las múltiples especies de ardillas.

La cola de la ardilla se agitó burlona y el animal pasó al otro lado del árbol.

—Y esto —dijo George, moviendo el brazo con la rapidez de una centella— es realmente diminuto. —Lo cogió entre los dedos y lo examinó.

—Es un insecto, un tipo de coleóptero. Hay miles de especies de coleópteros.

—¿Y cada coleóptero individual está tan vivo como la ardilla y como usted mismo?

—Es un organismo tan independiente y tan completo como cualquier otro, dentro de la ecología total. Aún existen organismos más pequeños; excesivamente pequeños para poder verlos.

—Y eso es un árbol, ¿verdad? Y es duro al tacto…

Los robots
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