5. Al norte de Virginia

Nueva Inglaterra.

Mientras Virginia y Maryland luchaban para sobrevivir, sucesos que ocurrieron más al Norte hicieron aparecer nuevas y vigorosas colonias en el mapa de América del Norte. Surgieron, como Maryland, de conflictos religiosos en Inglaterra, aunque por razones opuestas.

Había protestantes en Inglaterra que estaban insatisfechos con la Iglesia de Inglaterra y hallaban que su ritual era demasiado católico para su gusto. Hablaban una y otra vez de la necesidad de purificar la Iglesia del ritual católico y, en tiempos de Isabel I, quienes se oponían a ellos los llamaron «puritanos», en son de burla. El término (como sucede con frecuencia en tales casos) fue orgullosamente adoptado por aquéllos de quienes se pretendía hacer burla.

En general, los monarcas ingleses se oponían a los puritanos, pues éstos estaban siempre dispuestos a usar sus conciencias como excusa para enfrentarse con el rey. Los reyes preferían una iglesia que estuviese totalmente sometida a ellos, y Jacobo I no hizo ningún secreto de sus intenciones de aplastar a los puritanos. Debían abandonar las creencias que él juzgaba indeseables o los expulsaría del país.

Algunos puritanos desesperaron de imponer alguna vez sus ideas a la Iglesia de Inglaterra. Pensaban que la única solución era separarse totalmente de la Iglesia y establecer su propia forma de culto. Eran llamados «separatistas». Un grupo de estos separatistas vivía en Scrooby, en Nottinghamshire.

Acosados por los funcionarios y los eclesiásticos locales, los separatistas de Scrooby finalmente adoptaron el desesperado recurso de abandonar Inglaterra; su destino era los Países Bajos.

Por entonces, los Países Bajos prácticamente habían conquistado su independencia de España. Habiendo descubierto que el comercio y la industria son la clave de la prosperidad y que el entusiasmo religioso parecía contar poco a este respecto, establecieron la tolerancia religiosa, por indiferencia más que por convicción. Hasta a los judíos se les permitió vivir y practicar su religión libremente, algo que había sido inaudito en la Europa cristiana durante muchos siglos.

Indudablemente también los separatistas podían hacer allí lo que quisieran, de modo que, en 1607 y 1608, los separatistas de Scrooby se marcharon a los Países Bajos. Se establecieron en Leiden y por un tiempo las cosas les fueron bien.

Sin embargo, con el paso de los años se sintieron cada vez más desdichados. En primer lugar eran inmigrantes en una tierra extraña, y se sentían extranjeros. Hasta sus hijos les creaban problemas, pues éstos aprendían el neerlandés y se estaban convirtiendo visiblemente en neerlandeses, no en ingleses. Además, ¿qué ocurriría si la guerra con España (suspendida sólo por una tregua) se reanudaba? Esa guerra se había señalado por muchas atrocidades y los separatistas no se sentían seguros.

Mientras esas dudas y preocupaciones aumentaban, se hizo obvio que la colonia de Jamestwon, en Virginia, era una empresa en marcha. Los separatistas empezaron a considerar seriamente si no sería mejor marcharse a América y estar en una tierra propia (nadie tomaba en cuenta a los indios, desde luego), donde pudieran vivir como ingleses y como puritanos. La mayoría de los separatistas se acobardaron ante la idea de efectuar un largo viaje y las incertidumbres de las soledades, pero algunos empezaron a pedir permiso al rey Jacobo para ir a Virginia.

Jacobo, finalmente, lo otorgó, y los separatistas que deseaban marcharse iniciaron la larga y dura tarea de reunir fondos y obtener barcos y suministros. Consiguieron dos barcos, uno de los cuales resultó ser inadecuado para el viaje, de modo que finalmente zarparon de Plymouth, el 16 de septiembre de 1620, en un solo barco, el Mayflower[26].

Había a bordo treinta y cinco separatistas de Leiden. Otros sesenta y seis (en su mayoría no separatistas) de Londres y regiones vecinas se les unieron. En teoría iban todos a alguna parte de Virginia, pero los cabecillas no deseaban ir a una tierra ya ocupada por colonos que no eran puritanos. Deliberadamente (e ilegalmente) se dirigieron más al Norte.

La costa situada al norte de Virginia había sido explorada por tempranos exploradores como Caboto y Verrazano, pero los hombres del Mayflower no tenían que depender de eso. En las dos décadas anteriores un explorador tras otro había recorrido la costa septentrional.

En 1602, por ejemplo, el navegante inglés Bartholomew Gosnold (quien más tarde sería el segundo jefe de la flota que llevó a los primeros colonos a Jamestown) había explorado dicha costa. El 15 de mayo de 1602 llegó a una estrecha y curvada península cuyas aguas vecinas eran ricas en bacalao (codfish, en inglés). La llamó cabo Cod, y luego exploró las costas de una isla situada al Sur a la que llamó Martha’s Vineyard (La Viña de Marta).

Dos años más tarde otro navegante, George Weymouth, exploró esa parte de la costa y volvió con entusiastas informes.

Luego, en 1614 John Smith, famoso por Jamestown, había conducido una expedición a esa parte de la costa americana. Estudió cuidadosamente la línea costera, hizo un mapa de ella y quedó suficientemente sorprendido por la semejanza de clima y de apariencia de esa tierra con su patria como para llamar a la región Nueva Inglaterra, nombre que ha mantenido desde entonces.

Pero quizá el informe que más influyó sobre los separatistas fue el de un explorador holandés, Adriaen Block, quien, en 1614, volvió a Amsterdam con entusiastas informes sobre la parte meridional de la costa de Nueva Inglaterra. Una isla situada a 65 kilómetros al oeste de Martha’s Vineyard aún es llamada isla de Block en su honor.

El 9 de noviembre de 1620 cuando el Mayflower finalmente llegó a América, los hombres de a bordo se encontraron en la punta del cabo Cod, bastante más al Norte de donde habían querido ir. Era una mala época del año, y el cabo Cod presentaba un aspecto desolador; pero el viaje había sido largo y difícil, y no estaban con ánimo para ir mucho más lejos.

Navegaron hasta pasar la punta del cabo y empezaron a explorar la línea costera más allá, en busca de algún lugar que no tuviese demasiado mal aspecto. Finalmente, localizaron un puerto y, el 16 de diciembre, el Mayflower ancló allí. John Smith ya había dado a esa parte de la línea costera el nombre de Plymouth, y los pasajeros del Mayflower aceptaron el nombre en honor del puerto inglés del cual habían partido.

Pero los pasajeros estaban en una situación peculiar, ya que se hallaban fuera de los límites de la tierra controlada por la Compañía de Virginia, bajo cuyos auspicios, en teoría, habían zarpado. La Compañía de Virginia no podía legalmente nombrar un gobernador en ese sector de la costa, y tuvieron que gobernarse a sí mismos.

Los separatistas entre los colonos, para tomar esto en cuenta y también para evitar problemas con el contingente no separatista, prepararon un acuerdo por el cual prometían obediencia a las leyes elaboradas por los habitantes de la nueva colonia. Este «pacto del Mayflower», firmado el 21 de noviembre, fue una suerte de preludio de las famosas «sesiones del ayuntamiento» de Nueva Inglaterra y el primer paso hacia el autogobierno de las colonias inglesas.

Tan pronto como los separatistas desembarcaron eligieron a John Carver, uno de ellos, como gobernador.

Pero era todavía la mala época del año, y los colonos tuvieron que enfrentarse con el invierno sin estar preparados. La mitad de los pasajeros del Mayflower murieron de hambre y de enfermedades antes de la primavera, entre ellos el gobernador Carver. Los supervivientes persistieron tenazmente y eligieron a William Bradford como nuevo gobernador. (Iba a ser gobernador, de tanto en tanto, durante treinta y cinco años).

El pequeño grupo de colonos no habría sobrevivido, ciertamente, a la enemistad de los indios; pero en Plymouth, como en otras partes, los indios se mostraron amistosos desde el principio. En verdad, en este caso particular, no tenían otra opción. Una epidemia de la peste, en 1617, se había llevado a la mayoría de los indios de la zona, y los sobrevivientes no estaban con ganas de buscarse problemas.

Cuando llegó la primavera de 1621, los colonos se dispusieron a plantar sus primeros cultivos en campos indios abandonados. Un indio, llamado Squanto, que había aprendido inglés durante su estancia en Londres (adonde había sido llevado por marinos ingleses que lo habían raptado casualmente), ayudó a los colonos instruyéndolos en los métodos agrícolas indios. Otro indio amigo, Samoset, arregló una reunión con Massasoit, jefe de las tribus locales, y se establecieron formalmente relaciones pacíficas entre los indios y los colonos.

Por la época en que el invierno de 1621 empezó a acercarse, los colonos tuvieron una buena cosecha de otoño para mantenerse, y proclamaron una celebración de tres días para dar gracias a Dios[27]. Massasoit y noventa indios se unieron a la fiesta.

Era evidente que Plymouth sobreviviría. Siguió siendo una pequeña colonia, cuyos efectivos sólo ascendían a 180 colonos en 1624, pero era vigorosa. En 1626 reunieron las 1.800 libras para pagar a los comerciantes que habían invertido en la aventura inicial, y los residentes de Plymouth fundaron otras pequeñas colonias a lo largo de la costa.

Otros colonos empezaron a llegar a diversas partes de la costa en viajes que provenían directamente de Inglaterra. La segunda ciudad importante que apareció en el mapa fue Salem, fundada en 1626, a unos 65 kilómetros al norte de Plymouth.

Pero lo que realmente puso a Nueva Inglaterra en el mapa fue la actividad de John Winthrop, un influyente puritano con educación y medios. Reunió una partida de puritanos, en 1629, y empezó a planear una expedición muy bien organizada a Nueva Inglaterra, que estaría respaldada por una subvención real.

A Carlos I, quien ahora gobernaba Inglaterra, no le disgustaba librarse de la mayor cantidad posible de puritanos, de modo que otorgó el permiso para crear la Compañía de la bahía de Massachussets[28]. Carlos olvidó especificar que la compañía efectuase sus reuniones anuales en Londres, donde podía ser controlada fácilmente. Por ello, los colonos se llevaron consigo a Nueva Inglaterra a la compañía y al gobierno. Fue otro paso, aunque producto de la inadvertencia, hacia el autogobierno de las colonias.

En 1630 diecisiete barcos, que transportaban casi a mil hombres, zarparon para Nueva Inglaterra, con Winthrop a bordo como gobernador de la futura colonia. Desembarcaron en la bahía de Massachussets, de modo que la colonia primero fue llamada por este nombre y luego sencillamente Massachussets.

Una ciudad, fundada ese año de 1630, sobre una lengua de tierra que avanzaba sobre la bahía, fue llamada Boston, por la ciudad inglesa de la que provenía un grupo de los colonos. El río en cuya desembocadura fue fundada Boston fue llamado el río Carlos en honor al rey.

Se crearon otras ciudades alrededor y cerca de Boston, y la bahía de Massachussets floreció desde el principio, y Winthrop siguió siendo gobernador, de tanto en tanto, durante veinte años.

En los doce años siguientes los puritanos (y algunos que no lo eran) se volcaron en grandes cantidades en Massachussets, pues el gobierno de Carlos I seguía siendo hostil a sus creencias. Desembarcaron unos 20.000 colonos en 200 barcos, y por un tiempo Nueva Inglaterra fue mucho más populosa que la colonia, más antigua, de Virginia. En 1640 Nueva Inglaterra tenía una población de 22.500 habitantes, frente a los 5.000 de Virginia y Maryland.

En particular, la nueva colonia de Massachussets superó en mucho a la colonia anterior de Plymouth, que, por la época de la fundación de Boston, sólo tenía una población de 300 habitantes. Sin embargo, Plymouth mantuvo inquebrantablemente su independencia e iba a seguir haciéndolo por otros sesenta años.

Los nuevos colonos no eran los sencillos artesanos que habían navegado en el Mayflower. Muchos eran graduados universitarios que se preocupaban de que sus hijos creciesen con los beneficios educativos de que ellos habían gozado.

Por ello, el 28 de octubre de 1636 se fundó una escuela inmediatamente al norte del río Carlos, en lo que es ahora la ciudad de Cambridge. Los colonos votaron a tal fin un presupuesto de 400 libras. Por entonces, un pastor de treinta años estaba muriendo de tuberculosis. Legó a la nueva escuela unas 700 libras y su biblioteca de 400 libros, donación enorme para aquella época y aquel lugar. El nombre del pastor era John Harvard, y el 13 de marzo de 1639, medio año después de su muerte, la escuela mostró su gratitud adoptando el nombre de Colegio de Harvard. Fue la primera institución de enseñanza superior que se creó en las colonias inglesas.

Otro avance intelectual se produjo en 1639, cuando se estableció una imprenta en Cambridge. Fue la primera que hubo en las colonias inglesas. Esta imprenta publicó una edición de un libro de salmos, en 1640, que fue el primer libro publicado en las colonias inglesas.

Otras partes de Nueva Inglaterra también fueron colonizadas. Un inglés llamado Ferdinando Gorges (que había luchado contra la Armada Española) había tratado desde hacía tiempo de colonizar la parte septentrional de Nueva Inglaterra. Ya en 1607 había intentado fundar una colonia bajo los auspicios de la Compañía de Plymouth, en un punto situado a unos 220 kilómetros al norte del que más tarde sería el asiento de Boston. No pudo sobrevivir al invierno y los pocos de los 120 colonos que quedaron con vida retornaron a Inglaterra en 1608. Fue un golpe costoso para la Compañía de Plymouth, tanto más duro cuanto que la Compañía de Londres había tenido más suerte en Jamestown. Tampoco tuvo éxito posteriormente la Compañía de Plymouth, pues Nueva Inglaterra fue colonizada sin ella.

El 10 de agosto de 1622 Gorges y John Mason (quien había sido gobernador de la aún no colonizada Térranova y hecho el primer mapa completo de todas sus costas) recibió la aprobación real para tratar de colonizar nuevamente la franja septentrional de la costa de Nueva Inglaterra. La parte del Norte fue llamada Maine al principio, porque era habitual hablar de la costa como lo «principal» (main, en inglés) con respecto a las muchas islas que había frente a ella. Gorges y Mason dividieron sus posesiones en 1629, y Mason llamó a su parte meridional de la costa New Hampshire, por el condado inglés de Hampshire, donde había pasado la mayor parte de su vida (aunque no había nacido allí).

A mediados del decenio de 1630-1639 surgieron colonias a lo largo de las costas de New Hampshire y Maine que fueron contempladas con el más profundo recelo por los puritanos de Massachussets. Gorges y Mason no eran puritanos, a fin de cuentas, y defendían el control de las colonias por la corona. Un ejemplo semejante tan cerca hacía peligrar el autogobierno que se daba Massachussets y que valoraba mucho.

Por ello, Massachussets hizo todo lo posible para que toda la costa de Nueva Inglaterra situada al Norte cayese bajo su jurisdicción. Algunas de las ciudades de Maine reconocieron la soberanía de Massachussets y, en 1677, ésta compró todos los derechos de la familia Gorges. Maine formó parte de Massachussets durante un siglo y medio.

Massachussets también logró dominar a New Hampshire de vez en cuando, pero ésta conservó su independencia a la larga y se mantuvo como colonia separada. No pasó mucho tiempo antes de que los mismos colonos de Massachussets se expandieran en busca de nuevas tierras. En 1632 exploraron el valle del río Connecticut (de palabras indias que significan «junto al largo río en el que penetran las mareas»). En octubre de 1635 emigrantes de las ciudades de Massachussets avanzaron ciento treinta kilómetros al Oeste y fundaron Windsor, Hartford y Wethersfield a lo largo de ese río. Esto fue el núcleo de lo que sería la colonia de Connecticut[29] y constituyó la primera migración terrestre en gran escala hacia el Oeste, proceso que iba a continuar (y, en cierto modo, todavía continúa hoy).

En 1638 un nuevo grupo de puritanos llegó de Inglaterra, permanecieron brevemente en Boston y luego partieron para fundar una colonia en la costa al oeste del río Connecticut el 15 de abril de ese año. Llamaron a la colonia New Haven.

Nuevas colonias surgieron también del deseo de libertad religiosa, pues aunque los puritanos habían llegado a Massachussets en busca de la libertad de culto, no estaban en modo alguno interesados en conceder a otros el mismo privilegio.

Esto le acarreó problemas a Roger Williams, un puritano que llegó a Boston en 1631. Entró en conflicto con los cabecillas de la comunidad porque era más radical que ellos y se había convertido en separatista que no quería vinculación alguna con la Iglesia de Inglaterra. En verdad la lógica obligó a Roger Williams a adoptar la idea de que era tan difícil determinar cuál era la religión verdadera y obligar a otros a practicarla que era inútil tratar de imponer una sola forma de religión legítima. Por ello, empezó a creer cada vez más en la total libertad religiosa como único modo práctico de actuar ante los seres humanos.

Esto era bastante malo para los líderes de Massachussets, pero las ideas de Williams con respecto a la propiedad territorial eran aun peores. Williams sostenía que el rey de Inglaterra no poseía América y no podía hacer concesiones de tierras a los colonos. La única manera como un colono europeo podía poseer tierras en América, pensaba, era comprándoselas a sus propietarios indios.

Esto era demasiado para las autoridades de Massachussets. El 9 de octubre de 1635 Williams fue desterrado de Massachussets. Se le permitió permanecer allí durante el invierno, pero luego tuvo que marcharse al Sur y, finalmente, llegó a la bahía de Narragansett. Allí, a sesenta y cinco kilómetros de Boston, compró tierras a los indios y, en junio de 1636, fundó la colonia de Providence.

La colonia se expandió hasta abarcar las costas de la bahía de Narragansett y las islas que hay dentro de ella. Se pensaba que la mayor de esas islas era aquélla a la que se había referido Verrazano, en sus exploraciones de un siglo y cuarto antes, cuando dijo que le recordaba la isla mediterránea de Rodas (Rhodes, en inglés). Por eso fue llamada Rhode Island. Más tarde la colonia de Williams fue llamada Rhode Island y Plantaciones de Providence[30], aunque por lo común se la llama sencillamente Rhode Island.

Bajo la conducción de Williams, Rhode Island practicó la plena tolerancia religiosa (aun hacia los judíos), si bien, a diferencia de la posterior Acta de Tolerancia de Maryland, aquella tolerancia no representaba una acción gubernamental legal, pues Williams no tenía carta ninguna que lo autorizase a gobernar la región. Aun así, esa tolerancia bastaba para hacer odiosa a Rhode Island para las otras colonias de Nueva Inglaterra, que no querían saber nada de ese foco de radicalismo.

Anne Hutchinson, quien llegó a Boston en 1634 y fue la primera mujer de nota de la historia norteamericana, fue otra rebelde religiosa. Tenía algo de militante por la «liberación de la mujer», pues pretendía practicar la religión tal como ella la concebía, negando la autoridad de los jefes religiosos. Organizó a otras mujeres bajo su liderazgo y mantuvo con vigor la creencia en una especie de democracia religiosa, en la que cada hombre o mujer elegía su propio camino. Por fin, fue llevada a juicio y, el 8 de noviembre de 1637, exiliada. Halló refugio en Rhode Island por un tiempo, y luego se marchó a lo que es hoy el Condado de Westchester, en Nueva York. En 1644 fue muerta durante un ataque de los indios.

Por supuesto, tenía que haber problemas con los indios, pues los colonos, que afluían en enjambre, ocupaban las tierras con inhumano desprecio hacia los indios. Roger Williams fue uno de los pocos idealistas que trató a los indios con justicia, como si tuvieran toda la valía y los derechos de los europeos; en retribución, también los indios siempre lo trataron bien.

Pero no todos los hombres eran como Roger Williams. En 1637 un arrogante comerciante blanco se granjeó el odio de la tribu Pequot, que ocupaba Connecticut, y fue muerto por uno de ellos. Esto significó la guerra, guerra que siguió su curso habitual.

Una partida de indios incendió la naciente Villa de Wethersfield y mató a algunos colonos, y ésta fue la matanza inicial. Luego llegó el mortal contraataque. El 26 de mayo de 1637 un grupo de colonos armados encerró a 600 hombres, mujeres y niños pequots en su baluarte aldeano cerca del río Mystic, en el sudeste de Connecticut, le prendieron fuego y los quemaron a todos. El poder indio, al menos en Connecticut, quedó destruido.

La «Guerra Pequot», aunque terminó con la victoria de los colonos, volvió inseguros a los blancos. En 1643 Massachussets, Plymouth, Connecticut y New Haven se unieron en una Confederación de Nueva Inglaterra para presentar un frente único a los indios y dirimir las disputas por límites entre ellos mismos. (La radical Rhode Island fue ignorada). Esta unión, que duró toda una generación, fue el primer intento de unirse a fin de abordar problemas comunes.

Pero a medida que avanzaba el decenio de 1640-1649, el empuje de la colonización británica de América empezó a disminuir. Esto obedeció, principalmente, a problemas internos.

Los puritanos, cada vez más fuertes en el populoso sudeste industrial de Inglaterra, dominaron en forma creciente el Parlamento y se hicieron cada vez más hostiles a Carlos I. Éste retribuyó la hostilidad y, de 1629 a 1640, se negó a convocar sesiones parlamentarias.

Sin Parlamento a Carlos le resultó difícil recaudar dinero. Se vio obligado a apelar a todo género de expedientes dudosos que, sencillamente, aumentaron su impopularidad. Luego, en 1639, los escoceses se rebelaron. Carlos tenía tanta necesidad de dinero que, muy contra su voluntad, tuvo que convocar al Parlamento. Éste trató de utilizar su control de las finanzas para obligar a Carlos I a hacer concesiones y el conflicto se precipitó.

En 1642 estalló una verdadera guerra civil, y el rey y el Parlamento reclutaron ejércitos para librar batallas. Un terrateniente puritano, Oliver Cromwell, luchó del lado del Parlamento y demostró ser un general excepcionalmente capaz. En 1645 estaba claro que el rey había sido derrotado, y el 30 de enero de 1649 fue decapitado. Inglaterra permaneció sin rey durante once años para gran horror del resto de Europa.

La guerra civil inglesa fue de gran importancia para la evolución de las colonias. Mientras Inglaterra estaba ocupada por sus problemas internos, las colonias manejaron sus propios asuntos. Hasta a Virginia, una colonia real, se le permitió que eligiera a su propio gobernador. Más tarde este hábito de autogobierno no pudo ser deshecho del todo, de modo que se dio otro paso más hacia la libertad.

Los puritanos de Nueva Inglaterra, desde luego, estaban de todo corazón con el Parlamento puritano. Virginia, en cambio, estaba de parte del rey y, después de 1649, muchos de los partidarios de Carlos emigraron a esa colonia.

La hostilidad entre los dos sectores de la costa angloamericana casi pareció reflejar la guerra civil inglesa. La Confederación, de Nueva Inglaterra rompió las relaciones comerciales con Virginia por un tiempo, y si las dos partes hubiesen estado más cerca hasta podía haber estallado una guerra entre ellas.

Los sucesos del decenio de 1640-1649 fueron una temprana evidencia de las diferencias entre el Norte y el Sur, diferencias que iban a convertirse posteriormente en una grave crisis y que todavía hoy no han desaparecido. Era el Norte contra el Sur; el Parlamento contra el rey; los puritanos contra los anglicanos; el pueblo contra la aristocracia.

Pero en el decenio de 1640-1649, al menos, las dos partes sólo podían mirarse mutuamente con furia a través de una parte de la costa que no era inglesa en absoluto, sino holandesa.

Nueva Holanda.

En el curso de la gran guerra civil contra España, los Países Bajos habían construido una gran flota y creado un sistema mundial de intercambio y comercio. Los Países Bajos fueron, para su tamaño, la nación más rica del mundo y hasta podían ser considerados como una gran potencia.

A medida que aumentó su fuerza, los Países Bajos llevaron la guerra contra España allende los mares. Las posesiones portuguesas en el Lejano Oriente eran particularmente vulnerables, pues, como Portugal había caído bajo la dominación española, su imperio había decaído.

En 1602 un grupo de comerciantes fundaron la Compañía Holandesa de las Indias Orientales para impulsar el comercio con el Lejano Oriente y apoderarse de todos los territorios portugueses que fuera posible. Firmemente se establecieron en las grandes islas del sudeste de Asia. Más tarde se las llamó las Indias Orientales Neerlandesas (y, después de la Segunda Guerra Mundial, esa región conquistó su independencia y es ahora la nación de Indonesia). Ya en 1619 los neerlandeses fundaron en Java una ciudad que llamaron Batavia, por el viejo nombre latino de la región de Europa en que se hallaban los Países Bajos. (Batavia ha sido rebautizada con el nombre de Yakarta y es la capital de Indonesia). Los neerlandeses también arrebataron a los portugueses la isla de Ceilán y se establecieron en África del Sur, donde los portugueses habían estado desde la época de Dias, siglo y medio antes. Con todo esto los comerciantes neerlandeses estaban haciendo fortuna.

En 1609 España, agotada, finalmente aceptó una tregua temporal con los Países Bajos (España no reconocería la independencia de la región durante cuarenta años más), y las energías neerlandesas aumentarían aun más. Mientras sus esfuerzos en el Lejano Oriente estaban teniendo éxito, empezaron a soñar con intentos similares en el Lejano Occidente.

¿Qué pasaba con el paso del Noroeste que había sido buscado desde hacía tanto tiempo y tan vanamente? Frobisher y Davis habían fracasado un cuarto de siglo antes, pero había un navegante inglés que, en la primera década del siglo XVI, aún estaba explorando las aguas árticas en busca de rutas navegables. Era Henry Hudson, quien, en 1607, había explorado las aguas árticas del norte de Europa al servicio de la Compañía de Moscovia inglesa. Hudson se había aventurado hasta Spitzbergen y más allá, y había descubierto la que ahora es llamada isla de Jan Mayen, a mitad de camino entre Spitzbergen e Islandia.

En 1608 los neerlandeses le encargaron que hiciera exploraciones para ellos. El 6 de abril de 1609 zarpó en el barco La Media Luna. Empezó dirigiéndose nuevamente al Noreste, hasta pasar Spitzbergen, pero el descontento de la tripulación lo obligó a poner rumbo al Oeste.

Hudson cruzó el Atlántico hasta América del Norte en una época en que la colonización inglesa de la costa estaba apenas en sus comienzos y cuando Jamestown pendía de un pelo.

Hudson recorrió la costa americana y exploró la bahía de Delaware un año antes de que ningún inglés la viera. Luego, el 3 de septiembre de 1609, su barco penetró en el puerto de Nueva York. Otros lo habían precedido allí, en particular Verrazano; pero Hudson, ante la mera posibilidad de que fuese la entrada del paso del Noroeste, fue el primero en entrar en el ancho río que desemboca en la bahía. El 12 de septiembre empezó a navegar aguas arriba.

Remontó el río unos doscientos cincuenta kilómetros, hasta que la gradual disminución de la profundidad del agua lo convenció de que era realmente un río, y no un estrecho, por lo que nuevamente navegó, defraudado, aguas abajo.

Posteriormente, los neerlandeses llamaron a esa corriente río del Norte, y al que desembocaba en la bahía de Delaware, más al Sur, río del Sur. Este luego fue llamado río Delaware, pero el primero recibió justamente el nombre de río Hudson.

Cuando volvía a los Países Bajos con su informe, Hudson fue detenido en Inglaterra y se le impidió seguir trabajando para los neerlandeses.

En 1610 Hudson hizo un nuevo intento, más al Norte esta vez y nuevamente pagado por los ingleses. En junio de ese año navegó al sur de la Isla de Baffin, por el angosto paso marino que hay entre ella y tierra firme, paso ahora llamado Estrecho de Hudson. El 3 de agosto entró en una gran bahía que penetra hacia el sur del continente norteamericano y que hoy es llamada bahía de Hudson.

Parecía que finalmente había bordeado el continente norteamericano y podía navegar derechamente hacia las Indias. Pasó tres meses en la bahía, explorando la costa oriental, y llegó a la parte meridional (una cala llamada bahía de James (Jacobo), por Jacobo I de Inglaterra) en noviembre.

Allí quedó bloqueado por los hielos durante seis deprimentes meses. Cuando los hielos se deshicieron, en junio de 1611, quiso seguir explorando la costa occidental de la bahía, pero su tripulación ya estaba harta. Hudson fue abandonado a la deriva con su hijo y siete miembros leales de su tripulación; presumiblemente, todos murieron de frío y de hambre. Los amotinados, que sobrevivieron a un ataque de los esquimales, lograron volver a Inglaterra.

Los neerlandeses siguieron su avance hacia el Oeste aun sin Hudson. En algunos aspectos, sus más asombrosos éxitos se produjeron en América del Sur, donde, después de expirar la tregua con España, siguieron apoderándose de partes del imperio portugués. En 1623 los neerlandeses tomaron la ciudad de Pernambuco, en la parte más oriental de Brasil. Extendieron sus conquistas y, por un momento, pareció que habría un gran imperio holandés en América del Sur. Sin embargo, en 1640, después de sesenta años de sujeción a España, Portugal recuperó su independencia, y esto tuvo importantes consecuencias. Un levantamiento, que se inició en 1645, de los colonos portugueses terminó con la expulsión de los neerlandeses de Brasil.

Conquistas más permanentes se hicieron en las pequeñas islas que bordean el mar Caribe. Tales islas, como San Martín y Saba, al este de Puerto Rico, y Curacao, inmediatamente al norte de la tierra firme sudamericana, se hicieron neerlandesas y siguieron siéndolo hasta hoy[31].

Pero los neerlandeses no olvidaron la costa de Norteamérica, la extensión que iba del río del Norte al río del Sur. En 1614 Adriaen Block empezó con el río Hudson y exploró en dirección al Este. Navegó alrededor de Manhattan y Long Island (demostrando que ambas eran islas) y exploró la costa de Connecticut, descubrió el río Connecticut y entró en él. En el mismo año Cornelis May exploró la costa al sur del Hudson, y el cabo May, en el extremo meridional de lo que es ahora Nueva Jersey, lleva ese nombre en su honor.

También en 1614 los neerlandeses levantaron un fuerte aguas arriba del Hudson, en el punto en que la exploración de este río había llegado a mayor distancia, y lo usaron para comerciar en pieles con los indios. Lo llamaron primero Fort Nassau, por su gobernante Mauricio de Nassau, y luego Fort Orange, por el apellido de la casa gobernante de los Países Bajos. En 1624 también se fundó una pequeña colonia en una isla situada en la desembocadura del río Hudson, llamada Manhattan, por el nombre de la tribu india que allí vivía.

Por entonces comerciantes neerlandeses habían creado la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales (el 3 de junio de 1621), para organizar las colonias occidentales más eficientemente y asegurar el buen funcionamiento de lo que se estaba empezando a llamar Nueva Holanda. Para tal fin se necesitaba una base fuerte en la desembocadura del río Hudson.

Peter Minuit fue nombrado director general de Nueva Holanda por la Compañía y fue enviado a América para establecer esa base. El 4 de mayo de 1626 desembarcó en Manhattan y realizó lo que, retrospectivamente, es el más asombroso negocio en bienes raíces de la historia. Compró la isla de Manhattan a los indios por baratijas que valían sesenta florines, suma habitualmente traducida a dinero americano como 24 dólares.

En el extremo meridional de la isla, la colonia, que contaba a la sazón con 300 hombres, fue llamada Nueva Amsterdam, en honor a Amsterdam, entonces como ahora la mayor ciudad de los Países Bajos.

Por entonces la colonia inglesa de Virginia había tenido un claro éxito y los ingleses estaban empezando a desembarcar en las costas de Nueva Inglaterra. Los Países Bajos, viendo que su nueva colonia estaba cercada al Norte y al Sur, estaban ansiosos de reforzarla llenándola de colonos. No había suficientes neerlandeses que pareciesen dispuestos a ir espontáneamente, y por ende los Países Bajos aceptaron de buena gana colonos de cualquier otra parte de Europa. En 1643 un sacerdote jesuita que visitó la colonia dijo que había contado dieciocho lenguas que se hablaban en las calles de Nueva Amsterdam, con lo que adquirió un carácter polígloto que nunca ha perdido desde entonces.

Los neerlandeses tomaron medidas para estimular la inmigración. El 7 de junio de 1629 crearon el sistema patroon. Los hombres que se comprometían a llevar a más de cincuenta colonos recibían grandes extensiones a lo largo del río Hudson, veintiséis kilómetros a lo largo de una orilla o trece kilómetros a lo largo de ambas orillas. Esos hombres, llamados patroons, recibían derechos casi soberanos sobre sus tierras. Así este sistema semifeudal logró abrir el río Hudson a la colonización europea con gran rapidez, pero también mantuvo en Nueva Holanda una cerrada oligarquía gobernante.

El fundador del sistema patroon fue Kiliaen Van Rensselaer, un comerciante en diamantes de Amsterdam que había sido uno de los accionistas originales de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales. Aunque él no fue a Nueva Holanda, sus hijos sí lo hicieron en 1630. Poseyeron una gran parte del Hudson superior, y todavía hoy un condado de la margen oriental del río, frente a Albany, es llamado Rensselaer.

La colonia se expandió. Un inmigrante danés, Jonas Bronck, se estableció en tierra firme al norte de Manhattan, y aún llamamos a esa zona el Bronx. Un colono neerlandés con el título de jonker (el equivalente del Junker prusiano, más conocido) se estableció más al Norte, en la zona que llamamos Yonkers.

Staten Island fue colonizada (y se la llamó así por los Estados Generales, la legislatura de los Países Bajos). Lo mismo Long Island y lugares como Brooklyn y Harlem fueron así llamados en honor a ciudades neerlandesas. Los neerlandeses también se expandieron a lo largo de la costa de Connecticut y Nueva Jersey. En 1633 construyeron Fort Good Hope (Fuerte de Buena Esperanza), en el actual sitio de Hartford, antes de que llegasen los colonos de Nueva Inglaterra. Más tarde, cuando los ingleses se establecieron a lo largo del río Connecticut y en New Haven, los neerlandeses protestaron vigorosamente y lo consideraron una invasión de su tierra.

En todo este proceso los neerlandeses habían tenido que entrar en tratos con los indios. Peter Minuit y los Rensselaer trataron con justicia a los indios, y lo mismo Wouter Van Twiller, un sobrino de Van Rensselaer que se convirtió en gobernador de Nueva Holanda en 1633. No tuvieron problemas.

Pero luego, en 1637, fue nombrado gobernador Wiliem Kief, quien era de los que tenían la firme opinión de que no era menester tener en cuenta para nada a los indios y de que matar a unos pocos de ellos tendría un buen efecto sobre los restantes. Así, mató a algunos, y pronto se halló en guerra con los indios.

Kief tuvo que construir una empalizada a través del extremo meridional de Manhattan (el origen de Wall Street, Calle de la Muralla) para proteger a Nueva Amsterdam. En 1644 hubo batallas en Westchester, en una de las cuales fue muerta Anne Hutchinson, y los neerlandeses apenas pudieron mantenerse.

Naturalmente los colonos trataron de librarse del incompetente Kief y, en 1647, Nueva Holanda recibió un nuevo gobernador, Peter Stuyvesant. Éste fue, sin duda alguna, el hombre más capaz de la historia de la América neerlandesa. Había sido herido, en 1644, en una batalla en el Caribe y fue necesario amputarle una pierna. En lo sucesivo usó una pata de palo que decoró con cintas plateadas.

No era un hombre amable y gobernó duramente, pero también con eficiencia. Las cosas no fueron fáciles para él. Al Norte y al Este estaban los eternos intrusos, los colonos de Nueva Inglaterra, y al Sur apareció una amenaza inesperada: un pequeño grupo de suecos, los menos recordados de todos los grupos nacionales que establecieron las primeras colonias en la costa norteamericana.

Nueva Suecia.

Suecia no entró realmente en el escenario de la historia europea hasta después del descubrimiento de América. Durante gran parte de la Edad Media había estado bajo la dominación de Dinamarca, pero en 1523 conquistó su independencia bajo Gustavo Vasa, quien reinó como Gustavo I. Luego se expandió por la región báltica y llegó al apogeo de su poder bajo un notable monarca guerrero, Gustavo II Adolfo.

En 1630 Gustavo Adolfo intervino en la ruinosa Guerra de los Treinta Años que por entonces convulsionaba a Alemania y, en el curso de los dos años siguientes, ganó brillantes victorias que elevaron a Suecia al rango de gran potencia, rango que iba a mantener por un siglo. No es sorprendente que Gustavo Adolfo, ansioso de colocar a Suecia a la par las potencias más viejas de Europa, diese oídos a proyectos de colonización de la costa oriental de América. En esto fue estimulado por neerlandeses que habían sido expulsados (injustamente, según ellos) de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales.

Gustavo Adolfo murió en batalla en 1632, pero los planes suecos siguieron adelante. Se organizó en 1637 la Compañía de la Nueva Suecia, para que hiciese por Suecia lo que la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales había hecho por los Países Bajos. De hecho fue Peter Minuit, el comprador de Manhattan, uno de los promotores de la nueva aventura. Y en 1638, cuando partió para América el primer grupo de colonos suecos, Minuit estaba a su frente.

La expedición se detuvo en Jamestown por diez días, luego navegó hacia el Norte, a la bahía de Delaware, y el 29 de marzo de 1638 fundó una colonia cerca del sitio donde está hoy la ciudad de Wilmington. La llamaron Fuerte Cristina, por la hija de Gustavo Adolfo, Cristina, quien, a la muerte de su padre, sucedió a éste en el trono.

Los colonos suecos se extendieron aguas arriba del Delaware, hasta la vecindad de lo que es hoy Filadelfia, donde establecieron su capital. Pero aún aguas más arriba estaban los hostiles neerlandeses, que consideraban a Delaware territorio suyo. Nueva Suecia, como fue llamada, mantuvo la paz con los indios; y bajo Johan Bjornsson Printz, un hombre enormemente gordo que había combatido bajo Gustavo Adolfo, la colonia floreció, aunque siempre fue pequeña. Un par de cientos de suecos y finlandeses fueron el núcleo de su población, que nunca creció mucho más.

Los suecos llevaron a América algo que luego sería inseparable de las leyendas sobre los pioneros americanos. Era la cabaña de troncos, inventada en el norte de Escandinavia, la cual, por la facilidad de su construcción y por el calor que conservaba en los inviernos duros, era muy superior a cualquier otro tipo de construcción de las colonias. Ciertamente era superior a las casas de madera inglesas que construían los colonos de Nueva Inglaterra.

La cabaña de troncos fue gradualmente adoptada a lo largo de toda la frontera norteamericana.

Nueva Francia.

Tampoco Francia quedó atrás en la carrera por la colonización de América. Una vez que Enrique IV se convirtió en rey y las guerras civiles religiosas terminaron, Francia reanudó la exploración de América allí donde Cartier la había dejado, en sus viajes por el río San Lorenzo.

Los franceses habían mantenido contactos con la región en relación con el comercio de pieles. Las pieles de castor, de las que Canadá era rico, adquirieron gran popularidad en la manufactura de sombreros; y el comercio de pieles, que necesitaba una base terrestre, se había vuelto más provechoso que la pesca frente a la costa. Por ello, Enrique IV fue persuadido a que tratase de afirmar allí la presencia francesa. Para tal fin nombró a Samuel de Champlain geógrafo real, con instrucciones de explorar la región.

Champlain no era ningún principiante. Había combatido bajo Enrique IV cuando éste trataba de ser elegido rey y, más tarde, al servicio de España, había tenido muchas y variadas experiencias en el mar y en Nueva España.

Ya había hecho dos viajes a América. En 1603 había entrado en el río San Lorenzo. Luego en 1604 exploró las costas de Nueva Inglaterra antes de que se bautizase con este nombre a la región. En una península situada más al Norte y que los franceses llamaron Acadie (Acadia, en inglés), de una palabra india que significa «rico», ayudó a fundar una colonia llamada Port Royal.

En 1608, bajo patrocinio real, zarpó de Francia para efectuar su tercer viaje a Canadá. Nuevamente remontó el río San Lorenzo y el 3 de julio de 1608 fundó una colonia a 650 kilómetros aguas arriba, en un punto donde el río se estrecha y donde las empinadas márgenes facilitaban la defensa de la colonia. Fue la ciudad de Québec, fundada un año después que Jamestown.

Québec pasó por tiempos difíciles al principio. El duro invierno septentrional cayó sobre la colonia y de los veintiocho colonos originales sólo ocho seguían vivos cuando llegó la primavera. Sin embargo, Québec se mantuvo en existencia y fue el núcleo de lo que se llamaría Nueva Francia.

Para su comercio de pieles los franceses dependían de los indios locales, que pertenecían a tribus llamadas huronas y algonquinas. Éstos se hallaban en guerra con los iroqueses, una confederación de tribus indias cuyas tierras estaban en lo que es hoy el Estado de Nueva York. Los iroqueses habían formado su confederación en 1570, bajo el liderazgo (entre otros) del semilegendario Mohawk Hiawatha. Esto dio cierta paz y unidad a cinco tribus hasta entonces en guerra. Como resultado de ello se convirtieron en el más fuerte grupo de indios de todo el territorio costero colonizado por las naciones europeas.

En verdad, los iroqueses fueron quizá los más notables guerreros indios de las Américas. La tribu nunca se jactó de tener más de 2.300 combatientes, pero éstos, indefectiblemente bravos e increíblemente sadomasoquistas en su capacidad para torturar y para sufrir tortura, habían convertido en un arte refinado la técnica de las incursiones de tipo comando. Conquistaron a las tribus indias vecinas y dominaron gran parte de lo que es hoy el nordeste de los Estados Unidos.

Champlain no sabía nada de esto. Solamente estaba ansioso de explorar el Sur y deseaba ayudar a los indios de quienes dependía para obtener pieles. Cuando se desplazaba hacia el Sur, desde el San Lorenzo, en julio de 1609 descubrió un extenso lago que todavía hoy es llamado Lago Champlain en su honor. En el extremo meridional de ese lago, el 30 de Julio, los indios algonquinos a los que Champlain acompañaba se encontraron con un grupo de iroqueses.

Inmediatamente entraron en combate con tomahawks y flechas. Los iroqueses estaban venciendo, de modo que Champlain y sus hombres intervinieron. Con sus mosquetes descargaron una andanada contra los iroqueses. Desconcertados por la nueva arma que tronaba y mataba misteriosamente los iroqueses se volvieron y huyeron.

La intervención de Champlain fue probablemente el acto más importante de su vida. Los iroqueses, humillados por haber tenido que retirarse con pánico, nunca olvidaron ni perdonaron. Desde ese momento las tribus fueron consecuentemente hostiles hacia los franceses y fueron aliados, primero, de los neerlandeses y, luego, de los ingleses.

De los neerlandeses obtuvieron armas de fuego, y en 1640 fueron los primeros indios que usaron armas de fuego en sus guerras. Más de una vez los vengativos iroqueses llevaron a la Nueva Francia al borde de la extinción. Sin la ayuda de los iroqueses, a la larga tal vez ni los neerlandeses ni los ingleses hubiesen podido resistir contra los franceses en esa región decisiva. Si los franceses hubiesen logrado introducir una cuña entre Nueva Inglaterra y Virginia, las dos zonas de colonización inglesa, la historia futura del continente norteamericano podía haber sido enormemente diferente.

Después de retornar a Francia en busca de más colonos, Champlain volvió a América por cuarta vez en 1610, y en 1611 fundó una colonia a 240 kilómetros aguas arriba de Québec. La llamó Place Royale y fue el núcleo de la posterior Montreal. En 1613 hizo una expedición hacia el Oeste y en 1615 llegó a la bahía Georgiana, la extensión septentrional del Lago Hurón. Fue el primer europeo que llegó a los Grandes Lagos.

Cuando volvió a Francia, Enrique IV había sido asesinado en 1610, y siguieron catorce años de relativa debilidad bajo su hijo menor de edad Luis XIII. Aunque Champlain fortificó Québec en 1620, no era más que una pequeña colonia y no pudo resistir un ataque naval de los ingleses en 1629. Champlain, que era ahora gobernador de Nueva Francia, se vio obligado a rendirse y estuvo prisionero tres años. Los ingleses también tomaron las colonias francesas de Acadia. Pero tanto Québec como Acadia fueron devueltos en 1632.

En el ínterin, en 1624, el capaz cardenal Richelieu había asumido el gobierno como primer ministro de Luis XIII. Bajo su mano firme Francia revivió rápidamente. En 1627 organizó una compañía destinada a estimular la colonización de Canadá. Obtuvo de Inglaterra la devolución de las posesiones francesas y, año tras año, Nueva Francia se hizo cada vez más fuerte. El río que lleva las aguas del Lago Champlain al Norte, al río San Lorenzo, es llamado río Richelieu en su honor.

Pero el número de colonos franceses siguió siendo pequeño, considerando el tamaño del territorio que Francia dominaba. Había muchas razones de ello. El clima era duro y los franceses estaban más interesados en el comercio de pieles y en obtener beneficios que en construir un nuevo hogar para los franceses en ultramar. Para asegurarse un comercio provechoso, el gobierno francés, que era autocrático interiormente, mantenía un despótico control sobre los colonos y no hacía de Canadá un lugar atractivo para quienes esperaban escapar de las durezas internas.

Finalmente, los franceses más proclives a buscar asilo en ultramar eran los hugonotes, los protestantes franceses, que sufrían los infortunios de ser una minoría de la que se desconfiaba internamente. Pero el gobierno francés tenía intención de que Nueva Francia siguiese siendo completamente católica y no permitía a los hugonotes penetrar en territorio francés en América. Por ello, los hugonotes emigraban a las colonias inglesas, donde eran bienvenidos y contribuían a fortalecer al enemigo de Francia.

Mientras tanto, en la misma Europa, Francia dio el toque final a la declinación de España. Los españoles protestaban por la colonización de la costa oriental de Norteamérica por otras naciones, pues sostenían tercamente que todo el continente norteamericano era suyo por derecho de descubrimiento y exploración. (El descubrimiento y la exploración por los indios no contaban).

Pero España no pudo hacer más que protestar, pues su decadencia continuó constantemente durante la primera mitad del Siglo XVII. Considerándose aún la campeona del catolicismo, se embrolló en la Guerra de los Treinta Años, luchando contra alemanes, daneses, suecos y franceses.

En 1642, en Rocroi, sobre la frontera de los Países Bajos españoles, un ejército español fue totalmente derrotado por fuerzas francesas. Esto señaló el fin de la supremacía militar española en el continente, después de un siglo y medio durante el cual los ejércitos españoles prácticamente nunca habían sido derrotados.

En 1648 la Guerra de los Treinta Años terminó con un acuerdo de paz que era claramente una derrota para España. Hasta se vio obligada, después de ochenta tenaces años de fracaso, a reconocer la independencia de los Países Bajos. Pero la guerra entre España y Francia continuó hasta 1659, cuando finalmente se concertó la paz, nuevamente en desventaja de España. Por entonces España desapareció de las filas de las grandes potencias y desde ese momento ha sido una potencia secundaria.

Sin embargo, aunque el dominio español en las Américas cesó de expandirse, y aunque perdió puestos avanzados menores en las islas para beneficio de otras naciones, España, en general, mostró una notable tenacidad. Mantuvo su dominio sobre México, Nuevo México, Texas y Florida, tanto más férreamente cuanto que los necesitaba como amortiguadores entre las vigorosas nuevas potencias colonizadoras del Norte y el rico núcleo de su propio imperio en México.