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Mark Annuncio se paseaba de un lado a otro. Sus ojos brillaban al escuchar, y se adelantaba para oír mejor. El grupo de sabios toleraba su intromisión seguir los temperamentos y la personalidad de cada tirar. Pero nadie le dirigía la palabra.
Sheffield no se apartaba de Mark. Tampoco hablaba apenas. Únicamente se esforzaba en no desaparecer del fondo de la consciencia del joven. Quería evitar dar a éste la sensación de que lo perseguía; por el contrario, quería darle una sensación de libertad. Su deseo era que su presencia pareciese puramente casual.
En su opinión, su comedia no conseguía engañar al muchacho, pero no podía hacer otra cosa. Tenía que evitar que Mark se metiese en problemas.