Capítulo Nueve
Fui a ver a Immokalee, una mujer medicina Cherokee, después de salir del Gremio. Tardó una media hora hasta atenderme y otra media hora tratando de convencerme de que ir a ver al draugr era una mala idea. Sabía que era una mala idea. Yo simplemente no veía ninguna manera de evitarlo.
Llegué a la oficina poco después del mediodía. El Tío y un carro que contenía un venado muy sedado me esperaba en el aparcamiento. Una cambiaformas estaba sentada en el carro con una expresión agria en la cara. Me tomó sólo un momento el averiguar por qué. Al lado del carro, escondido a su sombra, se agazapaba un vampiro. Era delgado y enjuto, y estaba cubierto de protector solar púrpura de pies a cabeza, como si una gigantesca burbuja de chicle de uva hubiera estallado sobre él.
Jim lo había hecho. Me sentí como saltando arriba y abajo. En lugar de eso le eché al vampiro una mirada plana.
-Hay más en el interior-, me informó la mujer.
Entré en la oficina. Curran se sentaba a mi mesa, bebiendo una de mis cervezas Corona. Frente a él, cuatro vampiros se sentaban en una fila ordenada en el centro de la sala. Dos cubiertos de un delicioso púrpura, Otro de verde Grinch, y el último de ardiente naranja.
-Entiendo lo del protector solar-, les dije. -¿Pero por qué tenéis que pintarlos como si fuesen bolos?
El vampiro naranja abrió sus mandíbulas. -El color brillante ayuda a asegurarse de que estén completamente cubiertos-, explicó una voz femenina desconocida. -Es fácil pasar por alto un punto. Cuando son jóvenes, tienen un montón de arrugas.
Uf. -¿Qué significa esto?
-Kate-, dijo el vampiro verde con la voz de Ghastek, -Ha llegado a mi conocimiento, que estás planeando ir a ver a una criatura a territorio vikingo con el propósito de encontrar un medio para quitarle el collar al niño. Una criatura no-muerta. Eso viola explícitamente los términos de nuestro acuerdo para resolver este asunto de manera conjunta.
Miré a Curran. Se encogió de hombros.
-¿Y cómo lo sabes?-, pregunté.
-Tengo mis métodos.
¿Cómo había conseguido Jim sacar esto adelante? Tendría que comprarle todos los portafolios del mundo.
-Ghastek, esto no es un viaje de diversión-,
dijo Curran.
-No puedes ir-, añadí.
-¿Por qué no?
-Debido a que este no-muerto puede asesinar a tu escuadrón de vampiros y no tengo ningún deseo de recibir esa factura-, dijo Curran. -Hazte un favor. No te metas en esto.
Wow. Allí estaba.
Los ojos rojos del vampiro se abultaron luchando por reflejar la
expresión de Ghastek.
-Kate, tal vez necesites explicarle a tu pareja que no está en condiciones de darme órdenes. La última vez que lo comprobé, su título era Señor de las Bestias, que es un eufemismo suave para un hombre que se desnuda por la noche y recorre a través de los bosques para cazar pequeñas criaturas. Soy un maestro de primera de los Muertos. Iré donde me plazca.
Una vez que monté a El Tio. Curran eligió conducir el carro. Viajamos uno al lado del otro. Ghastek tomó punto, mientras que tres de sus oficiales que nos flanqueaban. El cuarto, el vampiro e naranja, trotaba junto a mí. Estaba siendo pilotado por una de las mejores jornaleras de Ghastek. Su nombre era Tracy y como navegante no era demasiado mala.
El vampiro de Ghastek llegó al cruce de Gunnar marcado por un viejo abedul. Como era de esperar, Gunnar estaba allí. -¿Venís a ver a Ragnvald otra vez?
-Vamos al claro del bosque-. Señalé con la cabeza el carro. El ciervo de ojos oscuros y húmedos se quedó mirando al vikingo.
La columna vertebral de Gunnar se puso rígida.
-¿Para verlo?
Asentí con la cabeza.
-No vayas-, dijo.
-Tengo que hacerlo.
Él negó con la cabeza y se apartó. -Ha sido un placer
conocerte.
Tomé las riendas y nuestra pequeña procesión siguió
adelante.
Ghastek se dejó caer a mi lado, sobresaltando incluso a El Tío.
-¿Por qué el secreto?
-A los vikingos no les gusta decir el nombre de Haakon. El claro del bosque no está muy lejos de aquí y podría escucharlos.
-¿Qué es él?
Él y Curran tenía eso en común. Agita un secreto frente de ellos y echarán espuma por la boca tratando de averiguarlo. -Es un draugr.
Se montó en la parte superior del carro y me miró, con sus ojos a sólo un par de centímetros de mi cara. -¿Un draugr? ¿La mítica criatura no-muerta nórdica se supone que guardan el tesoro de su tumba?
-¡Fuera de mi carro-, gruñó Curran.
El no-muerto bajó de un salto. La cara grotesca del vampiro se torció en una extraña expresión: las esquinas de su cavernosa boca se elevaron mientras que sus labios se abrían abierto, mostrando sus colmillos. Se me quedó mirando con los ojos rojos de la sangre y movió su cabeza hacia adelante y atrás varias veces.
-¿Qué estás haciendo?
-Me estoy riendo de ti.
Patear al vampiro en la cara con el pie sería contraproducente en
este momento.
-Cuando era un oficial, pasé dieciocho meses en Noruega en busca de un draugr. Acampé en los cementerios a temperaturas bajo cero, rastreé los fiordos, me zambullí en las cuevas marinas de agua helada. Fue el peor año y medio de mi vida, en los dieciocho meses no encontré ninguna evidencia creíble de la existencia de un draugr Confía en mí cuando digo esto: ...no existen. Por eso uso la palabra “mítica”. No es real.
Contemplé brevemente golpear al vampiro en la nariz. No lastimaría a Ghastek, pero sería inmensamente satisfactorio. -Este draugr existe. Un montón de gente lo ha visto.
-Oh, no tengo ninguna duda de que hayan encontrado algo, pero no será un draugr. ¿No ves los signos? El claro misterioso en el bosque, el camino que está custodiado por un gigante. Los muertos vivientes legendarios con poderes mágicos, a los que sólo se puede acudir una vez y aquellos que desobedecen esa norma tienen una muerte horrible-. El vampiro agitó sus extremidades anteriores con los dedos abiertos. -Woo-ooo. Espantoso.
-¿Tienes un momento?
-Esos bandidos barbudos con cuerno en los cascos te están
engañando, Kate.
-Tienes que estar bromeando.
-No hay necesidad de sentirse mal por esto. Eres una luchadora capaz, competente con una espada y tienes inteligencia y tenacidad, pero no trabajas con los no-muertos. Estás muy poco familiaridad con los principios básicos de la nigromancia, más allá de sus aplicaciones más prácticas. No cuenta con las herramientas necesarias para reconocer un engaño.
El deseo de apoderarme de la mente del vampiro más cercano y utilizarlo para convertir al chupasangre de Ghastek en pulpa sangrienta fue abrumador. Quizás, por eso Voron había insistido en conducirme lejos de la nigromancia. Sabía que iba a haber momentos en los que la tentación de lucirme serían demasiado fuerte.
-No te preocupes. Es un error perdonable-, dijo Ghastek. -Sin embargo, nos va a costar un día y el uso de cinco vampiros.
-Ríete de mí.
-Oh, también tengo la intención de hacerlo. He tenido un día agotador y romper esta descarada farsa resultará una forma maravillosa de dar rienda suelta a la presión.
El vampiro se fue.
-No le gusta estar equivocado-, dijo el vampiro de Tracy. Cogí un
toque de humor en su voz.
No me podría importar menos si le hacía gracia. Mientras que sus vampiros se interpusieran entre el draugr y yo y me comprasen un par de segundos adicionales para escapar.
El viejo camino se internaba más y más en el bosque. Los árboles crecían más altos y más gruesos, sus largas ramas se empujaban unas a otras, como si trataran de empujar a sus vecinos fuera del camino.
La niebla se arremolinaba entre los troncos, primero una bruma etérea brillaba por el suelo, y luego una niebla más espesa, azul, que abrazaba el camino por el que pasábamos. Se tragaba los sonidos: los golpes de las pezuñas de los caballos, el crujido del carro, el suspiro ocasional del ciervo en la parte de atrás, todo parecía en silencio.
Por delante, un arco de piedra se elevaba por encima del camino, losas grises de las rocas teñidas de musgo. Detuve a El Tio. El carro se sacudió en una parada.
-Hay un camino que conduce al norte un poco más allá del arco. Iremos a pie desde aquí-. Salté fuera del carro. -Necesito que uno de vosotros lleve al ciervo.
Un chupasangre púrpura se arrastró hasta el carro. Sus garras falciformes cortaron la cuerda que asegurar al animal, el vampiro sacó al ciervo fuera y se lo echó por encima del hombro.
-¿Qué camino tomarás al venir?-, preguntó
Curran.
-El claro del bosque se encuentra al noroeste de aquí-. Señalé un
roble alto a la izquierda. Curran me atrajo.
El vampiro de Ghastek puso los ojos en
rojo.
-¿Recuerdas el plan?-, dijo Curran en mi oído.
-Sube, consigue la información, y correr como el infierno fuera de
allí.
-Nos vemos en unas pocas horas.
Rozó sus labios con los míos. -Nos vemos.
Agarré la mochila y me dirigí por el sendero.
La niebla se hacía más espesa. La humedad flotaba en el aire teñida con el olor de la vegetación en descomposición y la tierra fresca. En algún lugar a la distancia un pájaro gritó. Todavía no había movimientos preocupados de los bosques. Las ardillas charlaban en las copas, los cazadores menores se escabullían de nuestra vista. Nada, excepto por los vampiros que se deslizaban por el camino, sus formas descarnadas se veían intermitentemente entre los árboles.
El camino se desvió la derecha y condujo a un pequeño claro. Altos pinos lo enmarcaban, los troncos oscuros y enormes arañaban el cielo. Una alfombra de oscuras agujas de pinos cubría el suelo. Aquí y allá rocas sobresalían del suelo del bosque.
-Pon el venado allí-. Señalé hacia el centro del claro. El vampiro descargó el ciervo y saltó a un lado.
-¿Supongo que esperarás hasta que llegue la
magia?- preguntó Ghastek.
-No hay problema-. Me senté en un pino caído.
Los hombros del vampiro se movieron arriba y abajo. Ghastek debía de haber suspirado. Supongo que bien podrías tratar esto en serio-. El vampiro levantó la pata delantera izquierda. Una garra amarilla larga y puntiaguda en un abedul alto a la izquierda. -Uno por allí-. Una garra se movió hacia la derecha hacía un pino en el otro lado del claro. –Otro por allí-. Dadme una evaluación del perímetro.
Dos vampiros púrpura se separaron, tomaron carrerilla y treparon por los árboles. El tercero corrió hacia los arbustos. Sólo Ghastek y Tracy se quedaron. Un vampiro se sentó a mi derecha y otro a mi izquierda. Estupendo.
Pasó un minuto. Otro.
El vampiro de Ghastek se tumbó. -Si la mitad de las cosas que dicen acerca de draugr fueran ciertas, podrían revolucionar la ciencia nigromántica. Según la leyenda, son los espíritus de guerreros que se levantan de la tumba para proteger sus pertenencias enterradas. Ven el futuro, controlan los elementos y a los animales. Se convierten en humo y se hacen en gigantes.
-No al mismo tiempo-, le dije.
-¿Qué?
-Has dicho que se convierten en humo y en gigantes. No al mismo tiempo. Son sólidos en forma de gigante.
-¿Estás todavía aferrada a esta falacia?
Me incliné hacia delante. -¿Qué habrías hecho si hubieras encontrado un draugr en Noruega, Ghastek?
-Tratar de aprehenderlo, por supuesto.
-Supón que vives en un pequeño pueblo de Noruega y sabes que el draugr está cerca. Le entregas algo vivo de vez en cuando y confías en Dios para que lo mantenga alejado. Ahora un friki extranjero, un pez gordo aparece en tu puerta y te explica cómo va a ir a molestar a esa terrible criatura en aras de la “ciencia nigromántica”. Intentas explicarle que se trata de una mala idea, pero te trata como si fueras un niño idiota.
-Nunca trato a la gente como niños idiotas-,
dijo Ghastek.
Lo miré.
Tracy se aclaró la garganta con cuidado.
-Continúa-, dijo.
-¿Ayudarías a ese extranjero de los monstruos no-muertos con riesgo de que la cague o lo mandarías en dirección contraria, tan lejos como sea posible del draugr y aguardarías a que desapareciese con el tiempo?
-Esa es una teoría sólida, con una excepción.
No soy tan ingenuo.
Muy bien. -Yo lo creo.
El vampiro me miró fijamente. -¿Perdona?
-Yo lo creo. Si el draugr es un engaño, te deberé un
favor.
-¿Y si es real?
-Entonces me traerás un litro de sangre de vampiro.
-¿Y por qué necesitas sangre de vampiro, Kate?
Para experimentar con la fabricación de armas fuera del cuerpo. -Quiero calibrar los nuevos escáneres que la Manada ha comprado.
Un indicio de sospecha se deslizó en la voz de Ghastek. -¿Y necesitas un cuarto de galón de sangre para eso?
-Sí.
La sanguijuela se quedó completamente quieta mientras Ghastek le
daba vueltas.
-Si gano este juego tonto, me dirás por qué Rowena fue a verte después del asunto de los Fareros.
Mamón. -Trato.
-Excelente-. Puso énfasis en la X y la palabra salió ligeramente
sibilante.
-Necesita un gato blanco y peludo. De esa manera podrías acariciarlo cuando dices las cosas así.
El vampiro de Tracy hizo un pequeño ruido que podría haber sido un aclaramiento de garganta o una risa ahogada.
Un vampiro violeta salió de los arbustos, arrastrando algo detrás de él. El chupasangre tensaba los músculos y flexionaba la espalda, luego lanzó lo que parecía una capa de cuero a la luz.
-Hemos encontrado huesos humanos-, informó el
vampiro.
-¿En la quebrada?-, le pregunté.
-Sí, señora.
Conocía el terreno. Immokalee me lo había descrito esta mañana tratando de asustarme para que no fuera. A unas docenas de metros hacia el norte, el suelo se cortaba drásticamente en una estrecha fisura llena de esqueletos humanos. Algunos todavía tenían sus armas. Cuando un draugr chupaba la carne de sus huesos, lo hacía rápido, era como darle un tirón a una camisa sobre un cuerpo.
-También encontramos esto-. El vampiro indicó una tienda.
El vampiro de Ghastek planteó la parte superior, dejando al descubierto una abertura oscura y desapareció por ella. El cuero se movió, lo que reflejaba el movimiento del vampiro en su interior. El chupasangre emergió al claro. -El diseño está mal concebido. Está claro que es demasiado grande para una persona, pero no tiene una estructura o método de permanencia en posición vertical, como una tienda de campaña, y además de este lado está completamente abierto a los elementos. Tal vez sea una especie de saco de dormir comunitario.
-No es un saco de dormir-, le dije.
-¿Te importaría iluminarme?-, dijo Ghastek.
-Míralo desde arriba.
El vampiro morado saltó al árbol más cercano y se escurrió hacia las ramas. Pasó un largo momento y luego lo dejó caer en el suelo a mi lado sin decir una palabra.
-¿Qué es?-, le preguntó Tracy.
El rostro del vampiro era ilegible, como una pared en blanco. -Es
un guante.
El viento agitó las ramas de los árboles. El mundo parpadeó cuando la tecnología se desvaneció, aplastada bajo el empuje de una ola de magia. El frío congeló el claro del bosque. El otro vampiro se escapó de entre los arbustos y se detuvo ante Tracy.
En la distancia algo se lamentó en voz inhumana, su grito desesperado se elevaba por encima de las copas de los árboles.
Gloom dijo el claro. Se acercó lentamente, como la melaza, de los espacios más oscuros entre las raíces, el lavado en los árboles, el color verde de la lixiviación, empapando las sombras, hasta que los arbustos y el follaje se volvieron oscuros, casi grises. Detrás de la oscuridad, la niebla se levantó en mechones delgados, teñidos de un extraño resplandor azulado.
Un cuervo gritó, su graznido estridente era
imposiblemente distante.
-Están montando todo un espectáculo-, dijo Ghastek.
-Sí-. Asentí con la cabeza. –Lo supera todo. Los efectos especiales vikingos no son de este mundo.
Saqué un paquete de lienzo de mi mochila y desaté la cuerda que lo aseguraba. Dentro había cuatro palos afilados, cada uno de tres pies de largo. Recogí una piedra y golpeé el primero de los palos en la tierra en la desembocadura de la ruta. Era aquí por donde correría cuando llegase el momento de salir pitando de aquí.
Me moví a lo largo del borde del claro,
hundiendo los palos a intervalos regulares.
-¿Cuál es el propósito de esto?-, preguntó Ghastek.
-Protección.
-¿Te he dado alguna razón para dudar de mi competencia, Kate?
-No-. Saqué un cuadrado negro de mi mochila, saque un paño negro de su interior, y extraje una vieja pipa de él. La mujer medicina ya la había empaquetado con el tabaco.
-¿Qué es esto?
-Una pipa-. Encendí una cerilla, chupé el caño, y se me llenó la boca de molesto humo. El tabaco picante raspa el interior de mi garganta. Tosí y comencé a dar la vuelta al claro, una cortina de humo me seguía a medida que me movía.
-¿Qué tipo de magia es esta?-, preguntó uno de los oficiales.
-Cherokee. Muy antigua-. Si la vida fuera perfecta, Immokalee estaría haciendo este ritual. Se pasaban muchos años de entrenamiento para que una mujer medicina alcanzase su poder, pero ninguno de las cherokees se acercaría al draugr. A diferencia de mí, ellas tenían sentido común. Todos los hechizos de los palos y la pipa que se habían dicho ya. Todo lo que tenía que hacer era seguir el ritual y la fuerza mágica de Immokalee era lo suficientemente potente para funcionar cuando una incompetente como yo la activaba.
Había terminado el círculo, dejé la pipa, y me sentó en el interior.
Un par de pequeños ojos encendidos se asomaron entre las raíces de un roble a nuestra izquierda. No era visible el iris, todo el ojo era una rendija en forma de almendra con un brillo de color amarillo pálido.
-Izquierda-, dijo Tracy. Su voz estaba
perfectamente calmada.
-Lo veo-, dijo Ghastek.
Otro par apareció a la derecha, sobre un pie del suelo. Luego otro y otro. Todo a nuestro alrededor eran ojos fluorescentes agrupados alrededor de los troncos de los árboles, mirando desde la maleza, mirando desde detrás de las rocas.
-¿Qué son?- preguntó Tracy.
-Uldra-, dijo Ghastek. -Espíritus de la naturaleza de
Laponia.
Ellos vivían en su mayoría bajo tierra. Yo no los había convocado.
Permanecimos en el claro. Los ojos nos miraban sin pestañear.
Una ráfaga de frío helado rasgó a través del claro. Los uldra desaparecieron como tal. Sobre el terreno, el ciervo se quejó.
Aquí vamos.
Metí la mano en mi mochila y saqué una pequeña cartera de cuero, un oso pequeño de plástico lleno de miel, y una cantimplora. Ahora no había vuelta atrás. Me levanté y me acerqué al centro del claro, donde una gran piedra esperaba. Los vampiros de Ghastek y de Tracy me siguieron.
Saqué las hojas de la piedra. El interior de la roca había sido vaciada de piedra, lo suficientemente grande como para contener alrededor de tres litros de líquido.
-Cuando el draugr aparezcca, no habléis con él-, les dije. -Cuanto más hablamos, más tiempo tiene para captar nuestro olor. Vamos a tener que luchar para salir del claro de todos modos. No es necesario hacerle las cosas más difíciles.
No hubo respuesta.
-¿Ghastek? ¿Me entiendes?
-Por supuesto-, dijo.
-Los Cherokee han creado guardas de protección en la montaña. Si salimos por los postes de la carretera, estaremos a salvo.
-Ya lo has dicho antes-, Me informó
Ghastek.
-Solo te lo estoy recordando-. Esto no iba bien.
Puse la cantimplora en el suelo y tiré de la cuerda que aseguraba la bolsa. Abrí el cuadrado de cuero en la palma de mi mano. En el interior yacían seis runas cinceladas en huesos, un puñado de monedas de plata beat-up: dos con el grabado de la espada y el martillo y cuatro con el cuervo vikingo.
Eché las runas en la cuenca. Hicieron clic al rodar por los laterales de piedra. Me llevó un segundo para desenroscar la cantimplora. Cerveza salpicó las runas, empapando el hueso con el ámbar líquido. El olor de la cebada malteada y el enebro impregnaba aires. La niebla se quebró como una serpiente.
-Paciencia, Haakon. Paciencia.
Eché el resto de la cerveza, vacié la miel en la cuenca y la agité con una rama. La magia se extendió desde las runas hasta la miel y la cerveza. Metí la mano y tomé las runas, todas excepto dos: la runa de la unión al enemigo y Þjófastafur, la runa que impedía el robo.
La niebla se cernía sobre mí.
Tomé una respiración profunda, cogí al ciervo por la cabeza y lo arrojó sobre la cuenca. Húmedos ojos negros me miraron.
-Lo siento mucho.
Saqué un cuchillo y corté el cuello del animal en una sola pasada rápida. La sangre brotó sobre la cuenca, caliente y roja. El ciervo goleó, sostuve su cabeza hasta que el flujo de sangre se detuvo. La cuenca estaba llena en un tercio. Di un paso atrás y levanté las monedas en mi mano. Ellas sonaron juntas, lo que desató la magia.
-Te invito a venir, Haakon. Sal de tu tumba. Ven a saborear la cerveza de sangre. Me atravesó la piel, rasgando su camino hasta el final en mis huesos. Retrocedí. Él pánico se encrespó dentro de mí como una ola enorme y negra. El instinto me estaba gritado, -¡Corre! Corre lo más rápido posible.
Apreté los dientes.
El aire olía a carne fétida y decadente. Estaba dejando una pátina repugnantemente dulce en mi boca.
La niebla se congeló en un espeluznante quejido y una criatura dio un paso adelante hacia la cuenca. Un espeso manto de piel medio podrida colgada de sus hombros, estaba blindado por la cota de malla que le cubría desde el codo a la rodilla. La piel se había reducido a hilos de plumas largas, manchadas de tierra. Largo pelo incoloro se derramaba de su cabeza en una maraña. Su piel era de color azul, como si tuviera un caso agudo de de argiria.
El draugr se agachó en la cuenca, bajó la cabeza, y probó la sangre como un perro. La muerte había chupado toda la suavidad de su carne. Su rostro era una máscara de cuero arrugada, su nariz era un nudo deforme, y sus labios se habían secado hasta la nada, dejando al descubierto una boca llena de dientes largos y vampíricos. Sus ojos eran horribles: de un color verde completamente claro y sólido, como si fueran de vidrio esmerilado. Sin iris, Sin pupila, ni nada. Sólo dos ojos muertos detrás de una membrana de color verde opaco.
Le di un par de segundos con la sangre y apreté las runas. La piel se calentó forjando un vínculo con la cerveza de sangre. -Eso es demasiado.
El no-muerto levantó la cabeza. La sangre goteaba de su barbilla. Una voz salió, ronca, como el crujido de los árboles en el bosque. -¿Quién eres tú, carne?
No era bueno. -He venido a comerciar justamente... carne fresca por una respuesta El draugr bajó su cabeza hacia la sangre. La magia se impulsó por las runas. La criatura dejó escapar un sonido medio entre un signo y un gruñido.
Los vampiros de Ghastek se trasladaron a mi
lado.
El muerto viviente se giró hacia los chupasangres. -¿Me traes carne
muerta?
-No. La carme muerta me protege. La carne muerta no tiene poder sobre la cerveza. Si desea hablar con la carne muerta, eso es entre tú y ella.
El draugr se elevó por encima de la cuenca con los hombros encorvados. -¿La carne muerta habla?
Ghastek cambió el peso del vampiro.
-Yo no lo haría-, le dije.
El vampiro se detuvo. -¿Quién eres tú?
¡Lo mataría por meterse en esto!
El draugr se inclinó sobre la piedra. -Soy Haakon, hijo de Eivind. Mi padre era un jarl y su padre antes que él fue otro. La cerveza de sangre me llama. ¿Quién eres tú, carne, que me interrumpes cuando me alimento?
-Estoy Ghastek Sedlak, Maestro de los Muertos.
La boca del draugr se abría más amplia. La criatura se echó hacia atrás y hacia adelante. Dróttinn de los muertos. Estoy muerto. ¿Estás diciendo que eres mi amo, pedazo de carne muerta?
Punto y final. -No respondas a eso. Tu cerveza se enfría, Haakon. Un mundo a gusto.
Las runas en mi mano se enfriaban. El muerto viviente dio un paso hacia mí, luego se volvió, como atraído por un imán, se hincó de rodillas y bebió, chupando la sangre en largos tragos codiciosos.
-¿Cómo llegaste a estar aquí?-, preguntó
Ghastek.
Malditos sean todos al infierno.
El draugr volvió los ojos sin pestañear al vampiro y levantó la cabeza de la sangre por un momento... -Vinimos por el oro.
-¿Todo el camino desde Norseland?
El draugr sacudió la cabeza y bebió.
-Kate-, dijo Ghastek. -Hazle hablar. Por favor.
¿Cómo hacía para meterme en estas cosas? Agarré las runas. El draugr se agachó, tratando de lamer la sangre, había un espacio de dos pulgadas de la superficie roja y se detuvo.
-A partir de Vinland. El skrælingar norte nos había traído el oro para el comercio de armas. Nos dijeron que comerciáramos con las tribus del sur de la misma. Se dijo que en el skrælingar sur eran blandos. Agricultores, dijeron. Nuestros videntes habían descrito la fuente del oro, en las colinas, no muy lejos de la costa. Tomamos dos barcos y fuimos a buscarla.
-¿Crees en el oro?-, preguntó Ghastek.
El draugr se echó hacia atrás mostrando los dientes. .-Encontramos bosques y aves gigantes, y magia skrælingar. Nos retirábamos cuando una flecha skraeling me alcanzó.
-¿Es por eso que te has levantado? ¿Para castigar a la tribu indígena?- Ghastek preguntó. Simplemente no paraba de hablar.
Las manos del draugr, con garras, arañaron la piedra de la cuenca. Magia brotó de él, la quema de una bandera como la falta. El pelo de mi cuello se erizó.
-¿Para castigarlos? No, me levanté para castigar a los perros ingratos que me metieron en un agujero en el suelo como a un esclavo común. Ninguno de ellos siquiera se molestó en colocar una piedra para marcar mi tumba. Maté a algunos de ellos y me comí su carne, pero algunos todavía vivían. Los he buscado, pero no puedo encontrarlos.
-No los puedes encontrar debido a que han muerto hace mil años-, le dije. Maldita sea. Ahora Ghastek me lo había pegado.
La máscara de arrugas de la cara del draugr se
torció en tono de burla. –Si tú lo dices. El vampiro de Ghastek se
inclinó hacia adelante. -Si eres tan poderoso, ¿por qué no te
vas?
-Él no puede. Las guardas Cherokee lo mantienen dentro No más
preguntas.
-En ese caso…
Golpeé mi puño en la cabeza calva del vampiro. Dios, se sentía
bien.
La parte superior se dio media vuelta, mirándome con
indignación.
-Cállate-, le dije, y me volví hacia el draugr. -La cerveza de sangre, no-muerto. Si quieres más, te doy mi bendición.
El draugr se levantó, poco a poco. Su manto de pieles se cerró sobre él. El frío se extendido desde él. Mi respiración se convirtió en una voluta de vapor.
-Pregunta.
-¿Cómo puedo encontrar a Ivar El enano?
-Él vive en un valle escondido-, dijo el draugr.-Viaja a las Tierras Altas y encuentra el Lago de Cliffside. En el borde norte del lago, verás un sendero que conduce a la montaña marcada por un rayo. Haz una ofrenda de oro, plata y hierro, y el enano te permitirá entrar.
Solté las runas y retrocedí. -La cerveza la
sangre es tuya.
-Se ha enfriado.
Retrocedí.
La magia creció alrededor del draugr como un segundo manto. -No la quiero. Quiero sangre caliente.
Mayday, mayday. -Ese no es el trato que
hicimos.
Pasé el palo protector del camino.
-Puedo hacer tratos y romperlos.
El palo de madera entre nosotros se estremeció en el
suelo.
-No hay escapatoria, carne.
El capullo de magia del draugr estalló de furia helada, rompiendo contra mí como dedos oscuros. El palo salió disparado desde el suelo, y fue a traspasar la cabeza del draugr.
Corrí.
Detrás de mí un gemido de furia arrasó el bosque y la voz de Ghastek ladró. -¡Contened a la criatura!
La magia explotó con una intensidad que adormecía la mente. Mis ojos se humedecieron. El aliento en mis pulmones se convirtió en hielo. El camino se desvió a la derecha. Tomé una curva a velocidad de ruptura de cuello, vi al draugr, por encima de los árboles, un manto de magia oscura surgía de sus hombros, tenía a un vampiro destrozado en un medio con sus manos colosales.
-Tengo tu olor-, rugió el gigante. -¡No vas a
escapar!
Una inundación de magia transparente coronó el borde del claro y
bajó, me perseguía.
El bosque se convirtió en una mancha borrosa de color verde. Volé, saltando por encima de las raíces. Las malas hierbas me daban bofetadas.
El hedor de la podredumbre dura llenaba mi boca. A mi alrededor los árboles gemían, como si fueran puestas en posición vertical por una mano invisible. Mi garganta ardía.
Casi podía ver el camino a través de los arbustos.
La ruta de vuelta estaba la izquierda y salté hacia abajo, rezando para que mi vieja lesión de mi rodilla izquierda aguantase. El cepillo crujió bajo mi peso y me arrancó cuesta abajo, exprimiendo hasta la última gota de velocidad fuera de mi cuerpo.
Un rugido profundo sacudió la tierra.
No había manera de esquivarlo, ninguna dirección que tomar, solo
hacia abajo.
Una sombra cayó sobre mí. Me tiré hacia delante. Me di la vuelta una vez, dos veces, echando un vistazo a una mano colosal que rastrillaba el bosque detrás de mí como una garra, moví mis pies de un tirón y me eché a la carretera.
La columna se alzaba a mi derecha. Corrí hacia la misma.
El aire silbaba. Algo grande se estrelló en el camino delante de mí, rebotó, y se levantó sobre sus pies. Heridas profundas recorrían los costados del vampiro de Ghastek rezumando sangre nomuertos sobre el espeso protector solar. Parecía que había pasado por una trituradora de papel.
Los árboles crujían detrás de mí. El draugr se
había echado a la carretera.
Corrí como nunca antes en mi vida.
El vampiro se congeló por una fracción de segundo y se lanzó a los
pilares.
Mis pies apenas tocaban el suelo. En mi cabeza mi pierna mala se partía como un palillo de dientes.
La magia del draugr se abatía sobre mí acercándose a mis espaldas. Fui en el aire, aplastada, y golpeé el suelo duro. La cabeza me daba vueltas. Volví mis pies.
Más alto que los árboles, el no-muerto se elevaba enorme encima de mí, sus ojos derramaban niebla verde helado. Rasgada cota de malla colgaba de su torso. Hombreras colosales de hierro guardaba sus hombros. Grandes trozos de su carne habían desaparecido, y los huesos se veian a través de los agujeros.
Mierda.
El draugr levantó un pie del tamaño de un coche. Su magia se arremolinaba a su alrededor en una nube tormentosa.
Curran, en forma de guerrero, salió disparado de la copa de un árbol, volando por el aire como una mancha gris.
Me quedé quieta, presentando un objetivo claro
para Hakon.
El draugr pisoteó hacia adelante.
Curran se estrelló contra la parte posterior del cuello del no-muerto. El hueso crujió. El draugr se giró, y vi que Curran lo rasgaba en el espacio entre las vértebras del cuello con sus garras. Cartílagos de no-muerto volaron.
El draugr rugió, tratando de aplastar al Señor
de las Bestias. Su cabeza empezó a caerse. Dos cintas de magia
verde quebraron hacia atrás desde el draugr, persiguiendo a Curran.
¡Oh, no, no lo harás! Abrí la boca y grité una palabra
poder.
-Ossanda-. Arrodíllate, hijo de puta no-muerto.
La magia escapó de mis labios. Sentía como si alguien hubiese hundido las uñas en mi estómago y me arrancase el músculo y las entrañas. El mundo se volvió negro por un pequeño momento. Caí en un montón de magia.
El crujido horrible del hueso al romperse resonó por el aire. Las huesudas rodillas del draugr desaparecieron del camino. El bosque se estremeció.
Tomé carrerilla y corrí hacia él.
Un muerto viviente aturdido elevó sus enormes manos, tratando de agarrarme. Me giré a la izquierda, evitando sus dedos huesudos y torcidos, y trepé por el cuerpo del gigante, subiendo por la cota de malla.
Por encima de mí Curran gruñó.
El draugr dio una palmada en su pecho, falló por un par de
pulgadas.
Me tiré sobre su hombro y corrí hacia la placa de hierro en el cuello. Curran lo rasgó en el cartílago. La carne de no-muerto se rompió bajo sus garras, y evitó la regeneración. Tiré de Asesina y pinché por la brecha que había hecho. Mi espada humeó al contacto con la carne no-muerta. La brecha se amplió.
Curran cogió el borde de la vértebra y la partió en dos. Corté por la hendidura, corte a través del tejido conectivo.
Cortar. Cortar. Cortar.
El cartílago crujía.
La magia me picó tejiendo a mi alrededor hebras verdes.
-¡Espera!- Gruñó Curran.
Dejé mi espada a medio ataque. Curran se lanzó al vacío, sus garras en el borde de una vértebra, las manos por el otro. Se esforzó, empujando aparte. Duro como el acero abultados músculos de su cuerpo, temblando por el esfuerzo.
El draugr aulló.
Curran gruñó, un sonido vicioso, con talla baja nacidos de la
cepa.
Con un grito escalofriante, la cabeza del draugr se cayó y salió de su cuerpo. El torso colosal derrocado. Di un salto y aterricé en el camino, mi espada en la mano. Curran se dejó caer a mi lado.
Corrimos. Estábamos llegando a los postes.
Detrás de nosotros un ruido extraño y antinatural anunció que el draugr se estaba volviendo a montar a sí mismo.
El vampiro verde que se había caído en el
camino se levantó y nos siguió.
Estábamos casi en los pilares.
Una sombra cayó sobre nosotros.
Curran se giró. Su cabeza se fundió remodelándose en la cabeza de un león. El Señor de las Bestia rugió.
El sonido era como un trueno. Profundo, primitivo, paralizador, se me congeló la médula de los huesos. Mis instintos gritaron y trataron de tirarme al suelo en una pequeña bola temblorosa.
El draugr se paró en seco.
Nos lanzamos hacia adelante.
Los pilares brillaron a nuestro lado. Me paré y me di la vuelta,
las costillas me dolían. El gigante no-muerto se dirigió hacia
nosotros.
Los pilares destellaron ámbar oscuro.
El draugr se estrelló contra un muro invisible. Rayas de color naranja se aferraron a su carne. Un gemido ensordecedor golpeó mis oídos.
-¡Voy a matarte! ¡Voy a roer la carne de sus huesos! ¡Voy a recorrer tus fémures con mis dientes!
Vomité en el suelo.
Junto a mí Curran me dio unas palmaditas en la espalda, su respiración era entrecortada y desigual.
El vampiro a mi lado se derrumbó. Las heridas en su cuerpo se reconstruyeron. Una nueva piel pálida se deslizó a través de los cortes y humeó.
-Me debes la sangre de vampiro-, le dije.
-Sí, sí-. Ghastek sonaba amargado. -¿Podéis echar una tela sobre mi antes de que me queme hasta la muerte?
Tiré de la tela de carro y la sostuve en alto.
-Sólo quiero que lo digas.
La parte superior se retorcía.
Negué con la tela un poco.
-Está bien. Los draugr existen.
-Y tenía razón.
-Tenías razón. La tela, Kate.
Lo eché sobre el vampiro y miré a Curran. -¿Has oído eso?
-Lo he oído-. Juntos recogimos al vampiro y lanzó a la sanguijuela al carro. -Todavía no me lo creo, pero lo he oído.
Dos vampiros estaban más allá del draugr furioso, uno púrpura y uno naranja. Los restos del súper equipo de Ghastek.
-Por aquí-, les dije. -¡Retroceded!
-¿Podrían los dos regodearos un poco más?-, dijo Ghastek.
-Oh, yo podría-, dije. -Definitivamente podía.
El vampiro tiró de la tela hacia atrás y se
asomó, mirando en dirección al claro. -Doble o nada.
-¿Qué?
-Doble o nada, Kate. Lo puedo cubrir.
Ghastek era un jugador. Me estaba golpeando con una pluma. Me senté
en el carro.
-Ve tu mismo-, le dijo Curran. -Esperaremos aquí.
-No tardes mucho-, le dije. -Tenemos un niño al que salvar.