Capítulo Seis

Nos separamos de Ghastek y nosotros cuatro, Curran, Derek, Ascanio y yo, nos dirigimos de nuevo a la Fortaleza. Jim nos esperaba en la escalinata de piedra cuando desmontamos en el patio.

-¿Qué te ha pasado?
-Fuimos a ver a los vikingos-, le dije.
-Esto no es nada-, dijo Curran. -Deberías haber visto como quedó el vampiro.

Jim sonrió.
Eché el pie a tierra y le di las riendas de El Tio a un niño cambiaformas de los establos.
-Hay gente que está aquí para verte-, me dijo Jim.
-¿Que gente?
-Del Gremio.
Argh. -Está bien. ¿Cómo está el niño?

-Doolittle dice que igual. Tus huéspedes se encuentran en una sala de conferencias, segunda planta, tercera puerta a la izquierda.

Me dirigí al segundo piso. Grendel decidió acompañarme. Cinco personas esperaban en el pasillo de recepción de la pequeña sala de conferencias del tercer piso, custodiado por una cambiaformas. Uno de ellos era Mark, los otros cuatro eran Bob Carver, Ivera Nielsen, Ken y Juke, colectivamente conocidos como los Cuatro Jinetes. La mayoría de los mercenarios eran solitarios. A veces, cuando el trabajo lo exigía se emparejaban, como Jim y yo solíamos hacerlo, pero los grupos de más de dos eran raros. Los cuatro jinetes eran la excepción a la regla. Constituían un equipo cohesionado, fuerte, que hacía trabajos brutales y los terminaban de manera eficiente y en su mayoría por encima del tablero, y eran respetados por el resto de los mercenarios.

Las dos partes pasaron de fruncirse el ceño el tiempo suficiente para contemplar a mi perro.
-¿Qué diablos es eso?- Me preguntó Bob.
-Es mi caniche. ¿Habéis acordado venir aquí al mismo tiempo?

-Por supuesto que no-, dijo Juke, sacudiendo el pelo negro con pinchos de su cabeza. -Nosotros llegamos primero. Él acaba de aparecer.

-Pedí una cita-, dijo Mark. -Una vez más estában llevando las tácticas intimidatorias a la mesa.
-Eres un gilipollas-, le dijo Ken.
-Y tú eres un matón.

¿Por qué yo?

Esta era la primera vez que oía hablar de una cita. Hice una nota mental para preguntarle a Jim acerca de eso y saqué una moneda de mi bolsillo. –Cara- dije señalando a los cuatro jinetes. Mark, tú serás cruz.

Lancé la moneda al aire y la golpeé en la parte posterior de la muñeca.
-Cruz-. Señalé con la cabeza a Mark. –Ven.

Entramos en la sala de conferencias, cerré la puerta, y nos sentamos de una gran mesa de madera con nudos.

 

-¿Qué puedo hacer por ti?

Mark se inclinó hacia delante. Llevaba un traje de negocios clásico y una corbata burdeos conservadora. Su pelo negro se resumía como de un estilo ejecutivo/político: no demasiado largo ni demasiado corto, conservador, ordenado. Sus uñas estaban limpias y bien cuidadas, en la barbilla no mostraba rastrojos, y olía a colonia masculina. No era abrumadora, pero detectable definitivamente.

-Me gustaría hablar con usted sobre el arbitraje del Gremio-, dijo.
Y yo que había pensado que había hecho el viaje para charlar sobre el tiempo. –Te escucho. Mark miró al perro. Grendel le miró mal.
-Voy a ir al grano: Me gustaría hacerse cargo del Gremio.

Ambicioso, ¿no? –Como has llegado a ese deseo.

-No soy popular. No me pongo de cuero y no llevo armas de fuego-. Entrecruzó los dedos en un solo puño, y se apoyó en la mesa. -Pero trabajo para el Gremio. Me aseguro de que los clientes estén contentos, se hagan beneficios y a todo el mundo se le pague a tiempo. Sin mí toda la cosa se vendría abajo.

No tenía ninguna duda de que lo haría. -Estoy esperando por mi parte en esto.
-Tu voto será el que decida-, dijo. -Me gustaría que alcanzásemos algún tipo de acuerdo. Él se estaba cavando una preciosa tumba. Esperé para ver si iba a saltar en ella.

-Por supuesto, entiendo que debe ser una compensación suficiente y que nuestro acuerdo tendría que ser equitativo y mutuamente beneficioso.

 

Y lo había hecho. Suspiré. -Mark, el problema no es como gestionas el Gremio. El problema es que piensa “con cuello blanco”.

 

Él parpadeó, sorprendido, obviamente desconcertado.

-En tu mundo, todos tiene un precio-, le dije. -No sabes cual es mío, pero crees que te lo puedes permitir. No funciona así. Podría haber enfocado esto de muchas maneras. Podría haber argumentado que el Gremio está en el limbo y a nadie se le paga. Podría haber señalado que cuanto más tiempo siga esto así mas talento perderá el Gremio, mercenarios experimentados que pasaran a nuevos puestos de trabajo para alimentar a sus familias. Ofrecerte a sobornarme fue el peor argumento que podría haber escogido. Mi opinión no está a la venta.

-No quise insultarte-, dijo.

-Pero lo hiciste, ofenderme ha demostrado que no tienes ni idea de cómo relacionarte conmigo. Un montón de chicos son como yo, Mark. Sí, haces funcionar el Gremio, pero careces de la comprensión elemental de lo que mueve a los mercenarios, probablemente debido a que no eres uno. Si yo quisiera que tú lo dirigieras, que no lo hago, tendría que defender mi posición ante el Gremio, eso me parece difícil, dadas las circunstancias.

Se quedó quieto durante un largo minuto. -Muy bien. ¿Así que vas a votar por los jinetes, entonces?

-No lo sé todavía.
-Gracias por recibirme-. Mark se levantó y se fue.

La puerta apenas tuvo la oportunidad de abrirse cuando Bob se abrió paso y se dejó caer en una de las sillas de cliente. Ivera lo siguió, inquieta, mirándome.

Bob era el líder de los jinetes. Si nuestro mundo hubiera dado lugar a los gladiadores veteranos, él sería uno. Había superado los cuarenta y estaba construido con esa fuerza madura y la resistencia que lo hacían un rival difícil, incluso para las personas que la mitad de su edad. Puede que no fuera tan rápido como solía ser, pero tenía mucha experiencia y la usaba. Ivera era una mujer alta, hispana. Era desagradable en una pelea y una piromante, mago del fugo, muy buena.

Los otros dos miembros de los jinetes se quedaron afuera. Ken, un mago húngaro, medía las palabras como si fueran de oro y Juke, sí, Juke apenas tenía veinte años y compensaba su falta de experiencia con malicia y un temperamento caliente. Ella era rápida y le gustaba hablar basura. Comprendía la necesidad. También le gustaba hablar basura, pero yo a los veinte años hubiera masticado a Juke y luego la habría escupido.

Miré a los dos veteranos. -¿Qué puedo hacer por vosotros?

 

Bob se inclinó hacia delante. La silla crujió e hice una mueca. Era un tipo grande y la silla no estaba muy firme.

 

-Iré directo al grano-, dijo. -Salomón era uno de los nuestros. Un mercenario. Duro en el trabajo.

-En realidad Salomón sólo trabajó como mercenario durante los tres primeros años de la formación del Gremio, y dado que ha estado bajo tierra durante unos pocos meses, Puedes dejar la descripción de su trabajo.

Bob siguió adelante. -De todos modos sabía lo que era estar en el campo. Sabía cómo cuidar de los chicos. El hombre tenía un corazón no una polla. Él sangraría por nosotros hasta quedarse seco.

-¿Con lo de la polla te refieres a Mark?
-¿A quién más?
Asentí con la cabeza. -Sólo firma los cheques.

Bob llamó a mi mesa con los nudillos llenos de cicatrices. -Ese cuello de lápiz quiere dirigir el Gremio. Entre nosotros cuatro vamos a hacerlo mejor. Alguien tiene que mirar por los chicos. Abrí mis brazos. -Plenos poderes para ti. ¿Qué quieres de mí?

Bob se deslizó hacia adelante. El asiento se quejó. –Además de Salomón, solo tú, y Mark sois las únicas personas con cualquier tipo de designación oficial que no sois miembro del Gremio, a excepción del secretario y de las damas de nóminas. Tú fuiste la primera de nosotros que trabajó en la Orden e hiciste un buen trabajo como enlace. La gente recuerda eso. Y ahora estás con el Señor de las Bestias. Eres su... -, buscó a tientas una palabra.

-Compañera-, le dijo Ivera.

 

-Sí, eso. Tienes credibilidad. Los mercenarios no seguirán a Mark. Tú lo sabes, yo lo sé, Ivera lo sabe.

Eché un vistazo a Ivera. -¿Qué piensas tú?
-Lo que él ha dicho-, me dijo con gravedad.

Me eché hacia atrás. A ellos no le gustaría pero tenía que decirlo. -Tres mercenarios van a un trabajo. Uno huye, el segundo muere y el tercero pierde una mano. ¿Son elegibles para el pago por discapacidad Gremio?

Bob pensó en ello. -El hombre que salió corriendo no consigue nada, es un abandono en curso. Los familiares del muerto obtienen el treinta por ciento. Al hombre sin una mano se le da la discapacidad.

Suspiré. -La primera pregunta es cuánto tiempo ha estado ellos en el Gremio. Se tiene que golpear la marca de los cinco años para optar a la discapacidad y la de siete años para la de beneficio de muerte. Hasta entonces, te mueres y tu familia recibe un pago de diez de los grandes de tu seguro de vida estándar. La siguiente pregunta es, ¿cuándo huyó el primer tipo? Si lo hizo una vez que la lucha había comenzado y el peligro era evidente, el Gremio tiene derecho a embargar sus salarios, debido a que su abandono en progreso se convierte en abandono en peligro inminente. ¿Cómo nos proteges, Bob?

Los músculos de su mandíbula se contrajeron. -No lo sé.

 

-Después nos trasladamos a la discapacidad. ¿Cuánto se paga? ¿Cual es un valor de la mano? ¿Importa si era diestro o zurdo?

 

-No lo sé-, dijo Bob otra vez. Sus ojos me dijeron que no le gustaba lo que le decía.

-Yo tampoco, ¿pero sabes quien lo hace? Mark. Puedo llamar a Mark en este momento y te lo podría recitar de memoria. Hablemos de contratos. ¿Quién proporciona la munición a la armería del Gremio? ¿Cuál es el descuento que recibimos por ella? El Gremio tiene un acuerdo con la constructora Avalon para borrar la magia de materiales peligrosos en los sitios de construcción futuros. Se trata de un contrato sencillo, así que sé que hay beneficios extra. Sobornos. Regalos. ¿Cuánto y para quién?

Bob gruñó un poco. -Todo esto se puede aprender.

Asentí con la cabeza. -Por supuesto. Pero ¿cuánto tiempo te llevará? El Gremio ha estado sin un líder durante seis meses, y todavía no has aprendido nada de eso. ¿Sabes siquiera quien podría enseñártelo?

Bob se cruzó de brazos. -Tú podrías hacerlo.

-No, no podría. En primer lugar, no es mi trabajo. Tengo mis manos están llenas con los cambiaformas y mi propio negocio. En segundo lugar, lo poco que sé lo he aprendido sólo porque ocurrió durante mi mandato como enlace. Me tomaría años encontrarlo en el Manual del Gremio. Para bien o para mal, Salomón hizo a Mark el cerebro detrás de esta operación y Mark tiene años de experiencia. Tú no tiene destreza para las relaciones públicas, Bob. Eres un estratega bueno y sólido. ¿Sabes lo que necesita un trabajo, puedes escoger a las personas adecuadas y conseguir que se haga. Los mercenarios acuden a ti. Sin embargo, la negociación no es lo tuyo.

Las cejas de Bob se acercaron mucho juntas. -¿Vas a respaldar a Mark, entonces?
-Te diré lo que le dije a él. Todavía no lo sé.

Bob asintió con la cabeza y me entregó un trozo de papel. Lo leí. Una citación formal con mi nombre en ella. En la esquina superior izquierda se destacaba código x en negrita. Prioritarios de la RTE. Debía asistir a esta reunión o el Gremio me suspendería.

-No es que importe-, dijo Bob. -Pero hemos decidido que debes elegirá alguien para el lunes. Ivera se levantó y puso su mano sobre el hombro de Bob. -Tenemos que irnos.

Él empezó a decir algo y cambió de opinión. Lo vi ponerse de pie. Él asintió con la cabeza hacia mí. –Hasta luego.

 

Me arrastré escaleras arriba a la enfermería. Roderick estaba jugando a las damas con un niño cambiaformas. El collar en su cuello había pasado de naranja a amarillo canario.

Subí el millón de escalones hasta nuestros cuartos, pedí a los guardias que pidieran algo de comida a la cocina, y me di una ducha. Cuando salí, Curran estaba tumbado en el sofá gigante con los ojos cerrados.

Me dejé caer a su lado. -Ayuda.
Las cejas rubias se elevaron un cuarto de pulgada. -¿Mmm?

-Los mercenarios no van a llegar a un consenso-. Yo estaba junto a él, apoyando la cabeza en mi mano. -No importa a quién elija mañana, no les va a gustar. Mark puede dirigir el Gremio, pero los mercenarios lo desprecian. Los mercenarios pueden hacer los trabajos, pero no la administración.

-Hazlos trabajar juntos-, dijo Curran.
-No va a suceder. Ellos se odian entre sí.

-Si catorce alfas puede estar en la misma sala todas las semanas sin matarse unos a otros, puedes con Mark y os mercenarios. El Gremio ha estado sin liderazgo desde hace meses. La gente está cansada y quiere un líder fuerte. No un tirano, sino un líder que inspire confianza. Tienes que caminar entre ellos y rugir hasta que tiemblen. Demostrar que eres lo suficientemente fuerte como para quitarles su libertad de elegir, asegúrate de que se hundan y, después, déjales elegir a ellos en sus propios términos.

Hmm.

-Apela a Red Salomón -, dijo Curran. -Es psicología básica: las cosas funcionaban con Salomón, cuando murió, dejaron de hacerlo. Cuanto más pasa el tiempo, los tiempos de color de rosa de Salomón se vuelven normalitos. Así que si los atacas con el punto de vista de "Vamos a volver a los buenos viejos tiempos", se doblegarán. Les hacen pensar que es lo que quieren hacer.

-A veces me asustas-, le dije.
Él bostezó. -Soy totalmente inofensivo.
Alguien llamó a la puerta. Un poco pronto para comer.
-¿Sí?-, dijo Curran.

Mercedes, una de las guardias, entró. -Hay un hombre fuera, mi señor. Es grande, lleva una capa, y tiene un hacha gigante. También estamos bastante seguro de que está borracho.

Dagfinn.
-¿Qué quiere?-, Preguntó Curran.
-Él dice que quiere pelear con el Señor de las Bestias.