Capítulo Tres

Doolittle se inclinó sobre el niño y estudio de la cadena con una lupa. De piel oscura y pelo salado de gris, el médico de la Manada aparentaba unos cincuenta años. Doolittle era el mejor medimago que había conocido. Me había traído de vuelta desde el borde de la muerte tantas veces que habíamos dejamos de bromear al respecto.

Había algo relajante en Doolittle. Ya fuera su físico, sus ojos bondadosos, o su suave acento sureño teñido con notas de la costa de Georgia, no lo sabía.

 

En el momento en que entró en la habitación, Roderick se relajó. En treinta segundos, habían llegado a un acuerdo: si Roderick se portaba bien le daría un helado.

No es que Roderick tuviera que ser sobornado. Nos había llevado casi una hora llegar a la Fortaleza y en todo el viaje no había dicho ni una sola palabra. No se había movido, ni enredado, o hecho cualquiera de las cosas normales que un niño de siete años hacía en el coche. Estaba sentado, tranquilo, con sus ojos marrones muy abiertos, como si fuera un bebé búho.

Doolittle presionó con el pulgar y el dedo índice justo por encima del collar estirando la piel. Una vena se destacó, la banda de oro penetraba por debajo de la piel hasta el músculo del cuello como una raíz delgada.

-¿Te duele cuando presiono aquí?-, preguntó.
-No-, dijo Roderick. Su voz estaba apenas por encima del susurro.
Doolittle probó un lugar diferente. -¿Y ahora?
-No.

El medimago lo dejó ir y dio unas palmaditas en el hombro de Roderick. -Creo que hemos terminado por esta noche.

-¿Ahora el helado?-, preguntó Roderick con voz tranquila.
-Ahora el helado-, confirmó Doolittle. –Lena.
Una cambiaformas asomó su cabeza de color rojo en la habitación.
-Este joven caballero necesita un helado-, dijo Doolittle. -Se lo ha ganado.
-¡Oh chico!- Lena abrió sus grandes ojos y le tendió la mano. –entonces es mejor pagar. Vamos. Roderick saltó de la silla y le tomó la mano con mucho cuidado.
-¿Qué tipo de helado te gusta?-, le preguntó Lena mientras atravesaban la puerta.
-De chocolate-, dijo el muchacho en voz baja, con una ligera vacilación en su voz.
-Tengo un montón de chocolate...

La puerta se cerró detrás de ellos.

Doolittle miró hacia la puerta y suspiró. -El collar tiene sus raíces en el músculo esternocleidomastoideo. Si trato de cortarlo se desangrara. ¿Dijiste que su madre le puso esa atrocidad?

-Sí-, dijo Curran.

 

-El collar brilló cuando el marido se acercó-, le dije. -Él estaba aproximándose y ella lo apartó lejos y se lo colocó al niño.

-Así que probablemente buscaba a su marido-, dijo Doolittle.
-O eso o le va la igualdad de oportunidades-, le dije. –Tal vez cualquier cuelo le serviría y el del chico era el más cercano.

-¿Y mató a la chica al instante?-, preguntó Doolittle.
-Más o menos-, dijo Curran.
-Es extraño. No parece estar dañando activamente al niño más allá del enraizamiento.
-¿Le duele?-, pregunté.

-No lo aparece-. Doolittle se apoyó en la silla. "Las raíces" cambian de presión por lo que cualquier intento de cortar el collar probablemente provocarían que se contrajese. No me quiero dejar engañar por eso.

-La mujer-, dijo Curran.

 

Pensé en voz alta. -Ella no se vio afectada por la luz, por lo tanto o es inmune o sabe cómo funciona.

-¿El niño no lloró cuando lo apartasteis de su madre?-, preguntó Doolittle.
-No-, dije.

El medimago miró hacia la puerta de nuevo. -El niño es muy pasivo y complaciente. No habla a menos que le hablen. No toma la iniciativa. Este chico está haciendo todo lo posible para ser invisible. A veces esto es un signo de una naturaleza tímida. A veces es un signo de maltrato o abuso emocional-. Doolittle cruzó sus brazos. -Esta acusación no puede ser tomado a la ligera.

Eso era algo a tener en cuenta en el trato con ella. Si ella era emocionalmente distante, podía no tener ningún apego hacia él. Permitidme hacer algunas pruebas. Cuanto más pronto identifiquemos lo que es ese collar mejor.

Salimos de la enfermería y caminamos a lo largo del pasillo en dirección a la escalera que conducía hasta la cima de la torre, a nuestras habitaciones. La fortaleza se inclinaba hacia la noche. Para la mayoría de la gente las 22:00 significaba la noche y, probablemente, la hora de acostarse. La electricidad y el aire cargado eran caros y la gente tendía a aprovechar la luz del día. Para los cambiaformas las 22:00 estaba más cerca de las cuatro de la tarde. Los pasillos estaban concurridos. Cambiaformas al azar agachaban la cabeza tal y como era educado.

Se me había ocurrido algo. -Cuando el oficial le entregó el collar a Amanda, ¿te pareció que era más claro?

Curran frunció el ceño. -Sí. Casi oro blanco.
-Y ahora es casi naranja.
-¿Crees que se estaba alimentando?

-Tendría sentido. Tal vez desarrolla hambre. La chica murió al instante porque el collar tenía hambre. Ahora está satisfecho, por lo que está esperando su momento.

 

-Tendremos que hablar con el oficial-, dijo Curran. –Y con la mujer.

 

-Sí, la mujer. La mujer sobrenaturalmente hermosa con el pelo que fluye largo... No se te puede olvidar.

Curran volvió la cabeza para mirarme.
-¿Qué?
-Eso es lo que me gustaría saber. Me encogí de hombros. -Voy a hablar con el oficial mañana.
-Iré contigo.

¿Y por qué iba a querer que hiciese eso? Me imaginé tratando de llevar a cabo una entrevista en la presencia del Señor de las Bestias. El jornalero le echaría un vistazo y correría por las colinas gritando.

-No.
-Siempre dices esa palabra-, dijo. -¿Se supone que quiere decir algo?

-Significa que no quiero que vengas conmigo. En el momento que te abras camino en la sala, va a callarse por puro instinto de conservación. Déjenme manejar esto.

 

Empezamos a subir la escalera. Nuestras habitaciones se encontraban en la parte más alta y realmente podría haber utilizado un ascensor ahora.

 

Curran mantuvo su voz aún. -De alguna manera me las he arreglado para hacer frente muy bien a las personas durante casi quince años sin tu ayuda.

 

-Que yo recuerde, sin mi ayuda casi conseguiste una guerra. Y no voy a tratar con la Nación. Voy a tratar con un jornalero que se enfrentan a castigos específicos y al miedo de su mente.

 

-Si realmente piensas que Ghastek te permitirá acercarte a él sin mí estás loca-, dijo Curran.

Me detuve y lo miré. -Voy a llevar a mis boudas y a mi guardia personal, los vestiré de negro, los pondré en caballos, y viajaré hasta el Casino. Luego voy a elegir al más espantoso cambiaformas del pelotón y lo enviaré para anunciar que la consorte quiere una audiencia. ¿Realmente crees que la Nación me hará esperar mucho tiempo?

Era bueno que no tuviéramos ninguna leña o papel alrededor o las chispas de nuestros ojos en fricción prenderían fuego a la Fortaleza. Los dos estábamos cansados y cabreados.

Por encima de nosotros, Jim dio la vuelta a la esquina en el rellano y se paró, obviamente pensando si podía salirse con la suya girando sobre sus pies y yendo en una dirección completamente diferente. Curran se volvió hacia él.

Así es, te pillamos.
Jim suspiró y se dirigió hacia nosotros a un ritmo acelerado.

Alto, con la piel de color café rico, y vestida todo de negro, Parecía que Jim había sido tallado en un bloque de músculo sólido. La lógica decía que en algún momento debía de haber sido un bebé y luego un niño, pero lo miraba y estaba casi convencida de que alguna deidad había tocado el suelo con su cetro y proclamado: “Que se haga un tipo duro”, y Jim había aparecido a la existencia completamente formado, completamente vestido, y listo para la acción. Era el alfa de clan de los gatos, Jefe de seguridad de la Manada, y el mejor amigo de Curran.

Frenó cerca de nosotros.
-¿Has vetados a los Lobos de la Isla?-, preguntó Curran.
-No.
-¿Quiénes son los lobos de la Isla?-, pregunté.

-Es una pequeña manada en los Cayos de Florida-, dijo Curran. -Ocho personas. Quieren unirse a nosotros y por alguna extraña razón, nuestro Jefe de Seguridad está retrasando los controles de antecedentes.

Jim removió la pila de papeles con su mano. -El Jefe de Seguridad tiene dos robos, cuatro asesinatos y un abandono de su puesto.

-¿Asesinatos?- le pregunté.
Jim asintió con la cabeza.
-Di mi palabra a los lobos-, dijo Curran.

-No me opongo a su admisión-. Jim abrió los brazos. -Lo único que digo es que debemos asegurarnos de quién es esa gente antes de incluirlos. Por cierto, Kate, ¿has revisado los documentos del Gremio que te envié?

Desviando la atención, ¿verdad? Le di una mirada dura. Rebotó en Jim como el granizo de la acera. -Un poco. He estado ocupada.

-¿Ves?- Jim me señaló. -Tu pareja está haciendo lo mismo que estoy haciendo yo. Priorizar. Yo lo sacaría de esto. Oh, sí.
Curran miró a Jim. -¿Necesitas mi ayuda con la revisión de antecedentes?

Un músculo en la cara de Jim se sacudió. -No, ya lo hago yo.

 

¡Ja! No quería a Curran respirando en su cuello. -No te preocupes, él va a venir conmigo a investigar unas cosas.

-¿A la ciudad?- Le preguntó a Jim.
-Sí.
-Eso es una gran idea. Los dos debéis ir a la ciudad.

Curran y yo nos miramos el uno al otro.
-Está tratando de deshacerse de nosotros-, le dije.
-¿Crees que está planeando un golpe de Estado?-, me preguntó Curran.

-Espero que sí-. Me volví a Jim. -¿Hay alguna posibilidad de que derroques al tiránico Señor de las Bestias y a su psicótica consorte?

 

-Sí, quiero unas vacaciones-, dijo Curran.

 

Jim se inclinó hacia nosotros y dijo en voz baja: -No me pagan lo suficiente. Este es tu lío, tienes que tratar con él. Ya tengo suficiente en mi plato.

Se alejó.
-Es una lástima-, dijo Curran.
-No sé, creo que podría convencerlo para tomar las riendas del poder.
Curran negó con la cabeza. -Nahh. Es demasiado inteligente para eso.

Finalmente lo hice subir las escaleras, a través del largo pasillo, hasta el segundo piso y a nuestras habitaciones. Dejé caer mi bolsa en el suelo, me encogí de hombros, me saqué la funda de cuero de mi espada, y respiré hondo. Aahh, en casa.

Por lo general, la lucha contra alguien por detrás era muy eficaz, porque la persona no sabe que alguien está viniendo. Sin embargo, después de haber sido abordada una docena de veces, la víctima se acostumbra a ello. Es por eso que cuando Curran echó su mano hacia mí, bailé a un lado y me lancé contra él. Me agarró del brazo, y luego dimos algunas vueltas por el suelo, y terminé encima de él, mi nariz de una pulgada de distancia de él.

Sonrió. -Estás celosa.

 

Lo consideré. -No. Pero cuando miraste a esa mujer como si estuviera hecha de diamantes, no me sentí muy bien.

-Me quedé con ella porque olía extraño.
-¿Cómo de extraño?

-Olía a polvo de roca. Un olor seco muy fuerte-. Curran puso sus brazos alrededor de mí. -Me encanta cuando te pones quisquillosa y posesiva.

 

-Nunca me pongo quisquillosa y posesiva.

 

Él sonrió mostrando sus dientes. Su rostro era casi brillante.-¿Así que tú estarías bien si me hubiera acercado y la hubiera cacheado?

 

-Por supuesto. ¿Estarías tranquilo si me voy y charlo con algún hombre lobo sexy del tercer piso?

Fue de lo casual y divertido a lo muy serio en un abrir y cerrar de ojos. -¿Qué sexy hombre lobo? Me eché a reír.
Los ojos de Curran se entrecerraron. Estaba concentrado en algo.
-Estás haciendo un inventario mental de todas las personas que trabajan en el tercer piso, ¿no? Su expresión se quedó en blanco. Me puso el dedo en la cabeza.

Me deslicé fuera de él y puse mi cabeza en sus bíceps. La alfombra peluda era agradable y cómoda en mi espalda.

-¿Es Jordan?
-Acabo de elegir un piso al azar-, le dije. -Estás loco, ¿lo sabías?
Puso su brazo alrededor de mí. -Mira quién está hablando.

Nos acostamos juntos en la alfombra.
-No podemos permitir que el collar mate a ese chico-, le dije.
-Vamos a hacer todo lo posible-, suspiró. -Siento mucho lo de la cena.

-No, ha sido nuestra mejor cita. Bueno, hasta que las personas murieron y los vampiros se presentaron. Pero antes de eso estaba siendo increíble.

 

Nos quedamos un poco más.

 

-Tenemos que ir a la cama-. Curran se estiró a mi lado. -Aunque la alfombra sea suave y agradable, estoy cansado.

-¿Quieres que te lleve?
Se echó a reír. ¿Crees que puedes?
-No lo sé. ¿Quieres saberlo?

Resultó que no fue necesario llevarlo a la cama. Llegó con su propia fuerza y no estaba tan cansado como decía estar.

La mañana trajo una llamada de Doolittle. Cuando llegamos, Roderick estaba sentado en la camilla, la misma expresión de búho estaba en su rostro. El collar había perdido algo de su color amarillo durante la noche. Ahora se veía ligeramente más oscuro que la cáscara de una naranja.

Me puse en cuclillas junto al niño. -Hola.
Roderick me miró con sus grandes ojos. -Buenos días.

Su voz era débil. En mi opinión, el collar se estaba apretando alrededor de su frágil cuello. El hueso crujía...

 

Teníamos que darnos prisa. Teníamos que sacárselo.

 

Doolittle nos llevó hacia la puerta y habló en voz baja. -Hay un cambio definido en el color del metal. Está empezando a sufrir molestias.

 

-Así que esa cosa tiene hambre-, dijo Curran.

-Probablemente-. Doolittle nos enseñó un pequeño papel. Una franja de color azul claro cortaba a través de la hoja. Un m-scan El m-scan grababa los colores de la magia: violeta para vampiros, verde para cambiaformas, y así sucesivamente. El azul representaba la magia humana normal: los magos registraban azules, los telépatas, los telequineticos... Era el color humano básico por defecto.

-¿Es del collar o de Roderick?-, preguntó Curran.

 

-Es del chico. Él tiene poder y está ocultando la firma mágica del collar. -Doolittle señaló un punto en la gráfica. Lo miré. Una serie de chispas perforaba el azul más pálido.

 

-Esto es probablemente del collar-, dijo Doolittle. -No es bastante para seguir adelante. Necesitamos una medición más precisa.

Necesitábamos a Julie. Ella era una sensitiva, veía los colores de la magia con más precisión que cualquier m-scan. Saqué la cabeza al pasillo y grité: -¿Podría alguien encontrar a mi hija por favor y pedirle que venga aquí?

Cinco minutos más tarde Julie entró en la enfermería. Cuando la había encontrado, estaba medio muerta de hambre, flaca, y tenía ataques de ansiedad si la capa protectora de suciedad de su piel era quitada. Ahora a los catorce años, había pasado de delgado a esbelta. Sus piernas y sus brazos mostraban definición si los flexionaba. Era meticulosamente limpia, pero recientemente había decidido que la invención de los cepillos era una pérdida de tiempo, por lo que su pelo rubio parecía un cruce entre un montón de paja arrugada y un nido de pájaros.

Le expliqué lo del collar. Julie se acercó al niño. -Hola. Voy a mirar la cosa de tu cuello, ¿de acuerdo?

Roderick no dijo nada.
Julia miró el metal. -Insólito. Es pálido.
-¿Amarillo pálido? ¿Verde pálido?- Cualquier tinte sería bueno.
-No. Se ve sin color, como el aire caliente que sube del asfalto.
Magia transparente. Ahora lo había visto todo.
-Tiene runa-, dijo Julie.
-¿Puede leerlas?-, preguntó Curran.
Ella sacudió la cabeza. -No es ningún alfabeto rúnico que nos hayan enseñado.

Dolittle le entregó un pedazo de papel y un lápiz y ella escribió cinco símbolos en él. Las runas, las letras antiguas de Nórdico antiguo y los alfabetos germánicos, había sufrido varios cambios con el tiempo, pero las más antiguas se veían como se veía porque tenían que ser grabadas en superficies duras: todas sus líneas eran rectas, sin curvas, en pequeños trazos. Estos símbolos definitivamente encajaban este patrón, pero no se parecía a ninguna runa que hubiera visto antes. Podría pasar un día o dos investigando en libros, pero Roderick no tenía tanto tiempo. Necesitábamos información rápidamente.

Curran debía de haber llegado a la misma conclusión. -¿Conocemos a algún expeto en runas? Toqué el papel. -Puedo hacer algunas llamadas. Hay un chico. Dagfinn Heyerdahl. Solía estar con el Patrimonio Nórdico.

El Patrimonio Nórdico. No era tanto sobre el Patrimonio, ya que se trataba de vikingos en el sentido más tópico del mundo. Bebian grandes cantidades de cerveza, se peleaban, y usaban cascos con cuernos a pesar de todas las evidencia histórica de lo contrario.

-¿Solía estar?-, preguntó Curran.
-Lo echaron por borracho y violento.
Curran parpadeó. -¿Los del Patrimonio Nórdico?
-Mmm.

-¿No tienes que estar borracho y ser violento sólo para entrar?-, preguntó. -¿Cuánto desorden pudo haber provocado?

-Dagfinn es un alma creativa-, le dije. -Su verdadero nombre es Don Williams. Tiene una gran cantidad de magia y si podría haber salido de su propio camino, que se ejecuta el Patrimonio nórdica por ahora. Tiene antecedentes penales, siempre y cuando la Biblia, todo ello cosas estúpidas pequeña, y él es el único mercenario que conozco que realmente funciona de forma gratuita, porque él ha sido multado muchas veces, le llevará años pagar sus deuda al Gremio. Hace unos dos años se emborrachó, se quitó toda la ropa, y rompieron las puertas de un centro de meditación budista en el lado sur. Un grupo de bhikkhunis, de mojas, estaban sumidas en meditación en el mismo lugar. Él las persiguió gritando algo acerca de que estaban ocultando a calientes mujeres asiáticas. Supongo que las confundió con hombres, a causa de los trajes y las cabezas rapadas.

-¿Y por qué nadie le señaló su error a golpes a ese loco? -, preguntó Doolittle.

 

-Tal vez porque son budistas-, dijo Curran. -La violencia está mal vista en su comunidad. ¿Cómo terminó?

-Dagfinn le sacó el hábito a una de las monjas y una anciana monja se acercó a él y le golpeó en el pecho con la palma de su mano. Dagfinn salió volando y atravesó la pared del monasterio. Los ladrillos cayeron sobre su cara y le hicieron una cirugía plástica rapidita. Dado que la vieja monja había levantado la mano con ira, entró en soledad auto-impuesta. Ella todavía vive cerca de la Montaña de Piedra en el bosque. Ella era muy venerada y los monjes se molestaron y fueron a ver al Patrimonio Nórdico. Se intercambiaron palabras y a la mañana siguiente, el Patrimonio expulsó a Dagfinn. Los neo-vikingos saben dónde está. Le dieron la patada, pero todavía es su muchacho.

Curran asintió con la cabeza. -Está bien, cojamos un jeep.

 

-Ellos no permiten ninguna tecnología posterior al siglo XIV en su territorio. Vas a tener que montar a caballo.

La cara de Curran se puso en modo Señor de las Bestias. -No lo creo.
-Tú puedes ir corriendo si quieres pero yo iré a caballo.
Un murmullo se inició en la garganta de Curran. –He dicho que vamos a tomar un Jeep.
-Y yo te he dicho que van a meter un hacha en nuestro carburador.
-¿Sabes lo que es un carburador?-, preguntó Curran.
Sabía que era una pieza del coche. -Eso es irrelevante.
Doolittle se aclaró la garganta. -Mi señor, mi señora.
Nos fijamos en él.
-Salid fuera de mi hospital antes de romper nada-. No había sonado como una petición. Un golpe se hizo eco a través de la puerta. Una mujer joven asomó la cabeza por la puerta.
-¿Consorte?
¿Y ahora qué? -¿Sí?
-Hay un vampiro en la planta baja que quiere verte.