Treinta

 

La tranquilidad que sentía en ese momento era una bendición.  Habían sido días de miedo y locura que habían roto quince años de calma y vida en familia.

La angustia que había experimentado era equiparable a la que lo había empujado en Tánger a tomar sus cosas y emigrar a Europa.  La sensación de no tener alternativas, de tener a su familia comprometida y al  borde de lo peor habían vuelto.  Era increíble pensar que el mismo individuo había sido el causante de todos sus desvelos y males. 

Lo había obligado a vivir siempre mirando hacia atrás,  temeroso de encontrar su vengativa presencia.  Y cuando empezaba a olvidarlo, aparecía nuevamente para precipitarlos en un camino de locura y terror.

No tenía oraciones que bastaran para agradecer a Alá que su hija hubiera sobrevivido.  Lo de él era un premio extra.

-¿Estás adolorido?-le preguntó Victoria.

Le dedicó toda su atención.  Aquí estaba otra vez esta bella mujer, siempre a su lado y conteniéndolo como una roca. 

-Estoy bien no te preocupes.  Me mimas demasiado.

-Has pasado por mucho y tus heridas son de gravedad.  No las menosprecies.

-Así será, mi enfermera adorada-le sonrió.

Ella se removió en su asiento.  Pobrecita, debía estar molida de días de pavor, mal dormir y cuidados.

-¿Por qué no descansas?  Yo estoy bien.

-No te pienso dejar un segundo, no te hagas ilusiones.  Ya bastante mal pasé sin saber nada de tu vida.

-Lamento todo esto, es mi culpa por…

-¿Puedes dejar la tontería?-le dijo acremente- ¿Culpa del terrorismo internacional? ¿De qué tu hermano esté loco? ¿De qué justo el mar los trajera a Grecia cuando tu hija hacía voluntariado? Yo te amo con locura, Usem, pero en serio, te adjudicas poderes que no tienes.

Sonrió.  Práctica, lógica y bella, como siempre.  La miró y le acarició el brazo.

-No me molestes, estoy enfermo.

-Tendrás cara, sinvergüenza-lo besó ligeramente.

-La vi muy bien a Titrit, ojalá esto no deje secuelas en ella.

-Seguro que no. Es una mujer fuerte y realista.  Y Biram le va a sentar de maravillas.

-Es un joven que vale oro, te lo digo.  Tenía mis dudas, pero la forma en que me ayudó y los riesgos que corrió dan cuenta de su templanza y el amor que tiene por nuestra hija.

-Sin dudas.  Estaba desesperado aunque tratara de disimularlo.  Pocos se jugarían la seguridad propia, imagina perseguir a Badis por la torre.  Si se hubiera dado la situación estoy segura que lo enfrenta.

-No pensemos más, miremos hacia adelante para reconstituirnos.  Del pasado vamos a sacar lo que nos fortalece y nos hace bien. 

-Nuestro romance viene del pasado y bien que merece que lo recordemos y le hagamos lugar, ¿qué dices?

-Ven acá, me muero por besarte y abrazarte-trató de mover los cables para aferrarse a ella y entonces quedó helado…

La puerta se había abierto y cerrado con absoluto sigilo y frente a él estaba Badis, con uniforme blanco y algo desfigurado el rostro, pero era él sin lugar a dudas.  Su gesto de odio era tan obvio como siempre.

Apartó a Victoria que se alarmó y cuando vio al hombre se tambaleó.

-¡Conmovedora escena, mi hermano!  No esperé tener que venir nuevamente por ti, pero aquí estoy.

-Estás más loco de lo que creía, Badis.  No tienes salida.

-No la pretendo, sé que mi hora ha llegado.  Pero tú irás conmigo, maldito.

Se abalanzó sobre la cama empuñando un cuchillo, que trató de hundir en su abdomen.  Con todas las fuerzas de las que fue capaz retuvo su brazo, sintiendo que las heridas previas lo desgarraban.  La furia  cegó a Badis, olvidando a Victoria. Esta se trepó sobre él con todas sus fuerzas, tirando sus cabellos y chillando como poseída.  El se incorporó y tomándola por el cuello la tiró contra la pared. 

Trató de levantarse para ayudarla, ya que el loco iba contra ella con el cuchillo en alto, mas no pudo.  Badis tropezó con los cables de los monitores y cayó, momento que su mujer aprovechó para levantarse y tomar un florero, que rompió en su cabeza.  Fuera de sí lo pateó y apenas pudo esquivar la cuchillada al aire.

-¡Victoria, apártate!- clamó él.  Pero ella no escuchaba razones, absolutamente fuera de sí.  Badis se paró y arremetió con un grito airado y de pronto dos estampidos se escucharon. El pecho de su hermano se tiño de rojo y cayó sobre sí mismo.  Expiró en forma inmediata.

El agente Robert guardó su arma y se acercó a controlar el cuerpo de Badis.

-Está muerto, sin lugar a ninguna duda. Ya no los va a perseguir.  Finalmente dimos con él, aunque más vale decir que él se presentó a nosotros- torció el gesto-  Extraordinaria habilidad para mimetizarse, solo su inagotable sed de venganza lo venció…¿Están bien?

Victoria, sentada en un rincón, jadeaba y temblaba por los nervios y la adrenalina. 

-Mi mujer- le señaló a quienes ingresaban a controlar todo- Atiéndanla por favor…

El agente la ayudó a incorporarse y la hizo respirar con profundidad.

-Señora, recuérdeme no meterme con usted nunca-bromeó tratando de descomprimir la situación.

-Usem… Revisen sus heridas…Sangra nuevamente.

-Estoy bien- uno de los médicos revisó sus vendajes y  dio órdenes para una nueva curación.

Arreglar el desorden de la habitación, hacer las curaciones necesarias y retirar el cuerpo de Badis llevó un buen tiempo.  En el ínterin, ambos esposos trataron de acomodarse y calmar sus corazones, que habían sido llevados a un galope infernal.

-El último stress que mi hermano nos ocasiona.  Tal vez esto suene terrible, pero no puedo estar más agradecido que esté muerto.

-Yo más-sentenció Victoria.

El ingreso de Titrit fue tempestuoso, su rostro desencajado hasta que vio que ambos estaban bien. 

-¿Es verdad? ¿Murió?

Ambos asintieron.

-Por fin, por fin. Pero estuvo nuevamente a un tris de acabar contigo papá.

-Sí, pero no contó con Victoria.  Ella me salvó.  Es una leona- la miró con admiración.

Esta sonrió. 

-Defendí lo mío.  Y pude canalizar toda mi furia contra el que nos quiso eliminar.   Ya no será nuestra sombra-Esta era la mejor noticia que podían recibir.