Diecisiete

 

La llamada la dejó hecha un manojo de nervios.  Podría haber sido cualquiera, evidentemente, pero era extraño que no se presentara y el origen de la misma era desconocido. Usem no proporcionaba el número de teléfono a cualquiera y de hecho si fuera un cliente lo contactaría por mail o al suyo personal.

La recepción del video en forma casi seguida terminó por ponerla en alerta máxima. Antes de visualizarlo vio el mensaje que exigía a Usem silencio y atención.  Al ver las imágenes no pudo evitar llorar de dolor y furia.  La pobre Titrit…

Se la veía demacrada y ensangrentada, pero aún así tuvo los arredos suficientes para intentar proteger a su padre.  Era una chica admirable. ¿Por qué tenía que pasar por esto?  ¡Maldita sea! ¿Por qué su familia involucrada con esos locos?

Cuando pudo tranquilizarse,  volvió a ver el video.  Buscó concentrarse en detalles que sumaran algo, que ayudaran a resolver el problema en el que estaban.

El aspecto de Badis era absolutamente desagradable.  Sus gestos trasuntaban el desprecio indecible que sentía por Usem como a Titrit.  El odio rebosaba en sus ojos.

Ninguna de las cualidades de su padre Merín, que era un hombre piadoso, parecían habitar en él.  Sabía que era un fanático y su rostro denotaba crueldad.  No había chance de que reflexionara y poder negociar fuera de sus términos.  Eso era claro.

“¿Qué hago?” se preguntó 2 Enviar el video a Usem es solo para desesperarlo, que es lo que ese maldito busca.” 

No hay aún instrucciones claras.  Debo darle tiempo de claridad mental para que puedan avanzar en su búsqueda, al menos intentarlo.

Pero tampoco podía ocultar la verdad, era importante que supieran que el contacto se había establecido.  Y pronto iban a querer hablar con Usem, eso era seguro.

Decidió llamar a su esposo y contar sobre la comunicación y las exigencias.  Atemperaría el tenor del video sin relatar lo mal que se veía Titrit.

Así lo hizo.  Usem se puso muy nervioso y demandó verlo, y ella le dijo que se lo enviaría pero demoraba en ser descargado y no quería tocar el teléfono para esperar la próxima llamada.  Escuchó el relato de los descubrimientos que habían realizado y pidió hablar con Biram, so pretexto de calmarlo. 

-Biram, necesito que asientas a lo que te digo y me  obedezcas.  Te voy a pasar el video que enviaron y te pido lo mires cuando estés solo.  Es duro y no quiero desesperar a Usem, que en este momento debe estar afligido por la culpa y el dolor. 

-Okey

-Te va a afectar, se que la amas. Pero debes ser fuerte y mirarlo con desapasionamiento.  Es la clave para salvarla.  Analízalo, tú eres técnico, ve que encuentras.  Tus amigos deben poder hacer algo con él. Puede ser la llave para salvarla.

-Lo haré, no te preocupes.

Una vez que cortó procedió a enviarle el archivo.  Confiaba que Biram obrara con sabiduría.  Ella sabía que aquellos que conocían de informática podían descifrar y decodificar cosas que para el común de los mortales eran inaccesibles. 

-Cada uno de los implementos tecnológicos que usamos tienen forma de ser localizados.  En la era de los satélites e Internet, un error de ellos puede ser la salvación de Titrit-razonaba.

Atendió a Eva lo mejor que pudo, pobre ángel, pero su cabeza estaba en otro lado.  Su corazón estremecido por el miedo y el dolor que debería estar pasando su hija. 

Así la consideraba, desde que formaron la familia que siempre soñó con Usem.  No era de su vientre o de sus genes pero la había adoptado con todo el cariño del que era capaz.  Era una extensión del inmenso amor que sentía por su padre.  Pero la niña, adolescente y joven mujer después, le había respondido con creces.  Y ahora estaba sufriendo. 

Su esposo tenía motivos sobrados para enloquecer de miedo.  Por ello debía cuidar de él como pudiera, aún a la distancia.  Tenía que ser el bastón que lo mantuviera apoyado en la lógica.  No quería siquiera imaginar que sería de él si algo le pasara a Titrit.  Gran parte de lo que había vivido había sido por protegerla.  Y el destino se ensañaba nuevamente con ellos.

Usem tendía a culparse por las situaciones que no provocaba o no controlaba, si lo sabría ella.  A punto habían estado de que su amor no prosperara porque él sentía que no merecía ser amado luego de la muerte de  Dassim.

Las horas pasaron y trató de mantenerse ocupada y atenta. Sobre el anochecer, el sonido del mensaje en su móvil la hizo pararse como un resorte.  El mensaje era ominoso y amenazador solo por saber su origen, pero las frías palabras lo acentuaban.

“Mañana, 7p.m. Plaza de la Concordia, al lado del Obelisco. Solo, sin objetos. Sin engaños o ella muere”

Faltaba un día.  El lugar era de los más visitados por los turistas, dada la cercanía de los edificios más emblemáticos.  Eso les daba la invisibilidad de la multitud, pensó.

Reenvió el mensaje a ambos en París.  Solo rogaba que Biram pudiera hacer algo con ellos y que el M16 ayudara.  Nunca le habían gustado mucho los ingleses, pero ahora ansiaba su intervención.

 

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