Capítulo 9
HAS DORMIDO bien?
Tasha abrió la boca para decirle que siempre dormía bien después de hacer el amor, pero se contuvo.
Él levantó una mano y, con suavidad infinita, le acarició la mejilla. En la boca dibujó una sonrisa cálida y sensual.
–Lo que hicimos anoche fue precioso.
Ella se tragó el nudo que tenía en la garganta.
–Buen sexo –consiguió decir con suavidad y vio cómo la mirada de él se oscurecía.
–Más que eso, mucho más.
Ella quería darle la razón, pero las palabras no salieron de su boca.
–Voy a darme una ducha –tenía que volver a las cosas prosaicas, si no sería capaz de decir alguna estupidez–. ¿Quieres tomar el desayuno en la habitación o salimos?
El truco no funcionó. Tenía el pulso acelerado y la respiración entrecortada. Demasiado evidente para ocultar lo que sentía.
Estaba muy cerca de ella. Demasiado cerca, y los recuerdos de la noche anterior eran tan vivos que todavía sentía los efectos de su posesión.
Y lo que era peor, una parte de ella lo deseaba de nuevo. Era una locura, pensó en silencio. Una locura total.
Él la había visto desnuda un millar de veces… más si se ponía a contar. Entonces, ¿por qué la preocupaba tanto salir de la cama para ir al baño?
Lanzó un juramento y se levantó.
Giró la llave del grifo y se quedó bajo el chorro un rato. Después, fue incrementando la temperatura antes de alcanzar el jabón. Pero entonces, Jared entró en el cubículo con ella y le quitó el jabón de la mano.
–Márchate –soltó ella con fiereza.
–De eso nada.
Ella le puso las manos en el pecho y lo empujó. Pero no consiguió nada.
–Jared –su voz sonó entrecortada cuando él se puso a enjabonarle el pecho. Ella se encogió de manera involuntaria.
–¿Te he hecho daño?
–Yo… –cerró los ojos y volvió a abrirlos–. Están muy sensibles.
Él recordaba perfectamente cómo los había succionado con avidez y cómo los había mordisqueado llevándola al límite entre el dolor y el placer.
Su maldición fue inaudible. Cerró la boca sobre la de ella con un beso antes de seguir con lo que estaba haciendo.
–No –Tasha cerró el puño y le golpeó en el pecho cuando él llegó a la unión entre las piernas.
Hizo una pausa; después se enderezó y se encontró con su mirada preocupada
–Jared… anoche… Solo porque lo hiciéramos no quiere decir que todo esté resuelto.
Jared se quedó muy quieto y su expresión se convirtió en una máscara enigmática.
–¿Para ti solo fue eso… «sexo»?
Fue algo más que eso. Mucho más.
–Preferiría no hablar de eso.
–Evitando el tema no lo vas a solucionar –le advirtió él.
–Tú tampoco me dejas olvidarlo –le dijo ella, mirándolo desafiante. Después se dio la vuelta–. Si no te importa, quiero ducharme sola.
Él apoyó las manos en sus hombros y la giró para que lo mirara.
–¿Y si me importara?
Ella lo miró con dureza, pero él cubrió su boca con la suya impidiéndole contestar. Fue a golpearlo, pero él le sujetó el puño y la hizo gritar de impotencia. Después le agarró la otra muñeca y le puso las dos manos a la espalda de manera que nada se interpusiera entre sus dos cuerpos desnudos.
La sujetó con firmeza, impidiendo cualquier movimiento que ella quisiera hacer. Subió una mano hacia su nuca y con la fuerza de su boca la obligó a abrir los labios.
Ella dejó escapar un gemido y, después de unos segundos interminables, la soltó.
Tasha no pudo decir ni una sola palabra. Tenía los labios doloridos por la invasión y los ojos llenos de lágrimas. Pestañeó con fuerza para que no se vieran.
Él le agarró la barbilla con firmeza para obligarla a mirarlo, pero ella bajó las pestañas en un último esfuerzo por ocultar su dolor.
Él lanzó una maldición y le acarició con suavidad el contorno de los labios. Ella se puso tensa.
–Vete –le dijo él con calma–. Antes de que diga o haga algo de lo que tenga que arrepentirme.
Tasha no necesitó que se lo repitiera. Salió de la ducha, agarró una toalla para envolver sus delicadas formas y se escapó a la habitación. Allí se secó y se puso ropa interior que sacó de un cajón. Después, se puso unos vaqueros y una camiseta de algodón.
Jared entró en la habitación, con una toalla alrededor de la cintura. Tasha sintió su mirada analítica. En aquel momento, sintió que lo odiaba, tanto que experimentó una oleada de náuseas.
Debió de ponerse pálida porque él pareció alarmarse.
–¿Tasha?
Unos segundos después, ella corrió hacia el baño y vomitó con violencia.
Él estaba allí, sujetándole la frente, apartándole el pelo. Cuando todo acabó, agarró un pañuelo facial y le limpió la cara.
–¿Estás bien? –le dijo con ternura.
Dios Santo.
–Creo que sí.
–Quédate aquí. Voy a prepararte un té y unas tostadas.
El estómago se le encogió al pensar en comida. Sin embargo, había leído que lo mejor para aliviar los síntomas era tomar té y algo ligero.
–Creo que todavía no he terminado –consiguió decir, antes de volver al baño.
Jared la sujetó. Después, volvió a limpiarle la cara, maldiciendo en silencio al ver las lágrimas de sus ojos.
–No llores, por favor.
–Solo es una reacción –le dijo ella, mientras él le besaba cada mejilla–. Estaré bien. Solo… prepárame ese té –dijo con un escalofrío.
Mientras él estaba en la cocina, ella se cepilló los dientes y se recogió le pelo. Después, cuando Jared volvió a la habitación, ella se sentó en una silla y bebió el té a pequeños sorbos. La tostada también ayudó y, cuando acabó, se sentía humana de nuevo.
–Gracias.
Él agarró la taza vacía y el plato y los dejó en la mesilla.
–¿Cuánto tiempo llevas así?
–Una semana.
Él le acarició la mejilla.
–¿Te apetece dar un paseo por la playa e ir a desayunar a la avenida Tedder?
Tomar un poco de sol y aire fresco le pareció una idea muy apetecible.
–Sí.
–Dame unos minutos para afeitarme y vestirme.
Tasha se puso unas zapatillas de deporte y llevó la taza y el plato a la cocina.
Jared se unió a ella allí, y juntos tomaron el ascensor hasta el bajo y salieron a la playa.
Él le agarró la mano y entrelazó los dedos con los de ella. Tasha quería seguir enfadada por aquel beso tan salvaje que le había dado en la ducha; pero los cuidados que le había prodigado después le hicieron olvidar cualquier animosidad.
Era una mañana preciosa, el sol era cálido y la brisa proveniente del océano le acariciaba la piel a la vez que le soltaba algunos mechones. El olor a mar era muy sutil y ella levantó la cara para captar la fresca fragancia.
Caminaron hasta el final de la playa y, después, volvieron sobre sus pasos. Cuando se pusieron a desayunar ya era casi la hora de la comida.
Después, volvieron al piso a recoger las bolsas y fueron en el coche a la montaña. Se pararon a picar algo en un café al lado de la carretera mientras disfrutaban de unas preciosas vistas de la costa.
Tasha compró mermelada casera y una figurita de porcelana. Después, volvieron a la carretera que conducía a la autopista. Llegaron a Brisbane justo antes del anochecer.
–¿Quieres tomar una pizza o ir a un chino? –le preguntó Jared cuando el río apareció antes sus ojos.
–Pizza.
–¿Para llevar o la tomamos allí?
–¿Me estás dando a elegir?
–Por supuesto.
Ella pensó en los manteles a cuadros, las velas en la mesa, el aroma a especias y queso, y no dudó en citar una pizzería que le gustaba.
Fue una manera muy agradable de terminar el día. Ella eligió una pizza Margarita mientras que Jared se decantó por un plato de pasta.
«Delicioso», pensó Tasha mientras acababa un trozo.
A Tasha le vinieron a la cabeza recuerdos de otros domingos que habían acabado en una pizzería. Pero entonces, después de terminar la comida, solían ir a casa, compartir el jacuzzi y, después, hacer el amor hasta bien entrada la noche.
Sin embargo, esa noche tendría un final muy diferente, pensó Tasha con tristeza. Jared la dejaría en la puerta de su casa y se marcharía a la de él.
–¿Si te pido que vayas a recoger algo de ropa y te vengas conmigo, aceptarías?
¿Sabría él cuánto lo deseaba? ¿Cuánto le gustaría volver a estar como estaban hacía solo unas semanas? Pero ahora todo era diferente y no se podía dar marcha atrás. Solo hacia delante.
–No… no creo que sea una buena idea.
–¿Porque no quieres o no puedes?
–Las dos cosas.
–¿Sabes que no me voy a conformar?
Ella prefirió no contestar. Se desabrochó el cinturón y salió del coche.
–No hace falta que me acompañes.
–No seas ridícula –dijo él. Agarró la bolsa de ella y la acompañó hasta la puerta.
–Gracias –le dijo Tasha mientras buscaba las llaves. Abrió la puerta y agarró su bolsa–. Buenas noches.