Capítulo Seis
“Maldito sea. Y maldita sea mi estupidez por haberlo subestimado...”.
—Mire —dijo Robin, tratando de utilizar un tono razonable—, evidentemente, se ha producido algún tipo de error...
—Si lo ha habido, en ese caso es usted quien lo ha cometido —le interrumpió Matt Ridge—. Teníamos una cita esta mañana.
—Taylor estaba enfermo y tuve que llevarlo al médico. Llamé al colegio. Le pedí a la secretaria que le dijera que yo llamaría para volver a concertar la entrevista.
—A mí no me parece que esto sea la consulta de un médico.
—Ya lo hemos visto. Llegamos temprano, antes de que la consulta se llenara. Sabía que Alex, Alexandra Fisher, mi compañera de trabajo, estaba libre hoy. Traje a Taylor aquí para pedirle que se quedara con él mientras yo me iba a trabajar, pero... Aún no ha llegado a casa.
—¿Qué era lo que le ocurría a su hijo?
—Ansiedad, principalmente, además de la pérdida de sueño.
—¿Eso fue lo que le dijo el médico? —preguntó Matt. Ella asintió, a pesar del tono de mofa que había en su voz—. ¿Y ese médico se llama...?
—No lo recuerdo. Es una consulta de varios médicos. Nos atendió el primero que quedó libre.
—¿No se trataba del médico que ve a su hijo habitualmente? Según la secretaria del colegio, él no es de Mallory.
—No pude conseguir cita con él.
—Entonces, ¿la atendió alguien de Mallory? —insistió él. Robin asintió, sintiéndose atrapada—. En ese caso, probablemente podremos encontrar el nombre de la consulta en la guía telefónica. No hay muchas consultas de varios médicos en Mallory, especialmente en pediatría.
El sarcasmo que había en la voz de Matt Ridge cuando pronunció aquellas palabras fue más evidente en aquella ocasión. Sabía que Robin estaba mintiendo y ella sabía a su vez que no lo iba a dejar estar.
—Mire —dijo ella, por fin, rindiéndose—. Simplemente no quería que se disgustara más de lo que ya está.
Había bajado la voz para que Taylor no pudiera oírla. Miró a Matt Ridge a los ojos, tratando de que él viera que estaba diciendo la verdad. Se había fijado en su color la noche anterior. Eran de un marrón muy profundo, rodeados de espesas y oscuras pestañas. La noche anterior habían expresado calidez y preocupación. En aquel momento mostraban una dureza que rayaba con el cinismo.
—Tratar de cuidar de mi hijo no es un delito —añadió ella.
—El secuestro sí lo es. De hecho, es un delito federal.
Robin tardó un instante en darse cuenta de lo que él había querido decir.
—¿Está usted hablando de Lisa? ¿Cree que tengo algo que ver con su desaparición?
—Creo que usted fue la última persona en verla... antes de su desaparición —se corrigió Matt, al ver que el niño los estaba observando.
—Eso ya lo sé, pero yo ya le he contado todo lo que...
—¿Le importaría ponerse el abrigo, por favor?
—¿Adónde vamos?
—A la comisaría.
—Mire, tiene que creerme. No sé nada sobre la desaparición de Lisa. Ayer por la tarde no ocurrió nada que estuviera fuera de lo normal. Se marchó de mi casa del mismo modo en el que lo hace siempre. Taylor le ha contado también todo lo que sabe...
—Tal vez todo eso sea verdad, pero cuando uno no mantiene sus citas con la policía y miente sobre la razón que le ha llevado a anularlas, deja de ser un testigo que podría tener información útil para convertirse en un sospechoso, señorita Holt. No me queda más remedio que llevarla a comisaría. Tal vez desee empezar a pensar en llamar a un abogado...
—Le repito que yo no he tenido nada que ver con la desaparición de Lisa. Se lo juro. Ella se marchó de mi casa ayer por la tarde tal y como se marcha siempre y no la he visto desde entonces. No sé lo que le ocurrió después de que se marchara, pero, sea lo que sea, le juro que yo no he tenido nada que ver al respecto.
—¿Tiene abrigo el niño? —preguntó Ridge.
—No lo comprende...
Casi antes de que ella hubiera podido pronunciar las palabras, Matt Ridge se dirigió al armario que había al lado de la puerta. Lo abrió y lo revolvió un poco. Cuando no encontró lo que estaba buscando, se volvió de nuevo para mirar a Robin.
—El abrigo.
—¿No le podría preguntar a Taylor lo que le tenga que preguntar aquí?
—Demasiado tarde, señorita Holt. Usted ya ha hecho su elección.
Se dirigió a lugar en el que Taylor estaba sentado. La tensión se reflejaba en el rostro del pequeño. Estaba a punto de echarse a llorar, aunque estaba haciendo todo lo posible por contenerse.
—¿Tienes abrigo, hijo? —le preguntó, con voz algo más suave.
—Sí, señor.
—¿Sabes dónde está?
—En el dormitorio.
—¿Está allí también el de tu mamá? —le preguntó Ridge. Taylor asintió sin dejar de mirarlo a los ojos—. ¿Quieres ir a buscarlos, por favor?
—Bueno.
El niño se bajó de la silla. Había llegado al pasillo cuando se volvió para preguntarle:
—¿Quiere que traiga también nuestra maleta?
—Sí, tráela también —replicó él, tras mirar brevemente a Robin. Esperó a que Taylor hubiera desaparecido antes de volver a tomar la palabra—. ¿Acaso iba a alguna parte?
—Pensábamos quedarnos aquí. Después de lo que ocurrió anoche, no quería quedarme en la casa. No estaba convencida de que fuera segura.
Matt miró la mesa sobre la que Taylor había estado dibujando. El bolígrafo todavía estaba encima del dibujo. El detective lo apartó para mirarlo. Entonces, después de unos cuantos segundos, arrancó el papel del cuaderno y lo examinó más cuidadosamente. La intensidad de su interés se reflejaba en su absoluta inmovilidad.
—¿Cómo fueron Lisa y su hijo del colegio a su casa?
—Andando —respondió ella, sin comprender.
—¿Sabe que camino tomaron?
—¿Cómo dice?
—¿Por dónde fueron andando? ¿Por qué calles?
—Por Monfort y luego por Pine hasta llegar al barrio. Entonces, toman la primera a la izquierda, que creo que se llama Heather. Dos manzanas más y luego giran a la derecha para entrar en nuestra calle, Arundel.
—¿Está segura de que no tomaron el atajo?
—¿Qué atajo? —preguntó ella, atónita.
—Detrás del colegio hay un sendero que va bordeando el bosque.
—No sabía nada de ningún sendero. Yo di por sentado que...
Se interrumpió al ver que Taylor regresaba al salón. Se había puesto su abrigo y tenía el de su madre encima del brazo. En la otra mano, llevaba la pequeña bolsa que su madre había preparado para los dos aquella misma mañana.
Sin pensárselo, Matt se acercó a Taylor. Al ver que se dirigía hacia él, el muchacho abrió los ojos de par en par. Como comprendió que el muchacho lo consideraba una amenaza, se detuvo a unos pasos de él y sonrió. La cautela de la mirada del pequeño no varió. Después de un segundo o dos, Matt se agachó para colocarse al mismo nivel que el muchacho, tal y como había hecho la noche anterior.
—He estado mirando tus dibujos. ¿Te importaría explicarme éste? —le preguntó Ridge, mostrándole el dibujo que había arrancado del cuaderno. Taylor ni siquiera lo miró. Centró su atención en el policía—. ¿Taylor?
—Son árboles —dijo el niño, por fin.
—¿Algunos árboles en particular? ¿Están por aquí?
—No, aquí no.
—¿Cerca de tu colegio? —quiso saber Matt. Taylor asintió—. ¿Se trata tal vez de los árboles del bosque que hay detrás de tu colegio? ¿Los que están cerca del sendero? —añadió. El niño volvió a asentir—. ¿Es ése el camino que Lisa y tú tomasteis para regresar del colegio?
El niño no respondió.
—¿Regresasteis a casa por el sendero, Taylor? —insistió Matt. El niño no respondió—. ¿Regresasteis Lisa y tú por el sendero la tarde en la que Lisa desapareció?
Lentamente, los ojos del niño se llenaron de lágrimas.
—Tranquilo —susurró Matt—. Nadie está enfadado contigo, hijo, ni estás metido en ningún lío. Sólo tenemos que saber lo que ocurrió ese día. Tenemos que saberlo para poder ayudar a Lisa.
—Yo no quería hacerlo —susurró Taylor. La barbilla comenzó a temblarle y las primeras lágrimas empezaron a resbalarle por la mejilla.
Robin sintió que se le hacía un nudo al ver llorar a su hijo. Fuera lo que fuera de lo que el pequeño estaba hablando, evidentemente no implicaba ningún daño físico que él hubiera hecho a la adolescente.
—Lo sé —dijo el detective, con voz amable—: Sólo necesito que me digas lo que ocurrió. Tú quieres decirme lo que ocurrió, ¿verdad, Taylor? Quieres contárselo a alguien. Te prometo que te sentirás mejor cuando lo hagas...
—Yo no quería que le ocurriera nada a Lisa.
—Lo sé, y tal vez no le haya ocurrido nada —afirmó Matt—, pero tenemos que saber lo que ocurrió ayer. Lo que ocurrió en el bosque.
En aquel momento, Robin se acercó a su hijo. Se inclinó sobre él y le rodeó los hombros con un brazo. Estaban rígidos o de miedo o de culpabilidad. No se podía imaginar que él hubiera hecho algo que tuviera que ver con la desaparición de Lisa.
—Tranquilo —le dijo. Tras una breve resistencia, el pequeño se desmoronó y se abrazó a ella—. Creo que ya es suficiente, detective Ridge.
—Tenemos que saber lo que ocurrió.
—Mi hijo no le hizo nada a Lisa. Estuvo conmigo todo el tiempo después de que ella se marchara de mi casa. Que usted piense que Taylor pueda tener algo que ver con algo así...
—No fue ayer —susurró Taylor, sin apartar el rostro del cuerpo de su madre—. Yo no hice nada malo ayer.
Robin miró a Matt. Por mucho que no le gustara lo que estaba ocurriendo, sabía que él tenía razón. Fuera lo que fuera de lo que Taylor estaba hablando, tenían que saberlo todo.
—¿Qué fue lo que hiciste que no querías hacer, Taylor? —le preguntó a su hijo, tras apartarlo suavemente de su lado. El niño aún tenía los ojos llenos de lágrimas—. Venga, tranquilo, todo va a salir bien. Nadie está enfadado contigo. Sólo tenemos que saber lo que te preocupa.
—Le mentí a Lisa —confesó el pequeño, tras una pausa.
—¿Le mentiste sobre algo en el bosque?
—No...
—Entonces, ¿sobre qué?
—Le dije que tenía que hacer pis, pero no era cierto. Entonces no. No cuando se lo dije por primera vez.
—Le dijiste que tenías que hacer pis —dijo Matt—. Entonces, ¿qué ocurrió?
—Ella me dejó ir.
—Y fuiste al bosque —dedujo Matt—. Lisa te dejó que fueras al bosque que discurre al lado del sendero.
El niño asintió. Levantó una mano y se secó la mejilla con los nudillos.
—Entonces, viste algo, ¿verdad? Viste algo en el bosque.
Taylor asintió de nuevo. No dejaba de mirar fijamente al detective. Había dejado de llorar, pero la tensión seguía reflejándosele en los hombros y en la espalda.
—¿Quieres decirme lo que viste, Taylor? ¿Viste lo que hay en el dibujo? ¿Es eso lo que viste en el bosque?
Taylor asintió de nuevo.
—Había gente allí —dijo Matt. El niño afirmó con la cabeza—. ¿Te vieron a ti?
El niño dudó. Entonces, tomó la palabra para responder.
—Lisa empezó a gritar que me diera prisa y ellos se dieron la vuelta. Yo estaba muy bien escondido porque no quería que nadie me viera haciendo pis desde el colegio, pero la cazadora de Lisa era roja. Se veía muy bien entre los árboles.
—¿Crees que vieron a Lisa?
—Sí. Por la cazadora y tal vez porque estaba gritando.
—¿Y estás seguro de que esto no ocurrió ayer?
—Fue el martes —afirmó Taylor, sin dudar—. Así fue como conseguí que Lisa se marchara antes de que nos atraparan. Tenía clase de piano. Y las clases de piano son los martes.
—¿Trataron de atraparte a ti? —preguntó Matt.
—Empezaron a correr cuando ella estaba gritando. Yo también eché a correr, pero, cuando llegué al lugar en el que estaba Lisa, no estaban allí. No sé adónde fueron.
—¿Cuántas personas viste, Taylor?
—Tres. Tres hombres viejos.
—¿Viejos? ¿Cómo sabes que eran viejos?
—Llevaban abrigos de viejos. Largos.
—Muy bien. Viste a tres hombres viejos — repitió Matt—. Y ellos echaron a correr hacia Lisa cuando ella empezó a gritarte para que salieras del bosque. ¿Corrían como hombres viejos?
—No. Corrían muy rápido. Pensé que llegarían donde estaba Lisa antes de que lo hiciera yo.
—¿Crees que estaban enojados porque Lisa estuviera allí?
—Tal vez. Entonces yo pensé que ella estaba gritando porque necesitaba ayuda. Tal vez iban a ayudarla.
—¿Hay algo más que recuerdes? ¿Qué es lo que estaban haciendo cuando los viste por primera vez, antes de que Lisa atrajera su atención?
El niño volvió a tragar saliva. Sólo unos pocos segundos antes, había parecido muy aliviado de poderle contar su historia a alguien. Cuando Matt le hizo la última pregunta, su rostro cambió por completo, se volvió menos animado. Fuera lo que fuera lo que los hombres estaban haciendo, resultaba evidente que no quería recordar aquel detalle.
—Taylor —dijo Robin, estrechándolo de nuevo entre sus brazos—. Tienes que decirnos exactamente lo que viste. Podría ayudarnos a encontrar a Lisa.
El pequeño respiró profundamente. Por fin, volvió la cabeza y miró de nuevo a Matt.
—Creí que estaban buscando su gato y que algo le había hecho daño.
—¿Por qué pensaste eso?
—Estaban todos de pie, mirando algo que había en el suelo. Por eso yo pensé que era un gato o algo que habían perdido. Tal vez un perro o un lobo se lo había matado y acababan de encontrarlo allí, pero... creo que no fue un gato porque, fuera lo que fuera...
El niño se interrumpió y empezó a temblar.
—¿Qué crees que estaban mirando los hombres, Taylor?
—No lo sé. No pude verlo. Uno de los hombres le dio una patada y luego se inclinó para recogerlo. Era rojo. Por eso pude verlo entre los árboles. Porque era rojo. Como la cazadora de Lisa.