Pedigree, garantía de pureza

Pedigree es un término inglés que significa árbol genealógico. Se usa para indicar la relación completa de los ascendientes paternos y maternos de un animal de pura raza, como el caballo, el perro y el gato. Hoy día se usa también en botánica con el mismo fin.

El pedigree sirve por tanto para identificar a cada perro de modo que, solamente viendo el nombre, el criador puede saber cuál es «su línea de sangre» y el propietario tenga a la vez la garantía de poseer un ejemplar de pura raza.

Todos los perros inscritos en los diferentes Kennel Club (Club o Sociedad Canina) se distinguen con la imposición del nombre del criadero de donde provienen, que equivale en cierto modo al apellido, y además un nombre propio.

El nombre forma parte de la personalidad del perro. Más tarde es necesario acostumbrar al cachorro a acudir inmediatamente cuando se le llama, sin esperar que haya llegado a una cierta madurez. Si es de raza pura, como se ha dicho, tendrá nombres complicados impuestos por el criador, pero en casa se lo llamará con un nombre familiar y corto, compuesto de una o dos sílabas, que además percibirá con más facilidad.

El cachorro debe comprender en seguida que tiene un nombre, que aquel nombre es él, que cuando lo oye pronunciar debe prestar atención. La educación se inicia precisamente relacionando el nombre a pequeños acontecimientos agradables, de modo que aquel sonido le recuerde el elogio, el juego, el paseo, su alimento. Por eso, al principio de la convivencia no se llamará nunca al cachorro por su nombre cuando se le tenga que imponer un castigo.

El estándar es el modelo ideal

Para cada una de las razas, los cinófilos organizados han adoptado un modelo ideal, el cual deben seguir todos aquellos que crían perros. Este modelo ideal se llama estándar de la raza; en él, con palabras, números, advertencias y consideraciones, está descrito el tipo de la manera más detallada.

El estándar es puesto a punto en un principio por los criadores de una raza determinada, que, como se ha dicho, establecen las diferentes características físicas típicas y los puntos relativos al empleo y a la utilidad del animal. Si en el transcurso de los años el Club de los varios criadores lo considera oportuno, podrá aportar cambios al estándar, teniendo en cuenta las nuevas exigencias y las nuevas orientaciones estéticas de cada raza.

Un dibujante humorista estadounidense, en el momento de decidir la adquisición de un perro, con formalismo ha querido interpretar gráficamente datos y medidas dictados por el estándar, y ha salido un animal parecido a un monstruo, al que solamente le faltaban alas para volar y la trompa del elefante. Por eso en las exposiciones caninas los jueces tendrán en cuenta el parámetro ofrecido en el estándar, pero añadiendo, cuando lo crean conveniente, también justas valoraciones personales. Si en el juicio no entrara el aspecto subjetivo, sería suficiente hacer valorar estéticamente el perro por una computadora electrónica.

El objetivo principal de las exposiciones caninas es el de poder verificar la continuidad del producto de los criadores y asignar una valoración a los ejemplares (hasta llegar al título de campeón) dignos de continuar la reproducción de la raza. Libros genealógicos, exposiciones, pruebas de trabajo, etc., son utilizadas por los diferentes Kennel Club para mejorar la cría de las razas caninas, disciplinar el uso y favorecer la valoración para fines comerciales.

El moquillo que mata al cachorro

El perro es un animal fundamentalmente de buena salud. El período de vida en que es más vulnerable es la infancia, pero también en la vejez tendrá necesidad de cuidados especiales.

Tres son las enfermedades que puede herir al perro joven y matarlo: el moquillo, la leptospirosis y la hepatitis contagiosa. Para defenderlo de estas acechanzas mortales, apenas el cachorro deja de ser alimentado por la madre y pierde así las defensas naturales que ésta le transmite, el propietario debe proceder a la vacunación trivalente. Para efectuarla no hay más que dirigirse al veterinario.

El moquillo es un virus parecido al del resfriado humano y fue importado de Asia en el siglo XVIII; pero el moquillo no es contagiable al hombre, en cambio, pueden contraerlo, además del perro, el lobo, la hiena, la zorra, el león, el tigre, el lince y hasta el visón, el armiño y la comadreja.

El contagio con el virus se produce a través de las vías digestivas o respiratorias. Permanece varios días en incubación y luego se difunde por todo el organismo, localizándose en el aparato digestivo, respiratorio y nervioso. Los síntomas suelen ser éstos: temblor, pérdida del apetito, ojos enrojecidos, tos y temperatura muy elevada. Pero, antes de que se presente tan alarmante cuadro, el propietario habrá ya procedido a la vacunación para inmunizarlo.

El peligro de la leptospirosis

La leptospirosis se conoce desde 1886. Las bacterias que ocasionan la enfermedad tienen forma de espiral en muelle y de ahí deriva tan extraño nombre. La infección puede ser transmitida por las ratas y a través de su orina (leptospirosis hemorrágica) y del agua estancada. Tal vez también las garrapatas pueden ser transmisoras. Además, pueden contraer esta enfermedad los perros de caza o aquellos que viven en el campo; también en este caso se observa en el animal abatimiento general, sed intensa, vómitos y fiebre alta. La vacunación debe efectuarse en los primeros meses de vida del cachorro.

Tercera enfermedad: la hepatitis

La tercera enfermedad infecciosa grave del perro es la hepatitis contagiosa. Esta enfermedad afecta solamente a perros y zorras, preferentemente sujetos que no hayan alcanzado el año de edad. En el perro enfermo el ultravirus de la hepatitis se encuentra en la saliva, la orina, las heces, las lágrimas; el contagio es por lo tanto muy fácil, especialmente para aquellos animales que tienen por costumbre oler en cada esquina de la calle. La infección puede también ser desparramada por enfermos crónicos, los llamados portadores sanos, tan peligrosos. El virus de la hepatitis se localiza en el hígado y provoca en el animal dolores abdominales, diarrea amarillenta y convulsiones febriles. El modo de evitar el contagio, como en el caso del moquillo y la leptospirosis, consiste en inyectar suero contra la hepatitis cuando el cachorro tiene dos meses.

La vacunación antirrábica

Moquillo, hepatitis y leptospirosis son infecciones que afectan al animal, pero no al hombre[1]. La sociedad se preocupa más de la denominada rabia, que además de los cánidos y otros mamíferos puede contraer el hombre. El medio de transmisión es la mordedura, por lo que se contagian sobre todo los carnívoros, acostumbrados a morder como defensa, pero no quedan exentos ni siquiera los equinos, los bovinos y los porcinos.

A través de la sangre, después de una incubación de algunas semanas, el virus de la rabia llega al cerebro, donde provoca la degeneración celular. La rabia se conoce también con el nombre de hidrofobia (miedo al agua), porque, entre otras cosas, provoca la parálisis de la lengua, que impide que el animal pueda beber.

En muchos países, la vacunación antirrábica del perro es obligatoria; en España lo es para todos los perros que hayan cumplido los tres meses, quedando inmunizados por un año. En países como los Estados Unidos, Inglaterra, Suecia, Dinamarca, etc., la rabia ha sido totalmente erradicada, por lo que los perros provenientes del exterior deben sufrir una cuarentena de tiempo variable según las normas de cada país.

La tenia equinococo y la tuberculosis

Otra enfermedad que puede ser transmitida al hombre es la equinocosis. Se trata de una infestación en forma larvaria de la tenia equinococo del perro. El hombre puede verse afectado a través de la ingestión de agua, de carnes de dudosa proveniencia, o haciéndose lamer la cara por perros cuya alimentación no haya sido adecuadamente controlada.

El perro puede estar sujeto también a infecciones tuberculosas. Si su amo se halla afectado, podrá ser contagiado por él, por inspiración o por vía alimenticia. El bacilo de la tuberculosis se conserva hasta cuatro meses en la carne congelada, un mes en la putrefacción, tres meses en el secadero, un mes en la salazón y en el ahumado (jamón y queso), un mes en la mantequilla, un minuto a 90° y pocas horas a la luz del sol. Siendo la bacteria la misma del hombre, también el perro será tratado con la estreptomicina.

Además de las vacunaciones, el propietario del perro, cachorro o adulto, deberá observar siempre la máxima higiene, desinfectando de pulgas y garrapatas, evitando el contagio con animales enfermos, cuidando de su limpieza, especialmente en los meses de verano.

Nociones de curas de urgencia

Además de las vacunaciones, necesarias para que el perro no se ponga enfermo (y que casi siempre es mortal) de moquillo, hepatitis y leptospirosis, que son realizadas exclusivamente por el veterinario, de la manera y en el momento que él crea oportuno, es interesante que el propietario posea también algunas nociones para atender las más elementales indisposiciones del animal mientras acude el veterinario. Ante todo es necesario tener en casa un botiquín, con material destinado a las urgencias y necesidades del perro; en él deberá haber: jeringas estériles con aguja desechables; desinfectantes, tales como alcohol, agua oxigenada; polvos antibióticos para heridas superficiales, algodón hidrófilo y hemostático; gasas; tijeras sin punta; una pinza, una pera para clister; un colirio neutro; unos palillos con algodón para limpiar las orejas; y, además, un lazo hemostático y un termómetro.

En caso de heridas, sean profundas o superficiales, tanto si se trata de cortes como de mordeduras, se tendrá que cortar siempre el pelo alrededor de la herida; lavar con agua corriente; desinfectar y vendar. Si la herida es de ciertas dimensiones, la sutura deberá hacerla el veterinario. En el caso de abundante pérdida de sangre es necesario parar la hemorragia con el lazo hemostático, situado más arriba de la herida.

Si el perro accidentado estuviera trastornado por el accidente e intentara morder, será necesario ponerle el bozal o impedirle la apertura de la boca atándolo de cualquier modo; el perro herido por atropello no deberá cambiarse de posición y no se le dará ninguna clase de alimento, ni liquido, hasta que el veterinario, una vez visto el animal, lo determine.

Medicamentos e inyecciones

En el perro la temperatura normal es, aproximadamente de 38,5°; de 39° en el cachorro y 38° en el perro viejo. Se le toma con un termómetro normal (clínico, de uso humano), procurando que el animal esté quieto.

El propietario debe saber cómo suministrar las medicinas a su perro y la manera de darle una inyección intramuscular. Los medicamentos líquidos se administran por el lateral de la boca, en la bolsa de labio, teniendo alta la cabeza del animal, hasta que se observe que ha tragado, con una cuchara o con una jeringa de plástico sin aguja (de modo que de morderla no se hiera). Los comprimidos y cápsulas se deben poner decididamente al fondo de la cavidad oral. Cuando el perro se niega a tomar medicamentos por vía oral, existe el recurso de administrárselo en un trozo de carne o una bolita de carne picada; de todas modos, se asegurará de que la píldora posteriormente no sea escupida.

Las pomadas, para que puedan actuar con eficacia en la profundidad de la piel, deben untarse haciendo masaje en las partes previamente esquiladas. Para evitar que el perro se lama la herida sacando entonces la pomada, se podrá cubrir la zona afectada por una gasa protegida por un calcetín y en los casos más extremos se le coloca el bozal.

La zona más práctica para dar inyecciones intramusculares es el plano interior del muslo, donde no suele haber pelos, teniéndose el animal echado. También se le pueden dar inyecciones en los músculos de la grupa o del costado, bajo la piel. La piel debe ser desinfectada antes y después de dar la inyección, haciéndole un masaje suave para favorecer la absorción del producto; para estas operaciones es conveniente hacerlas entre dos: mientras uno aguanta al perro para que se esté quieto, el otro da la inyección.

EL PELIGRO DE LOS VENENOS

Entre las graves amenazas que suelen recaer en la vida del perro está la del envenenamiento, que puede producir daños en el aparato digestivo, circulatorio y nervioso. Pueden provocar el envenenamiento, además de los cebos destinados a las ratas, las dosis excesivas de medicamentos, insecticidas no adecuados, productos para evitar que crezca la hierba, alimentos en malas condiciones y productos para la limpieza del hogar. Naturalmente, también alimentos preparados por manos asesinas, para matarlos; el perro tiende a vomitar después de haber ingerido una sustancia tóxica. Cuando no lo hace de manera espontánea, su amo debe provocarle el vómito con algún emético o vomitivo, que puede ser agua con bicarbonato, con clara de huevo batida, o poniéndole dos dedos en la garganta. Después deberá hacerse lo que determine el veterinario.

Los perros de caza pueden ser mordidos por una víbora; nos podemos dar cuenta de lo sucedido por las reacciones del animal, que aúlla y frota por el suelo de la zona afectada por el diente de la víbora, generalmente el morro y las extremidades. Resulta inútil perder el tiempo desinfectándolo, ya que es preciso inyectar inmediatamente el suero antídoto del veneno de las víboras, que todo cazador debería llevar siempre consigo en el bolso (incluso para él mismo). Si es posible apretando con un lazo en la zona afectada, para impedir que el veneno pase al riego sanguíneo.

Las mismas enfermedades que el hombre

Una dolencia desgraciadamente también frecuente en el perro es el tumor, que como se sabe puede ser benigno o maligno; cuando más precoz sea el diagnóstico, más fácil será la terapia, quirúrgica o radiológica. Los tumores se presentan en perros, gatos, hombres, pero son raros en los rumiantes y en los équidos: la alimentación tal vez juega un papel importante.

El perro, en fin, está sujeto a muchas enfermedades del recambio, las mismas que afectan al hombre, como el raquitismo, la diabetes, la gota, osteoporosis, etcétera.

Lucha contra los parásitos externos

Se llaman parásitos todos aquellos seres que viven en otro organismo, nutriéndose de él y sin ofrecer nada a cambio. Los perros frecuentemente están atormentados por los parásitos, internos y externos. Los externos son las pulgas, los piojos, las garrapatas, los ácaros de la sarna; mientras que los internos son las denominadas lombrices intestinales.

La pulga es el parásito externo que todos conocen. Se trata de un insecto saltador, que chupa la sangre, que cambia de sitio y nuevamente pica y chupa. La pulga del perro se llama Pulex serraticeps y no infesta al hombre si tiene un perro a su disposición; de todas maneras no desprecia la sangre humana, que le gusta mucho a la especie Pulex irritans. Cada pulga puede producir hasta quinientos huevos y resistir sin alimento alguno durante meses.

La única solución efectiva es la de lavar con cierta frecuencia a fondo al animal, la cabeza incluso, esparciendo algún producto antiparasitario específico (indicado por el veterinario) que destruya también las larvas. La desinfección se debe hacer en los lugares frecuentados por el perro, como la perrera, la alfombra, el balcón, así como los lugares donde acostumbra estar echado.

El piojo es menos frecuente que la pulga e infesta especialmente a los perros tenidos en ambientes sumamente sucios; también en aquel caso será necesario desinfectar al animal con polvos apropiados y, en los casos más rebeldes, se aconseja pelarlo.

La garrapata es un parásito bastante frecuente en el perro, especialmente en aquellos que van al campo y atraviesan zonas por donde transitan las ovejas. La garrapata es un insecto bien visible: asemeja a una pepita de sandía y con el pico de su pequeña cabeza se fija en la piel del animal para chupar la sangre. Teniendo en cuenta que la garrapata no salta, ya que está bien fijada, su eliminación resulta fácil: basta mojarla con un par de gotas de petróleo, de bencina o de agua muy salda y entonces proceder a menearla lentamente con unas pinzas. Es importante el evitar aplastarla, porque podría liberar los huevos, siendo recomendable el quemarla o sumergirla en petróleo.

Los parásitos de las orejas

La última dolencia molesta externa del perro es el ácaro de la sarna, que produce un tipo de roña conocido con el nombre de sarna sarcóptica. La piel se cubre de pequeñas manchas rosadas, que posteriormente degeneran en vesículas. Es necesario esquilar al animal y el veterinario ordenará baños especiales y pomadas adecuadas para lograr la curación. Otro tipo de roña se refugia en el conducto auditivo del perro. Se trata de la roña simbióptica, de la que el perro reacciona sacudiendo la cabeza, rascándose y gimiendo. Es necesario recurrir al veterinario antes de que este tipo de roña produzca en el perro una otitis irreversible.

Además de estos parásitos animales, también es importante un parásito vegetal, conocido como hongo de la tiña, que se localiza en el pelo del perro, lo destruye, mientras la piel se recubre de exudaciones. Las partes afectadas tendrán que ser peladas y lavadas con jabón al azufre; también en este caso se puede producir otitis, por lo que resulta indispensable la presencia del veterinario.

Los diferentes tipos de lombrices intestinales

Entre los parásitos internos deben ser tenidas en cuenta las lombrices. Existen de diversas especies y pueden provocar oclusiones intestinales, ahogo en los cachorros, intoxicación, inflamación, lesiones orgánicas y además inapetencia (o apetito insaciable en el caso de la tenia), vómito, diarrea, ataques epileptiformes o una picazón general.

Se detecta la presencia de lombrices examinando las heces del perro. En los casos dudosos es necesario el análisis de laboratorio, muchas veces realizado por el propio veterinario.

Para que el perro no se infecte de lombrices, es necesario evitar el contacto con las heces de otros animales, que beba agua contaminada, que trague tierra, que tome alimentos en mal estado. Como costumbre, los recipientes en que come y bebe el perro deben ser diariamente lavados con agua caliente y detergente para vajilla. A pesar de todas las precauciones que tomemos, el perro tendrá también lombrices. Muchos propietarios de perros tienen la costumbre de administrar periódicamente vermífugos a sus animales, aún en el caso de que no haya indicios; es necesario saber, que, como existen varios tipos de lombrices, también existen varios tipos de vermífugos. Decían los antiguos sabios médicos que de la misma manera que no se puede matar un tigre con un anzuelo de pesca, tampoco se puede eliminar la tenía con un ascaricida (vermífugo específico contra las ascárides). También en este caso, el veterinario indicará el tratamiento a seguir.

Celo y acoplamiento

La edad indicada para el primer acoplamiento del macho es a partir del año y medio, cuando su estructura está bien desarrollada; mientras que para la hembra es aconsejable esperar al segundo o tercer celo, de modo que el útero haya alcanzado las proporciones de adulta.

El celo aparece y se repite con un intervalo de seis meses aproximadamente, pero en las perras de ciudad la periodicidad puede quedar reducida a cinco meses. En cambio, el estímulo sexual está presente siempre en el macho y es excitado por las secreciones emitidas por la hembra durante el período del celo. El momento mejor para obtener un acoplamiento fecundo es al término del segundo día, desde el momento en que la hembra demuestre placer por la proximidad del macho, porque es entonces cuando se tiene la ovulación completa. Para asegurar la fecundación, el acoplamiento se puede repetir pasadas 24 o 48 horas.

La atracción hacia el sexo opuesto es provocada por las hormonas sexuales producidas, respectivamente, por los testículos y los ovarios. La fertilidad se debilita cuando el ejemplar empieza a ser muy mayor, y se apaga antes en la hembra que en el macho.

Es mejor predisponer el acoplamiento de modo que los cachorros nazcan al principio de la primavera, de modo que puedan aprovechar una buena estación para desarrollarse y crecer sanos. Los paseos para hacer las necesidades y la educación serán reducidos en los días de sol.

Interrupción del embarazo

El sistema más seguro para evitar el acoplamiento consiste en tener macho y hembra separados durante todo el período del celo. De todas maneras, existen en el comercio determinados productos denominados repelentes, que, esparcidos por las proximidades de los genitales externos femeninos, no atraen o debilitan los instintos del macho. Pero este sistema no siempre da buenos resultados. La colocación de unas braguitas adecuadas puede evitar tanto las pérdidas vaginales, como la posibilidad de que sea cubierta por el macho. Entre el tercer y décimo día después de un acoplamiento indeseado es posible intentar la interrupción del embarazo suministrándole el veterinario sustancias hormonales que provocan la separación de los óvulos fecundados. La perra también se puede castrar. Se trata de una operación bastante corriente hoy en día, que el veterinario realiza con anestesia total; es evidente que la perra será infecunda para siempre.

La duración del embarazo es de 56-60 días. Las primerizas paren pocos cachorros, pero en las veces sucesivas podrán nacer cada vez de 4 a 6 cachorros, hasta un máximo de doce.

El momento del parto

Los síntomas que indican la aproximación del parto son la inquietud de la perra, la falta de apetito, la temperatura que baja a 38°, las mamas segregan un suero amarillento. Frecuentemente la parturienta recoge trozos de trapos para prepararse una cama improvisada. Es conveniente ayudarla proporcionándole una caseta o una caja donde se pueda descargar, pero la norma mejor es dejarla hacer lo que quiera. Es importante que en el lugar por ella elegido haya extendida una alfombrita y una toalla limpia, para cambiarla cada vez que se haya ensuciado.

En el momento del parto, la perra gime bajo los impulsos del dolor agudo, se echa en posición lateral, se contorsiona, haciéndose fuertes contracciones, para finalmente iniciar la expulsión de los fetos. En los partos normales (la mayoría) la madre extrae los recién nacidos del envoltorio, corta el cordón umbilical, libera las narices de las mucosidades, lame los cachorros para ofrecerles su vitalidad y ambiente limpio.

Si de adultos los perros presentan pesos muy variados (un caniche enano pesa un kilo y medio y un Dogo alemán 70 kilos), los cachorros en el momento de nacer entre una y otra raza, presentan mínimas diferencias de peso.

COMO CRECEN LOS CACHORROS

Los cachorros nacen a intervalos irregulares, tanto pueden ser a distancia de pocos minutos como de una hora. Durante las dos primeras semanas son ciegos y sordos, pero tienen bien desarrollado el tacto, con el cual se orientan para buscar el pezón de la teta materna. La maduración sensorial y motriz ocurre a la tercera semana; los cachorros entonces ya están en pie, intentando seguir a la madre, el desarrollo de la vista y del oído les permite tener los primeros contactos con el mundo exterior. Desde la edad de un mes hasta el destete, el cachorro efectuará experiencias decisorias para su existencia. Juega, explora el terreno que le circunda, crece intelectualmente.

Ciertos autores aseguran que durante este período es necesario que el cachorro tenga contacto con la mano del hombre; con ello se conseguirá que sea más sociable. Para su introducción calibrada en la sociedad humana, el cachorro deberá ser separado de la madre entre la sexta y la octava semana. El período de lactancia debería durar dos meses, pero se puede reducir incluso a 40 o 45 días.

De todas maneras la madre inicia el destete desde el momento en que los dientes de los pequeños le hieren los pezones. Así disminuirá el número de las chupadas e iniciará las lecciones de lamer la leche o el caldo, que el amo les dará en una taza. El cachorro se acostumbrará así cada vez un poco más a tomar menos leche materna y a probar el alimento de los adultos.

Los consejos para la alimentación

Una norma importante en relación con la alimentación del perro es la de suministrarle las comidas a horas preestablecidas, en el mismo lugar y el mismo recipiente. Si se trata de un perro de guarda, como se ha dicho, es aconsejable también que la comida le sea dada siempre por la misma persona: será así más difícil que acepte alimento de manos extrañas. Los cachorros, después del destete, comen cuatro veces al día, después las comidas serán tres, y cuando sea adulto dos veces, con intervalo mínimo de ocho horas para que pueda hacer la digestión completa. Cuando el perro no haya comido su alimento, o lo haya dejado a mitad, después de media hora, el recipiente será retirado. El alimento se le debe dar ligeramente templado, ya que de darlo demasiado caliente podrían lesionarse las mucosas, y si fuera demasiado frío, de nevera, podría cortársele la digestión, produciéndole cólicos.

La dieta tendrá que ser variada. No es aconsejable suministrar al perro durante toda su vida el acostumbrado y tan recomendado menú de carne picada y arroz hervido. Por eso debe alternarse la carne, hígado, tripa, corazón, pescado, queso, alimento en lata, huevo (solamente la yema), leche, verduras, galletas para perros, junto al arroz y el pan seco. Un alimento del que no se hace mucho uso es el pan, que contiene importantes principios nutritivos. Junto con las sopas y la carne picada es de gran utilidad. El pan debe suministrarse de varios días, mejor aún, ligeramente tostado al horno; así será más digerible. Para pocas comidas el perro puede habituarse a tomar pan solo; esto puede ser útil durante una excursión o un viaje. Existen en el mercado cajas con rebanadas de bizcochos para perros y galletas duras con pequeños trozos de carne y vitaminas. A los cachorros les gusta mucho el pan seco, sobre cuya costra pueden hundir y fortificar los dientes. La preparación de los alimentos en latas para perros ha llegado ya desde hace tiempo a un grado de perfección y merecida difusión.

Siendo el perro fundamentalmente carnívoro, su dieta en conjunto deberá contener de un cuarto a la mitad de carne, bovina o equina; se debe suministrar cruda o apenas pasada por la sartén, en lo posible cortada en pequeños trozos. Al pescado se le han de sacar todas las espinas; también el pollo o el conejo deberá ser completamente deshuesado. Entre los principales alimentos prohibidos es necesario indicar la carne de cerdo y todas las carnes saladas, grasas, dulces, helados, fruta seca, pan fresco, brécoles, nabos, guisantes, judías y en general los farináceos, que producirían en su corto intestino una excesiva fermentación.

El control de la dieta

El perro de apartamento que gasta pocas energías, debe comer menos que el que vive el aire libre y corre todo el día. Para tener un perro sano, robusto, sin eccemas, caries, nefritis, ojos lagrimeantes, trastornos de hígado, sin achaques e intoxicaciones, es necesario controlar siempre su dieta. Es más fácil que un perro muera de indigestión que por falta de alimento. Hay dietas especiales para algunas afecciones; por ejemplo, en el caso de gastritis, el perro debe estar veinticuatro horas en ayunas, tomando unas pocas cucharadas de té; lo mismo que se hará también para la diarrea. Para el estreñimiento: dieta rica en vegetales y un poco de leche. En las enfermedades del hígado deben evitarse las grasas, los alimentos picantes, y para las molestias renales y cardíacas debe eliminarse la sal. El agua se deberá cambiar dos veces diarias y dejarla siempre a disposición del perro, especialmente en los días de verano. Si el perro demostrara una sed excesiva, por indigestión, calor excesivo o enfermedad, en vez de dejarle sin agua completamente, se le podrá poner en el recipiente té poco cargado y sin azúcar. Esta bebida no es de su agrado y sólo la tomará cuando tenga necesidad imperiosa, sin llenarse el estómago de líquidos inútiles y nocivos.

El perro debe ser protegido del frío

Ningún perro está en condiciones de soportar los rigores invernales del norte, excepto alguna raza de pastor, el San Bernardo, el Chow-chow, el Siberian Husky. Esta última raza, por el contrario, probablemente enfermaría si se viera obligada a vivir en una casa templada. Existe el famoso precedente de Boss, un perro de raza Husky, que por su valor y su potencia había permanecido en el trabajo por diez años como jefe de jauría. Después fue adquirido por una señora francesa, pero el viejo rey de los hielos se aburguesó y murió después de dos años por haber salido imprudentemente en una noche de lluvia.

La mayor parte de los perros de compañía pernoctan en casa. El perro es feliz en cualquier sitio: el pasillo, en la cocina o en el cuarto trastero. Basta que tenga a disposición un colchón o una vieja colcha. Los propietarios de ejemplares de talla grande prefieren en cambio hacer dormir a su perro al aire libre, en la terraza o en el jardín.

El lugar que debemos preparar al exterior para instalar la perrera será elegido al abrigo de la humedad y del viento. La caseta tendrá que ser proporcionada a la talla de su ocupante, teniendo en cuenta que necesita poder estar cómodamente de pie y dar la vuelta en el interior. La perrera clásica es de madera, en forma de pequeña casa con techo pendiente a los lados, preferentemente barnizada por dentro y fuera para defender la estructura de la acción corrosiva de la intemperie y para evitar la formación de nidos de parásitos. Será recomendable, además, que la caseta sea desmontable, de modo que permita una limpieza periódica total.

La perrera debe de tener una sola abertura, amplia, que permita al animal entrar y salir. Durante el invierno es necesario colgar en la entrada una manta o una colcha vieja; así podremos evitar que el perro tenga reuma. La caseta, además, deberá estar elevada del suelo diez centímetros y tendrá el techo recubierto por una lámina de cinc o de una capa de alquitrán. La cama interior consistirá en un colchón lleno de trozos de trapo o de virutas de madera, de modo que cada semana se pueda sacar a la intemperie para darle unas sacudidas al aire.

Cuando advirtamos que el perro está resfriado y tiene dolores articulares, en invierno se le dejará dormir en algún lugar caliente de la casa.