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Mientras el taxi se adentraba por la periferia de París, el guía echó una ojeada al reportaje sobre la familia que había fundado la cadena hotelera donde tenían reserva, en el Waldorf «Arc de Triomphe».

El pionero había sido John Jacob Astor, nacido en la localidad alemana de Waldorf en 1763. Con solo diecisiete años había emigrado a Estados Unidos —«con una mano delante y otra detrás», según el artículo— recién terminada la guerra de la Independencia.

Aunque no poseía capital alguno, su destreza como negociante le permitió comerciar con los indios americanos, a los que compraba pieles. No tardó en extender sus negocios a Asia, donde transportaba pieles en barcos e importaba artículos de lujo procedentes de China.

Tras conseguir el monopolio de las pieles en su país, »a su muerte el heredero William Backhouse Astor compró extensas parcelas en la ciudad de Nueva York, donde edificaría su primer hotel: el Astor House. A este le siguieron el Astor Hotel y la cadena de hoteles de lujo Waldorf-Astoria.

Un hijo de William, John Jacob Astor, provocó un gran escándalo en su época al divorciarse de su esposa y casarse con una jovencita de dieciocho años que podría haber sido su hija. Huyendo de los periodistas, se fueron de luna de miel por Europa y Egipto en 1912.

Al llegar a este punto, el artículo entraba en su sección más interesante:

Concluido el viaje, la pareja tuvo la mala idea de regresar a Estados Unidos a bordo del Titanic. Tras el fatídico choque con el iceberg, John Jacob Astor declaró con suficiencia: « Estaremos más seguros a bordo del Titanic que en un bote salvavidas». Sin embargo, al ver que la nave se iba a pique, acabaron abandonando su camarote y fueron a esperar noticias en el gimnasio. Cuando los pasajeros de 1.a y 2.a clase empezaron a subir a los botes salvavidas, J. J. Astor ordenó a Madeleine que subiera al último bote con la niñera y el resto de sus criadas. Fue el último adiós entre marido y mujer, que sería rescatada por el Carpathian y llevada al puerto de Nueva York. Cuatro meses después alumbró el hijo póstumo de su difunto marido, al que bautizó con su mismo nombre.

La perfumada cabeza de Solstice sobre su hombro rescató a Andreas del naufragio. El taxi ya había entrado en los primeros arrondissements de París.

Aunque había estado en la ciudad más de diez veces, el guía no pudo evitar admirarse ante la homogeneidad de los edificios estilo Hausmann, con sus plateadas buhardillas sobre las fachadas crema. Eso era algo de lo que carecía la caótica Barcelona, cuyos planes urbanísticos habían sido parciales, convirtiendo la ciudad en un pastiche de estilos y épocas.

Andreas pensaba en todo esto cuando, al perfilarse la torre Eiffel entre la bruma parisina, sintió la punzada de una revelación.

Sin saber aún qué había entendido, una vaga intuición hizo que sacara su transcripción del acertijo.

Antes de encontrar el tesoro habrás viajado

A Irkutsk o a Ciudad del Cabo

Aunque ninguna de ellas te lo ha dado.

Tras leerlo por enésima vez se dio cuenta de un detalle que podía no significar nada, pero que de repente le llamaba la atención. Los tres versos empezaban con una «A» mayúscula, letra que recordaba claramente a la estructura de la torre Eiffel.

Acto seguido recordó el año de la fundación de Irkutsk y de Ciudad del Cabo, 1652. Tuvo la certeza de que si lograba relacionar de algún modo aquella cifra con el gran icono de París, llegaría al meollo del asunto.

Sacó de su bolsillo la guía de la capital francesa que había comprado al llegar al aeropuerto y buscó la página dedicada a la construcción erigida con motivo de la Exposición Universal de 1889.

No tardó en dar con lo que estaba buscando: 1652 era el número exacto de escalones que conducían hasta el tercer nivel de la torre. Las tres «A» mayúsculas que encabezaban los versos podían apuntar en la misma dirección.

—Creo saber dónde se oculta la cuarta moneda —dijo electrizado a Solstice.

Acto seguido, indicó al taxista que en lugar de llevarles al hotel fueran hasta el Campo de Marte, el agradable paseo ajardinado bajo el mecano más grande del mundo.