La luz para el arca
Después de que el arca estuviera completamente untada de pez para sellar completamente todas sus rendijas, el interior de aquel navío antediluviano debía de estar muy oscuro. Pero al parecer no era así, porque «en el navío estaba suspendida una gran perla que relucía sobre todas las criaturas con el poder de su luz».
Llegados a este punto, haremos un inciso asombroso. El Libro de Mormón es la «Biblia» de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, una comunidad religiosa que se desarrolló en los Estados Unidos. Supuestamente, este libro fue entregado por un ángel al fundador de la Iglesia Mormona, el profeta Joseph Smith (1805-1844). Según los mormones, este libro se conservó durante miles de años en forma de unas planchas de metal ocultas en el interior de una colina. Sólo gracias a dos piedras traductoras que Joseph Smith recibió del ángel Moroni, pudo traducir aquél la antigua escritura al inglés. Las planchas cuentan la historia de los jareditas, un pueblo que abandonó su antigua patria en la época de la construcción de la torre de Babilonia y que atravesó los mares hasta América del Sur. Sus barcos eran «estancos como un barril, y cuando se cerraron las puertas también ellos quedaron estancos como un barril»[18].
Pero el interior de los navíos no estaba oscuro, pues el Señor entregó a los jareditas dieciséis piedras luminosas, dos para cada barco, y esas piedras arrojaron luz brillante durante toda la travesía, que duró 344 días. Se trataba, probablemente, de la misma fuente misteriosa de luz que en el arca de Noé.
Según las tradiciones judías, el señor hizo personalmente a Noé un dibujo del arca: «Y el Señor dibujó con el dedo ante Noé y le dijo: “Mira, así y así debe ser el arca”».
Los mormones tienen algo muy parecido. En el primer libro de Nephi (1,6) se lee: «Debes construir un barco de la manera que te mostraré para que yo pueda conducir a tu pueblo al otro lado de las aguas».
¿Copiaron, pues, los mormones su texto de alguna leyenda judía? ¿O fueron los judíos los que lo copiaron de la epopeya sumeria de Gilgamesh, o de la epopeya babilónica Enuma Elish? En esta última aparece también una variante del relato del diluvio en la que aparece un patriarca sobreviviente llamado Atra Haris y un dios, Enki, que, como siempre, manda construir un barco estanco sin ninguna abertura. También aparece la fuente de luz y la brújula.
No podemos dar respuesta a la pregunta de quién copió qué y de quién. No tenemos por qué suponer que haya existido un plagio por la sencilla razón de que en estas leyendas y libros santos aparezcan detalles semejantes. ¿Con qué derecho podemos excluir la posibilidad de que el texto original del Libro de Mormón estuviera grabado, verdaderamente, en unas planchas de metal primitivas? Lo que nos mueve a rechazar tal idea es, sin duda, nuestra vanidad judeocristiana. Y el hecho de que el relato del diluvio sea conocido bajo formas ligeramente diferentes en otras culturas no demuestra tampoco que los cronistas judíos hayan hurtado la idea. Habría muchos descendientes de la primera generación posterior al diluvio, que desarrollaron sus propias versiones del relato.
Los autores de estas leyendas con variaciones vivían en tierras, continentes, culturas y contextos religiosos diferentes. Entre estos lugares no circulaban las noticias; los viajes de un continente a otro todavía no eran corrientes. No obstante, de innumerables fuentes y de todos los rincones del planeta nos llegan relatos y tradiciones que son casi idénticos entre sí. ¿Acaso residía un mismo espíritu en las mentes diversas de estos escritores? ¿Albergaban todos idénticos pensamientos? Jamás! Algunas cosas no se pueden inventar. Ninguna fuerza de la imaginación podría haber actuado por todo el mundo del mismo modo y al mismo tiempo hace miles de años. Todas estas relaciones uniformes deben proceder de sucesos prehistóricos. Al principio, se escribieron relaciones de una experiencia real. A lo largo de los milenios, estas relaciones se han adornado y se han embellecido y cada pueblo se las ha atribuido a sus propios héroes y profetas legendarios. Pero en el núcleo primitivo queda el gran suceso, alrededor del cual se cristalizaron todas estas leyendas.