La crónica de un testigo de vista
En el primer mes del año trescientos sesenta y cinco de mi vida, el primer día del primer mes, yo, Enoc, estaba solo en mi casa (…) y aparecieron ante mí dos grandes figuras de hombres, como no las había visto nunca hasta entonces sobre la Tierra…[36].
Ésta es la enseñanza completa y verdadera de la sabiduría, escrita por Enoc, su autor (…), y ahora mi hijo Matusalén, te lo digo todo y lo escribo para ti. Te he revelado todas estas cosas y te he transmitido los libros que tratan de ellas. Conserva, mi hijo Matusalén, estos libros de mano de tu padre, y traspásaselos a las generaciones futuras del mundo[37].
Más claro, imposible. La fuente original del libro de Enoc procede del Enoc que vivió antes del diluvio, pues llama Matusalén a su hijo. Afirmar que todo ello no es más que una falsificación precristiana equivale a acusar al autor de contar mentiras puras y simples. Atribuir el libro de Enoc a fuentes diferentes del Enoc que vivió antes del diluvio sería una deshonra para la ciencia de la investigación textual. Sería también un caso horrendo de manipulación de los devotos, que se supone deben tragarse todos los platos predigeridos que se les presentan. Naturalmente, los investigadores también intentan descartar los textos inquietantes de Enoc tildándolos de «visiones». Esta palabrita se estira para cubrir todo lo que sobrepasa nuestra comprensión. Los teóricos de las «visiones» pasan por alto el hecho de que Enoc afirma expresamente que estaba despierto. Además, entrega a su familia instrucciones exactas sobre lo que deben hacer durante su ausencia. Tampoco puede haber sido una «visión al borde de la muerte», pues después de sus conversaciones con los «ángeles» regresa al lado de sus parientes sano como una manzana. Sólo mucho más tarde desaparece entre las nubes en un carro de fuego.
¿Qué tiene de importante, pues, este libro de Enoc? Sencillamente, que representa la corroboración de la filosofía paleobiet. Como en el Antiguo Testamento, Enoc presenta una relación de lo que sucede cuando los ángeles se amotinan.