PALABRAS DE RAFAEL ARGULLOL

Buenas tardes. En primer lugar, quiero agradecer al Círculo de Bellas Artes, y a su director, mi amigo César Antonio, por darme la oportunidad de participar en este acto, y quiero agradecerle esta oportunidad, porque a través de ella, yo puedo agradecer directamente a Ernesto Sabato alguna de las cosas que me ha dado a lo largo de estos años.

Por tanto, vaya mi agradecimiento al Círculo, como mediador de un agradecimiento directo que quiero hacer yo hoy al autor de estos libros bellísimos que me han acompañado a lo largo de, diría yo, veinte, veinticinco años.

Y dentro de estos agradecimientos a Ernesto Sabato, el primero de ellos es el agradecimiento que yo creo debe tener siempre el lector con un autor, sea un autor moderno o sea un autor clásico, en el caso de Sabato es un autor moderno, y clásico, que nos ha hecho participar de algo único en nuestra existencia que es participar de la belleza. En el caso de las obras de Ernesto Sabato, esta belleza no es una belleza fácil, no es una belleza epidérmica ni superficial, sino como todos ustedes saben, sus lectores, es una belleza difícil, una belleza profunda, una belleza contradictoria. Pero quizá es la belleza más valorable, y desde luego por mí la más valorada.

En ese sentido yo, cuando accedí por primera vez a un texto de Ernesto Sabato, debo decir que quedé literalmente deslumbrado. Y era un texto difícil, negro, aparentemente pesimista, claustrofóbico, como era el «Informe sobre ciegos», en la novela Sobre héroes y tumbas. A continuación leí también El túnel y Abaddón, leí sus tres novelas; el primer texto de Ernesto que llegó a mis ojos fue Sobre héroes y tumbas, y como acabo de decir, me pareció extraordinario.

Evidentemente este agradecimiento como lector, que se ha ido, creo yo, enriqueciendo a través de los años y a través de la lectura de los libros de Sabato, no puedo desvincularlo, y no quiero desvincularlo, sobre todo en días como los actuales, de una faceta de Sabato que está continuamente presente en su obra, directa, indirectamente, explícita, implícitamente, que es el fuertísimo componente ético de la obra de Sabato.

Él es un autor, en ese sentido, que yo creo no ha rehuido los desafíos éticos de nuestro tiempo, y en ese sentido ha sido un escritor comprometido, en el sentido más noble de esta palabra.

Desde luego ese componente ético de la literatura de Sabato, tiene su prolongación, como todos ustedes saben, en su propia actitud pública, ejemplar, en momentos extraordinariamente difíciles de su país, la Argentina, es decir, momentos extraordinariamente difíciles del mundo. También por ese componente ético, por esa actitud combativa, por ese rigor moral, yo quiero agradecer a Ernesto Sabato lo que a mí personalmente me ha dado a lo largo de estos años.

Y el tercer agradecimiento es, naturalmente, un agradecimiento estético. Ernesto Sabato tiene, y ha hecho todo lo que he dicho anteriormente, pero lo ha hecho siempre desde una capacidad creativa extraordinaria. No creo que exagere, y creo que aquí tendría mucho consenso si aquí digo que Ernesto Sabato es de los escritores más importantes de las últimas décadas, teniendo en cuenta el escenario internacional.

Pero esa creatividad, esa faceta creadora de Sabato es, creo yo, la que nos introduce a esa complejidad, a esa a veces oscuridad de la belleza de sus libros. Él evidentemente ha sido muchas veces calificado como un hombre pesimista ante el acaecer del mundo; yo no creo que sea exclusivamente pesimista.

Y continuamente reflejada en Sabato una suerte de doble alma, diurna, nocturna, por un lado es un mundo alucinado, un mundo de delirio, un mundo apocalíptico, pero también es un mundo de razón, es un mundo de luz, es un mundo de utopía.

A mí no me extrañó nada, cuando supe algunos componentes biográficos de Sabato, que él tuviera una formación científica, porque verdaderamente pienso que en él el científico y el poeta se superponen, o mejor, se yuxtaponen. En ese sentido, el delirio, la captación del delirio, la captación de la alucinación, su indagación en los subsuelos del mundo, va acompañado de un rigor de la razón que desde luego hace más potente todo aquello que él escribe, y desde luego lo hace más bello. Tampoco me extraña su parentesco, o sus afinidades con autores como Kierkegaard, o como Dostoievski.

Sabato reclama varias veces este tipo de relación, ese puente hacia esos otros autores que también indagaron, yo creo, en sus épocas, en sus tiempos, de una manera ejemplar, los subsuelos de la conciencia humana, los subsuelos de la existencia.

Por tanto, yo diría que efectivamente Sabato ha sido el maestro de esa indagación en nuestra época. Es el maestro del subsuelo, siempre que entendamos que a partir de esa indagación él siempre ha defendido ese componente utópico, ese componente ideal, ese componente proyectivo, esa defensa por una humanidad distinta, una humanidad nueva, y sobre todo una defensa de una humanidad marginada y oprimida que de una manera, no directa si quieren, está siempre presente en su obra.

Como no quiero extenderme mucho, yo voy a utilizar el último minuto, los dos últimos minutos de mi intervención, haciendo referencia a un viaje, Sabato viajero, no es el último viaje a España, estoy totalmente convencido, habrá otros viajes a España, una referencia del Sabato viajero, a un paisaje que también para mí es muy querido, y que él muy amablemente en sus palabras ha citado; y donde se refleja esta última fe utópica, que está continuamente presente en su literatura.

Me refiero a un viaje que hace Sabato en el año 1968 a Tübingen, al río Neckar, un viaje a la torre donde Hölderlin, el gran poeta alemán, estuvo varias décadas contemplando ese río que se había convertido, hecho poesía, en un río de una grandeza mítica, y de una grandeza simbólica extraordinaria. Las páginas que dedica Sabato a esa visita, a cómo él entró en contacto con esa atmósfera donde habían estudiado Schelling, Hegel y sobre todo el gran Hölderlin, cómo recordaba esos años en que Hölderlin, quizá loco, seguro que apartado del mundo, recreaba su propio mundo… a mí, esa referencia en su libro Antes del fin me ha llenado de emoción, me ha llenado también de gozo, porque yo creo que allí se resumía las tres admiraciones a las que me he referido al principio.

Por fin quiero leerles algo que el propio Ernesto Sabato recoge casi al final de estas memorias-testamento, de este libro Antes del fin, y son unas palabras del propio Hölderlin, aquel a quien en el año 68 él visitó, aunque fuera en espíritu, porque creo que son unas palabras muy de Hölderlin, pero también muy de Sabato, palabras en que se refleja en cierto modo esa hambre de luz en medio de la oscuridad.

Escribió Hölderlin, y escribió Sabato: «El fuego mismo de los dioses, día y noche, nos empuja a seguir hacia adelante. Ven, miremos los espacios abiertos, busquemos lo que nos pertenece por lejano que esto esté.»

Yo creo que resume muy bien la literatura y la obra de Sabato. Gracias.