ZOOLÓGICO

Las palabras que callo cambiarán de sentido:

yo no puedo decir tina cosa por otra, la poesía no se hace en los labios

sólo puedo llamarte por tu nombre, lo siento. Aunque del lado tuyo esté la tierra

y te parezcas como nunca al amor, bajo la astucia de sus manos

que encaminan los pasos de cada una de sus hijas.

Sí, todas las mujeres se te parecen, ahora que no te pareces a ninguna

bajo este sol que vuelve a mirarnos de frente como en los buenos días.

Al alcance de la aridez de la memoria, allí ensaya el olvido un canto como de aguas,

una inocente canción sin asunto que uno terminaría por aprender a oír.

Y se está bien caminando a tu lado en cualquier dirección, del lado de la tierra,

en dirección al zoológico donde el mono espera en su cátedra

para enseñar al hombre la gracia original, la impudicia, la alegría, la ternura originales,

el desdén por la miseria en que lo educa su locura.

Bello desierto de la inteligencia poblado estrechamente por el capricho del instinto

que gusta de encarnarse en variados disfraces.

Esta isla absorbida por su único ídolo viviente es un camello.

Nadie más monstruoso que este náufrago de la carne en la carne; pero él ignora otro culto que el propio

y no se reconoce en los demás ni en sí mismo.

También del lado suyo está la tierra que no hace distinción entre ninguno de sus siervos.

El horrible bufón cuenta con la piedad de la reina, su madre;

ella trabaja para él en la doble gruta hermética:

le adereza la cena frugal, cuida de que el desierto no le provoque en sueños

al despertar, la náusea del exilio,

y la bestia es un cauce por el que, en un tumulto de frescura, el olvido celebra su triunfo a toda orquesta,

una inocente canción sin asunto que uno terminaría por entonar.

Y se está bien caminando a tu lado en cualquier dirección, del lado de la tierra.

Frente a la jaula de las aves acuáticas, la poesía vuelve a hacerse en los labios.

Es una exclamación, por un instante, como cuando fue dicha la primera palabra;

las hadas no vivieron en un palacio semejante, porque en la fantasía ¿pudieron ser tan bellas

como lo son de hecho estos dibujos lineados en la altura, por el ocio del cielo?

Y es de nuevo el amor el tema de esta danza. Ni un drama alegre ni una triste comedia,

una acción que no vuelve sobre sí misma, deteniéndose, para dar lugar a un problema de conciencia.

La ceguera del acto puro, diré en términos que quisieran retener el resplandor de estos tres pares de alas

más blancas que la nieve de otro mundo;

el amor en su ceguera de acto puro, sin asomo de corazón ni de cabeza.

En esta lucha la perdedora es la vida, la triunfadora es la vida

y, cuando la balanza emplumada se incline por uno de los finos guerreros

ya el otro estará pronto a incorporarse —armonía del triángulo— par del esposo en privilegios.

Sus hermanos lo olvidan ahora, ellos giran del lado de la tierra

como un solo diseño de elegancia febril en el que todo trazo se define por otro.

Los largos cuellos se evitan en lo alto, alternativamente ascienden y descienden

para que no venga a turbar la ceremonia ni el más ligero juego de miradas con el calor que humaniza a las máscaras.

Ojos como de peces bastan al sacerdote cuyo templo es el huevo, para quien la pasión es sólo el desarrollo de su templo en la tierra;

y la sacerdotisa del amor por la especie pudo nacer en medio de los hielos donde se ignora la ternura.

Con todo, ésta es la primavera al desnudo. El engaño nos mueve a abandonar un espectáculo del que fuera expulsado

y henos aquí, otra vez, cristianamente, en la exclusión de las aves del cielo. En un sábado inglés, por la tarde.

Los rostros son trampas en que caen los rostros y el corazón tiene la palabra:

«Olvida —dice— olvida, olvida. Que los muertos entierren a sus muertos.

¿De dónde viene esta floración, este verdor, sino de tu necesidad de revivir?

Ni siquiera recuerdas a nadie. Todos los fantasmas son iguales. ¿Dónde se dice herido quien no siente dolor?

¿Qué es la historia de un hombre comparada con la historia del hombre?

Eres el hombre, ahora, el individuo, un ciudadano, un joven sin problemas que pasea con una muchacha hasta altas horas de la tarde.

¿Qué es tu pequeña historia comparada con tu historia?

Aquí tienes la vida bajo su única forma: el momento que vives, el día de mañana.

En todo lo demás te engaña la memoria, sólo la tierra recuerda a lo vivo.

Las nuevas hojas de este árbol recuerdan a las antiguas hojas, no obstante mira cómo».

Y se está bien caminando a tu lado, del lado de la tierra que hace hablar por ella al corazón, sin descanso

en un viejo lenguaje enjoyado de lugares comunes.

Una inocente canción sin asunto que yo también podría aprender fácilmente.

Pero el amor no se hace en los labios, la poesía no vuelve con las hojas.

Ella florece en el destierro, nunca en la misma estación, de año en años

y yo soy la serpiente, casi invisible en su celda de vidrio, en el rincón más sombrío del parque,

ajena a la curiosidad que apenas despierta, ajena a los intereses de la tierra, su madrastra;

yo soy ese insensible amante de sí mismo que duerme con astucia, mientras todo despierta.