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Catedral de Guadalajara, Guadalajara, estado de Jalisco

La Catedral de Guadalajara, también conocida como Catedral Basílica de la Asunción de Santa María, es uno de los monumentos más espectaculares y visitados de la capital del estado de Jalisco. El edificio ha soportado numerosos seísmos, aunque tanto su torre norte como la cúpula se encuentran algo dañadas.

En uno de los despachos que acoge en sus entrañas se veían las caras por primera vez José Antonio Sancho, el padre Salas y el padre Rincón. Los tres hombres recién habían terminado de visionar la grabación que el primero había realizado en el hogar de la pequeña Valeria.

—¿Y dice que la niña se encuentra sana y salva? —inquirió el padre Salas.

—Podemos ir a verla. Ahora está con su padre, aunque ambos están desolados. Desde luego no les he mostrado el vídeo.

—Señor Sancho, usted puede ser un aliado en esta dramática situación o un grandísimo enemigo.

—Espero no ocasionarles ningún perjuicio, ni a ustedes ni a las niñas. Pero también tengo mis prioridades, como periodista.

—¿Es usted creyente?

José Antonio se acarició muy lentamente la barba de tres días. Tenía ante sí a dos sacerdotes, pero debía ser sincero.

—Creo que dejé de serlo… Pero quizá recupere la fe, no lo sé. En estos últimos días he sido testigo de hechos increíbles, algunos tan horrendos como el que les acabo de mostrar.

—En el fondo algo de escepticismo siempre viene bien, ¿sabe?

—Imagino que para un reportero así es —respondió el español, sin tener muy claro qué había querido señalar el cura.

—Le rogaría que no hiciera públicas esas imágenes, de momento. Acabamos de recibir la autorización para realizar los exorcismos a esas pequeñas, y si los medios acuden como un enjambre nos volveremos todos locos.

—¿Qué quiere proponerme?

El padre Salas se acercó al periodista, como lo hubiera hecho con un amigo al que le uniese una larguísima relación.

—Acompáñenos, sea usted testigo de nuestro trabajo, asista a todo el proceso de exorcismo y regístrelo. A cambio le imploro que mantenga la máxima discreción hasta que hayamos liberado a esas niñas de Belcebú. Una vez todo haya terminado, y espero que así sea, podrá quedarse con la exclusiva, y difundir la noticia. Eso sí, tanto nuestras identidades como la de las familias deberán quedar siempre resguardadas.

Sancho lanzó un resoplido y meditó durante algunos segundos. Debía sopesar con cuidado los pros y los contras de aquella oferta.

—De acuerdo, acepto. Pero tendré que ir mandando un reporte diario a mi periódico, o mi director me obligará a regresar al D. F.

—¿Qué le parece contar paso a paso cómo se realiza un verdadero exorcismo?

—Quizá eso será suficiente.

Los dos hombres se estrecharon la mano. El español sintió que su gran historia estaba cobrando cuerpo, haciéndose más grande, más relevante. Ya se imaginaba escribiendo hasta un libro acerca de sus experiencias: se lo iban a rifar las grandes editoriales de USA. Entonces recordó dos aspectos importantes y decidió que al menos de momento compartiría uno de ellos con los feligreses. Rebuscó en su maletín y le tendió al padre Salas los libros que había hurtado de la casa de Valeria.

—Encontré esto en la vivienda de la niña. Quizá tenga relación con lo que le sucedió a la madre.

El padre Salas analizó ambos volúmenes, algo asombrado. Después dedicó unos minutos a hojear con esmero sus páginas.

—Esa buena mujer debió habernos esperado. Quizá hemos tardado demasiado, y no debemos perder más tiempo.

—¿Qué cree que sucedió? —preguntó el padre Rincón, que no pudo reprimir su curiosidad.

El padre Salas dejó los libros sobre una mesa y dirigió su mirada hacia una alta ventana, por la que entraba un potente haz de luz.

—Creo que la madre de Valeria fue muy valiente, y que desesperada trató de salvar a su hija como pudo. Y lo cierto es que tuvo éxito, aunque evidentemente no tenía ni la preparación adecuada ni la protección necesaria. Existe un fenómeno del que debemos siempre cuidarnos: el choque de retorno. Expulsó a Belcebú del cuerpo de su hija, pero el demonio de inmediato se introdujo en ella y se cobró su venganza de la manera más abominable.