CAPÍTULO 12

SISTEMAS DE CREENCIAS

Conformamos nuestras vidas alrededor de un sistema de creencias que actúan como dogmas y atrapan nuestras mentes.

Leyendo al insigne doctor David R. Hawkins se me ilumina la cara con una sonrisa cuando describe a esos buscadores espirituales que se alimentan de la creencia en la salud holística. Lo importante no es el nombre que se le dé, sino la creencia de que hay algo externo a ti que te puede hacer daño o que te puede amar.

“Nada externo a ti puede hacerte temer o amar porque no hay nada externo a ti” (UCDM, T-10.I.1:1).

“Tu mente es capaz de crear mundos, pero puede también negar lo que crea porque es libre” (UCDM, T-10.V.9:11).

David R. Hawkins nos dice: “Esta es la desventaja de la salud holística: un sistema de creencias que nos dice que hay muchas cosas que son perjudiciales para nosotros. Son perjudiciales para nosotros porque tenemos en mente que lo son. No existe tal cosa en el mundo real”.

Creo que no es necesario hablar del efecto placebo y del efecto nocebo por ser archiconocidos. Ellos nos demuestran la capacidad de nuestra mente para transformar cualquier cosa, incluyendo la conversión de un alimento sanísimo en veneno y la inocuidad de un alimento tóxico.

Nuestro sistema de creencias está en conflicto porque contiene creencias irreconciliables. Esto nos mantiene en un estado de inquietud, de no saber qué hacer. Tenemos creencias que se oponen a otras, creemos que hay cosas buenas y malas. Establecemos una jerarquía de valores supuestamente justificados por un sistema de creencias.

Todas nuestras creencias, sean las que sean, son limitantes. No hay creencias que no contengan algún tipo de limitación.

Y la que nos limita desde el primer momento es la creencia en que soy un ego, un yo separado de todo lo demás. A partir de esta premisa fundamental en la conformación de este mundo, creo y fabrico todo un sistema de creencias a cual más limitante.

El ego nos mantiene atrapados en una enorme creencia que, si la mirásemos a la luz de la compasión, solo podría darnos risa: “Hemos ofendido a Dios y Él nos expulsó del Jardín del Edén. Ahora, para poder volver a casa, tenemos que hacer cosas que sean de Su agrado”. Pero esto no puede ser fácil. El ego nos convence de que sí, de que podemos volver a casa del Padre, pero no sin esfuerzo y sacrificio. Entonces surge el ego espiritual, que nos mantiene enredados en un sinfín de cosas, haciéndonos creer que nos llevarán a casa.

No somos conscientes de que la Consciencia Divina es prístina, excelsa, impoluta y Ella solo puede verse a Sí Misma en Todos, pues somos la Expresión de esta divinidad.

No alcanzamos a comprender que el Juicio Final es el final de todo juicio, pues para escapar de este mundo de dolor y de sufrimiento solo hay que hacer una cosa: dejar de juzgar.

Los patrones de pensamiento que tenemos en la mente conforman sistemas de creencias. La culpa surge de la tendencia a juzgar y de las opiniones negativas. Las emociones negativas tienden a expresarse conjuntamente, de modo que todas ellas contribuyen a la enfermedad, incluyendo el orgullo, la ira, el deseo, el temor, la pena, la apatía y la culpa. Esta última, la culpa, es una forma muy sutil de tener razón. Es la arrogancia del ego sustentada por otra creencia aún más potente: “En Dios hay cosas que no pueden ser perdonadas”.

UCDM nos dice: “En ninguna otra parte es más evidente la arrogancia en la que se basan las leyes del caos que como sale a relucir aquí. He aquí el principio que pretende definir lo que debe ser el Creador de la realidad; lo que debe pensar y lo que debe creer; y, creyéndolo, cómo debe responder” (T-23.II.6:1-2).

La creencia en la carencia me lleva a pensar: “Si yo tengo, tú no tienes”. No somos conscientes de que aquello que no das es aquello que no tienes, y que nunca puedes quitarle nada a nadie, excepto a ti mismo.

“Recuerda que no careces de nada, excepto si así lo decides, y decide entonces de otra manera” (UCDM, T-4.IV.3:3).

La creencia en el contagio se sustenta en una infinidad de leyes científicas que la demuestran. La ciencia no contempla que hay vibraciones que van más allá de estas creencias limitantes, vibraciones sustentadas por la Compasión.

Si realmente quieres ser inmune, ten una mente libre de juicios. Los juicios siempre nos aprisionan y necesitan ser justificados por un sistema de creencias que yace oculto en nuestro inconsciente. Estas creencias acaban manifestándose en nuestras vidas en forma de circunstancias dolorosas, y en nuestro cuerpo en forma de enfermedades.

“Si estás dispuesto a renunciar al papel de guardián de tu sistema de pensamiento y ofrecérmelo a mí, yo lo corregiré con gran delicadeza y te conduciré de regreso a Dios” (UCDM, T-4.I.4:7).

Un yo que se reconoce en todos sus hermanos es un yo que deja de juzgar al instante. Transforma la percepción dual en una percepción holística de unicidad, y se convierte en una mente inocente porque no tiene conciencia del mal, pues no existe para ella. El mal solo existe en la mente dual, en la mente que juzga y se juzga para justificar cualquier cosa que le haga al otro. El mal solo se manifiesta en el mundo de la ilusión, en maya, donde la principal creencia es que hay una fuerza que puede oponerse a la divinidad. Creer que hay un poder que se puede oponer al Poder es idolatría. Solo existe el Poder, y todo lo que no sea Él es ilusión, sueño, irrealidad.

Toda nuestra historia, la historia de la humanidad, está repleta de episodios espeluznantes de horror y muerte, de guerras sin piedad y genocidios, y todos ellos fueron justificados por un bien mayor o para servir a un dios.

Todos nosotros, los creyentes, somos hijos de un dios menor, de un dios iracundo que exige sacrificios y adoraciones. Es un dios que nos impulsa a hacer guerras santas, a calumniar a todos aquellos que piensan diferente, a quemarlos, a ajusticiarlos, creyendo que de esta manera limpiamos el mundo.

Nuestro mundo es una locura atrapada en un sistema de creencias que nos enloquece y nos tiraniza. Estamos solos, desamparados, tenemos que hacer todo lo posible para tener, porque si yo tengo, el otro no tiene. Nace una competencia en la que no hay que mostrar debilidad; decido guardar información porque sé que me da poder.

Este mundo solo perpetúa los problemas con los que queremos acabar. Medio mundo hace régimen y el otro medio se muere de hambre. Surgen más y más cruzadas contra la enfermedad, contra el hambre, contra la guerra, contra las injusticias y nunca en la historia reciente se recuerda a tantos desplazados por contiendas que nunca tienen fin. Justificamos la existencia de guetos para protegernos del terrorismo, y no nos damos cuenta de que nosotros mismos lo estamos alimentando. Estamos locos en un mundo demente. La cordura y el diálogo brillan por su ausencia: solo hay posturas radicales que se confrontan una y otra vez. Hacemos leyes para justificar nuestros desmanes y luego decimos que estamos sujetos a ellas. Solo cambiamos aquello que nos conviene, sobre todo a nosotros, dejando aparte a todos aquellos que no piensan igual. Mentimos, tergiversamos los hechos, los maquillamos, los justificamos, los ajustamos, siempre intentando manipular y controlar para sentirnos seguros.

Llegamos a decir cosas como: “Gracias, Señor, por no tener que pasar por estas penalidades ni por estos horrores. Gracias, Señor, por mantenerme sano y a salvo de la enfermedad”.

“La mente es muy poderosa y jamás pierde fuerza creativa. Nunca duerme. Está creando continuamente. Es difícil reconocer la oleada de poder que resulta de la combinación de pensamiento y creencia, la cual puede literalmente mover montañas” (UCDM, T-2.VI.9:5-8).

“El mundo que vemos refleja simplemente nuestro marco de referencia interno: las ideas predominantes, los deseos y las emociones que albergan nuestras mentes” (UCDM, Prefacio, p. xiii).

El Estado de Alerta

Hay que mantenerse alerta ante los pensamientos que abriga nuestra mente y ante cómo los utilizamos a cada momento. Hay que mantenerse alerta, pues en cada instante tengo la oportunidad de redirigir el instante siguiente. Todo tiene un sentido, y cuando estoy viviendo una experiencia, lo que yo determine que esa experiencia es en ese instante, determinará el instante siguiente y marcará una dirección. Una mente en estado de alerta es una mente que está abierta al Campo de la Consciencia y convierte este instante en santo.

En el estado de yo soy tú siempre sabes que todo encuentro es contigo mismo, por muy desagradable que sea. Comprendo que mi vida tiene un propósito, un para qué. No trato de comprender cuál es el propósito. Solo vivo de instante en instante con la certeza de que estoy donde debo estar, porque mi mente se mantiene ocupada en lo que hace a cada instante, sabedora de que ese es el predecesor del siguiente en una línea espacio/temporal que no puede ni imaginar.

Este estado de alerta activa el observador que observa al observador, sabiendo que el observador es la manifestación de la conciencia y que lo que lo observa es la Consciencia Misma. Yo puedo trasladarme mentalmente al estado Consciente cuando dejo de lado toda presuposición, toda suposición, todo juicio, todo deseo de controlar cómo me gustaría que fueran las cosas.

En este estado de alerta empiezan a trascenderse las creencias, que se ven como herramientas de convivencia, porque las necesitamos para justificar nuestros actos y mantenernos en la línea que separa el bien del mal. Queremos ser justos. ¿Con quién?, pregunto yo. Solo puedes ser justo contigo mismo, pues tal como consideres al que llamas tú, tal como lo trates, así te considerarás y te tratarás a ti mismo. Un curso de milagros nos recuerda que “[…] en tus semejantes o bien te encuentras a ti mismo o bien te pierdes a ti mismo” (T-8.III.4:5).

Un truco al que siempre recurro para vivir de instante en instante es la mente de tortuga. Como ya sabemos, la liebre corre mucho más que la tortuga, es muy rápida con relación a ella. Lo que no sabe la liebre es que ser veloz no es importante, lo importante es cuán lejos llegas. La tortuga vive muchos más años que la liebre, y cuando esta muere, ella sigue andando sin parar, y al final de la vida el camino que ha recorrido es muy extenso.

Si traslado esta analogía a mi mente, puedo decir que, cuando estoy en modo liebre, la ansiedad se apodera de mí y el tiempo se encoge. Cuando estoy en modo tortuga, entro en un estado donde el espacio y el tiempo se dilatan, y mi trabajo cunde muchísimo. Ni que decir tiene que el estado mental de la tortuga siempre es más beneficioso para mi salud física y mental.

El mundo dual, en el que todo se ve separado, se trasciende cuando vives con la certeza de que solo puedes encontrarte con otra parte que también eres tú mismo, sencillamente porque ambos somos una unidad.

Mantenerse en estado de alerta es mantenerse en el estado yo soy tú.

“Ni uno solo de los Pensamientos de Dios tiene sentido en este mundo. Y nada de lo que el mundo acepta como cierto tiene sentido alguno en Su Mente”. “Si una sola de las creencias que en tanta estima se tienen aquí fuese cierta, entonces todo Pensamiento que Dios jamás haya tenido sería una ilusión. Pero si uno solo de Sus Pensamientos es cierto, entonces todas las creencias a las que el mundo otorga significado son falsas y absurdas. Esta es la decisión que tienes ante a ti.” (UCDM, T-25.VII.3:3-4,7-9).

Tengo que limpiar mi mente de cualquier identidad y dejar de identificarme con cualquier valor de este mundo. Todos, absolutamente todos, son falsos. Esto no quiere decir que no tengas familia, ni que no tengas el deber de mantenerla y cuidarla, ni que no te guste que gane tu equipo favorito; todo eso está muy bien, pero no es verdad. Cualquier apego te llevará al dolor y al sufrimiento. Estate en el mundo, pero no pertenezcas a él. Vive en el mundo; sé un espejo limpio y veraz en el que todos puedan verse a sí mismos. Recuerda: todo es efímero.

“Justificar uno solo de los valores que el mundo apoya es negar la cordura de tu Padre y la tuya” (UCDM, T-25.VII.4).

Observo el mundo y ¿qué es lo que veo? Dolor, carencia, iniquidad, violación, robos, enfermedad, muerte, sufrimiento, egoísmo por doquier. Y todo esto se debe a una emoción que lo engloba todo: el miedo. Decir que el mundo es demente es acertar de lleno; sobre todo el mundo del ego, donde cada uno persigue un sueño de felicidad inalcanzable. El ego promete, pero no da; su forma de operar es dar para obtener, y él pide fidelidad a su forma de pensar.

Ante este mundo, solo tienes dos opciones, o lo reafirmas con tu miedo y con la creencia en la separación, o contemplas la santidad y la esperanza con la certeza de que tu forma de ver colapsará el mundo y dará lugar a otro estado de cosas. La primera opción siempre se basa en yo no soy tú, y la segunda es la que te estoy proponiendo en este libro: Yo soy Tú.

Estar en el Yo soy Tú es tener plena conciencia de que mi forma de percibir, mi forma de ver, refuerza un tipo de mundo. Mi percepción resuena en el Campo de la Consciencia, creando situaciones y hechos que permiten seguir reforzándola.

“La creencia de que es posible perder no es sino el reflejo de la premisa subyacente de que Dios está loco. Pues en este mundo parece que alguien tiene que perder porque otro ganó. Si esto fuese cierto, entonces Dios estaría loco” (UCDM, T-25.VII.11:1-3).

En realidad, no soy víctima de los virus, de las enfermedades ni de los accidentes, ni de nada que se le parezca. Todo está en mi mente, ella es la que debe ser sanada. Hace falta un alto nivel de conciencia para aceptar que la mente tiene tanto poder.

Nada sucede por casualidad. No es el cuerpo el que necesita curación, sino la mente. El cuerpo necesita tratamiento, que es algo muy diferente. Una mente sanada opera en la modalidad 1 + 1 = 1 —holística— y el cuerpo hay que tratarlo con una mente que opera en la modalidad 1 + 1 = 2 —dual—.

El cuerpo está sujeto a las leyes de la dualidad, en las que tú y yo estamos separados. La mente sanada, con una conciencia abierta al campo de la Consciencia, siempre sabe que Yo soy Tú.

El doctor David R. Hawkins nos cuenta en sus libros la serie de enfermedades por las que pasó. Él despertó a la Consciencia, y una de las causas de su despertar fue que conoció a un grupo de estudiantes de Un curso de milagros. Tal como explica en El ojo del yo, en aquel tiempo estaba estudiando y analizando, entre otras cosas, las valoraciones de diversos textos sagrados. En otro de sus libros nos dice:

“Años después, participé en grupos de Un curso de milagros y me sorprendió descubrir que los pesticidas ya no me producían migrañas. Entré directamente en una casa que había sido rociada, y de repente supe que ya no estaba sometido a los sistemas de creencias.”

Y añade:

“Dentro de cada uno de nosotros está esa inocencia innata que nunca muere, por más tiempo que vivamos; es intrínseca a la naturaleza de la conciencia. Esta inocencia infantil es la que compró el error o el programa negativo originalmente. Es conveniente ser conscientes de que esta inocencia infantil intrínseca sigue estando presente en todos”.

Pero en mi consulta veo cada día que las personas que vienen están en la mente justificativa. Dan explicaciones a sus desencuentros, a sus males. Cuando se les pregunta en qué escenario están cuando se les manifiesta tal o cual síntoma, no tardan en dar explicaciones de por qué les pasó aquello. Están en su historia, en su proyección, en su justificación, en el hacer. No paran de dar explicaciones, no entran ni por un instante en un espacio de silencio y reflexión que les permita observar la situación sin juicio y sin culpabilidad para poder verla libremente.

Como diría David Hawkins, vivimos la mitad de la vida hipnotizados por nuestras creencias y nuestras explicaciones. Nuestros programas, nuestras creencias, han sido depositados en nuestra mente —en nuestro inconsciente—, por las fuerzas de la psique familiar y colectiva, porque en su inocencia estaba abierta a todo lo que nos enseñaban.

Tenemos que cuestionar cualquier valor, cualquier creencia, sin caer en la trampa del juicio: esto está bien, esto está mal.

El perdón es el gran antídoto para cualquier enfermedad. Entrenar y habituar la mente a estar en el estado de presencia es un requisito fundamental para entrar en el proceso de curación.

Hay personas, que se autodenominan espirituales, que cuando están en una situación que no les gusta dicen cosas como: “Ahora estoy en la oscuridad”. No son conscientes de que niegan su luz, de que siempre estamos frente a nosotros mismos y a nuestros juicios. Esta actitud nos obliga a vivirlos, pues les estamos dando forma y haciendo que colapsen en nosotros.

Nuestro campo energético está creando nuestra realidad. La curación es el resultado de estar dispuesto a aceptar que esto es así y que somos los únicos responsables. Hay que soltar los sentimientos negativos de baja vibración porque nos llevan al colapso del organismo.

La conciencia nos enseña que todo lo que vivimos en nuestra vida es consecuencia de la manipulación de nuestra inocencia. Es urgente que el yo de cada uno recupere esta inocencia dejando de juzgarse y de juzgar a los demás. Desarrollar la compasión y la comprensión al observar a nuestros ancestros es liberarlos, porque, como ya sabes, todos somos Yo.

Un curso de milagros nos enseña a tener una Percepción Inocente:

“No hay ni un solo instante en el que la santidad de tu hermano no se pueda ver y con ello añadir abundante riqueza a cada diminuto fragmento y a cada pequeña migaja de felicidad que te concedes a ti mismo” (UCDM, T-26.I.5:4).

“Dios no cree en el castigo. Su Mente no crea de esta manera. Dios no tiene nada contra ti por razón de tus malas acciones” (UCDM, T-3.I.3:4-6).

Desde el punto de vista dual de un yo separado de un tú, estas frases no tienen sentido. El ego siempre busca culpables. En su forma de ver y entender el mundo, no cabe la posibilidad de que las cosas que me ocurren tengan que ver conmigo. Él siempre proyecta la culpabilidad, y este es el motivo de que en este mundo vivamos en la separación.

“[…] juzgar implica que abrigas la creencia de que la realidad está a tu disposición para que puedas seleccionar de ella lo que mejor te parezca” (UCDM, T-3.VI.2:12).

Cuando vivo en la certeza de que Yo soy Tú, el ego empieza a perder fuerza progresivamente. A la luz de esta verdad, tomas conciencia de la creencia increíble que es el ego.

Estoy viendo una película sobre la ocupación nazi en París, y en ella se dice: “Si quieres conocer verdaderamente a alguien, haz una guerra”. En la película, los nazis están en una localidad cerca de la capital y se aposentan en las casas de los vecinos. Aquí empieza la historia del ser humano y del ego en toda su plenitud. Denuncias de unos contra otros, traiciones, abusos, engaños. En el colmo de —no sé qué palabra poner— muchos pasan hambre y otros tienen de todo, pues viven en el chateau del señor alcalde. Una noche, su mujer pilla a un vecino robando unos pollos. La mujer increpa a su marido, pidiéndole que haga algo y lo denuncie. Así lo hace y, al ir los nazis a detener al ladrón, este se defiende, mata a un oficial y consigue huir. El comandante nazi detiene al alcalde y le dice: usted es el responsable de todo, pues es su alcalde. Si no encontramos al ladrón en 48 horas, le fusilaremos. No hace falta añadir que lo fusilaron. A raíz de este pequeño robo, al que se le dio una importancia vital —el alcalde ya le había dicho a su señora: “déjalo estar, no importa”— murieron una serie de personas. ¡¡Y todo por un par de pollos!!”. Es para morirse de risa, si la cosa no fuera tan dramática. Pero lo cierto es que sonreí.

Muchas veces lamentamos que no sabemos por qué nos suceden las cosas. Estamos sembrando constantemente en el jardín del Campo de la Consciencia y esta nos ofrece nuestros frutos.

“El secreto de la salvación no es sino este: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo” (UCDM, T-27.VIII.10:1).

Un espacio para reflexionar sobre el alcance de las creencias

“El pensamiento no se puede convertir en carne excepto mediante una creencia, ya que el pensamiento no es algo físico” (UCDM, T-8.VII.7:4).

“Pues vuestras creencias convergen en el cuerpo, al que el ego ha elegido como su hogar y tú consideras que es el tuyo.” “El ego se une a una ilusión de ti que tú compartes con él” (UCDM, T-23.I.3:3,5).

“Ninguna creencia es neutra. Cada una de ellas tiene el poder de dictar cada decisión que tomas” (UCDM, T-24.Intro.2:3-4).

“Pero la mente que cree ser un cuerpo, ciertamente está enferma” (T-25.Intro.3:2).

“Puesto que crees estar separado, el Cielo se presenta ante ti como algo separado también” (T-25.I.5:1).

“La salvación no es más que un recordatorio de que este mundo no es tu hogar. No se te imponen sus leyes, ni sus valores son los tuyos. Y nada de lo que crees ver en él se encuentra realmente ahí” (T-25.VI.6:1-3).

“El Hijo de Dios no está encadenado por nada excepto por sus propias creencias”. (UCDM, L-277.2:2).

“Tú no puedes ser tratado injustamente. La creencia de que puedes serlo es solo otra forma de la idea de que es otro, y no tú, quien te está privando de algo” (UCDM, T-26.X.3:2-3).

“Puedes esclavizar a un cuerpo, pero las ideas son libres, y no pueden ser aprisionadas o limitadas en modo alguno, excepto por la mente que las concibió. Pues esta permanece unida a su fuente, que se convierte en su carcelero o en su libertador, según el objetivo que acepte para sí misma” (UCDM, T-19.I.16:4-5).

NO EXISTE UN YO Y UN TÚ.

SOLO EXISTE UN YO EXPRESÁNDOSE,

EXPERIMENTÁNDOSE A SÍ MISMO Y EN SÍ MISMO,

A TRAVÉS DE UNA INFINIDAD DE CONCIENCIAS

PARA VIVIR LA GRANDEZA DE LO QUE SOMOS

Y NUNCA PODREMOS DEJAR DE SER.

NO HUYAS à ¡¡MUÉVETE!!

NO BUSQUESà ¡¡EXPERIMENTA!!

NO VAYAS à ¡¡SÉ TÚ MISMO EN TODO!!

NO PREGUNTES à ¡¡TÚ ERES LA RESPUESTA!!

NO JUZGUES à ¡¡PUES ES IMPOSIBLE LIBERARTE DE DICHO JUICIO!!

NO EXISTE EL OTRO à ¡¡SOLAMENTE EXISTE UN MAR DE CONCIENCIA!!

TÚ NO ERES UNA GOTA EN UN MAR à ¡¡ERES EL MAR!!

NO TENGAS MIEDO à¡¡LO QUE TE DA VIDA TE SUSTENTA!!

Enric Corbera