7

 

«Fuimos pues al Instituto de medicina Legal, yo cruzaba los dedos, me preocupaba la idea de otra tragedia ligada a nuestros nombres. ¡Dios, cuando iría a parar!

«—Por aquí, síganme —dijo el inspector López.

«Caminamos hasta llegar al salón.

«—Doctor Conde, Ella es la señorita Stanley —anotó el inspector— es la hermana del presunto desaparecido, Robert Stanley.

«—¡Por aquí! —Indicó el doctor acercándose a una de las mesas. Nos juntamos alrededor. Tomó el botón de la cremallera— Esto puede ser muy duro.

«Nos miró un instante y abrió la bolsa.

«La chica miró el cadáver por tres segundos y luego soltó un aullido inhumano, y flaqueando se dejó caer en mi regazo, lloró con tanta pesadumbre que de forma lenta se fue deslizando al piso, y maldiciendo, sin palabras, la hora en que habían dejado su ciudad para ir allí. Hizo un esfuerzo por sujetarla pero el inspector, que era un hombre fuerte, tuvo que ayudarme. Él la levantó y la sacó del cuarto. Yo quería desaparecer.          

«—¿Señor Johnson? —Insistió el médico forense— ¿Señor Johnson está usted bien? —Trataba de recuperar mis sentidos—. ¿Es algún pariente suyo?

«—No. Digo, sí. —Vacilé—. Es una larga historia, disculpe ¿Tiene un baño?

«El hombre me indicó un rincón de la habitación, justo al lado de una pequeña oficina revuelta de papeles. Era estrecho y oscuro, pero tuve el tiempo y la sensatez para encender primero la luz; me acerqué al retrete, tomé la misma posición para descongestionar la vejiga, incliné la cabeza solté todo de un tirón.

«Vomité y seguí vomitando. Vodka. Vodka y pescado. ¡Qué hedor! Tiré de la cadena  ¡Gran final para un día tortuoso! Me lavé bien, boca y manos, y salí mareado del cuartico; el doctor Conde me observaba desde la mesa del cadáver.

«—Me gustaría enseñarle algo —dijo— pero si no se siente bien podría verlo mañana.

«—No se preocupe Doc. —Dije riendo con ironía— ya me estoy acostumbrando a esto, —el doctor no entendía el significado de mis palabras. El camino hasta la mesa se me hizo largo—. ¿Qué quiere que vea?

«A juzgar por la forma en que se veía; el color aun rojizo de sus mejillas, el pelo grande ondulado, las manos flexibles y la piel suave, cualquiera pensaría que estaba durmiendo. El doctor Conde puso su mano sobre la pequeña cabeza, empujó con fuerza para doblarla, debió levantarlo un poco, expuso ante mí el cuello desnudo y amarillento. La parte lateral derecha de su cuello tenía dos pequeñas incisiones, y en la zona de la nuca el dibujo, trazado con bisturí, de la estrella de David perfectamente delineada.

«—¿Ve esto? —Apuntó el doctor con su dedo índice— es un símbolo satánico, de alguna secta que hace un tiempo opera en la ciudad, no es la primera vez que alguien que viene a mi sala muerto lo lleva dibujado. La semana pasada llegaron tres, dos varones y una mujer, bastante jóvenes por su puesto. Fueron los primeros que vi con este símbolo más las heridas. La policía ya ha capturado a varias personas que están ligadas a ésta, pero todos ellos, dicen practicar el satanismo, más niegan tener que ver con esta serie de asesinatos.

«—¡Ya veo!

«Saqué mi celular del bolsillo, movió algunos botones y luego apunté al dibujo. El doctor me quiso interrumpir.

«—¡Espere! ¿Qué cree que hace? —Masculló— ¡No puede hacer eso!

«—Lo siento doctor, es mi familia, —le dije con sequedad— Los Johnson nos metemos de lleno en nuestros asuntos.

«Tomé la fotografía al gráfico.

«—¿Cuál fue la causa de muerte?

«—Bueno, aun no he hecho la autopsia pero, a simple vista podría decir que, perdida desmedida de sangre, y asfixia. —Ojeó una vez más el cadáver, tomó el botón de la cremallera y volvió a cerrar la bolsa— A pesar de ser pequeña, lo más probable es que la herida haya sido la causa de su desangramiento.

«—¿Algo más que debiera mostrarme, doctor?

«—¿Algo como qué?

«—No sé, quizás otra marca, alguna otra herida. Qué sé yo.

«El doctor Conde se quedó pensativo un momento.

«—No. En realidad aquella era la única, que igual, pienso fue demasiado para un niño de apenas seis años. ¡Malditos enfermos! —Escupió—. La autopsia estará lista para mañana, entonces podrán pasar a recogerlo para su eventual sepelio».

 

El 24 de julio de 2008, Vero y yo discutimos porque su madre, bella ateniense y sabia mujer, había cumplido años el día anterior, y yo, por andar demasiado metido en los asuntos de los Johnson lo había olvidado por completo, así que ni regalo ni llamada le hice. Como consecuencia obtuve un castigo de dos noches durmiendo en el sofá, de complemento me quitó la tevé, de esta manera evitaría que me trasnochara en entretenimiento «mundano», le puso seguro al estudio, se quedó con mi computadora y hasta me quitó las llaves del auto; su idea de castigo era que, ya que ella no era capaz de hacerlo, sí me matara el tedio.

Con un poco de fortuna vi bajo el sofá el libro que mi compañera y abogada Vanessa Tabares me había prestado para leer; Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas. Me apestó de entrada, pero sin nada más que hacer intenté leerlo. Pensé que, al no ser extenso, podría devorarlo de una tirada. Así que me agaché y tras meter la mano debajo del sofá  lo saqué de allí. Pensé en que, al acabar con la lectura, de inmediato, tenía que esconderlo otra vez, no fuera que mi amada mujer lo viera y también, para su diversión personal, me despojara de él.

Ahora que lo tenía entre mis manos mi intensión de retomar su lectura quedaba de nuevo en «veremos» porque del interior de sus páginas saltó un separador de color verde oliva que fue a dar al piso. Me agaché a recogerlo. Presentaba estos títulos en orden ascendente: «FRATERNIDAD ADONAÍ; Enseñanza y conocimiento de sabiduría antigua; Conferencias gratuitas; VIERNES 8 PM;  Aprenda: Cábala, Astrología, Numerología, Quirología, Autoconocimiento… ¡Libere su espíritu ya! MEJORE SU VIDA, Ahora usted logrará el cambio, CALLE 17 # 6-322». Y como un detonador, o cual palanca de fusible es empujada, se vinieron a mi mente las palabras de Vanessa aquella mañana: «sólo es cortesía. Él y yo asistimos a la misma fraternidad»

—¿Ahora qué estás tramando, Timoteo París? —Preguntó la voz de Verónica desde la escalera a nuestra habitación. La mujer completó su descenso hasta llegar junto a mí. Sentí su aroma fresca de vainilla y clavo de olor.

Le mostré el afiche. Ella, curiosa, lo ojeó por ambos lados.

—Dicen de esto que es muy efectivo —apuntó displicente.

—Sí, eso he oído. ¿Recuerdas a Vanessa Tabares? Ella asiste a esta fraternidad, es la dueña de este libro. Puedo asegurarte que además de ser una chica inteligente, aunque es algo fea, a muchos les resulta atractiva. Supongo que debe ser su carisma.

—Carisma aprehendido en la fraternidad. —Por el rabillo del ojo noté que se me quedaba viendo— Haber, Timoteo, ¿cuál es el misterio?

—Se supone que es magia blanca. —Dije sacudiendo el separador.

—Sí, ¿cuál es el misterio? —Repitió.

—¿El misterio? —Dije después de meditar mi respuesta— el misterio soy yo.

—¿Tim? —Se cruzó de brazo intentando obtener un mejor panorama de mi rostro y levantó una ceja viéndome con desconfianza.

—Me gustabas más cuando estabas enojada.

—¿Ah sí? —Expresó y me arrebató el libro— ¡Yo me quedo con esto, tú te puedes quedar con el folleto, no sería nada malo que mi marido aprendiera un poco de magia blanca!

Mientras se volvía altiva por la escalera sacudiendo los boleros de su vestido blanco, mi mente cavilaba sobre sus palabras; dije en voz baja:

—Tabares Vásquez, Vásquez Johnson, ¿Por qué no? No suena tan descabellado: ideas más torpes se han visto… —alcé el volumen de mi voz para que ella escuchara—: Tienes razón, querida, no sería mala idea que tu marido aprendiera un poco de magia blanca.

 

«Jack estaba en la sala de estar cuando regresamos. Sonia continuaba ahí acompañándole en medio de la penumbra. Había sólo una lámpara encendida y estaba alejada cerca del pie de las escaleras. La pelirroja se levanto para abrazar a Alex envuelta en su tristeza inconsolable.

«—Yo me encargo señorita. No se preocupe —dijo con voz grave Maximiliano.

Mi hermano se puso de pie esperando de mí una respuesta, aunque por el llanto de la chica ya pudiera deducirlo.

«—Era él. —Dije y no pude ocultar mi decepción— ¡Estoy maldito, Jack! —Comencé a llorar arrojándome a los brazos de mi hermano menor— ¡soy un maldito!

«—Llora hermano, llora lo que quieras —dijo.

« Me aparté al recordar el confort que hay en beber grandes cantidades de vodka, dejé de llorar en un instante, limpié mis lágrimas y fui al bar, me serví un trago y tomé asiento en un cómodo sillón de cuero a tararear una triste canción. Bebí tres y más copas sin medir el volumen; antes que pudiera calcularlo, me había quedado dormido. No. La bebida me había noqueado.

 

«Tuve un sueño libidinoso; tomaba tragos de licor sangriento de una botella de vodka; cuando ya estaba demasiado borracho se me desbocó derramando el líquido sobre la alfombra de la sala de estar, éste no se acababa, goteó y goteó hasta que la habitación se inundó. Pronto me vi nadando en un mar purpura hacia ningún lugar, lo disfrutaba, como disfrutaba del buen licor. Luego vi un pequeño bote en el que su remero era Alex transportando a sus dos hermanos, ella me miró y yo le pregunté hacia donde iban, el pequeño Robert Stanley levantó su manita hacia el occidente, a donde yo alcé la vista y vi que el sol reflejaba el lago en que nadaba, tuve miedo y ella me pidió que subiera a la barca, pero me negué, no quería ir hacia allí, era demasiado carmesí, ella insistía extendiéndome su rosada mano; de repente cayó una lluvia del mismo rojo del agua, vi que de todos los lados venían bestias de agua que me aterraban; ella comenzó a llamarme por mi nombre, “Kave. Kave”.

“Kave. Kave”.

«Abrí los ojos y reconocí al médico de la familia. Tenía el dorso de la mano sobre mi cuello, midiéndome la temperatura. También estaban en la habitación Jack y Maximiliano.

«—Kave ¿Me escuchas? —Preguntó y supe que le había dado una respuesta por que el doctor añadió—. ¡Bien, ahora dime cuantos dedos ves aquí!

«—¿Dos?

«—Todo está bien, —dijo el doctor— no hay fiebre y no hay nada en su cabeza de qué preocuparse más que una dosis excesiva de vodka.

«Me dio la impresión que recogía sus instrumentos. Traté de incorporarme. Noté que estaba de día y la luz que entraba por los ventanales me molestaba más que la de la lámpara a mi lado. Pregunté la hora.

«—Son las doce y media y ya la funeraria recogió al niño. —Anotó Jack— Está aquí en casa, más tarde será su sepelio. No te preocupes Álvaro Vásquez llenó las formalidades. Sonia está con Alex en la sala. Hay mucha gente abajo que hará preguntas. —Advirtió. Y es que para zafarse de los cuestionarios sociales yo, aunque torpe, era sí más hábil que mi hermano—. Otra cosa; —se acercó un poco más— En el estudio está Ronald Valencia. Vino a verte.

«Tenía puesta la misma ropa de la noche anterior y olía estupor. Después de despedir al doctor pedí a Maximiliano que me preparara un baño frío. Antes de bajar a resolver el problema con los chismosos, tenía que deshacerme del vigilante.

«No quedé muy sobrio después de algunos trucos que conocía el mayordomo para la resaca, pero tardé poco en estar listo y dirigirme al estudio en la segunda planta, para verme con Valencia. Al entrar en el estudio lo vi clavado en el paisaje montañoso pintado en un cuadro. Usaba sombrero gris del mismo color de su elegante traje. Al sentir mi presencia se volvió. Cruzamos un saludo de manos. Me pareció que tenía mucha energía guardada. En realidad era que yo estaba debilitado. Valencia era un hombre alto y delgado, muy seguro de sí mismo a pesar de su apariencia de catedrático. Tenía acento rarongo, sureño, tal vez ecuatoriano o peruano, usaba lentes de marco fino, algo alejados de la órbita ocular, casi en la punta de la nariz, lo que le daba un aire de fisgón que le pesaba.

«—¿Sabes que no es buen momento?

«—No, Kave. Es el mejor momento.

«Valencia era consciente que no era bien recibido en mi casa, pero a él, como a muchos de nuestros amigos y rivales, no parecía importarle lo que pensaran los demás siempre que ello implicara el desarrollo de su tarea. Esto es típico de cualquier vigilante. A veces los modales sobran.

«—¿Qué quieres?, —dije— lo que pasó ayer no tiene que ver con lo que hacemos.

«—¿Qué pasó ayer, Kave? —Me miró como si quisiera leer lo que había detrás de mis ojos— ¿Tú lo viste?

«—Vi el cuerpo. No había marcas… No es el momento, estoy en medio de una calamidad ¿No lo ves? hablaremos en su debido tiempo.

«—¿Cuándo? —Preguntó amonestando. Caminó hacia el escritorio donde acarició el borde de un montículo ordenado de papeles. El ignoraba que se trataba de mis cuentos impresos— Ya ha pasado mucho tiempo desde la muerte de tu madre, Kave. ¿No irás a pedir más tiempo con lo que pasó ayer?

«—No tengo miedo. —Dije— Incluso he estado pensando en retirarme.

El visitante rio breve. Levantó las manos como si estuviera libre de culpa, dio media vuelta y fue hasta el umbral de la puerta. Sin volverse, dijo:

«—No puedes escapar, Kave. Nadie puede.

«Desapareció por el pasillo. Solo dos minutos después de intentar recobrar la compostura, dejé el estudio. Abajo habían muchas más personas de lo que imaginé, ello incluía algunos periodistas que ya identificaba por su nombre de pila. Jack ya los había controlado y, aunque iban envueltos en sus disfraces de luto, sabía que sus intenciones no eran más que de expandir la noticia. Un escándalo más, no solo implicaba mayor ranking sino más dinero. El féretro estaba en medio de la sala. Muchos eran vecinos que se enteraron de lo sucedido de alguna forma, otros eran familias que mal o bien, siempre habían tenido cierta relación cercana con nosotros. Hice mi suntuosa llegada buscando, con una especie de mira robótica, a la persona más afectada. Alex estaba sentada en un lado del sofá de tres puestos, a su lado estaba Sonia, ambas rodeadas por los más chismosos. Me acerqué sin quitar la mirada de la chica. Cuando estuve suficientemente cerca, ella me vio de una forma indescifrable, me sentí aliviado al escuchar un llamado de Jack desde la cocina.

«Estando solos, habiéndose asegurado que nadie nos escuchaba, me dijo en voz baja:

«—¿Qué vamos a hacer?

«Supuse que se refería a tomar cartas en el asunto respecto a los bandidos. Agité la cabeza, sintiéndome aun un poco mareado. 

«—Nada, Jack. Esto no tiene que ver con ellos.

«—¿Qué?

«—Lo que escuchaste. Vi el cuerpo del niño. Esto fue algo distinto, no tenía las heridas típicas, y además… fue durante el día, se supone que no atacan durante el día, se supone que es durante la noche, y en luna llena, no es luna llena. —Jack pareció incrédulo, humedeció los labios con su lengua y se rascó el mentón en el que ya asomaban vestigios de barba—. Es diferente. —Hice énfasis— Lo que ahora importa es hacer que ella y su hermana estén bien; costearles todo lo que haya que costearles, pagarles un psicólogo si es necesario, sabes mejor que nadie que estas cosas son difíciles de superar —Me miraba con respeto y nostalgia. Luego, como yo, puso sus dedos entre las cejas apretando los ojos— tal vez no sirva de mucho, pero abriré una cuenta a su nombre, las llevaré de compras la próxima semana, y haré todo cuanto tenga que hacer para que se sientan bien. Jack, esta será su casa, y serán familia nuestra y serán tratadas como tal, gozarán de los privilegios que tu y yo gozamos, tal vez no sea mucho, repito; pero si eso puede mitigar, aunque sea un mínimo el dolor, valdrá la pena.

«—¿Escuchas tus propias palabras?… Me asustas, Kave, tanto me asustas que a veces creo que el matar a mamá fue el comienzo de tu final, tu fatídico final.

«—¡No me juzgues!

«Jack negó con movimiento de cabeza.

«—No te juzgo por lo de mamá, pero… que Dios se apiade de tu alma por esta familia que acabamos… Perdón, que acabas de destruir».