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Erich Auerbach a Walter Benjamin
3 de enero de 1937
Estambul, Istambul-Bebek
Arslandi Konak[52]
Querido señor Benjamin
Muchas gracias por su carta y por el ensayo sobre sociología del lenguaje[53], que acabo de ver en la Zeitschrift [revista], expuesta aquí en la sede del Instituto de Economía Nacional. Sin embargo, aún no lo he leído, porque alguien[54] me paseó por el instituto y no hubo tiempo; y la separata la secuestró un asistente alemán[55], que me ayudó a organizar los libros. Pero lo haré, y tenemos muchas expectativas sobre su libro[56].
Por ahora aquí estoy bien. Marie y Clemens superaron bastante bien, en medio de la mudanza, una gripe navideña; la casa sobre el Bósforo es grandiosa, el trabajo es bastante primitivo, aunque en términos humanos, políticos y organizativos, es sumamente interesante. Toda la terrible masa de dificultades, molestias, intrigas, obstáculos y falta de disposición provocada por las autoridades y las condiciones sociales, que empujan a algunos colegas a la desesperación, para mí no es desagradable porque, como objeto de observación, esto es más interesante que el eventual objetivo de mi actividad, el cual, sin embargo, como se entiende en sí mismo, realizo con todas mis fuerzas. Aquí una vez más soy el sucesor de Spitzer, quien se ha ido para Baltimore. A él, a Croce[57] y a Vossler[58], les estoy agradecido por esta solución, pues no era fácil de realizar, ya que al menos 7 compañeros de destino, y varios ministerios europeos de cultura, especialmente el alemán y el francés, no veían con agrado mi candidatura. Sp[itzer] me dejó 7 asistentes alemanes[59], de los cuales 6 son de origen cristiano. Todos emigraron en 1933, cada uno excelente a su manera, y conectados entre sí de la forma más agradable, debido a su común destino y similar actividad. Aquí enseñamos todas las filologías europeas, la romanística, la inglesa, la clásica, la germanística, tratamos de influir en las asignaturas, en la organización de la biblioteca y, de diversas maneras, en la europeización de la dirección administrativa estudiantil, desde los horarios hasta el fichero. Esto es naturalmente absurdo, pero los turcos lo desean, aunque de vez en cuando también tratan de impedirlo.
Hasta ahora, de este país conozco solo Estambul, una ciudad maravillosamente situada pero, a la vez, también poco atractiva y sin brillo, separada en dos partes diferentes: la vieja Estambul, de origen griego y turco, que todavía conserva mucha de la pátina del terreno histórico, y la «nueva» Pera, una caricatura y consecuencia de la colonización europea del siglo XIX, ahora en completa decadencia. Ahí hay espantosos restos de tiendas de lujo, judíos, griegos, armenios, todas las lenguas, una grotesca vida social, y los palacios de las antiguas embajadas europeas que ahora son consulados. A lo largo de todo el Bósforo uno también ve palacios del siglo diecinueve, de sultanes o de pachas, en ruinas, o deteriorados, o conservados como museos, en un estilo medio oriental, medio rococó. Pero, dicho sea de paso, el país está decisiva y completamente controlado por el Atatürk[60] y sus turcos anatólicos, una raza de hombres ingenua, desconfiada, honesta, algo torpe y tosca, pero también emocional. Porque es más dura, menos personal, menos amable y más inflexible que otras poblaciones meridionales, dotada de una gran fortaleza, acostumbrada a un trabajo duro y esclavizante, aunque más lento. El grand chef es un simpático autócrata, inteligente, generoso y gracioso, completamente diferente a sus colegas europeos: efectivamente transformó al país en un Estado y, en lo que respecta a él, carece absolutamente de patetismo: sus memorias comienzan con la frase: «El 19 de mayo de 1919 aterricé en Samsun. En ese momento, la situación era la siguiente…». Aunque todo lo que ha logrado ha sido, por un lado, mediante una lucha contra las democracias europeas y, por otro, contra las prácticas de sultanato musulmán-panislamista, y el resultado ha sido un nacionalismo fanático antitradicional: el rechazo de toda la tradición cultural musulmana existente, el reanudamiento a una turquidad original fantasiada, una modernización técnica en el sentido europeo, con el fin de golpear, con sus propias armas, a la odiada y envidiada Europa. De ahí la preferencia por emigrantes europeos formados como profesores, de quienes se puede aprender, sin temer a la propaganda extranjera. El resultado: un nacionalismo superlativo, junto con la destrucción simultánea del carácter histórico nacional. Esta imagen, que en otros países como Alemania, Italia, y probablemente también en Rusia (?), aún no es visible para todos, aquí se presenta completamente desnuda. La reforma de la lengua tiene el carácter de una turquidad fantasiada (liberada de las influencias árabes y persas) y de una técnica moderna, y se ha asegurado de que ninguna persona que tenga menos de 25 años pueda comprender un texto religioso, literario o filosófico que tenga más de 10 años de antigüedad y que, bajo la presión de la escritura latina —introducida a la fuerza desde hace unos años—, las propiedades específicas de la lengua se hayan derrumbado rápidamente. Podría llenar muchas páginas con detalles, aunque el todo se deja sintetizar como sigue: se me hace cada vez más evidente que la situación del mundo actual no es más que una astucia de la providencia, que nos conduce a lo largo de una ruta sangrienta y angustiosa hacia la Internacional de la trivialidad y una cultura del esperanto. Ya lo sospeché en Alemania y en Italia, teniendo en cuenta la inautenticidad asoladora de la Blubopropaganda [Propaganda de la sangre y de la tierra][61], pero aquí, por primera vez, esto se me ha transformado en una certeza.
Hubiera deseado gustosamente escribirle algunas palabras sobre mis últimos años en Alemania, pero tengo que aplazarlo porque he sido interrumpido varias veces mientras escribía esta carta, y ahora no tengo más tiempo. Que su relación con E. Bloch esté nublada me apena por ambos; pero quizás hace bien en no tomar las nubes con demasiada seriedad: usted lo conoce desde hace mucho tiempo, algunas particularidades de su carácter deben ser aceptadas tal como son, y quizás sobre esta base dada, una relación duradera pueda ser restablecida. ¿Cómo está Burschell[62], y dónde se encuentra?
Mi cuñado Hausmann y su esposa, que recientemente han huido de Ibiza, han sido expulsados de Suiza y se dirigirán tal vez a París. Veo difícil que usted esté en una situación que le permita ayudarlos. Sin embargo, estoy seguro de su cordial disposición, y les comunicaré en cualquier caso su dirección. Espero tener nuevamente noticias de usted pronto, y está en nuestra más amigable memoria.
Suyos
E[rich] y M[arie] A[uerbach]
[Notas de Walter Benjamin en la parte inferior de la carta][63]
- 6 huevos - Bonnard / James Cain / Montherlant
- 2 latas de atún - Fuchs
- 1 lata de sardina - Bataille Leyn
- ¼ jamón - América
- 1 pan - Kracauer
- ¼ manteca - Lieb [cariño]
- 1 lata [sigue una palabra ilegible] — Proceso de Moscú / Gide
- 2 hamburguesas