Agradecimientos
Cuatro piezas integran este trabajo, aunque el centro lo constituyen las cartas que intercambiaron Erich Auerbach y Walter Benjamin durante los años treinta del siglo pasado. Lo acompañan un texto introductorio, un informe de Werner Krauss sobre las condiciones de la Universidad de Marburgo bajo el nazismo y, para cerrar, un pequeño epílogo dedicado a la política de Auerbach.
Fue trabajando sobre la obra de Roberto Bolaño que descubrí este intercambio epistolar y desde entonces le he seguido la pista a sus distintas versiones. Primero, gracias a Andrés Maximiliano Tello, que logró visitar el archivo de Walter Benjamin en Berlín, recibí las cartas en alemán. En una visita a París, Consuelo Biskupovic me consiguió la traducción al francés. Vía internet, di con la versión inglesa. Esta republicación me dio el ánimo para rastrear una temprana traducción realizada en Brasil, de cuya existencia Horst Nitschack me puso sobre aviso hace un tiempo, pero no pude contar con ella para la primera publicación que se hizo en la revista Guaraguao (2012), gracias a que Mario Campaña aceptó inmediatamente la idea de publicarlas por primera vez en español.
Cuando Silviano Santiago las leyó, en esta traducción al español, me hizo reparar en su importancia: «constituyen la biografía soterrada del trabajo intelectual», señaló en un mensaje electrónico, afirmación que dio lugar a un mayor aprecio por este tipo de textos, que hoy forman parte de la arqueología del pensamiento del siglo XX.
El interés y la motivación para republicarlas vino inicialmente de Julio Ramos, que insistía en la necesidad de que aparecieran en un formato distinto, en una edición cuidada. La primera republicación, realizada por la editorial Catálogo en una bella edición, surgió una noche de conversa en casa de Cecilia Bettoni y Alejandro Tapia, cuando recién nos habíamos mudado a Viña del Mar. La segunda, ahora por Ediciones Godot, se debe al prestigio de dos grandes misivistas que de seguro estarán muy bien acompañados. Mary Luz Estupiñán ha estado involucrada en lo que hago y en lo que siento, y ello posiblemente se deba a que desde que nos encontramos, hace ya unos bellos ocho años, nunca he dejado de escribirle cartas (aunque en formato electrónico). A todos ustedes, y al emperador Claudio, que inventó el diccionario de idiomas, mis sinceros agradecimientos.