2
Erich Auerbach a Walter Benjamin
6 de octubre de 1935
Florencia, Castello, Villa La Limonaia
Via di Quarto 9

Querido señor Benjamin

Encontramos su carta ayer, a nuestra llegada. También lamento mucho que no podamos ver completamente su libro sobre la infancia, el que por supuesto también es nuestro. Realmente espero que algún día tengamos la suerte[32]. En cuanto a su libro parisino, sé de él desde hace bastante tiempo —en cierta época se lo titularía Pariser Passagen [Pasajes parisinos][33]. Será un verdadero documento, si es que todavía queden seres humanos que lean documentos.

Sí, Marburgo: tendría anécdotas infinitas para contarle, pero no se dejan escribir, y no solo por motivos evidentes. En general, no se necesitaría de una gran sabiduría (por supuesto que todavía tengo el infolio heredado), pero sí de serenidad, la que a menudo no resulta fácil de obtener. En suma, he encontrado más locura que sabiduría. Vivo ahí entre puras personas que no son de nuestro origen[34], tienen condiciones completamente diferentes —y todas piensan como yo. Es agradable, pero incita a la locura: incita a la creencia de que todavía hay algo con lo cual uno podría contar —mientras que las opiniones de los individuos, incluso si son muchos, no importan en absoluto. Este viaje me ha liberado de ese error.

Finalmente, lo práctico: no podemos hablar de ayuda directa, ni desde aquí ni desde Marburgo, porque incluso las posibilidades extremadamente limitadas ya han sido solicitadas desde muchos lugares, incluso por mis dos cuñadas. Tengo bastantes amigos en París —mis antiguos conferencistas invitados a Marburgo—, entre ellos Fernández[35], Malraux[36], Guéhenno[37], Chamson[38], ¿pero cómo pueden ayudarlo? ¿Con un trabajo? ¿Le escribo a alguno de ellos? Yo no he tenido buena experiencia con la disposición a ayudar de los franceses —pero si lo desea, escribiré con gusto—, hágamelo saber, abreviado y firmado con iniciales, a Marburgo, donde regresaré dentro de unos días. Acabo de escribirle a una joven suiza que pronto estará en París, la Doctora Hilde Binswanger[39], hija del neurólogo de Kreuzlingen; le he pedido que lo busque y haga por usted lo que sea posible. Ella es muy amable y yo (sobre todo mi esposa) tengo viejas relaciones con su familia —ahí también yo tendría la posibilidad de pagar en moneda alemana[40]. Por favor perdone la objetividad radical de estas líneas. Ella nace de la actitud que usted mismo llama en su carta naturalidad.

Le deseamos lo mejor.

Suyo E[rich] A[uerbach]