CAPÍTULO 6:
-Kayleigh, si no me amas me iré ahora mismo…
Ella se había quedado callada durante demasiado tiempo tras sus palabras.
“Amor mío…”
Tal vez no le amaba, y él viviría con su decisión, seguiría adelante, aunque sin ella en su vida mucho se temía que no sería feliz.
-Erik…
-¡No! -estaba enfadado. -Quizá venir haya sido un error, y asumo la culpa, pero si no me amas…
La vio aguantar el llanto y se hizo el fuerte. Tenía que serlo por los dos.
-Aunque si estás embarazada volveré…
Kayleigh se tocó el vientre en un gesto universal de protección. ¿Un bebé? ¿De Erik y suyo? Ella alzó la mirada con algo parecido a la… ¿Esperanza?
Y Erik deseó tener aunque fuese una poca, pero no que ella sólo se casara con él si había un bebé. Quería que le amase por sí mismo. ¿Era eso egoísta?
Kayleigh recordó una noche de apenas dos días atrás. Erik había salido del baile llevando del brazo a una joven preciosa, y a ella le había dolido. Pero no por celos, sabía que Erik no haría nada para dañarla, e incluso si pasaba la noche con esa mujer, lo suyo sería siempre algo más.
Lo que no soportó fue que la dejase sola, aunque sabía que volvería. ¿Qué ocurriría si se marchaba para siempre?
Se moriría sin él. Ahí estaba su respuesta.
“Amor mío…”
¡Sí, le quería! ¿Cómo había estado tan ciega?
Erik estaba en la puerta, parecía hundido, cansado, y se iba…
-¡No te vayas! -casi le gritó.
Pero él no se movió de aquel sitio. La miró en silencio durante un rato.
-Te amo. -le dijo al fin, con lágrimas en los ojos, pero él no respondió.
¿Acaso le había perdido? ¿Tan pronto? ¿Justo cuando acababa de comprenderse a sí misma, lo que había entre ellos?
-Leigh. -la miró a los ojos. -He venido hasta aquí, he entrado en tu casa como un ladrón, y te he propuesto matrimonio en al menos dos ocasiones… Si me amas… -negó con la cabeza, y adquirió un tono de insistencia en su voz. -Si me amas, demuéstramelo tú ahora.
¿Qué? Ella no sabía cómo hacer eso. Pero no pensaba perderle, no ahora que sabía que no podría ser feliz sin él. Le había dicho las palabras y ahora… Ahora tenía que actuar.
Cruzó la distancia que los separaba para echarse en sus brazos y él recibió su beso con alivio y emoción. Y también con pasión.
Esta vez se desnudaron mutuamente dejando espacio al reconocimiento del cuerpo del otro, a la vista, el olfato y el sabor, al tacto de la piel de cada uno, y al sonido acompasado de sus respiraciones.
Los besos sustituían a las manos en todas partes, se exploraban con lengua, dientes y boca, y se miraban a cada instante, como para asegurarse de que aquello era veraz, real.
Luego Erik la tumbó en la cama y la recorrió con sus dedos desde el muslo hasta el lóbulo de la oreja, antes de tumbarse sobre su cuerpo desnudo.
-Dilo otra vez Kayleigh.
Ella estaba perdida en la sensación increíble de sentir su piel cálida contra su cuerpo en todos los sitios en que se tocaban, pero le miró a los ojos antes de hablar.
-Te amo Erik.
Él le sonrió con su gesto de “te lo dije”, y ella soltó una carcajada. Luego él la hizo rodar sobre la cama para colocarla encima.
-Ámame Kayla, demuéstramelo.
Y entonces la enseñó a cabalgar sobre él, la forma en que ambos conseguían más placer cuando ella se arqueaba, y cómo prolongar las sensaciones.
Cuando ella alcanzaba la cumbre, le dio la vuelta para entrar en ella con dos movimientos mágicos y llevarla a las estrellas. Luego la siguió en su ascenso mientras pronunciaba sus propias palabras.
-Y yo a ti, A Ghrá.
Unos golpes en la puerta les hicieron despertar. La luz de la ventana anunciaba ya la mañana.
-Kayla cariño, ¿estás ahí?
Un pensamiento atravesó la mente de Kayleigh al escuchar la voz de su hermana y no fue de arrepentimiento. De repente supo que siendo tan feliz como era en ese momento haría también feliz a Gale.
-Sí… -contestó, y Erik le rodeó la cintura con el brazo en un gesto de apoyo, despierto ya.
-Estoy aquí… -le dijo en un susurro al oído.
-Kayleigh ya sabemos que Erik está ahí contigo… -dijo su hermana al otro lado de la puerta, y los dos se quedaron callados. Kayla miró interrogante a Erik y este se encogió de hombros. Así que lo había planeado todo… Entornó los ojos con enfado, y él le cogió una mano y se la besó en un gesto de disculpa, aunque ella sabía que no se arrepentía, exactamente como ella. Esperó en silencio las siguientes palabras de Gillian.
-Bajad en diez minutos o el próximo en subir será Connor…
La oyeron bajar y Kayleigh se giró con una sonrisa para mirarle. Él parecía contrito por hacerla pasar por ese momento, pero ella no le dejó disculparse. ¿Por qué debería? Estaban allí porque se amaban, y no iban a disculparse por eso.
-Pídemelo. -le dijo en cambio.
Y Erik sonrió. Tardó un poco antes de hablar.
-Kayleigh, hay un lugar en Escocia, cerca del lago Leoch, con vistas a la isla de Skye, en donde las montañas se unen con el bosque para dar paso al agua más pura que puedas imaginar. Allí, junto al lago, a la luz del amanecer de una mañana de verano, pensaba hacerte el amor dentro de unos años, y entonces…
-Este lugar es perfecto… -Kayleigh estaba llorando. Él le cogió la mano y se la besó.
-Kayleigh, A Ghrá, eres mi vida, mi futuro, el centro de mi corazón. ¿Quieres casarte conmigo?
Y Kayleigh dijo sí a esa proposición, ¿cómo podría haber dicho otra cosa?
Y años después fueron a aquel lugar, y sí, hicieron el amor al amanecer…