CAPÍTULO 5:
Tras un rato de tenerla entre sus brazos, supo que tenía que soltarla. Cuando había llegado allí esa mañana no era sexo lo que buscaba, y tampoco había sido sólo sexo lo que había conseguido. Ahora estaba más inseguro de su decisión que antes.
No dudaba del amor de ella, pero sí de lo que ella haría ahora. Y la culpa era toda suya, aunque no se arrepentía. Hacer el amor con Kayleigh había sido una decisión demasiado crucial en sus vidas, además de un gran placer…
Pero ahora había que volver a la realidad.
-Vístete Kayleigh.
Ella le miró con sus expresivos ojos verdes. Y le sonrió, rompiéndole un poco el corazón y llevándole al cielo a un tiempo.
-Tú no te has quitado la ropa…
Erik se levantó y la ayudó a levantarse, luego la llevó hacia el vestidor, en donde todavía reposaba el agua de la noche anterior en la bañera.
-Báñate y vístete…
Debió decírselo en un tono demasiado autoritario, porque ella alzó la barbilla.
-¿Es una orden?
Estaba preciosa así, enfadada, con el pelo revuelto y la boca saciada de sus besos, con el camisón arrugado y los ojos fulgurantes de guerrera fijos en él.
Suspiró.
-No, A Ghrá, perdóname. Sólo quiero que estés vestida para…
-¿Para qué? -Ahora ella recelaba de él, y con motivos.
Decidió ser sincero. O un poco sincero al menos.
-Vamos a tener que casarnos después de… esto…
Era algo que no había planeado, aunque se había prometido a sí mismo que haría cualquier cosa para tenerla. Pero no quería hacerla sufrir. Y eso era justo lo que se oía en su voz en la única palabra que pronunció. Dolor, miedo y enfado.
-No.
La miró ahora también enfadado él, nervioso por no poder controlar la situación.
-No te quiero Erik, ¿no lo ves? Es sólo deseo…
Erik trató de controlar su miedo, su dolor, su frustración, y el enfado que todos esos sentimientos le producían.
-Antes has dicho que era amistad. Ahora es sólo deseo… Bien, son una buena base para el matrimonio.
-No he dicho que sí…
-Tampoco has dicho que no…
Hubo un silencio entre ambos que les separó dentro de ese espacio tan pequeño. Luego él le puso las manos en los brazos. Ella giró la cabeza para mirarle, porque la había desviado al decirle que no le amaba.
No se lo había dicho a la cara, ¿era eso un consuelo?
-Vístete Kayleigh, y mientras lo haces, quiero que sepas desde cuando supe que serías mía. Cuándo supe que yo era tuyo…
Y ella se metió en el agua fría mientras él, desde fuera, le relataba otro recuerdo.
Un mes antes…
Ya era casi el final de la temporada, y volvían a esperar los carruajes en la salida de otra fiesta.
Kayleigh le relataba con todo lujo de detalle los cambios que realizaría en los vestidos de las damas que cruzaban la calle, y él bromeaba con ella. Su hermana, su cuñado y el abuelo de Erik estaban en la escalinata de la casa en la que habían pasado la noche y no podían oírles.
-A ese le cortaría el bajo para añadir la falda con más amplitud. En un baile mostraría los tobillos, pero sería tan bonito…
-Precioso. -respondió él con una sonrisa pícara.
-Y a ese le cortaría la manda para ensancharlo a la altura del pecho y dejar el hombro al descubierto…
-Humm… -gimió él a su lado para seguir con la broma.
Ella le dio un golpecito con su abanico en el hombro.
-Venga, no me digas que sólo has visto tobillos y hombros…
Le encantaba eso de ella, que fuera inocente y a la vez de mundo. Que conservase la frescura pese a la temporada vivida en Londres, que no se hubiese dejado llevar por la etiqueta y el decoro, o no tanto como para perder su personalidad.
-¡Leigh! -la reprendió abriendo mucho los ojos.
-¿Qué? ¿Acaso no es cierto?
-No es una conversación que quiera mantener contigo…
Además, desde que la conoció no había habido otra… Se acababa de dar cuenta, y también de que tampoco lo había buscado, o necesitado. Su mente llegó a una conclusión que le dejó pasmado. La amaba. A la dulce, independiente y preciosa Kayla. Se quedó tan impactado de la revelación que no oyó lo que ella le decía.
-¿Qué?
-Nunca hablas conmigo.
-¿Cómo dices? -Por favor, estaba enamorado de una mujer que no creía en el amor, o al menos en la posibilidad de una amor recíproco. Estaba enamorado de ella, y ella le acusaba de ser reservado…
-Nunca hablas de ti. Tú sabes todo sobre mí y yo…
Trató de negarlo, pero no pudo. Ella tenía razón. Nunca le había gustado hablar de sí mismo, pero entendía que no era justo para ella.
Suspiró.
-¿Qué quieres saber?
Ella hizo un gesto que quería decir que todo. Luego concretó, derecha al grano, como no.
-Nunca hablas de la guerra…
Desde ese día le había ido contando un sin número de anécdotas, desde su decisión de alistarse para seguir los pasos de su padre, fallecido en la guerra, y de su abuelo, hasta por qué se había ido a vivir con su abuelo y lo que este significaba para él.
En el presente.
Cuando Kayleigh salió del vestidor le miró a los ojos. Intentaba no llorar ante los recuerdos de esos últimos días. Él finalmente se había abierto a ella. ¿Había mejor prueba de su amor? Se giró para que él le abrochara el vestido y él le besó la nuca apartándole el pelo. Luego la abrazó y ella apoyó la cabeza en su hombro inclinándose hacia atrás.
-Lo supe en ese instante, pero debió ocurrir antes…
Se quedaron así un rato y entonces Erik le abrochó el vestido, y ella se giró.
-¿Y ahora qué? -preguntó ella.
Seguía sin estar segura de sus sentimientos, era como si todo su destino se le hubiese escapado de las manos, aunque todavía le quedaba la capacidad de decidir.
Él se quedó en silencio.
Kayleigh le preguntó algo que llevaba meses queriendo saber.
-¿Qué significa A Ghrá?
Erik bajó la cabeza para luego volverla a levantar y mirarla fijamente.
-Mi amor… Significa Amor Mío.