Capítulo 9

No ayudó al orgullo ya dañado de Dana, que Gannon llamara una hora más tarde, para avisar que él y Layn iban a pasar la noche en Savannah.

—Él dijo que Layn tenía miedo de conducir de vuelta con el tiempo tan malo – dijo Lorraine con irritación. – Si quieres mi opinión, ella quiere a Gannon para ella sola.

—Es probable – dijo Dana con cansancio. - ¿Puede usted culparla?

—Aunque no lo creas, si, la culpo – dijo la mujer mayor con severidad.

Dirk, viene por la mañana. Quizás él pueda tener una idea de que hacer con todo esto. ¡Dios sabe que yo no puedo!

Pero Dana si podía. Y eso no aliviaba su dolor, solo lo hacía peor.

La noche fue horrible. Los truenos y los relámpagos parecían no terminar nunca y Dana no podía dormir por sus rugidos. El mar hervía con la fuerza de la tormenta, como la rabia dentro de Dana. Parecía que hacía tanto tiempo que había llegado de Ashton, llena de culpa, pena y desesperación. Y mientras aún se sentía dolor por el rechazo de Gannon, a la vez, sentía que estaba comenzando a hacer frente a sus problemas personales. El agudo dolor comenzaba a disminuir. Se dirigió hacia la ventana y observó el relámpago que iba hacia el agua. La muerte era, después de todo, tan natural como el rayo, como la lluvia. Era la progresión habitual; el nacimiento, la vida y la muerte, un ciclo que todo humano debía seguir. Y algún lugar de esa progresión natural, era el plan maestro de Dios. Incluso Mandy había tenido un papel, al igual que su muerte y la forma de la misma. Dana no se preguntaba por qué. Era su parte para hacer lo Dios indicaba.

Envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo, vestido con una delgada camisa de dormir, con un suspiro irregular. Tal vez su presencia aquí, había ayudado a Gannon de alguna manera a repensar en su propia vida. Incluso si lo perdía 119

para siempre, sentía que lo había ayudado a ver un sentido de propósito y significado de su existencia. Y no era el valor de un par de lágrimas. Después de todo, el amor en su forma ideal, era una cosa egoísta. Si ella lo amaba, tenía que querer lo mejor para él, ¿no?

Una palabra silenciosa de Dios, buscando su guía, le trajo consuelo.

Resueltamente se secó las lágrimas y volvió a la cama y durmió pacíficamente por primera vez en días.

* * * *

Dirk llegó justo cuando ella y Lorraine se sentaban a desayunar y se deslizó en una silla, para atacar con hambre el tocino, los huevos y las galletas caseras.

—No me di cuenta del hambre que tenía – dijo, riéndose. - ¿Dónde está Gannon? ¿Se le pegaron las sábanas?

—Está en Savannah – dijo Lorraine, tensa. – Él y Layn no llegaron anoche.

Ella dijo que tenía miedo de conducir con el mal tiempo.

—Eso da risa, ¿no? – se burló Dirk. – Secuestrado él, ¿por ella?

—Así parece – respondió Lorraine, mirando a Dana. – No sé que está mal con él últimamente, actúa de forma tan… extraña…

Dana dejó su servilleta.

—Disculpen – dijo. – He terminado y me encanta pasear por la playa en la mañana temprano. La lluvia se ha ido… y todo es tan hermoso.

Se dio cuenta que estaba divagando, pero les mostró una rápida sonrisa y salió corriendo, antes que nadie pudiera detenerla.

Había llegado solo hasta la mitad del muelle, cuando Dirk la alcanzó.

—Espera, yo voy a pasear contigo – dijo. - ¿Cómo van las cosas entre tú y Gannon?

—Las cosas no van – dijo breve. – Rompí el compromiso.

—Qué tú ¿qué?

—Tuve que hacerlo – exclamó. – Él estaba odiando cada segundo. Layn vino, y él la besó… y en la forma que la besó… ¡Oh Dirk, él la ama! ¿No lo sabías?

Dana se echó a llorar y él la tomó gentilmente en sus brazos, sosteniéndola silenciosamente, mientras ella sacaba un poco el daño y el dolor de su sistema.

—Lo siento – murmuró ella. – Parece que no puedo dejar de llorar últimamente.

—Realmente es ciego si no puede sentir lo mucho que lo amas – gruñó él.

—Él sabe que lo amo; pero no puede dejar de amar a Layn, ¿verdad? –

murmuró en voz baja.

Miró hacia la distancia y se enjugó los ojos.

—Me gustaría poder ir a casa. Estar cerca de mi familia, ya no sería tan angustiante, como vivir alrededor de Gannon día tras día, sabiendo que él desea que yo estuviera en otro país.

—Pobre Dana – dijo Dirk en voz baja. – Me gustaría que hubiera algo que yo pudiera hacer para ayudar.

Ella respiró, tranquilizándose.

—Pero no lo hay. Voy a tener que esperar. No puedo dejarlo, no todavía, no hasta que me envíe lejos.

—Mientras él te necesite, ¿es así cómo esto va?

Ella asintió con la cabeza.

—Siempre y cuando él me necesite. – Dana sonrió débilmente – Espero que no sea por mucho tiempo. No sé si pueda dar mucho más.

—Ya lo creo – murmuró él.

Pero ella tenía los ojos en el horizonte y su mente estaba con Gannon. ¿En dónde estaba? ¿Por qué no volvía a casa? El día transcurrió lentamente y los 121

tristes ojos de Dana siguieron el camino de la calzada. Sin embargo, ningún auto aparecía. Al momento en que estaban sirviendo la cena, Gannon todavía no había aparecido.

Cuando sonó el teléfono, Dana se apresuró en contestar. Lorraine estaba arriba y Dirk no estaba y no había nadie alrededor.

—¿Hola? – dijo rápidamente.

—¿Dana?

Era la voz profunda de Gannon, y sentía las rodillas de goma. Se sentó en la silla al lado de la mesa.

—Si, Gannon, ¿estás bien?

Hubo una pausa embarazosa.

—Si – dijo él y su voz sonaba tensa. – La cuestión es que tengo una noticia emocionante. Dana, recuperé mi vista.

—¿Qué? – exclamó ella, sentada con la espalda muy recta.

—Estábamos corriendo para ir de regreso al hotel – dijo él en voz baja – y tropecé y caí. El golpe debe haber desplazado la metralla por que ahora puedo ver.

Las lágrimas rodaban por las mejillas de Dana sin vergüenza.

—Oh Gannon, estoy tan feliz por ti. Tan feliz.

Hubo otra larga pausa y un largo suspiro.

—Si, bueno. ¿Tú entiendes lo que eso significa?

Toda la alegría de Dana fue arrastrada por un torrente de entendimiento frío.

Si, lo comprendió. Ella quedaba fuera de su puesto de trabajo. Ya no la necesitaba más.

Dana se tragó otro estallido de lágrimas.

—Yo entiendo – dijo en un susurro. – Tú no… tú no necesitarás más una enfermera, ¿verdad? – ella se rió.

—No – dijo él lacónicamente. – Dana… acerca de nuestro compromiso…

—¿Qué compromiso? – preguntó ella con valentía. – Está bien. No es necesario que te muerdas la lengua. Estuvimos de acuerdo en que fue un error… que no iba a encajar en tu mundo, ¿no? De todos modos, Dirk está aquí.

La voz de Gannon se volvió más fría de lo que alguna vez la había oído antes.

—¿Dirk? Vaya, vaya, que conveniente. Trató de conseguir su intento, ¿no es así?

—Eso es injusto – replicó ella. – Sobre todo, cuando tú me has dejado más que claro que ya no me quieres junto a ti.

Hubo un largo y ensordecedor silencio al otro lado de la línea.

—Si, eso dije, ¿no? – dijo él con voz extraña y profunda.

—Bueno, es igual. Yo… yo echo de menos mi casa – dijo después de un minuto y su labio inferior temblaba. Lo controlaba con mucho esfuerzo.

– Es hora de que vuelva a hacer las paces con mi gente.

—¿Cuándo te vas? – preguntó secamente.

Ella se aclaró la garganta.

—Yo... yo pensé… que podría ser mañana.

Gannon pareció aliviado.

—Eso sería un buen momento. Yo… pienso quedarme aquí con Layn por unos días más.

Ella cerró sus ojos por un dolor tan fuerte, que pensó que podría caer de rodillas.

—Creo que ahora todo se resolverá muy bien para ti, ¿no? Ella es tan hermosa.

Hubo un sonido áspero y sordo.

—¡No es del modo en que tú lo ves! – exclamó él. – Dulce cielo, Dana, yo daría cualquier cosa por hacértelo entender.

—No hay nada que entender y tú no me debes ninguna explicación – le dijo en voz baja, agarrándose del teléfono como si fuera un salvavidas. –

Vine aquí como tu enfermera. Estabas solo… y tal vez tenías un poco de miedo. ¿No te dije que la mayoría de los pacientes masculinos se apropiaban de sus enfermeras? Yo no lo tomo en serio, por supuesto.

Ambos sabían que era mentira, pero él iba a dejarlo pasar para ayudarla a salvar su orgullo. Ella odiaba saber eso.

—Me alegro de eso – dijo él. Hubo otra pausa. – Si puedo hacer cualquier cosa por ti, si alguna vez…

—Yo puedo cuidar de mí misma – le dijo con orgullo. – Pero gracias por la oferta. ¿Le digo a Lorraine y a Dirk…?

—¡No! – dijo rápidamente. – No – agregó en un tono más controlado.

Quiero darles la sorpresa cuando regrese. Prométeme que no les vas a decir ni una palabra.

—Cómo tú quieras. – estuvo de acuerdo ella. - ¿Pero qué le voy a decir si me voy a casa?

—¿No puedes inventar una emergencia? – le preguntó. - ¿O decir una mentira blanca es demasiado para tu conciencia de nieve?

Dana se tragó una réplica caliente.

—Yo puedo manejar eso… creo.

—Bueno, entonces, hazlo. Por todo lo que ellos tienen que saber, esta llamada podría haber sido de tu gente. No es necesario decirles que era yo, ¿verdad?

—No – dijo ella, estando de acuerdo. – No hay nadie en este momento.

Voy a… voy a encontrar una excusa para tomar el primer autobús en la mañana. Gannon… estoy muy feliz por ti.

Él no respondió de inmediato.

—Espero que las cosas vayan bien para ti – dijo al fin. – Sé feliz, Dana.

Daría cualquier cosa si…

—Si – murmuró ella. – Que triste palabra.

—Más triste de lo que crees, pequeña – susurró. – Adiós, mi... Dana.

—Adiós Gannon.

La línea se cortó Ella puso su cabeza entre las manos y lloró hasta que ya no le quedaron lágrimas. Todo había terminado. Él ya no la quería más, y no podría haberlo hecho más claro. Quería a Layn. Hermosa, mundana, que era tan sofisticada y perfecta físicamente.

Dana oyó a Lorraine, bajando por la escalera minutos más tarde, y estaba agradecida de haber tenido un poco de tiempo para recobrar la compostura. Se enderezó y trató de parecer tranquila.

—¿He oído que el teléfono ha sonado, querida? – le preguntó Lorraine con una sonrisa.

—Si – dijo Dana, pensando rápido. – Era mi tía. Tiene un problema médico grave y no hay nadie para cuidar de ella. No sé que hacer.

Ella dejó que su voz se arrastrara hacia fuera y no podía mirar a la mujer mayor.

—Oh no. Debes ir a verla y saber de ella – dijo Lorraine. – Yo puedo manejar a Gannon con la ayuda de Dirk. Podemos hacer esto sin ti, si debemos – agregó con suavidad.

Dana se sintió terrible. Ella odiaba a decir una mentira, pero era la única manera de que se le ocurrió hacer lo que Gannon le había pedido. Además, pensó miserablemente, cuando llegara a casa y Lorraine se diera cuenta de que podía ver de nuevo, todo estaría bien de todos modos. Y la tía Helen tenía un problema médico grave, después de todo, con su lengua afilada y sin saber pensar… era un problema.

—Será mejor que empaque, entonces. ¿Usted le explicará a Gannon cuando llegue a casa? – le preguntó, deteniéndose en la escalera.

—No puedo decirte cuanto siento que las cosas no hayan funcionado para ustedes dos – fue la respuesta suave. – Layn nunca lo hará feliz, Dana.

Ella es demasiado superficial para dar algo de sí misma. Pero los hombres son tan extraños, querida.

Dana sonrió con nostalgia.

—Estoy de acuerdo en que lo parecen algunas veces. Espero que se mantenga en contacto conmigo, me gustaría saber como va Gannon.

Lorraine frunció el ceño ligeramente.

—Pero seguramente tú volverás, ¿no es así?

Dana se aclaró la garganta.

—Oh, por supuesto, tengo esa intención – mintió con calma. – Pero nunca se sabe como saldrán las cosas. Podrían ser días o incluso semanas antes que pueda dejar a tía Helen. Y ella, es el único pariente que me queda, a excepción de mi padre.

—Siento un gran cariño por ti, Dana – Lorraine la abrazó y besó en la mejilla pálida. – No te preocupes por Gannon, ¿si? Yo me encargaré de él. Y hay muchas posibilidades que él también vea a través de las artimañas de Layn con el tiempo. ¿No hay un dicho que dice que todas las cosas llegan para aquél que espera?

—Si el que espera vive lo suficiente, supongo – dijo Dana, con un intento de humor.

Ella se apartó con un suspiro.

—Déjeme saber como van las cosas.

Lorraine asintió con la cabeza.

—Por supuesto que si. Dale mis cariños a la señora Pibbs, ¿quieres?

Dana sonrió, recordando a su supervisora. Con un poco de suerte en todo, ella podría ser capaz de conseguir otro trabajo en el hospital. Desde luego, tendría que hacer jurar a la señora Pibbs el secreto, de modo que no se le escapara nada sobre la tía Helen, que está en la flor de la buena salud.

—Lo haré. Será mejor que empaque. Tomaré el primer autobús de la mañana.

—Gannon podría estar en casa esta noche. – mencionó Lorraine.

Dana casi le aseguró que no iba a ser así, pero se mordió la lengua.

—Si, puede ser – dijo en su lugar y esbozó una triste sonrisa.

—¿No quieres comer primero? – le preguntó Lorraine.

Dana titubeó. Pero su estómago se sentía vacío y morirse de hambre no ayudaba en la situación.

—Si, creo que lo haré – dijo, y siguió a Lorraine al comedor, pero no saboreó nada de lo que sirvieron.