Capítulo 8

Grey hizo fuerza con la barra de hierro y sintió satisfacción cuando la madera se quebró con un crujido. Había salido al patio trasero buscando algo que destruir. El viejo cenador estaba podrido en algunas partes y lo re cubría una hiedra. Nunca lo había utilizado y siempre había tenido intención de derribarlo.

Una maza y una barra de hierro eran las herramientas perfectas para desfogarse.

La semana anterior había sentido una frustración sexual intolerable. Durante el día no podía quitarle a Lori los ojos de encima y durante la noche ansiaba lo que no podía tener, sabiendo que solo una pared los separaba. Daba vueltas en la cama hasta que finalmente caía rendido por el sueño. Pero el tormento no acababa allí, porque sus sueños estaban poblados de imágenes del cuerpo desnudo de ella, del sonido de sus gemidos, del perfume de su melena, del sabor de sus labios llenos.

Con un gemido, Grey arrojó la barra de hierro y blandió la maza con toda su fuerza. La madera se hizo trizas y las astillas volaron en todas las direcciones.

¿Por qué no podía controlar sus deseos? No quería desearla, pero lo hacía.

Aunque en realidad, para ser sincero, tenía que reconocer que sentía más que mera atracción física. Había aprendido mucho sobre ella. La vida le había dado algunos golpes duros. Había hecho algunas elecciones equivocadas. Pero intentaba enderezar su vida. Todos merecemos una segunda oportunidad.

No lo preocupaba que el pasado le causase demasiados problemas. Había conocido a su ex y su impresión era que era un hombre pusilánime un fanfarrón que probablemente no volviese a mostrar la cara por la reserva Smoke Valley nunca más.

No obstante, a Lori la preocupaba lo que su ex marido pudiese hacer ahora que sabía que ella estaba embarazada y las preocupaciones de Lori eran las de Grey. Protegerla era una cuestión de honor. Y eso era exactamente lo que pensaba hacer.

Era dulce y cariñosa. Generosa y buena. Merecía que la apoyase.

No podía negar que había tenido un efecto considerable en su vida. Había resuelto su problema casándose con él, sí, pero había hecho mucho más que eso. Lo había obligado a mirar a su pasado reciente. A sentirse agradecido por haberse liberado de las garras de Rose Marie en vez de sentir rencor por ella. Lori también le había pedido que mirase su pasado distante para examinar lo que él pensaba que era la traición de su madre, que buscase más respuestas.

—Hola, hijo mío.

Grey se dio la vuelta, vio a su abuelo e intentó convertir su gesto de mal humor en una sonrisa, pero le resultó difícil.

—Hola, abuelo.

La llegada de Joseph Thunder no lo sorprendió. Toda la vida le había sucedido lo mismo. Cuando se encontraba turbado por algún motivo, si no iba a buscar a su abuelo, Joseph acababa... pues... apareciendo como por arte de magia. Estaba claro que su abuelo tenía el don de «ver» lo que les sucedía a sus nietos.

—Te he estado esperando— dijo el anciano—. Siento que es tu momento de buscar. Y aprender. Y crecer. Pero me temo que estás siendo obcecado.

Una leve carcajada irónica brotó de la garganta de Grey.

—Sí. Supongo que tienes razón. Pero solo porque no sabía cómo preguntarte sobre lo que me ha estado molestando.

—Todo camino comienza dando un solo paso —dijo Joseph con los ojos brillantes de cariño.

En aquel instante, Grey se dio cuenta de dos cosas: que Lori tenía razón, necesitaba hablar de aquello para descubrir la verdad y que su abuelo tenía razón, nunca encontraría la verdad si permanecía en silencio.

—Soy diferente —le dijo, dándose la vuelta para mirarlo de frente.

—Todos somos diferentes, hijo mío. Sin embargo, al mismo tiempo, todos somos lo mismo.

La tristeza que se reflejó en los ojos de Joseph indicó una inconfundible y profunda sabiduría. Estaba claro que el anciano conocía adónde los llevaría la conversación.

—Soy diferente de mis hermanos y hermanas kolheek— insistió Grey.

—Tu madre nunca quiso que lo supieses —le dijo Joseph con los hombros hundidos por la pena.

—Apuesto a que no— dijo Grey con rabia.

Joseph pareció sorprenderse por la ira de su nieto.

—A veces, la verdad puede hacer más daño que bien, Grey. Pero me parece que necesitas saber lo que sucedió. Quizá la verdad haya tardado demasiado en llegar.

Eso era exactamente lo que sentía Grey. Asintió con la cabeza.

—Vamos a pasear —dijo Joseph, señalando el bosque. Grey lo siguió sin titubear.

—Tu hermano tenía poco más de un año cuando tú fuiste concebido —comenzó el anciano—. Neesa Thunder había sido una amante esposa y madre. Nunca se había separado de su esposo ni de Nathan en todos aquellos meses después de dar a luz a su primer hijo. Unas amigas planearon ir de compras a Boston un fin de semana y la invitaron. Ella había tenido una vida muy protegida y siempre le había temido a la ciudad. Se sentía mucho más cómoda aquí, en las montañas, entre los suyos. Pero, ¿qué joven se resiste a la promesa de un poco de diversión?

Grey apretó la mandíbula. Así que había sido lo que se temía. Su madre había sucumbido ante el placer.

—Las mujeres volvieron pronto. Y tu madre había cambiado para siempre.

Probablemente pasó de ser un miembro respetado y prominente del clan a dedicarse a la juerga y...

—La tomaron en contra de su voluntad —dijo su abuelo en un susurro, como si le costase pronunciar las palabras.

Pareció que el mundo comenzaba a girar sin control.

Grey se detuvo y tomó a su abuelo del brazo.— ¿La violaron? —preguntó.

La única respuesta del chamán fue cerrar los ojos y tragar con dificultad porque la emoción le impedía hablar.

—Se negó a ira la policía de Boston —prosiguió luego—. En vez de ello, les rogó a sus amigas que la trajesen a casa. Permaneció en silencio durante semanas. Yo hablaba con ella todos los días. Rezaba por ella y con ella. Intenté que se abriera a mí, que hablase de lo que le había sucedido. Ella tenía un miedo terrible de que tu padre la abandonase, de que la tribu la despreciara, como si se encontrase sucia. Se sentía... manchada.

Un torbellino de sentimientos asaltó a Grey, pero no pudo encontrar las palabras adecuadas para hablar.

—Neesa siempre había sido una criatura frágil —le dijo el viejo—, pero después del viaje a Boston y de aquella terrible experiencia se convirtió en algo delicado como una porcelana. Tu padre...—la mirada de Joseph se llenó de orgullo—, me sentí muy orgulloso de mi hijo. Dijo todo lo correcto. El amor que sentía por tu madre era fuerte Le hizo comprender que el cuerpo es solo una especie de armadura, que alguien había abollado y rayado aquella armadura, pero que por dentro era igual incólume, la misma.

Grey sintió que todo aquello era demasiado para asimilarlo.

—¿Por qué no me lo dijeron nunca?

—Nunca quiso que lo supieses —le dijo su abuelo con los ojos llenos .de amor— Se mostró inexorable. No quería por nada del mundo que tú tuvieses el estigma de ser el hijo de una violación. Deseaba que tuvieses una infancia normal. Y fue el embarazo lo que la sacó de la depresión. Tú salvaste a tu madre, Grey. Te consideraba un regalo del Gran Espíritu. Creía que todo sucedía por algún motivo. Yo también lo creo. Necesitabas nacer. Necesitabas un vientre donde crecer y una madre. Ella fue la elegida. Estaba agradecida de que la eligieses.

Anonadado, Grey se sentó sobre un tronco caído. Joseph se sentó a su lado.

—Tu madre te quería —le dijo el anciano, apoyándole una mano tranquilizadora sobre la rodilla—. Tu padre también te quería. Mi hijo te crió como suyo y nunca se le pasó por la cabeza hacerlo de otra forma.

—Es... estaba enfadado con ella —dijo Grey con voz ronca—. Pensé que ella había traicionado...

—Me doy cuenta de ello ahora —lo interrumpió Joseph—  Debí decirte la verdad hace tiempo. Lo más importante que debes recordar, hijo mío, es que te querían. Las circunstancias que rodea ron tu creación no tienen absolutamente nada que ver con quién eres. Tú eres una buena persona, un hombre inteligente que ha ayudado a mucha gente. Ayudarás a muchas más en tu vida. Tienes un buen corazón, manos hábiles, una mente despierta. Esas son las cosas que debes tener en cuenta.

Grey comprendió lo que su abuelo intentaba decirle. Pero no lo preocupaba tanto ser el producto de una violación como la angustia de haber juzgado tan mal a su madre.

—He pensado cosas terribles de ella —le dijo a Joseph—. Durante años he estado enfadado, resentido.

—Ahora puedes corregir eso, Grey —le dijo el anciano, dándole palmaditas en el hombro— Ya sabes lo que tienes que hacer.

Lori se despertó de golpe, con todos los sentidos alertas. Se quedó en la oscuridad, conteniendo la respiración, preguntándose qué era lo que la había sacado de su sueño... Una suave melodía le penetraba el cerebro y la hizo incorporarse, ponerse las zapatillas y la bata y salir corriendo de la habitación.

La casa estaba oscura y silenciosa. Una luz naranja que procedía del exterior la hizo acercarse a la ventana. Había una pequeña fogata en el patio trasero. Y de allí procedían los sonidos. Un estremecimiento la recorrió al darse cuenta de que lo que oía era la voz de Grey. El estaba allí fuera, en el medio de la noche. Cantando.

Abrió la puerta trasera, que chirrió levemente en sus goznes y Grey s quedó silencioso y giró la cabeza para mirar en su dirección. Se sentaba con las piernas cruzadas frente al fuego. Las llamas le daban a su torso desnudo un color de cobre bruñido. Le hizo a Lori gesto de que se uniese a él y ella no titubeó.

—Lamento haberte despertado —le dijo.

—No es nada. Perdona la interrupción —dijo ella con la sensación de que algo era diferente, que la tensión de los días pasados se había esfumado—. Desapareciste hoy con Joseph. Me tenías preocupada.

—Necesitaba estar un poco solo —dijo él desviando la mirada hacia el fuego. Luego volvió a mirarla y palmeó la hierba a su lado, invitándola a sentarse.

La hierba estaba fría y ella se arrebujó en la bata.

—Está fresco aquí fuera —dijo—, pero junto al fuego se está calentito.

—Sí —dijo él.

Allí estaba otra vez, pensó ella, reconociendo la atracción familiar que ronroneaba entre los dos.

—Te alegrará saber —dijo él finalmente—, que he hablado con mi abuelo sobre mi madre.

¿Sería aquella la causa del alivio que parecía sentir? Esperaba que sí.

—La había juzgado mal —dijo él, con pena—. Terriblemente mal.

El silencio se extendió. Lori no podía hablar.

—Tu canción... —logró articular por fin—... era hermosa. ¿Era el idioma de tu gente?

—El abuelo me enseñó un poco —asintió él con la cabeza—. Esa era la Plegaria de la Expiación. Estaba purificando el espíritu de mi madre. El humo del fuego llevaba mis palabras de perdón hasta ella. Tengo la esperanza de que me perdone.

Emocionada, Lori sonrió.

—Te dejo tranquilo, entonces —le dijo, haciendo ademán de ponerse de pie, pero él la retuvo del brazo.

—Me gustaría que te quedases —le dijo—. De no ser por ti, no me habría liberado nunca de mi rabia y mi amargura. Es por ti que puedo ofrecer una disculpa por mi ofensa. Si tú no me hubieses instados que buscase la verdad, quién sabe cuánto tiempo más habría albergado todos esos sentimientos negativos.

Lori suspiró, contenta. Le agradó pensar que bahía ayudado a Grey a luchar contra sus demonios. Al menos algunos de ellos.

La voz de él comenzó a elevarse nuevamente, y la canción le llegó a lo más profundo del alma. Una sensación mística los envolvió y en aquel momento, Lori supo que la madre de Grey oía su plegaria y lo perdonaba. Decidió que allí era donde quería criar a su niño, en la reserva Smoke Valley, donde una persona podía respirar y sentirse libre y tranquila... Y recibió otra iluminación: el amor que sentía por aquel hombre era auténtico, honesto, sincero. Era verdadero amor, procedente del centro de su corazón.

Grey la había ayudado a crecer y le estaría eternamente agradecida por ello. Quizá él nunca le retribuyese su amor, pero en aquel momento sagrado frente al fuego ceremonial, eso no pareció tener importancia.

Lo único que importaba era su felicidad, que la hacía sonreír en paz. Era lo que ella deseaba para su hijo y nadie, ni los Gaines al completo, lograrían apartarla de allí.

Al día siguiente, incluso antes de que saliese el sol, Grey bordeaba a pie el Lago Smoke. Llevaba una mochila con medicinas y conservas. Iba a cumplir una misión.

La persona a quien iba a visitar probable no se alegrase de verlo, pero su conciencia no le permitía retrasar más su viaje a las montañas. La cabaña tenía que encontrarse cerca, supuso Grey. Hacía años que no estaba por allí, desde que tenía trece o catorce años.

Un movimiento inesperado en el sendero frente a él le dio un susto de muerte.

—¡Conner!— exclamó—... ¡Cielos! ¿Era necesario que aparecieses así?

—Haces más ruido que un toro en una cacharrería —rió su primo—. Cualquier buen indio te oiría llegar desde millas de distancia.

Un poco avergonzado de que lo hubiese toma do desprevenido, Grey prosiguió caminando.

—Bueno, pues, actualmente no hay necesidad de entrar en el territorio enemigo a escondidas.

—Genial —exclamó Conner, regocijado—, porque, de no ser así, te habría hecho prisionero hace una hora.

—Pues, podrías haberme llevado el macuto, entonces —dijo Grey, quitándose la mochila y dándosela—. Medicinas y algunas conservas. Nathan pensó que te vendrían bien.

—Ese hermano tuyo nunca pudo guardar un secreto —dijo Conner, que, igual que su primo, llevaba el cabello largo. Sus vaqueros estaban gastados y sus botas polvorientas, pero se lo veía sano. Sin embargo, algo le enturbiaba los ojos—. El cuerpo está bien —aclaró—. Lo que está intranquilo es la mente.

Una cabaña de troncos se vio a la distancia y se dirigieron hacia ella.

—Entra a beber algo —le dijo a Grey—. Ponme al día con las noticias. Así me olvidaré un poco de mis propias preocupaciones.

Sentados dentro de la pequeña cabaña, con tazas de fresca agua de manantial en las manos, Conner lanzó un largo silbido cuando Grey acabó de contarle lo que había sucedido en las últimas semanas.

—Conque te has casado, ¿eh? ¿La quieres?

—¡Desde luego que no!— espetó Grey ¡Claro que no! Ella me ayuda a mí, yo la ayudo a ella, y nada más.

Pero sus palabras le sonaron falsas En vez de analizarlas, le explicó a su primo la situación en la que se encontraba Lori. Conner volvió a lanzar un silbido.

—¿Y tú te crees que un tipo como Gaines, que está acostumbrado a salirse con la suya, se olvidará de una mujer hermosa que casualmente lleva un hijo suyo en su vientre?

Grey dejó su taza vacía y se frotó el rostro.

—No lo sé —dijo. Lanzó un suspiro y apoyó los codos en las rodillas—. Pero tengo intención de ayudar a Lori a salir de esta. Se merece comenzar de cero. Y no me importa lo que tenga que hacer con tal de que ella lo consiga.

Conner arqueó las cejas.

—¿Y sigues manteniendo que esa mujer no significa nada para ti?

—Nunca he dicho eso —dijo Grey—. Significa algo.

«Significa mucho», le dijo una vocecilla. «Quizá signifique demasiado».

—Ha hecho mucho por mí, Conner —dijo, quitándose de la cabeza el pensamiento y la súbita confusión que lo embargó antes de proseguir—: Me ha ayudado a aceptar... algunas cosas. Ha logrado que aclarase mucho con respecto a mi pasado.

Su primo permaneció en silencio y Grey tuvo la clara sensación de que a Conner no le parecía que lo tuviese todo claro con respecto a Lori y sus sentimientos por ella. Al ver en sus ojos que estaba dispuesto a insistir en el tema, Grey se levantó de la silla.

—Mira, tengo que irme —dijo lanzando una risilla forzada—. Tengo que ocuparme de la consulta. Ver pacientes.

Los dos se abrazaron y luego Grey miró a su primo los ojos.

—Ven a la reserva, Conner. Al abuelo le en cantará verte.

—Lo haré —dijo Conner—. En cuanto me sienta preparado.

Grey asintió con la cabeza.

Hizo una pausa en el porche y vio los árboles y el lago. La serenidad del día otoñal contrastaba con el caos que Conner le había creado con sus preguntas sobre Lori y lo que ella significaba para él. Bajó los escalones y se dirigió al sendero que lo llevaría a la reserva.

Que lo llevaría a Lori.

El pensamiento lo asaltó como un relámpago y lo dejó totalmente confuso. Agradeció que el camino de vuelta fuese largo. Sabía que tenía mucho que pensar.