Capítulo 4
—Adelante —dijo Grey desde su mesa cuando oyó que llamaban a la puerta de su despacho.
Lori tenía una expresión divertida en sus dorados ojos cuando entró.
—Hola —dijo él automáticamente. Con solo verla, sintió que se le relajaban los hombros y dejó la pluma que sujetaba entre sus dedos.
—Tienes un paciente esperándote en la sala uno —dijo ella. Su boca llena hizo una pequeña mueca y arrugó la nariz de una forma encantadora—. Será mejor que te advierta —bajó la voz como para hacer una confidencia—. Es Desiree Washington.
Grey lanzó un gemido y se le hizo un nudo en el estómago al pensar en tener que enfrentarse a aquella mujer.
—Pero, si estuvo aquí la semana pasada. Y estaba fuerte como un roble.
Lori lanzó una risa regocijada y Grey deseó zambullirse en su adorable sonido. Pero en aquel momento tenía que enfrentarse a un problema.
—A mí también me parece que está perfecta mente —dijo ella en el mismo tono de conspiración. No pudo reprimir una nueva risa mientras negaba con la cabeza—. Tendría que darte pena la pobre. La única cura para su «enfermedad» sería una «lujuriaectomía».
—Es una operación que no he realizado nunca —dijo Grey y una carcajada brotó de su garganta antes de que pudiese contenerla.
Era increíble que Lori fuese capaz de llevar un rayo de luz hasta la situación más complicada. Sin embargo el miedo le seguía atenazando el estómago al pensar en la exploración que tenía que realizar.
—¿Quieres dejar de parecer tan derrotado, por favor? —le pidió Lori.
—¿Tienes algún plan? —le preguntó esperanzado él al oír el tono con que ella había formula do la pregunta.
—Mucho más que un plan —dijo ella, con ex presión regocijada en sus preciosos ojos—. Tengo una alianza —sonrió, levantando la mano izquierda y moviendo los dedos—. Venga, ya es hora de que la señorita Washington se entere de que la cacería de Grey Thunder se ha acabado.
Grey sintió que el corazón le saltaba de alegría al levantarse de la silla y tomarle la mano. Con el apoyo de su esposa, se sentía capaz de enfrentarse a un toro bravo.
Desiree titubeó cuando Grey le pidió que le describiese su dolencia y acabó hablando del estrés de su vida sin dar ningún síntoma claro. A la vez alternaba miraditas, pestañeos y sonrisas tentadoras con subrepticias miradas de rabia dirigidas a Lori. Estaba furiosa ante su presencia en la sala.
Con razón Grey se había sentido amenazado, pensó Lori que sentada junto a la camilla, la observaba desplegar sus artes ante el médico. Le dieron deseos de protegerlo de las mujeres como Desiree Washington, pero también algo más; algo indefinible.
Finalmente, Desiree le clavé unamirada de odio e hizo un gesto de altanería.
—Mi problema es de índole privada —se quejó—. Deseaba ver al doctor a solas —le dirigió una mirada coqueta al médico para preguntar—: ¿Cree que ello sería posible?
Lori se contuvo, recordando que para Grey era muy importante tratar a la gente con dignidad y respeto.
—Tenemos una política nueva en la consulta— le dijo, esbozando una dulce sonrisa y eligiendo cuidadosamente las palabras—. Siempre habrá una enfermera presente cuando el doctor esté con una paciente. Es algo que se está adoptando en muchas clínicas en este momento. Va tanto en beneficio de los pacientes como del médico.
Con cada una de las palabras de Lori, Desiree pareció erguirse más y una expresión desafiante se reflejó en sus ojos.
¿Qué tenía aquella mujer en la cabeza? ¿No se daba cuenta de que ya no podría ver al doctor a solas en la consulta? ¿Era tonta? A pesar de que le hubiera gustado propinarle un buen cachete para meterle un poco de sensatez en la dura cabeza, Lori volvió a hacer un esfuerzo por sonreír.
—Sinceramente —dijo con honestidad y una leve risilla regocijada—, esta nueva política se basa únicamente en nuestro deseo de proporcionarles a nuestros pacientes una atención profesional. El cambio no tiene absolutamente nada que ver con que el doctor Thunder y yo nos casásemos el fin de semana pasado.
—¿Qué… qué? —tartamudeó Desiree con el rostro blanco como un papel.
—¡Que nos hemos casado! —exclamó Lori, sonriendo de oreja a oreja—. ¿No es maravilloso?
—Pe... pero usted solo lleva trabajando en la clínica...
—… poco tiempo. Es verdad —replicó Lori, con los ojos brillantes de excitación. Se lo estaba pasando en grande—. Qué misterioso y sorprendente es el amor, ¿verdad?
Se puso de pie, dejó la historia clínica que tenía en el regazo sobre el armario y se acercó a Grey. Le tomó el brazo con ademán de posesión y se volvió, nuevamente hacia Desiree. Había decidido que aquella mujer se marchase de la consulta convencida de que Grey ya no estaba disponible. Ni para ella ni para nadie más. Lori estaba dispuesta a demostrar que Grey y ella estaban perdidamente enamorados.
—Estamos como unas ascuas —dijo y giró el rostro hacia el de Grey—. ¿Verdad, cielo?
El doctor Grey, que hasta aquel momento parecía haberse quedado catatónico, abrió los labios para hablar y a Lori le dio un súbito pánico. Lo único que se le ocurrió para que no hablase fue ponerse de puntillas y... ¡besarlo!
Lo tomó del sedoso cabello y selló con los labios entreabiertos la boca masculina, preguntándose todo el tiempo con angustia cómo reaccionaría él ante su desfachatez.
Sus labios eran dulces y cálidos y una corriente eléctrica la recorrió de arriba a abajo, produciéndole un calor indescriptible.
Apoyándole las manos en la espalda, Grey la apretó contra su cuerpo y su perfume, suave y sensual, la envolvió, haciéndola relajarse en sus brazos. Sintió que estaban solos en el mundo, que no había nadie más. Deseó que aquel beso fuese eterno. Sin embargo, era necesario que acabase, porque no eran los únicos habitantes del mundo. Ni siquiera estaban solos en la pequeña sala.
Cuando se separaron, lo miró a los ojos. La expresión del hermoso rostro varonil era intensa, indescifrable, y cuando su mente se aclaró un poco, Lori contuvo un grito ahogado. ¿De veras lo había besado de aquella manera? ¿En qué diablos estaría pensando?
Un ruido tras ella hizo que se le abrieran los ojos como platos. Desiree Washington seguía sentada en la camilla, claramente disgustada por aquellas muestras de cariño.
Lori se dio la vuelta para enfrentarse a ella, rogando que no se le borrase la sonrisa del rostro. Pero sentía las rodillas flojas y no se encontraba segura de poder seguir de pie mucho rato.
—No me gusta esta... nueva política —dijo Desiree con una mueca afeando sus rojos labios. Se bajó de la camilla—. Me temo que tendré que cambiar de médico.
Aunque no había sido intención de Lori que Grey perdiese un paciente, no le dio pena que Desiree Washington se marchase.
—Si informa a nuestra clínica el nombre de su nuevo médico —le dijo con amabilidad—, le enviaremos su historial inmediatamente.
La mujer le lanzó una mirada furibunda. Agarró su bolso y se marchó sin decir palabra.
Al quedarse sola con Grey, Lori sintió que las rodillas se le aflojaban todavía más. El aire estaba electrizado dentro de la pequeña sala. Finalmente, logró armarse de valor y elevar su mirada hacia la de él. La sensual boca masculina sonreía de una forma tan adorable que le dieron deseos de volver a abrazarlo.
—Me has llamado «cielo» —dijo él.
—Ya lo sé —dijo ella, con un gemido de mortificación—. Qué cursi, ¿verdad?
—No sé si es cursi o no —dijo él, con un encogimiento de hombros—, pero eso y el beso decididamente sirvieron para espantar a Desiree. Eres una actriz fabulosa, Lori.
Tenía un brillo extraño en los ojos y Lori no supo si sentirse avergonzada por su comporta miento u... orgullosa.
—Lo... lo siento —dijo, titubeante—, no debería...
—Oh, no —se apresuró él a interrumpirla—. No te disculpes —tomó la historia clínica y se dio unos golpecitos con ella en la palma de la mano—. Esta tarde he disfrutado mucho. Tanto, que espero con ilusión que aparezcan las otras pacientes que me persiguen —concluyó y se marchó.
Cuando se quedó sola, Lori intentó analizar lo que había sucedido, lo que había dicho su jefe, es decir, su marido. Todo lo que había querido decir.
Le comenzaron a temblarlas rodillas y tuvo que tomar asiento. No se le había pasado por la cabeza que no sería capaz de controlar el deseo que sentía por Grey y, mucho menos, que él podría desearla.
—Si serás imbécil —se dijo.
Por supuesto que él no la deseaba. ¿Cómo iba a desearla si ella estaba embarazada, huyendo de una relación y escondiéndose de un hombre al que temía? ¿Cómo podía un hombre encontrar eso atractivo?
Pero no podía borrar de su mente la imagen de su sonrisa sensual. Ni el brillo de sus ojos verdes.
Grey no tenía ninguna duda de que Lori lo evitaba. Había adoptado la costumbre de quedarse hasta tarde en la consulta para no tener que pasar la velada con él.
Sonrió y mojó el pincel en el tarro de pintura. Al recordar la forma en que ella le había demostrado a Desiree Washington que él le pertenecía con aquel beso apasionado, lanzó una risa ahoga da que resonó en las paredes recién pintadas del dormitorio.
Lori era una mujer asombrosa, pensó, moviendo la cabeza. Y aquella no era la primera vez que llegaba a semejante conclusión. Es que ella tenía algo... especial.
«Te sientes atraído por ella», le dijo una vocecita interna y frunció el ceño. Lo que sentía no era atracción. Le gustaba Lori, desde luego, no iba a permitir que sus sentimientos pasasen del mero afecto que lo invadía cuando pensaba en ella.
«Es una mujer fantástica», se burló la vocecita. «Nunca podrás resistir esos increíbles ojos dorados. Si se diese la oportunidad, te dejarías seducir nuevamente por esos labios deliciosos».
—¡No! —gritó, y, en su desesperación, hizo un movimiento brusco que salpicó el suelo con la pintura del pincel. Lanzó un bufido de rabia y la limpió con un trapo húmedo.
¿Por qué, entonces, llevaba tres tardes preparándole aquella sorpresa? ¿Por qué había hecho todo lo posible por mantenerla en secreto para mostrarle el dormitorio cuando estuviese acabado?
Porque lo había pasado mal, por eso. Porque huía de lo que seguramente habría sido una situación terrible. Porque le iría bien un poco de alegría. Aquellos eran los únicos motivos por los que lo hacía.
Estaba decidido a no liarse más con ninguna mujer. La traición de Rose Marie había destruido el amor que sentía por ella hasta hacerlo irreconocible. Cuando volvió a Smoke Valley, sus emociones se hallaban en tal estado, que pensó que nunca lo superaría.
Además, estaba la traición de su madre, algo con lo que tenía que enfrentarse cada día de su vida, cada vez que se miraba al espejo... Al darse cuenta de que lo invadía la tristeza, Grey decidió dejar de pensaren ello y concentrarse en la tarea que hacía.
Y aquella tarea tenía el único objetivo de hacer sonreír a la extraordinaria mujer de la cual Grey solo era amigo. Lanzó un suspiro de satisfacción. Al definir claramente sus motivaciones, se sintió mejor.
Dio una última pincelada y luego retrocedió unos pasos para observar el efecto. Se sentía satisfecho de su esfuerzo. Satisfecho y seguro de que Lori se llevaría la sorpresa de su vida.
Lori ahogó un bostezo. Estaba cansada. Llevaba todo el día de pie y su cuerpo de embarazada acusó el cansancio de las horas extra que hacía todos los días. Miró la hora. Tenía que aguantar veinte minutos más. Así, podría llegar a casa, darse una ducha caliente, y meterse en la cama sin tener que hablar demasiado con Grey.
Desde que le diese el beso, sentía un deseo apasionado por él. Pero él había dejado bien claro desde el principio que no le interesaba tener una nueva relación. Se había sentido engañado y utilizado en su relación anterior.
Grey, le había ofrecido ayuda, una forma de desaparecer de forma más efectiva para que su ex esposo no la encontrase. Merecía que respetase su deseo de tener una relación platónica, un matrimonio de conveniencia. Y, sin embargo, ella sentía deseo. Sentía...
Rodney nunca la había tratado con la ternura y el respeto con que la trataba Grey.
Levantó la barbilla. Estaba claro que por eso sentía aquella atracción por él. Era cariñoso y amable. Un hombre maravilloso. Cualquier mujer se sentiría atraída por él. En su caso personal, con las hormonas al cien por cien debido al embarazo, era lógico que él despertase aquellos sentimientos en ella. Era la respuesta de su cuerpo a su actitud tan cariñosa.
Conque era eso. Lo único que tenía que hacer era reprimir aquellas sensaciones y listo. Lanzó un bufido y se cubrió los sonrientes labios con la mano. Ojalá fuese tan fácil como parecía. Lo único que había estado haciendo hasta aquel momento era huir de él. Se levantó de la silla y cerró el ordenador. Luego cruzó la estancia y apagó la luz. Era hora de irse a casa, tomar un baño y meterse en la cama.
La clínica de Grey se encontraba pegada a la casa. De hecho, había un pasillo al fondo que comunicaba los dos edificios. Las dos noches anteriores, cuando Lori había entrado, la casa se había hallado oscura y silenciosa. Pero esa noche había luces encendidas por todas partes.
Temiendo que hubiese sucedido algo malo, Lori fue en busca de Grey y lo encontró en el pequeño lavadero junto a la cocina.
—Hola —la saludó él alegremente, guardando la plancha en el armario de la ropa.
—¿Todo bien?
—Desde luego que sí. Estaba ordenando un poco. He estado planchando unas cortinas.
—¿Planchando cortinas? ¿Tan tarde? —preguntó mirando el reloj. Normalmente, él se retiraba bastante pronto.
Los ojos le brillaban a él, llenos de excitación, y a Lori le pareció tan adorable que tuvo que apartar la vista porque la recorrió una oleada de deseo.
—No es tan tarde —le dijo él—. Me alegro de que hayas venido. Tengo una sorpresa para ti.
—¿Una sorpresa? —preguntó Lori, incierta. Odiaba las sorpresas. Las sorpresas eran regalos y los regalos significaban que quien los hacía esperaba que le retribuyese con un favor. Y aquello nunca resultaba demasiado agradable.
—Venga —rió él, dándose cuenta por su tono de la inquietud de que era presa—. Es una sorpresa agradable, te lo prometo —la tomó de la mano y la llevó hacia el fondo.
Al sentir la cálida piel masculina contra la suya y la seguridad de su contacto, Lori no comprendió cómo una mujer podía dejar escapar a un hombre como aquel después de haber conquistado su corazón. Pobre Rose Marie. Qué tonta había sido al dejarlo ir.
Grey pasó junto a la puerta de su dormitorio y luego junto a la del de ella. Se detuvo ante la puerta del tercero.
Venga— le dijo suavemente—, entra.
Lori lo miró con un poco de temor. Pero Grey no era Rodney se dijo. Grey era un hombre recto, amable, no estaría buscando que ella le devolviese el favor.
Lentamente, giró el picaporte y empujó la puerta. Grey estiró la mano y encendió la luz.
Lori ahogó una exclamación y sintió que el corazón se le derretía.
—¡Una habitación para el niño! —susurró— Pe... pero....
—Nunca me has dicho si sabes el sexo del bebé o no —dijo él, empujándola suavemente para que entrase en la habitación—, así que opté por los colores verde pálido y amarillo Vale tanto para chico como para chica, ¿no te parece?
No supo qué decir, no podía pensar. Era un lío de emociones.
Las paredes recién pintadas eran de color ver de pálido con vivos en blanco. La brisa agitaba las cortinas de color amarillo limón.
—¡Una cuna! —dijo ella acercándose y deslizando la mano por la barandilla. Un colorido móvil pendía sobre ella. La cama estaba hecha con un suave edredón y en una esquinase apoyaba un osito de peluche. Miró la mecedora blanca junto a la cuna—. ¿Cómo has hecho todo esto sin que me enterase?
—Has estado muy ocupada todas estas tardes —sonrió él—. Y yo también —dijo, y su sonrisa se amplió más.
Ella agarró el osito y lo apretó contra su pecho. Los ojos se le arrasaron en lágrimas.
—Eh, tranquila. No irás a llorar, ¿verdad? Lo he hecho para verte feliz.
—Es que estoy feliz.
—Entonces, ¿por qué lloras? —susurró él. Se acercó y le deslizó las manos por los hombros.
—No lo sé —dijo ella, sorbiendo las lágrimas—. Estoy embarazada —soltó de repente, como si con ello explicase todo, pero lo cierto era que nunca nadie había hecho nada tan maravillo so por ella Jamás. Finalmente, susurró—: Grey, mi bebé no nacerá hasta dentro de cinco meses. ¿Realmente crees que seguiré aquí entonces?
No le podía ver la cara, pero sintió que la pregunta lo sorprendía.
—Ya sé que nunca hemos hablado de cuánto tiempo duraría nuestro matrimonio, pero no pensaba que te fueras antes de que llegase el bebé.
Se sentía muy temblorosa, algo que le sucedía con frecuencia cuando estaba en compañía de Grey. El siempre le quitaba el aliento con lo que hacía: con su apostura, porque era increíblemente guapo; cuando decía algo amable y tranquilizador; cuando preparaba una habitación para su niño. Siempre era indescriptiblemente maravilloso.
Grey se acercó por detrás y la abrazó con fuerza. Le apoyó la barbilla en el hombro y despeinó la piel del osito suavemente.
—Teníamos un trato —le dijo—. Tú me has ayudado muchísimo. Desiree Washington ha dejado de ser un problema en mi vida. Y estoy seguro de que ya se ha corrido la voz de que estoy casado. Mis problemas casi están resueltos —la apretó un poco más contra sí y ella no se resistió Ahora, creo que nuestro objetivo es ocuparnos de que sufras el menor estrés posible durante el resto de tu embarazo.
Lori nunca había estado enamorada en serio, nunca había entregado su corazón. De repente, se había encontrado casada con su primer esposo por motivos equivocados. Había pensado, hasta hacía un segundo al menos; que su matrimonio con Grey había estado basado en algunos motivos bastante complicados también.
Pero si le hiciesen una radiografía de tórax en aquel momento, verían que su pecho estaba va cío. ¿Y el corazón?
El corazón se lo había robado Grey.