2. EL INSOPORTABLE ALVEAR

Las fragatas Medea, Mercedes, Fama y Clara partieron de Buenos Aires rumbo a España el 9 de agosto de 1804. Al mando de la flota iba el gobernador saliente de Montevideo, José de Bustamante y Guerra. Lo secundaba el capitán de navío don Diego de Alvear, quien luego de veinticinco años en el Plata regresaba a Europa casado y con ocho hijos. Don Diego viajaba en la Medea, la nave capitana. Su mujer, María Josefa Balbastro, de 38 años, y los hijos iban en la fragata Mercedes. Todos, salvo el que tenía catorce años: por haber sacado de quicio a su madre y hermanos, había sido enviado con el padre a la Medea.

El 5 de octubre, los españoles ya alcanzaban a divisar algo de la silueta desde la costa cuando un estruendo sacudió las aguas. Cuatro fragatas inglesas se ubicaron frente a las españolas. El comodoro Graham Moore, que mandaba la Infatigable, la nave capitana británica, los intimó a que tomaran rumbo hacia un puerto británico para desembarcar allí los caudales. El capitán Bustamante le contestó que “semejante humillación no se imponía a un marino español, sino cuando las pérdidas y la sangre derramada le hubiesen hecho sentir su impotencia y puesto a cubierto su honor; que él navegaba en la inteligencia de que su rey estaba en paz con el gobierno inglés, y que protestaba contra un atentado que era una sorpresa enteramente contraria al derecho de las naciones”.

La respuesta de los ingleses fue explosiva.

Desde la Medea, don Diego y su hijo vieron volar por los aires a la Mercedes. Las otras fragatas se rindieron y los ingleses se quedaron con el jugoso botín de cinco millones de pesos. Al enterarse del ataque, el gobierno español le declaró la guerra a Inglaterra.

Fue entonces cuando cuatro hombres —entre ellos el almirante Popham— se reunieron en Wimbledon, aunque no precisamente para jugar al tenis: trazaron el plan de conquista de las colonias españolas en América. Empezaban a gestarse las Invasiones Inglesas.

De las 280 personas que se encontraban a bordo de la fragata Mercedes, solo 46 se salvaron. Murieron María Josefa y los siete hijos que la acompañaban —tres varones y cuatro mujeres— más un primo y cinco criados de la familia. De los Alvear, solo sobrevivieron al ataque inglés aquellos que no estaban en la Mercedes: el padre y el hijo de catorce años, llamado Carlos Antonio José Gabino del Ángel de la Guarda, quien luego sería conocido con el simplificado nombre de Carlos María de Alvear. El nombre María le fue agregado como recuerdo de su madre.

Carlos de Alvear, que logró sobrevivir al ataque por su mala conducta, sería un destacado militar que brillaría en el Río de la Plata y ocuparía el cargo de Director Supremo. Además, sería el padre de Torcuato (popular intendente porteño) y abuelo de Marcelo (presidente de la Nación). Y, por más extraño que resulte, aquel chico terminaría convirtiéndose en un ferviente admirador de los ingleses.

En 1815, mientras su Patria pagaba con vidas y sacrificios las ansias de independencia, Alvear envió una nota al embajador inglés en Río de Janeiro, asegurando que “estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a su Gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés, y yo estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para librarla de los males que la afligen”.

Demostraba no tenerles ningún rencor, sino más bien admiración, a aquellos que habían enviado a su madre y a sus hermanos al fondo del océano.

 

Espadas y corazones
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