86. SAN MARTÍN DE TOURS, EL SANTO “UNITARIO”

Los enemigos de Rosas aseguraron que el 31 de julio de 1848, el Restaurador firmó un decreto sorprendente:

 

El Gobierno, considerando, 1º: Que esta ciudad, puesta desde su fundación bajo la protección de un francés, San Martín, natural de Tours, no ha sabido hasta la fecha librar a esta ciudad de las fiebres periódicas, escarlatinas, ni de las secas y epidemias continuas, que en diferentes épocas han arruinado nuestras cosechas y nuestros ganados, ni las extraordinarias crecientes de nuestro río, que destruyen casi anualmente una cantidad de obras y monumentos de la ciudad que se encuentran sobre la costa; en fin, que la viruela acaba de desaparecer a causa del descubrimiento de la vacuna, sin que el patrono, por su parte, haya jamás hecho el menor esfuerzo para librarnos de esta terrible calamidad; que para combatir las invasiones de los indios en la frontera, para sostener las guerras civiles y extranjeras que nos han sobrevenido, hemos tenido que recurrir: a la Virgen del Rosario y la Merced y a Santa Clara Virgen también, con cuyo único consuelo hemos podido triunfar, mientras que nuestro patrono, el francés, permanecía indiferente en el cielo, sin ayudarnos en lo más mínimo, como era su deber, decretamos:

Artículo 1°: El francés unitario San Martín de Tours, que ha sido hasta hoy el patrón de esta ciudad, habiendo perdido la confianza del pueblo y del Gobierno, abandonado por sus compatriotas, por el traidor Rivera y demás salvajes unitarios, es destituido para siempre del empleo de patrón de Buenos Aires, medida que creemos conveniente para la seguridad pública y para el triunfo de nuestros derechos en la causa de la Confederación.

Artículo 2°: Atenta la antigüedad de los servicios prestados por San Ignacio de Loyola, venimos en acordarle una pensión de velas de cera de una libra y una misa cantada que se celebrará en su altar el día de su fiesta que se celebrará en la Catedral.

Artículo 3°: El ciudadano naturalizado San Ignacio de Loyola, queda nombrado patrón de esta ciudad, con la graduación y honores de brigadier general de la república, debiendo usar la divisa federal.

 

Por lo insólito, el cuento del decreto se esparció con rapidez y, años más tarde, desde el exilio, Rosas se vio obligado a desmentir que hubiese firmado alguna vez semejante destitución. De todas maneras, no solo los unitarios usaron con fines políticos al patrono porteño. En 1831, los federales apresaron al general unitario José María Paz boleando su caballo y las célebres boleadoras fueron colocadas en la cintura de una imagen del santo en Buenos Aires. Hace unos años estaban expuestas en una vitrina del Museo Histórico Nacional.

Nuestro San Martín de Tours siempre dio que hablar. La tradición afirma que el 20 de octubre de 1580 fue el día en que se reunieron en un rancho los pocos aldeanos de Buenos Aires para elegir por sorteo el santo patrono de la ciudad. El gobernador Juan de Garay, el alcalde Rodrigo Ortiz de Zárate, el escribano Pedro Fernández y los vecinos Hernando de Mendoza, Pedro de Quirós, Diego de Olavarrieta, Antonio Bermúdez, Luis Gaytán y Alonso de Escobar participaron en el acto. Siguiendo las normas burocráticas comunes a todas las colonias, echaron los trozos de pergamino con los nombres de los santos en el casco de un arcabucero. Cuando el azar les ofreció el nombre de San Martín de Tours, la decepción fue general. ¡Justo ellos iban a aceptar un hijo de Francia como patrón! El nombre del santo volvió a la bolsa.

Se inició un nuevo sorteo. La sorpresa fue general cuando el escribano Fernández leyó el nuevo resultado. ¡Otra vez San Martín de Tours! No iba a ganarles el francés a este grupo de empecinados aventureros. El primer fraude electoral de la historia del Río de la Plata acababa de consumarse y nadie objetó un nuevo intento. Pero, como suele ocurrir, no hubo dos sin tres: el papel con el nombre de San Martín de Tours volvió a salir y, con resignación y fastidio, los aldeanos acataron una decisión que, por lo visto, sonaba a mandato del cielo.

Cada 11 de noviembre se celebraba el día de San Martín de Tours con misas, procesiones y corridas de toros. El patrono tuvo épocas de esplendor y reverencia, pero también vivió tiempos de ingratitud y descuido. En diciembre de 1768, el vecino Jerónimo de Matorras donó a la ciudad una efigie del santo, “de bulto y cuerpo entero” (así se referían para aclarar que se trataba de una figura tridimensional). La comuna aceptó la escultura, pero la dejó arrumbada en un cuarto que funcionaba como depósito en el Cabildo. En 1775, la viuda de Matorras, Manuela de Larrazábal, se vio obligada a intimar a que colocaran la donación de su finado esposo “en el lugar correspondiente” o que se la devolvieran. Los funcionarios decidieron reintegrársela, “porque en ninguna parte puede estar mejor cuidada”. Y San Martín de Tours se quedó sin estatua.

De todas maneras, es interesante notar que el donante de la efigie haya sido Jerónimo de Matorras. Porque él fue quien trajo a Buenos Aires a su prima Gregoria, quien a su vez se enamoró de un capitán que llevaba el apellido del patrono, San Martín. Se trataba de Gregoria Matorras, prima del donante y madre del general San Martín.

En tiempos de la colonia, se llamó San Martín (hoy es Reconquista) a una calle que pasaba a una cuadra de la Catedral, donde el patrono tiene su altar. Era común que todas las calles porteñas llevaran nombres de santos. Pero luego de las Invasiones Inglesas, en 1808, el virrey Liniers cambió la nomenclatura: los santos le dejaron su lugar a los héroes de la Defensa y Reconquista de Buenos Aires. Liniers, en acuerdo con el Cabildo, dispuso que la calle San Martín pasara a ser… calle Liniers. Y además, decretó ensancharla, a pesar de las quejas de los vecinos.

San Martín de Tours desapareció de los planos durante cuarenta años. Hasta que en 1848 Juan Manuel de Rosas le dio el nombre del patrono a la calle que corre por el costado de la Catedral. Justamente fue en 1848, el mismo año en que se supone que quería destituirlo; lo que demuestra que los que inventaron el decreto ni siquiera se tomaron la molestia de fecharlo en un año más creíble.

En 1902, el patrono tuvo que soportar una nueva afrenta. Fue cuando el intendente Adolfo Bullrich dispuso que la calle seguiría llamándose San Martín, pero a partir de ese momento dejaba de ser un homenaje al santo, para convertirse en un tributo a José, el Padre de la Patria. Y San Martín de Tours volvió a quedarse sin calle en Buenos Aires. Hasta que recuperó su presencia en Barrio Parque, dándole su nombre a una de las calles más paquetas de la ciudad de Buenos Aires.

Espadas y corazones
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