Capítulo 7
Al final del siguiente programa, el público aplaudió como loco, y mientras sonaba la música que cerraba el programa, Renata miró a Hawk a los ojos, esperando sentirse orgullosa, satisfecha y aliviada. Pero en vez de eso lo que sintió fue una oleada de deseo y el sabor del algodón dulce volvió a su boca. Tragó saliva e intentó luchar contra aquella sensación. Justo cuando las cosas parecían mejorar, empeoraban. Aunque Denny les dijese que habían tenido éxito, ella tendría otro problema: cómo trabajar con Hawk sin enamorarse de él. Hawk tampoco se lo ponía fácil.
En cuanto entraron en el camerino, él la abrazó y la estrechó contra él. Intentó no reaccionar a aquella maravillosa sensación de sentir sus brazos alrededor de ella, su torso apretado contra sus pechos. Pero la atracción pudo más que ella, deseaba volver a saborear su boca. Aún abrazándola, Hawk la miró.
—Has sido la Renata de antes. Toda chispa.
En aquel momento se debió dar cuenta de que aún la estaba abrazando y sus ojos se oscurecieron al tiempo que apretaba las manos en su espalda.
—Renata —susurró y ella sintió que lo deseaba con todo su cuerpo.
Hawk la miró fijamente y Renata se dio cuenta de que él sentía lo mismo. Inclinó la cabeza y se acercó hacia ella.
Renata percibió su aroma; una mezcla de colonia, menta, maquillaje y masculinidad y sintió que se abrasaba por dentro y por fuera. Automáticamente, ladeó la cabeza y entreabrió la boca, mientras deslizaba las manos por su espalda. Solo una vez…
Sus labios se encontraron y se acoplaron a la perfección, igual que el día del parque, con el añadido de la emoción del éxito del programa, que hizo que aquel beso fuese aún más hambriento y más pasional.
Alguien llamó a la puerta y aquello los devolvió a la realidad. Renata gritó y se apartó apresuradamente de él, y vio la mirada aturdida de Hawk justo cuando Denny entraba por la puerta.
—¡Ha sido un programa fabuloso! —dijo Denny. No pareció darse cuenta de lo sonrojados que estaban, ni de sus respiraciones entrecortadas. Y si lo hizo, lo atribuyó a la emoción por el éxito del programa—. Sabía que funcionaría. Tenía un…
—Presentimiento sobre nosotros —terminó Renata, aún sin aliento.
—Es vuestro —continuó Denny. Paseaba de un lado a otro del camerino entusiasmado—. Mantened el ritmo.
Si él supiera el ritmo que acababan de mantener.
Denny se detuvo y los miró fijamente a los dos.
—No sé qué habéis hecho para arreglarlo, pero seguid así. Tengo que marcharme —dijo y salió por la puerta.
En aquel repentino silencio, Renata no fue capaz de hablar. Hawk sostuvo su mirada y ella no pudo evitarla.
—¿A qué hora quieres que te recoja el sábado que viene? —preguntó Hawk con un tono suave y seductor.
—¿Me vendrás a recoger?
—Sí. Había pensado que podíamos ir a montar a caballo.
—¿De qué estás hablando?
—Ya has oído a Denny. Tenemos que seguir haciendo lo que estamos haciendo. Tenemos que volver a salir a divertirnos.
—No se refería literalmente a ello, Hawk. Además, no… puedo. Sabes que no deberíamos… —no pudo terminar la frase. Se llevó los dedos a los labios; aún los sentía calientes por el beso.
—Lo sé —dijo Hawk con expresión de falso arrepentimiento—. Ha sido un error. Pero es que estabas tan guapa… —añadió y le guiñó un ojo. Un mechón de pelo le cayó sobre los ojos, haciéndole parecer tan formal y deseable—. No te preocupes. No dejaré que se nos vayan las cosas de las manos. Te lo prometo.
Hizo aquella promesa con una facilidad de la que Renata no era capaz.
—No hace falta que volvamos a salir el sábado que viene. Podemos quedar para tomar café y hablar sobre el programa, y podemos ver en el estudio las cintas de los próximos invitados.
—Vamos, Renata. No me dejes plantado ahora. Nos hemos divertido y ha sido bueno para el programa. Si lo volvemos a hacer será mucho mejor.
—Dejemos las cosas estar, Hawk.
Renata no estaba dispuesta a pasar otro día con Hawk y correr el riesgo de que se besaran.
—Además, tengo cosas que hacer.
—¿El qué? —preguntó él.
Renata pensó, frenética, en busca de una excusa convincente, pero solo fue capaz de decirle la verdad.
—Tengo que arreglar el jardín, y quiero pintar una de mis casas de muñecas, y… —dijo pero aquello no sonaba convincente—. Tengo cosas que hacer.
—Renata, eso son tareas, no es diversión.
—Para mí, sí. Si quieres, te llamo y nos vemos para tomar café —dijo ella desde la puerta. En algún sitio bien iluminado y poco romántico, pensó.
No quería darle tiempo para convencerla, así que salió del camerino. Estaba decidida a pasar el sábado tan lejos de Hawk y sus ojos color miel como pudiese.
***
Hawk llegó a casa de Renata el sábado por la mañana, empujado por una serie de motivos que no estaba dispuesto a analizar.
Se dijo a sí mismo que estaba allí para mantener encendida la chispa de Renata, tal y como Denny había ordenado. Y aunque no era capaz de eliminar la sonrisa de su cara cada vez que pensaba que iba a verla, se convenció a sí mismo de que era por el bien del programa. Y el programa era bueno para su carrera profesional. Tenía que mantener el ojo en la bola…
Y la cremallera subida.
Aún así, no podía esperar a verla. Llevaba dos días sin ver sus serios ojos, sus carnosos labios y sin oír aquella voz tan seductora.
Pero sobre todo era la forma en que ella lo escuchaba, con verdadera atención.
Por lo tanto, se sorprendió al ver que la mujer que le abrió la puerta era una señora de corta estatura y largo pelo gris. Parecía la esposa de Papá Noel.
—Vaya, vaya, pero si es Hawk Hunter. El hombre del momento —dijo la mujer invitándolo a pasar—. Yo soy Lila Rose, la madre de Renata.
Cuando Renata entró por la puerta de su casa, se encontró con su madre y Hawk sentados en su cuarto de estar, riendo y hablando tranquilamente, y pensó que aquello podía ser peligroso.
—¡Qué sorpresa! —dijo Renata mirándolos a los dos.
—Vine a traerte un poco de té helado, Rennie. Y empezar con los dichosos impuestos —le explicó su madre—. Y mira quién vino a hacerme compañía. Me lo ha contado todo sobre él y yo le he contado todo sobre ti.
Aquello podía ser peor de lo que se esperaba, pensó Renata.
—Disculpa a mi madre —le dijo Renata a Hawk después de que Lila se marchase—. Sé que puede resultar un poco pesada a veces.
—Tu madre es estupenda. Nunca te disculpes por ella.
—Es solo que he pensado que quizá te hubiese molestado.
—Alégrate de tenerla —dijo Hawk—. No todo el mundo tiene la misma suerte.
Su expresión era seria y Renata se dio cuenta de que había algo más debajo del hombre cómico que ella conocía, y deseó saber más acerca de él.
—¿Es que tú no tienes madre? —se atrevió a preguntarle.
—No. Y tampoco tengo padre —contestó él en voz baja, y le contó cómo había acabado viviendo en distintas casas con familias adoptivas desde que tenía seis años.
Renata lo miró fijamente durante un rato. Era un hombre valiente y bueno, y sintió deseos de tocarlo y de consolarlo de alguna manera, así que le acarició el pelo y después dejó la mano sobre su mejilla.
—Ya lo sabes todo sobre mí —dijo él y cubrió la mano de ella con la suya. Después, giró la cabeza para besarle la palma de la mano. Tenía los ojos fijos en ella.
Fue un momento cargado de electricidad y de deseo.
Renata se sintió alarmada y rompió el contacto dando un paso hacia atrás. La expresión de Hawk fue de momentáneo arrepentimiento, pero enseguida sonrió.
—¿Te apetece ir a nadar a mi apartamento? La piscina es climatizada.
Renata estuvo a punto de decir que sí. Deseaba pasar más tiempo con aquel hombre, que cada vez le parecía más fascinante. No le gustaba la idea de dejarlo.
—Podemos hablar sobre el programa —ofreció él, pero los dos sabían que no era aquello lo que ocurriría.
—Creo que será mejor que no —dijo ella con toda la firmeza de la que fue capaz—. Aún tengo cosas que hacer. Te veré el lunes en el estudio.
—De acuerdo —dijo él sonriendo—. Pero si cambias de opinión, ya sabes mi dirección.
Mientras lo acompañaba hasta el coche, Renata dio gracias por haber sido fuerte. Aun así, se encontró a sí misma recordando mentalmente su dirección.
Pero aquello sería un gran error. Teniendo en cuenta la cantidad de problemas que habían tenido estando vestidos, si se veían en un estado de semi desnudez, en el agua, la tentación sería demasiado fuerte. Y Renata sabía que aquello solo podía ser perjudicial para ella.
Se verían el lunes en el estudio y hablarían sobre el siguiente programa. No volverían a pasar tiempo solos.
Para no sentirse tentada de buscar el bikini, Renata telefoneó a su madre para quedar con ella para continuar trabajando con sus impuestos.
—Entonces, ¿te lo has pasado bien con Hawk, hoy? —le preguntó Lila con delicadeza.
Aquella no era una pregunta fácil. Después de que él le hablase de su vida, el deseo de acostarse con él se había vuelto casi insoportable. Por otra parte, se sentía viva y completa.
—Sí —dijo ella sorprendiéndose a sí misma—. Supongo que sí.