CAPITULO 12
Audrey escribió una carta a su madre y la escondió, buscaría la forma de hacérsela llegar. Estaba nerviosa, quería abandonarle, estaba decidida a hacerlo, tenía el collar de diamantes, las joyas que le había regalado.
Y fingió una calma que no sentía para que él no sospechara.
—Audrey, querida, mira, han traído tu retrato.
Su esposo le mostró el cuadro con orgullo pero ella se vio triste, la mirada distraída y una mueca pintada en los labios. Pero él estaba encantado y quería poner el retrato en el comedor para que todos los visitantes lo vieran.
Su partida le causó mucho alivio. Miró a Brent, este la miraba con atención, hacía días que no la veía y el cuadro solo había sido una excusa. Quería verla.
—Necesito hablarle, por favor… vayamos al jardín—le susurró.
Audrey necesitaba que entregara la carta en el correo sin decir nada a nadie. Se lo entregó y le rogó que fuera discreto.
El joven asintió pensando que era extraño que le pidiera eso, pero no dijo nada.
—Señor Bradley, esta carta es para usted, por favor, nadie debe verla.
Ahora sí le había sorprendido. ¿Entonces ella esperaba impaciente su visita? ¿Qué diría esa carta? ¿Se habría atrevido a declararle su amor?
Ansiaba leerla y lo hizo cuando estuvo en la casa de su primo, encerrado en su habitación y frente a una vela gruesa.
“Señor Brent,
Le ruego me disculpe, no es sencillo lo que voy a pedirle y tal vez lo considere una impertinencia o un abuso a su amistad.
Usted es un joven talentoso y debe necesitar el dinero para poder regresar a su país y dedicarse a la pintura. No pretendo ofenderle con esta impresión por favor, solo ofrecerle mis joyas para que me ayude a huir de este país.
Comprendo que es una locura, escribir esta carta no ha sido sencillo para mí, no quiero pensar lo que podría pasar si cayera en manos de mi esposo. Le ruego no la conserve consigo.
Mi vida es un martirio, he descubierto que mi esposo mató a un ser muy querido para mí y no puedo perdonarle. El no me permite ver a mi familia, soy una prisionera en mi propia casa, ni siquiera puedo llamarlo hogar sino prisión.
Solo quiero ir a su país y conseguir una colocación, sé que no podrá encontrarme en una ciudad tan grande.
Le compensaré, pagaré mi pasaje y le daré las joyas para que usted disponga de ellas y espero que su orgullo no le impida aceptarlas.
Usted partirá en unas semanas y yo quiero acompañarle.
Pero no se crea responsable de mi suerte, quiero viajar y conocer el mundo.”
No hable en White Flowers de esto, escríbame una carta y yo la leeré. Le ruego que entregue esta carta en la oficina de correos, mi esposo no debe enterarse.
No tiene que responderme inmediatamente, puede pensarlo y decidir.”
Brent pensó que era un hombre afortunado. Luego notó la desesperación de la dama y se sintió muy ruin de esperar aprovecharse de la situación.
No era buena idea huir de esa forma, pero ella se lo pedía… Lo creía un pintor pobre y necesitado de dinero.
Sonrió pensando que el diablo lo estaba tentando con esa carta, ¿o tal vez era una dura prueba que le enviaba el señor?
Tenía el otro sobre en sus manos, la carta que enviara la dama de White Flowers a su madre. Pensó en abrirla pero luego se dijo que no podía hacerlo, no era correcto, era una carta privada…
¿Pediría ayuda a su madre de Greenston?
Lo dudaba, tal vez le diría que estaba bien…
Luchó contra la tentación un buen rato hasta que al final pudo más la curiosidad que el buen juicio.
“Madre:
Perdóname, no pude escribirte antes, mi esposo me prohibió hacerlo y yo no me atreví… El día que desaparecí en la pradera vi a Nath, charlamos frente al río y cuando regresaba a la granja Elías Endicott apareció en mi camino, quiso hacerme mucho daño. Siempre supe que ese joven estaba un poco loco pero nunca creí que pudiera ser tan perverso.
Un desconocido me salvó, creí que era uno de los mozos de Greenston y dijo que me llevaría a mi casa pero no lo hizo, me llevó por el camino contrario y luego… Vi a Thomas Lodge. Había ido a llevarme de Greenston, a seducirme, pero yo dije que me arrojaría por la ventana si me tocaba. Eso debió asustarle porque luego dijo que se casaría conmigo y lo hizo, pero como condición yo no podía verlos ni escribirles, porque mis parientes le avergonzaban.
Perdóname madre, quise escribirte pero no me atreví a hacerlo, siempre le he temido.
Lamento mucho la muerte de mi padre, Jeremy Cabot me lo dijo el otro día.
No he dejado de pensar en ustedes, estoy bien, soy la esposa de Lodge y dijo que si le daba un hijo me dejará ir a verte…
No respondas esta carta, iré a visitarte en cuanto pueda madre, solo decirte que estoy bien, él vela por mí.
Rezaré por mi padre y por toda mi familia y también por Nath…
Cariños.
Audrey
Brent cerró la carta profundamente conmovido. Ahora sabía su secreto. ¿Quién demonios era Nath? Algún enamorado seguramente pero… ¿Qué sentiría su madre al saber las horribles desventuras de su hija? El horrible rapto y su intento de suicidio. Y la prohibición de ese hombre de que no hablara con su familia porque le avergonzaban… Audrey quiso disfrazar los hechos, diciendo que su marido velaba por ella, debió hacerlo para no apenarla, pero no podría engañarla, era su madre y todo ese asunto era trágico y perverso.
¿Qué clase de loco obra de esa forma raptando a una jovencita y luego, apartándola de su familia?
Ahora entendía por qué le había escrito la segunda carta, y lo desesperada que debió sentirse. Vigilada, encerrada con ese demente, sin amarlo, sin poder ver a su familia…
Ya no tenía el cuadro para contemplar su amor retratado, pero la tendría a ella, ganaría la apuesta… No podía postergar mucho más su partida. Estaba decidido.