CAPITULO 8

En la granja de Greenston reinaba un ambiente sombrío.

Los amigos de Elías Endicott comparecieron ante el patriarca de la aldea: el señor Holmes y le contaron todo lo que había ocurrido esa mañana.

Temblaban y lloraban como niñas confesando que primero huyeron asustados dejando a la pobre Audrey a merced de su amigo Elías…

Cuando la verdad salió a la luz el rostro de Abraham Holmes parecía de piedra. Su pobre niña, raptada por uno de esos malhechores que asolaban la pradera…

Luego supieron de la tragedia ocurrida a su prometido. Nath se había quebrado el cuello al caer del caballo en el mismo instante en que pobre hija era raptada por un forastero.

Ese animal siempre había sido nervioso y solo él podía montarlo. Pero algo había ocurrido, algo debió asustar al animal para que echara a correr y lanzara al jinete contra el montículo.

Amy Holmes lloró al enterarse, era demasiada tragedia para un solo día, parecía una confabulación de las fuerzas del mal. Su pobre niña raptada, sufriendo tanto daño y Nath muerto.

Al enterarse de lo Meg fue a ver a sus padres y dijo que se quedaría unos días. Fue un gran alivio para Amy, porque no dejaba de llorar pensando en su pequeña hija. ¿Por qué tuvo que salir ese día? ¿Y por qué su hijo Adams no la cuidó como era su deber? Ni siquiera vieron que la joven se escurría esa mañana.

Meg pensó que era una dura prueba del señor y debían ser fuertes, tal vez la joven regresara… Debía consolar a sus padres y tratar de distraerles.

Regresará dañada, loca de miedo, oh, no me atrevo a pensar.—dijo su madre.

Abraham Holmes recibió ayuda de sus vecinos, todos se ofrecieron a buscar a su hija menor y a encontrarla con vida.

Él les vio partir esperanzado, rezando para que pudieran encontrarla y rezando luego por el alma del pobre Nathaniel Cabot.

 

Thomas Lodge fue a visitarla luego del almuerzo.

Debe usted alimentarse señorita Holmes, no llegará a ningún lado con su actitud. —dijo con frialdad.

Ella demoró en responderle pero finalmente habló.

—Quiero regresar a mi casa, por favor. Mis padres han de estar pensando que me ocurrió algo espantoso. Yo no diré nada, se lo juro, nadie sabrá que usted me raptó… Diré que me perdí en el bosque y luego…

¿Y creen que no notarán que le pasó algo más señorita Holmes? No sea ingenua, su desaparición debió sorprenderles, y luego regresa, diciendo que había errado el camino. No le creerán, además temo que ya no podrá casarse con su enamorado granjero.

Parecía disfrutar la situación, era su venganza, pero ella no entendía por qué ese hombre había hecho eso. 

—No me importa, estaré a salvo de usted.—dijo .

Me temo que eso no será posible, nunca estará a salvo de mí, señorita Holmes.

Esas palabras le provocaron un escalofrío, sabía de lo que hablaba, volvería a intentarlo, la convencería de que cediera a sus deseos… La convertiría en su amante y luego, iría  a casarse con una señorita de sociedad… Pero no lo conseguiría, buscaría la forma de escapar, oh, lo haría…

—Le diré a la doncella que le traiga otra bandeja y espero que esta vez sí se alimente o deberé darle azotes por desobediente y tonta. No crea que conseguirá algo mostrándose rebelde y desafiante, pequeña puritana de Greenston.

Ella aceptó la bandeja pero solo probó la mitad de su contenido, y lo hizo para tener fuerzas para escapar y porque estaba hambrienta no porque se sintiera obligada a obedecerle.

Los primeros días no volvió a besarla ni se acercó a ella, ni le hizo insinuación alguna. Pero Audrey sabía que ese hombre tramaba seducirla y lo haría cuando no encontrara resistencia, así que intentó escapar una mañana, aprovechando un descuido del mayordomo que dejó abierta la puerta de atrás.

Corrió sin mirar atrás, ansiando encontrar a alguien que pudiera ayudarla. Ese hombre la había raptado y tramaba su ruina, no podía quedarse en la mansión, no quería convertirse en su amante, solo quería regresar a su casa y olvidar ese triste episodio.

No conocía los alrededores, y de pronto se detuvo exhausta, incapaz de dar un paso más. Comprendió que estaba en el medio de un bosque salvaje, en medio de la nada, no había cabañas ni ser humano que pudiera ayudarla. Pero al menos había huido de ese hombre y sus nefastas intenciones.

Caía la noche y tuvo frío, era el final del verano. Pensó en Nath, no podía creer que hubiera muerto el mismo día de su rapto… Greenston nunca le pareció tan lejano e inalcanzable. Se acurrucó contra el tronco del olmo y se durmió poco después.

Despertó horas después, al escuchar unas voces. Amanecía y le dolían los huesos y no sabía dónde estaba.

Entonces lo vio, llevaba el cabello revuelto y sus ojos verdes echaban chispas mientras se acercaba a ella.

¿Qué cree que estaba haciendo pequeña tonta? ¿Acaso no sabe que este bosque está lleno de animales salvajes? Pudo morir devorada por una manada de lobos o de frío al dormir en la intemperie.

La joven estaba demasiado aturdida para responder y se dejó llevar como saco de heno hasta su caballo. La había encontrado, nunca podría escapar de él… Y su huida solo había causado su mal humor y rabia. La encerró en su habitación y dijo que no se iría hasta que terminara con la bandeja de alimentos.

Más tarde durante la cena la obligó a acompañarle en el comedor, y ella debió cambiar su vestido y arreglar su cabello, como si fuera una ocasión especial, porque él así se lo había ordenado. No soportaba verla desarreglada o con el cabello envuelto en esa horrible gorra, por esa razón lo había hecho desaparecer ese mismo día.

Al verla entrar su mirada se detuvo en su cuerpo con creciente deseo, estaba hermosa con ese vestido azul y el cabello peinado con las cintas enseñando un cuello esbelto y blanco y un generoso busto ceñido con un corsé bordado en piedras. ¡Oh, cuánto deseo quitarle el vestido y llenar sus pechos de caricias y hacerla suya en ese instante!…

Pero debería esperar un poco más.

Ella apenas probó bocado, sus miradas la asustaron, sabía lo que ocurriría tarde o temprano, no podría evitarlo. Solo le angustiaba saber qué pasaría después.

Bebió vino sin darse cuenta que él había llenado nuevamente su copa y debió ser el vino que la obligó a preguntarle.

—¿Qué hará conmigo cuando tenga lo que desea señor Lodge? ¿Me regresará a Greenston con mis padres? ¿O me dejará encerrada en esta casa hasta que ya sienta interés alguno por mí?

¿Realmente me cree tan cruel señorita Holmes? ¿Cree que solo deseo seducirla y abandonarla?

—¿Y qué otra cosa querría de mí un caballero de Boston? Usted me raptó como un malvado y quiso abusar de mí la primera vez, me insultó acusándome de ser una gata en celo… Si en algún momento sentí algo por usted puedo asegurarle que ahora solo me inspira rabia y desdén.

Entonces usted sintió algo por mí… Yo también lo creí, pero eso no le impidió prometerse con su granjero y besarse con él en la pradera.

Usted nunca se interesó en mí señor Lodge, usted solo pensaba en aprovecharse de mí. Aún ahora intenta hacerlo, quiere llenarme de presentes y convencerme de la vida que podría ofrecerme si acepto convertirme en su amante. Pero jamás soportaré una vida de deshonor, y prefiero morir a vivir con la vergüenza de ser la querida de un caballero, sin respeto, tomada como una cosa para satisfacerle.

La joven abandonó la mesa y huyó, estaba furiosa y lloraba. Lloraba porque sabía que no podría escapar de su horrible destino.

Thomas se acercó a su habitación sin prisa, en esos momentos no estaba furioso pero sí estaba decidido a tener lo que deseaba, sabiendo que no podría esperar un instante más.

Y lo más extraño fue que ella lo esperaba parada frente a la ventana, dispuesta a enfrentarle una vez más.

—Mi bella puritana, ¿qué hace allí frente a la ventana? Hace mucho fío, salga de allí. No llore ni sea tan tonta, sabe que se rendirá a mí tarde o temprano… Pero no estoy dispuesto a esperar tanto, he esperado demasiado y ya no puedo soportarlo. La tendré esta noche y nada va impedirlo.

Audrey permaneció inmóvil, estaba aterrada pero no lo demostró.

—Si da un paso más me arrojaré por la ventana señor Lodge y no me mire así porque lo haré, nada más me importa ahora. Pero moriré antes de soportar una vida de deshonra y no me tocará, no se saldrá con la suya. ¡Quédese dónde está!

Thomas se detuvo, nunca esperó que fuera tan osada, se había subido a la ventana que estaba abierta y se trepó al marco con la agilidad de un gato, observando el vacío con atención. Era valiente y temeraria, y estaba asustada, podría hacer una locura si no actuaba con prudencia.

Bájese de ahí enseguida, no sea tonta muchacha, no morirá, se quebrará las piernas y se convertirá en una inválida el resto de sus días.—gritó él.

Márchese de mi habitación, aléjese, no quiero volver a verlo. Es usted un malvado.

No me iré hasta que se baje de allí señorita Holmes—sostuvo su mirada pero no retrocedió un paso. Estaba observándola furioso y asustado porque temía que esa tonta puritana se tirara y se rompiera todos los huesos.  Oh, habría deseado atraparla y quitarla de allí pero primero debía calmarla.

Muy bien, me iré, no le haré nada señorita Holmes, le doy mi palabra. Pero salga de allí, puede marearse y caer.

Audrey contempló el vacío y se sintió cobarde, no podría tirarse como deseaba, tuvo miedo, nunca había visto tan cerca la muerte como en esos momentos. Abandonó lentamente la ventana sin mirarle y se dejó caer en el piso de madera llorando.

Thomas avanzó con paso rápido y cerró la ventana de un golpe profiriendo maldiciones.

¿Acaso se volvió loca señorita Holmes? No vuelva a hacer eso nunca más o juro que lo lamentará.

Al verla llorar toda su ira y nerviosismo se esfumó. Debía hacer algo con esa joven, era audaz y temeraria y no quería perderla ni que hiciera más locuras.

Y sin decir nada la abrazó y la llevó hasta la cama. Audrey lo miró espantada, ahora ese hombre la seduciría y no podría impedírselo, se sentía débil y mareada por el vino.

Tranquila pequeña tonta, no voy a hacerle nada. Pero me quedaré en su cama por si intenta tirarse por la ventana de nuevo—le advirtió y comenzó a desnudarse.

Ella vio el pecho con vello oscuro, los brazos fuertes y se volvió incómoda. No podría dormir en toda la noche sabiendo que ese hombre estaba allí pero finalmente se durmió, exhausta.

 

A la mañana siguiente despertó con dolor de cabeza, aturdida, sin conocer el lugar hasta que vio la ventana y recordó la noche anterior cuando juró que se arrojaría al vacío.

De pronto vio a una joven criada sentada observándola.

—Buenos días señorita Holmes, pediré su desayuno.—dijo.

Audrey debería acostumbrarse a la presencia de esa doncella pues luego de esa noche Lodge decidió vigilarla el día entero hasta que tomara una decisión con respecto a ella. Era una criatura rebelde y obstinada, que se había dejado acariciar por un sucio labrador pero que se negaba a sus brazos con magnífica dignidad. No importaba qué le prometiera, sabía que la joven volvería a negarse a sus brazos.

Pero había algo que la haría cambiar de idea.

Thomas Lodge meditó en el asunto mientras bebía vino tinto en la soledad de la sala de su vieja propiedad, usada en el verano para dar fiestas y que ahora se había convertido en la guarida del diablo que había secuestrado a la bella puritana de Greenston.

Una criada compareció en su presencia para informarle de la joven.

—¿Se alimentó adecuadamente?—quiso saber.

No, comió muy poco, bebió agua y luego se durmió.

¿Preguntó alguna cosa, se mostró malhumorada o triste?

La doncella dijo que la notó callada y triste, pero que no había hecho preguntas.

—Muy bien, regrese con ella, y no olvide vigilarla. Jamás debe quedarse sola. Infórmeme si intenta algo o se muestra de mal talante.

Thomas Lodge supo que no alimentarse era un claro gesto de rebeldía pero él se había hartado de sus tonterías, no podía pasarse la vida entera intentando doblegar a esa señorita caprichosa y desobediente.  Tal vez planeaba convertirse en mártir, lo ocurrido la otra noche había sido un claro síntoma de locura, histeria o fervor religioso. 

Sabía qué debía hacer, pero esperaría un poco más pues no quería recibir un no como respuesta.

Día a día recibía el informe de su prisionera y sabía que había llegado el momento propicio para hablarle.

Hacía días que no la veía más que durante el almuerzo y ella se había mostrado desanimada y triste. Se preguntó si extrañaría su hogar o a su prometido muerto. Ambas cosas estaban perdidas para siempre, mejor sería que lo supiera pronto y dejara de causarle tantos problemas.

Su plan, tan sencillo, había fracasado en parte. Y debía regresar pronto a White Flowers, tenía asuntos que resolver en la ciudad. Esa pequeña aventura debía terminar.

Una mañana se presentó en su habitación y la pilló por sorpresa dejándola asustada. Pudo leer sus pensamientos, sus temores y sonrió, le gustaba desconcertarla y asustarla y disfrutar de ese poder.

—Señorita Audrey, noto que se recupera usted, tiene más colores.—dijo y dio unos pasos en la habitación y se acercó a la ventana—He venido a hablar con usted. Siéntese por favor, allí, donde pueda verla.

Audrey obedeció sintiéndose como una chiquilla tonta a quien le ordenaban que se quedara quieta.

—Bueno, quería decirle que he meditado mucho este asunto y creo que dadas las circunstancias no me deja usted otra opción. Sabe por qué la traje aquí y lo que esperaba de usted, pero al parecer nada la hará cambiar de opinión. Así que me rindo. Sí, me rindo.

Los ojos de la joven se iluminaron.

—Oh, señor Lodge, ¿significa que va a devolverme a mi casa? ¿Lo hará usted?

¿Se burla de mí señorita Holmes? Si la devolviera arruinaría su futuro, ningún joven sensato querrá casarse con la joven que huyó con su enamorado. No haré eso, no soy un hombre malvado aunque usted crea lo contrario.

Ella bajó los ojos desconcertada, ¿qué decisión era esa? Comenzó a sentirse nerviosa y desesperada. Si no iba a devolverla entonces…

Usted dijo que no sería mi amante ni viviría una vida de vergüenza y que prefería la muerte. Tiene usted razón, yo tampoco he hablado nunca de convertirla en mi querida. Usted fue quien lo imaginó porque cree que un caballero de Boston no puede casarse con la hija de un granjero y es verdad. No puedo presentar una esposa en sociedad como la hija de un pariente granjero de mi difunta esposa.

Audrey iba a replicar pero no lo hizo, quería escuchar qué estaba tramando ese hombre esta vez.

—Bueno, la he raptado y he arruinado su boda con el joven Cabot, así que creo que solo puedo hacer algo para enmendar el gran daño que le he causado y es casarme con usted si me acepta.

Audrey no le creyó y se incorporó furiosa.

—Usted nunca habló de matrimonio antes, está burlándose de mí, ¿acaso pretende embaucarme con la promesa de que luego se casará conmigo?

El se acercó perdiendo la paciencia.

Señorita Holmes, ha dicho usted algo muy cierto, no necesito convertirla en mi amante con la promesa de matrimonio, no fue eso lo que dije.  Dije que usted se negó a mis brazos porque creyó que luego no me casaría con usted sino que la convertiría en mi querida.  Pude tomarla esa noche y hacerle mucho daño, nada me hubiera detenido, excepto que no soy un perverso, soy un caballero.

Pero dijo que no se casará con la hija de un granjero, y eso es lo que soy.

Deje de poner excusas, le estoy pidiendo que sea mi esposa y me dé hijos. Pero a nadie hablará de Greenston ni recibiré en White Flowers a su familia.

—¿Está pidiéndome que abandone a mi familia? Yo no haré eso.

Sí lo hará y si no se casa conmigo la tendré cuando me harte de sus tonterías, y luego no habrá boda y quedará prisionera en esta casa el resto de sus días. No fijará usted las condiciones. Le daré mi nombre y vivirá como una reina en White Flowers, será mi esposa y tendrá todo lo que desee y a cambio usted no podrá negarse nunca a mis brazos. No tendrá excusas para hacerlo. Pienso que es un trato justo ¿no lo cree? Estoy salvando su honor y su futuro, ¿o acaso cree que sería mejor la vida en una granja?

Audrey derramó unas lágrimas sin responder, no era lo que había soñado, no era ese el hombre que la había enamorado, era un hombre frío y déspota, orgulloso y acostumbrado a salirse con la suya.

Luego pensó que había enviudado recientemente y esa boda no podía celebrarse y se lo dijo.

Puedo hacerlo, usted no se preocupe, solo que deberá ser una boda discreta y en otra ciudad. Solo necesito que acepte mi trato y prometa cumplir su parte señorita Holmes. No toleraré una esposa caprichosa y que no me obedezca. Espero que sea sensata y cambie su actitud, nunca podrá doblegar mi voluntad. Pero no me ha respondido y debe hacerlo ahora, no esperaré un día más. Hay mucho que organizar y debo regresar a Boston cuanto antes.

Audrey no respondió, no necesitaba hacerlo, él conocía su respuesta. Había vencido, se casaría con él, lo prefería a que cumpliera sus amenazas y la tomara de todas formas pero sin darle su nombre.  No la dejaría ir, no podía escapar…

—Quisiera escucharlo, no me alcanza una inclinación de cabeza pequeña puritana—dijo él.

Sabe que me casaré con usted, que no tengo alternativa señor Lodge, pero le advierto que no cederé a sus deseos hasta la noche de bodas. Ni me negaré a usted porque será mí deber hacerlo y complacerle, nada más que por esa razón.

Esas palabras fueron un desafío para Lodge, no le importaba si se entregaba a él por obligación, lo haría y era todo cuanto deseaba en esos momentos. Sería su esposa pero renunciaría a esa sencilla parentela y aprendería a obedecerle. No esperaba nada más de ese matrimonio.