Notas
[1] El sector socializado (estatal o colectivo) de la producción agrícola e industrial es, en 1930, de 56 por 100. El 85 por 100 del trabajo asalariado se halla en los servicios colectivos. El 60 por 100 de la renta nacional está, asimismo, socializado. El 50 por 100 del trigo arrojado al mercado es colectivo. Por último, todo el comercio al por mayor y el 83 por 100 del por menor, están en las manos de la colectividad. Como se ve, un promedio de más de la mitad de la economía nacional rusa se halla socializado. <<
[2] Al estallar la revolución de Octubre había en Rusia un 65 por 100 de analfabetos. En 1930 no quedan sino 37 por 100. <<
[3] El problema de los cuadros técnicos es uno de los más álgidos en Rusia. A medida que avanza la edificación socialista crece la desproporción entre el número de obreros y el de los técnicos. En este terreno, el Soviet se halla en una clamorosa inferioridad respecto de los países capitalistas. Así, por ejemplo, mientras en Alemania la proporción de los técnicos y los obreros es de 2,2 por 100 en 1926, en Rusia es de 0,01 por 100. Añádase la hostilidad clasista, franca o encubierta, de los técnicos e ingenieros hacia el proletariado ruso, y se tendrá un cuadro aún más sombrío del problema. Para resolverlo cuanto antes, el Soviet despliega esfuerzos, gigantescos. El Plan Quinquenal establece que a fines de 1932 Rusia dispondrá de ingenieros y técnicos en una proporción de 1,65 por 100, respecto de los obreros, y este aumento será realizado con personal rigurosamente proletario y campesino. Al efecto, funcionan hoy en Rusia 260 establecimientos de enseñanza, con un total de 75 000 estudiantes para ingenieros, y 527 escuelas para técnicos, con un alumnado de 81 009 estudiantes.
Aparte de esta formación, el Soviet sigue atrayendo un número creciente de ingenieros y técnicos extranjeros, al propio tiempo que envía numerosos estudiantes rusos a los países capitalistas más avanzados, para perfeccionar y confrontar sus estudios con los que se hacen afuera.
El Instituto Central del Trabajo debe preparar de aquí hasta fin de 1932, 100 000 obreros calificados, pon un presupuesto de 50 millones de rublos. <<
[4] Las mortíferas condiciones de trabajo impuestas por la racionalización capitalista al proletariado, junto con la incesante reducción de los salarios, ha determinado en muchos países una gran curva descendente de su natalidad. Así, por ejemplo, mientras en Alemania la población aumenta el 7,9 por 1000, en Inglaterra el 5,4, en Italia el 10,3 y en Francia el 1,3, ella aumenta en Rusia en un 23 por 1000. El crecimiento anual de la población urbana era en 1927 de 5 por 100, cifra que supera a las más altas de los mejores tiempos demográficos de los Estados Unidos. A fines de 1932 la población proletaria habrá aumentado en Rusia en un 30 por 100 de la población total. En los países capitalistas, ella disminuye en una progresión acelerada. <<
[5] La productividad del obrero por la racionalización socialista alcanzara, al terminar el Plan Quinquenal, a 110 por 100 respecto de la actual. <<
[6] De 1924 a 1927, los salarios en los Estados Unidos han aumentado en un 3 por 100; en los demás países capitalistas no han hecho más que bajar. En cambio, en Rusia, y en el mismo período de tiempo, el salario real ha aumentado el 125 por 100. <<
[7] «La pujanza actual de la economía rusa —dice Grinko— no se basa tanto en la técnica, que es en realidad muy débil todavía, sino en las nuevas bases sociales de la producción». <<
[8] La duración media en la actual semana de cuatro días de labor y uno de reposo, del trabajo obrero, al día, es de siete horas y dos minutos. En 1932, ella será de seis horas y ocho minutos aproximadamente. La jornada de trabajo, por el momento, es de dos horas y dieciocho minutos más corta que la jornada anterior a la revolución. El 40 por 100 del proletariado ruso tiene la jornada de siete horas, y el resto la de ocho horas. A fines de este año de 1931 se implantará la jornada de seis horas en ciertos trabajos y la de siete para los que la hacen hoy en ocho. <<
[9] Se tiene un gran desprecio por el jazz-band y, en general, por todos los bailes llamados de salón, Sin embargo, en el Hotel Europa, de Leningrado, y en el Gran Hotel, de Moscú, las orquestas tocan música de «dancing» para regalo de los turistas. El Soviet no sólo no quebranta con esto la regla revolucionaria, sino que la sirve, atrayendo el turismo a Rusia, fuente de ingresos y vía de conocimiento de la revolución por los extranjeros. <<
[10] La superficie media habitable por cabeza de población en las ciudades soviéticas es actualmente de 6,1 metros cúbicos. Si a esto se añade el hecho de que la población urbana aumenta en Rusia en un 5,5 por 100 —porcentaje doble al del país capitalista de mayor desarrollo—, se comprenderá la urgente política de urbanización a que se halla hoy consagrado el Soviet. De aquí a fines de 1932 deben quedar urbanizados 43 millones de metros cuadrados de superficie en el país. <<
[11] Todo el teatro ruso es político y, más aún, teatro de la producción, teatro del trabajo. El teatro soviético no sólo es político, como el de Piscator en Alemania, sino que es revolucionario dentro de la fábrica, militante dentro de la dinámica economica constructiva. Hasta tratándose de obras clásicas o de otros países, que carecen originariamente de intención política, los «regisseurs» soviéticos se la prestan, modificando a su arbitrio la contextura social de la pieza. Dentro de este plan, he visto en el Teatro Stanislavsky, «Hamlet»; «El zar Ivanovich» de Tolstoi; «El Pájaro Azul», de Maeterlinck; «Los Karamazov», de Dostoiewski. En el Teatro Experimental, «Madame Buterfly»; en el Teatro Kamerny, «Los hijos de Dios», de O’Neill; en el Teatro Juventud, «Los Bandidos», de Schiller; en el Teatro Mayerhold, «El revisor», de Gogol, etc., obras todas sovietizadas.
No entra dentro del carácter de este libro un ensayo detenido sobre el teatro soviético. Aquí, como en los demás temas y capítulos, me ciño tan sólo a las grandes líneas generales y representativas del fenómeno ruso. <<
[12] En el teatro soviético, como en todos los sectores de la vida y del arte rusos, han sido abolidos los protagonistas, los personajes centrales, los «roles» acumuladores de la acción y el interés escénico. Esta acción y este interés se hallan repartidos entre todos los personajes de la pieza. Los grandes actores no son grandes por la importancia y volumen del rol que ellos encarnan, sino por la perfección con que desempeñan el papel aun más banal o insignificante en sí mismo. Si nos empeñásemos en descubrir un protagonista en la escena soviética, ese protagonista sería la masa, es decir, la reunión de todos, la colectividad.
En el cinema también han sido desterradas las «estrellas». Apenas, en «Tempestad en el Asia», aparece una. Pero en «El acorazado Potemkin», «El fin de San Petersburgo», «Dos tanques blindados», «El águila blanca», «La línea general», «El operador», «El demonio de la estepa», etc., no hay «stars» ni «vedettes».
Hasta en la música, la orquesta ha suprimido al director. Las «persin fanses», orquesta sin director, pueden ejecutar así todas las formas y géneros musicales, desde Wagner hasta Stravinsky, pasando por Bach y Beethoven.
Políticamente, los grandes hombres (Lenin, Trotsky, etc.) no son objeto de esa idolatría individualista y endiosadora de que gozan los buenazos gobernantes burgueses de los países capitalistas. Interesado en sondar la opinión pública acerca de Stalin y Trotsky, he preguntado con frecuencia lo que las gentes piensan sobre ambos jefes bolcheviques. La conclusión que siempre he sacado es que nadie se ocupa del caso personal e individual de uno y otro. Stalin y Trotsky no existen ni interesan a nadie. Lo que existe e interesa a todos es la teoría y la acción de cada uno en función del interés revolucionario. Nadie se ocupa en discernir «quién vale más que el otro», ni «quién tiene más talento o más energía». De Lenin mismo, nadie se ocupa de su caso individual. Lenin es una idea, una acción revolucionaria, no una persona. Se le recuerda y se le cita por interés colectivo y en lo que él hizo de colectivo. Y ni «museo» leninista, ni casa «donde nació», ni anecdotario, ni leyendas. Apenas un Instituto Lenin, laboratorio central y viviente de la revolución social universal.
Decididamente, en el Soviet nos hallamos fuera de todo individualismo absorbente y en pleno colectivismo igualitario. <<
[13] Gran parte de los temas de la producción cinemática y teatral soviética gira en torno a las precauciones de clase que hay que tomar con estos funcionarios burgueses adheridos formalmente al Soviet. «Komandaron» es un drama de este carácter, y Mayerhold nos lo ha revelado como una obra maestra en el género. <<
[14] Así en la edición española. <<
[15] El anarcosíndicalismo tacha a la revolución rusa de no haberse cristalizado más que en lo que él llama «comunismo de Estado» y no en una estructura real y propiamente socialista. Esto no es tampoco cierto sino en parte. Va he dicho, hablando de «capitalismo de Estado», que mientras las relaciones de la producción lleven aún trazas capitalistas (y éstas no pueden ser eliminadas por bombas o huelgas, como lo imaginan los discípulos de Sorel, sino por acción centrifuga y determinada del proceso económico), la existencia y rol del Estado como instrumento organizador y regulador de la economía son necesarios e imprescindibles. Pero la existencia y el rol del Estado, repito, no son más que provisorios. El organismo sindical soviético va apoderándose rápidamente, y según lo permite el ritmo socializante de la producción, de las esferas económicas directrices y estatales de la industria.
Lo que ocurre es que el anarcosindicalismo está incapacitado para descubrir el movimiento dialéctico de los hechos y de las formas sociales. Cree que la revolución rusa, llegada a lo que él llama «comunismo de Estado» (noción híbrida y contradictoria), ha terminado su trayectoria histórica, sin darse cuenta de que ese «comunismo de Estado» no es más que el primer peldaño de la escala a recorrer, Para los anarcosindicalistas, como para toda ideología reaccionaria, la historia es una sucesión de metas terminales, cuando no es más que una sucesión de etapas intermedias. Buenas sorpresas va a darles día a día la dictadura proletaria. Que esperen. <<
[16] Tratándose del cinema, tomo, desde luego, como su más puro exponente la obra de Eisenstein. Esta basta para dar una idea fundamental de la pantalla rusa.
Sin embargo, existen junto a Eisenstein dos o tres corrientes más, diversas de la suya y de mucha envergadura. Me refiero a la de Tziga Vertov, a la de Pudovkin, a la de Protazanov.
En cuanto al cinema hablado, no se le atribuye ninguna importancia en Rusia. «La transformación del cinema —dice a este propósito Eisenstein— no vendrá del sonido. La transformación del cinema vendrá de la intelectualización cinemática del mundo». De otro lado, el mismo Eisenstein ha expresado que la palabra sólo puede ser utilizada para reemplazar a la escritura actual en la pantalla y para resolver metronómicamente dificultades en el «decoupage». Por último, política y tácticamente, el cinema hablado no hace sino crear dificultades idiomáticas para la difusión, propaganda y compenetración socialista entre las diversas naciones de la Unión Soviética. El cinema hablado crea nuevas fronteras, separa a los pueblos. Es, desde este punto de vista, antisocialista, contrarrevolucionario. <<
[17] El arte realmente revolucionario persigue, ante todo, el objetivo de la propaganda —pensaba Erwin Piscator al fundar el Teatro del Proletariado de Berlín. Jorge Grosz decía asimismo hace poco: «El artista de nuestros días no puede escoger sino entre el arte de mera técnica y el arte de propaganda por la lucha de clases. Si no quiere ser un fracasado, habrá de optar por lo último». <<
[18] Una característica, entre muchas otras revolucionarias de la técnica del cinema soviético, reside en el verismo heroico de los grandes momentos multitudinarios de las películas. El cineasta trabaja en este punto, no con actitudes y movimientos artificiales o voluntarios de actores, sino con actos y peripecias vitales de masas e individuos que no son actores, y que, al ser filmados, no hacían más que vivir la realidad auténtica y extracinemática de la vida cotidiana. De este modo, a los actores profesionales o «dilettantes» reemplazan personas y masas sin formación artística, y que ignoran que en ellas se está filmando el gran drama de sus vidas individuales y colectivas. El cinema tiende así a ser un simple instrumento de reportaje o cinema documentario. «El operador», de Vertof, es una de las más típicas películas de este género, y algunos momentos de «Tempestad en el Asia», de Pudovkin. Por lo demás, el propio Eisenstein dice: «El arte ha cesado de serlo y se encamina a la meta de devenir la vida misma».
Otro tanto y, naturalmente, en menor escala, se está haciendo en el teatro ruso. <<
[19] Los materiales técnicos cinemáticos no son del todo soviéticos, ni mucho menos. El número de «studios» es igualmente reducido. Sólo el 60 por 100 de las películas se produce en talleres rusos, y menos aún con material ruso. Este material es, en su mayoría, alemán, y muy poco yanqui. <<
[20] Pareciera que aquí faltase un complemento circunstancial, alusivo al Museo Politécnico (que se menciona en las últimas líneas de este capítulo). Así aparece la frase en la edición madrileña, que hemos respetado por no existir ya los propios originales del autor. (Nota de la Editora PERÚ NUEVO). <<
[21] Hacia fines del «comunismo de guerra» en 1921, la producción industrial apenas rendía el 20 por 100 de las cifras de 1913, y la producción agrícola, alrededor del 50 por 100. Sólo en 1921 la producción en general se restaura totalmente, llegando la industrial a 103,9 por 100 respecto de 1913, y la agrícola, a 106,5 por 100. A partir de 1927, la economía nacional soviética entra de lleno en un período de reconstrucción al infinito. La producción en rublos, en 1927, alcanza a 21,13 miles de millones de rublos; en 1931, llega a 31,25, por 20,04 en 1913.
A las dificultades antes dichas hay que añadir dos de primera importancia: el atraso de la técnica de producción rusa en 1913 y la desmesurada tarea de transformar las bases más hondas del mecanismo económico zarista en otras radicalmente distintas: las bases proletarias. «Cuanto más atrasado esté —decía Lenin— el país (Rusia) llamado por los zigs-zags de la historia a inaugurar la revolución social, mas dificultades hay en pasar del antiguo régimen capitalista al socialismo». Lenin alude a la última dificultad diciendo: «La organización del registro y del control de las más grandes empresas, la transformación de todo el mecanismo del Estado y de todo el mecanismo económico en una gran máquina, en un organismo que trabaje de tal suerte que cientos de miles de hombres laboren con arreglo a un plan, es la colosal misión organizadora que pesa en nuestros hombros». <<
[22] Alude a la primera de las dificultades contenidas en la cita anterior de Lenin. <<
[23] «Si el socialismo exige —decía, por ejemplo, Lenin, particularizando la cuestión al tema cultural—; si el socialismo exige determinado nivel de cultura (aunque nadie puede decir cuál sea concretamente ese nivel), ¿por qué no podríamos comenzar por conquistar revolucionariamente las condiciones necesarias para ese nivel de cultura, a fin de ir luego, ya en posesión del Poder y del régimen soviético o, hacia adelante y dejar atrás a los países capitalistas?». <<
[24] Al iniciarse el año 1931, la agricultura nacional se encuentra colectivizada en un 42 por 100, o sean 20 millones de hectáreas. Para fines de año, la colectivización abarcará el 50 por 100. <<
[25] Cada año el Soviet invierte grandes sumas en la construcción de locales para escuelas. En 1930 se ha gastado 220 millones de rublos. <<
[26] En la primera y única edición anterior de esta obra, publicada en vida del autor, no aparece la línea de linotipo que, evidentemente, continuaba este periodo. Como no existen originales mecanografiados de RUSIA EN 1931, hemos preferido dejar las cosas como estaban, antes de añadir palabras de nuestra propia cosecha. (Nota de la Editora PERÚ NUEVO). <<
[27] La población escolar elemental rusa ha sido en 1930 de 13 500 000 alumnos, o sea el 87 por 100 de los niños de edad escolar. El Plan Quinquenal prevé para fines de 1932 un alumnado de 15 000 000, es decir, la totalidad de niños de edad escolar. Esto costara un gasto de 3000 millones de rublos. <<
[28] Al lado de estas Universidades, cuyo espíritu es específicamente soviético, existen muchas Universidades rigurosamente comunistas, tales como la Universidad Zinovief, de Leningrado; las Universidades Oriental y Sverdlof, de Moscú; la Universidad Artem, de Karkof, y otras. <<
[29] A la caída del zar, el número de estudiantes universitarios era de 47 200, todos nobles y burgueses. Hoy hay 160 000, de los cuales 120 000 aproximadamente son hijos de obreros y campesinos. <<
[30] Una institución muy importante a este respecto es la que consiste en el sostenimiento que procuran los Sindicatos industriales a parte del alumnado universitario. El estudiante se compromete a pasar, terminados sus estudios, a servir en el Sindicato que le sostuvo en la Universidad. <<
[31] En los últimos cinco años han pasado por las Facultades Obreras, a los centros de cultura superior, 33 600 obreros y campesinos. El Estado gasta en estas Facultades alrededor de 30 millones de rublos al año. <<