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El otro lado de Fátima
—Padrenuestro que estás en los cielos…
—¡Vamos a morir todos!
—… santificado sea tu nombre…
—¡El sol! ¡El sol viene hacia nosotros!
—… venga a nosotros tu reino…
—¡Nos vamos a abrasar!
—… hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo…
—Mirad, parece que se aleja. Se va, se va… ¡Milagro!
—¡Milagro! ¡Se ha cumplido la profecía!
El 13 de octubre de 1917 se produjo en Fátima un hecho insólito.
Para unos se trató del milagro anunciado por la Virgen a los videntes; para otros, el avistamiento ovni con más testigos de la historia de la ufología. Pero, ¿qué ocurrió realmente en Cova da Iria? ¿Ovnis o prodigio? ¿Personajes celestiales o humanoides?
La danza del ¿sol?
En la campa no cabían más personas. Setenta mil almas se apretujaban y oraban esperando el anunciado fenómeno que una «Señora más brillante que el sol» había anunciado a través de tres niños analfabetos de la aldea de Aljustrel.
Amaneció nublado y la lluvia pronto comenzó a caer copiosamente, pero no fue un obstáculo para los creyentes, muchos de los cuales ya habían acudido en otras ocasiones hasta la «encina portentosa».
Durante seis meses consecutivos, desde el 13 de mayo hasta el 13 de octubre, un «ser» se estuvo apareciendo a tres pequeños pastorcillos, Lucía, Jacinta y Francisco, de diez, nueve y siete años, respectivamente. Un gran milagro había sido anunciado para el último encuentro, un prodigio gracias al cual las visiones de Fátima se convirtieron en las más conocidas, reconocidas como auténticas por el Vaticano y por tanto autorizadas. Pasando a ser, más tarde, la primera aparición aceptada del siglo XX.
Lucía, que era la única de los videntes que hablaba con ella, rezaba en espera de que «la Virgen» se les volviera a aparecer y realizara el anhelado prodigio. Hacia la una y media de la tarde, la niña gritó: «¡Miren al sol!». Toda la multitud repitió: «¡Atención al sol! ¡Atención al sol!». En ese momento, las nubes comenzaron a desaparecer y dejaron ver una gran esfera luminosa que no dañaba a los ojos y que oscilaba y giraba velozmente en torno a su eje mientras lanzaba una multitud de rayos multicolores hacia la tierra. Pasados tres minutos, el objeto volante se detuvo en seco.
Avelino Almeida, redactor jefe del periódico O Seculo que se encontraba en el lugar cubriendo el evento, relató así lo que presenció:
Se ve a toda la inmensa multitud darse vuelta para ver al sol, que se muestra libre de nubes en el cénit […]. Es posible ver el contorno del disco sin el más mínimo esfuerzo. No quema, no ciega. Pero el sol tembló, el sol realizó movimientos bruscos nunca vistos, fuera de todas las leyes cósmicas. El sol «bailó», según la típica expresión de los campesinos.
En un momento dado, el ingenio comenzó a caer en vertical, zigzagueando —«parecía que se desprendía del cielo»— sobre los allí reunidos. El pánico se apoderó de la gente —«¡Ay, Jesús, que aquí morimos todos!»—: algunos caían de rodillas y confesaban en voz alta sus pecados, otros corrían despavoridos y los más rezaban todo aquello que sabían. Los doce minutos que transcurrieron hasta que el disco volvió a su posición original se hicieron eternos. Con gran asombro se dieron cuenta de que el suelo se había secado repentinamente y que los ropajes de las personas que más cerca habían estado del objeto aparecían completamente ajados.
Un profesor de la facultad de Ciencias de Coimbra, el doctor Almeida Carrett, que había acudido al lugar con cierto escepticismo ante los acontecimientos que durante meses estaban acaeciendo en Fátima, fue testigo de la profecía y pocos días después relataba así lo que allí pudo contemplar:
Yo miraba el lugar de las apariciones en un estado sereno, aunque frío, en espera de que algo pasara, y mi curiosidad disminuía, pues ya había transcurrido bastante tiempo sin que pasara nada que llamara mi atención. De repente escuché el clamor de miles de voces, y vi a la multitud desparramarse en aquel vasto espacio a mis pies […] darle la espalda a aquel lugar, que hasta ese momento había sido el foco de sus expectativas, y mirar hacia el sol en la otra dirección. Yo también me di la vuelta hacia el punto que atraía su atención y pude ver el sol, como un disco transparente, con su agudo margen, que brillaba sin lastimar la vista. Lo más sorprendente era que se podía mirar directamente al disco solar sin que los ojos se lastimaran o se dañara la retina […] el disco giraba alrededor de sí mismo en un furioso remolino. Ocurrieron también cambios de color en la atmósfera. Todo había cambiado, adquiriendo el color amarillento del damasco viejo. Parecía como si la gente padeciera de ictericia […]. Entonces, súbitamente, escuché un clamor, un grito de angustia de la gente. Fue como si el sol, en su girar enloquecido, se hubiera desprendido del firmamento y, rojo como la sangre, avanzara amenazadoramente sobre la tierra como si fuera a aplastarnos con su peso enorme y ardiente.
La sensación durante esos momentos fue terrible.
Otras personas, como el doctor Domingo Pinto Coelho, aseguraban que habían visto al objeto:
… unas veces rodeado de llamas muy vivas, otras aureolado de amarillo y rojo atenuado, otras veces pareciendo animado de velocísimo movimiento de rotación, otras aparentando desprenderse del cielo.
Cuando Lucía aseguró que la «Señora» se marchaba, la gente pudo contemplar cómo una pequeña nube ascendía hacia el cielo. El desasosiego volvió a gobernar en el lugar.
—¡Hay alguien dentro del sol!
Muchos de los presentes, que incluso portaban binoculares, pudieron observar cómo dentro de aquel «globo de luz» se dibujaban unas figurillas muy luminosas. La propia Lucía declararía más tarde que vio a:
San José, de medio cuerpo, vestido de blanco, con el Niño Jesús dando la paz al mundo. San José estaba a la izquierda del sol y bendecía al pueblo con su mano derecha. Parecía que hacía tres o cuatro cruces sobre el pueblo. A nuestra Señora del Rosario con un ángel a cada lado y a nuestra Señora de los Dolores…
La Iglesia enseguida dio su veredicto. Lo que allí se había observado era la Sagrada Familia. Pero, realmente, lo que algunos pudieron contemplar dentro de la esfera que se volvió transparente eran tres «seres» antropomorfos que gesticulaban con las manos.
En numerosos casos de avistamientos ovni se ha podido observar dentro de estos ingenios figuras muy parecidas a las descritas por los portugueses. Baste un ejemplo rescatado de mis archivos:
En 1956, en Granja de Torrehermosa (Badajoz), veinte chicos que se encontraban jugando un partido de fútbol observan un objeto volante en forma de bala que se para a unos tres metros sobre ellos. En uno de los extremos del artefacto había una sección transparente y en su interior pudieron ver la cabeza y los hombros de dos seres que parecían estar saludando.
Recreación del «ser» que observaron los videntes, según sus primeras descripciones.
Unos días después de que se produjera el «milagro», se decidió acudir al Observatorio Astronómico de Lisboa en busca de una explicación meteorológica, pero el director de dicho centro, como muestra su declaración en el periódico O Seculo, no pudo ofrecer respuesta alguna:
Si fuese un fenómeno cósmico los observatorios astronómicos lo detectarían con exactitud. Pero es precisamente eso lo que falta, el registro inevitable de alguna perturbación en el sistema […] por pequeña que ésta fuese.
Los más escépticos aseguraron que se trataba de una sugestión o alucinación colectiva debida al ambiente religioso y milagrero que se vivía en la campa. Pero el fenómeno no solamente fue visto en Cova da Iria. En cuarenta kilómetros a la redonda fueron decenas los testigos que de pueblos como Minde, Leiria o San Pedro de Muel —donde se encontraba el célebre poeta Alfonso López de Vieira— los que aseguraron haber visto el misterio lumínico. La hipótesis de la alucinación quedaba descartada…, por el momento.
Este fenómeno «solar» no es exclusivo de Fátima. Veinte años antes, en la localidad de Tilly-Sur Seulles (Normandía), el astro rey también «bailó», al igual que aconteció en Tyromestica (Checoslovaquia) el 27 de junio de 1947, donde después de que una «mujer» se apareciera a unos niños se produjo el «milagro del sol». Los vecinos de Herolsbach (Baviera) y de Acquaviva-Platani (Sicilia), en 1949 y 1950, respectivamente, observaron cómo el globo solar se les venía literalmente encima.
Una mujer sin cabeza
Hay acontecimientos que hábilmente han sido «eliminados» de las crónicas oficiales de los sucesos de Fátima.
Varios meses antes de que las apariciones de la Virgen en Cova da Iria estuvieran en boca de todo Portugal y de media España, se produjeron hechos aún más inauditos si cabe. Entre abril y octubre de 1915 Lucía, que se encargaba de llevar a pastar el ganado a las tierras familiares, y otras tres pastorcitas —María Rosa Matías, Teresa Matías y María Justino— se encontraban con sus ovejas en un cerro conocido como Cabeço, cerca de Aljustrel. Como cada jornada, después de comer las viandas que sus madres les preparaban para soportar mejor el día, comenzaron a rezar el rosario. A los pocos minutos, una de las niñas se quedó atónita ante la visión que se dibujaba al frente. Avisó a las demás y las cuatro pudieron observar cómo encima de unos árboles, suspendida en el aire, aparecía una figura blanca —«parecía vestida de nieve»— a la que «los rayos del sol iluminaban de lleno», dándole una singular transparencia. Así explicó Lucía el verdadero primer hecho insólito del que fue testigo:
De buenas a primeras vemos que, sobre la arboleda del valle que se extendía a nuestros pies, se detenía como una nube, más blanca que la nieve, algo transparente, en forma humana.
Parecía una persona envuelta en un lienzo.
Una de las muchachas fue corriendo a su casa y con gran congoja aseguró a su madre que había visto encima de un árbol «una cosa blanca que parecía una mujer sin cabeza, que no tenía ni manos ni ojos».
«El ángel», como más tarde denominarían a aquel extraño ser, se volvió a dejar ver en otras dos ocasiones por Lucía, Jacinta y Francisco, a los cuales nadie creía.
La Virgen se aparece a tres pastorcillos
El 13 de mayo de 1917 amaneció soleado. Era domingo y los pastorcillos acudieron muy temprano a oír misa con sus familias.
Jacinta había cambiado mucho desde la visita del «ser de cristal» y aprovechaba cualquier instante para hacer sacrificios y rezar con gran devoción. Pero no se pudo resistir al juego que su hermano propuso y así comenzaron a construir una cabaña con piedras. De repente un «rayo» se dibujó en el horizonte. No había nubes y el sol brillaba con todo su esplendor. Sabiendo lo peligrosas que pueden llegar a ser las tormentas en el monte, decidieron que lo mejor era volver al pueblo. En pocos minutos juntaron los rebaños y comenzaron a descender por el camino de la Cuenca. Al pasar al lado de una robusta encina, otro rayó, más fuerte, los vuelve a asustar. Aceleran el paso, pero pocos metros después quedan inmovilizados ante una mata de carrasca de poco más de un metro de alta, sobre la cual se halla une mujer «más brillante que el sol».
—No tengáis miedo, no quiero haceros daño alguno.
Lucía, precavidamente, le pregunta:
—¿Usted de dónde es?
—Soy del cielo.
—¿Qué es lo que quiere usted de mí?
—Vengo a pediros que vengáis aquí seis meses seguidos, el día 13 a esta misma hora. Después diré quién soy y lo que quiero. Y volveré aquí todavía una séptima vez.
Tras charlar varios minutos con los niños, la figura:
…abrió las manos comunicándonos una luz muy intensa, como un reflejo que de ella salía penetrando en nuestros pechos […]. Comenzó entonces a elevarse serenamente en dirección al oriente, hasta desaparecer en la inmensidad del espacio, rodeada de una luz muy viva que iba como abriéndole camino en el círculo de los astros.
La descripción oficial que se divulgó sobre la mujer que se había aparecido a los pastorcillos es la siguiente:
Manifiesta tener de quince a dieciocho años. El vestido blanco como la nieve, sujeto al cuello con un cordón de oro, le baja hasta los pies, que rozan apenas las hojas de la carrasca.
Un manto, todo bordado en oro, le cubre la cabeza y todo el cuerpo. Tiene las manos juntas delante del pecho en actitud de orar y de ellas cuelga un rosario de cuentas blancas…
Un enigmático mensaje profetizaba los acontecimientos del 13 de mayo.
Son términos que, ajustándonos a la verdad, no tienen nada que ver con la primera declaración que los niños hicieron ante el canónigo Manuel Nunes Formigao.
Es más, Lucia nunca dijo haber visto a la Virgen, ni lo reconoció, como podemos comprobar en una conversación mantenida con su tío Marto, que al escuchar la historia de labios de la pequeña espetó:
—Si los niños han visto a una mujer vestida de blanco, ¿quién podía ser sino Nuestra Señora?
—No sé si era Nuestra Señora. ¡Era una mujercita muy bonita!
Como el lector comprenderá, debido al contenido paranormal que se relataba, estos hechos estuvieron durante muchos años dormidos hasta que gracias a la investigadora Sabina D’Armada y a Joaquim Fernandes salieron a la luz. La historiadora D’Armada consiguió, en 1978, una beca del Instituto Nacional de Investigaciones Científicas para hacer un estudio sobre la situación de la mujer durante la Primera República. Pero su sagacidad la llevó a adentrarse en los archivos del primer historiador de los acontecimientos de Fátima, el Reverendo Formigao —también conocido como vizconde de Móntelo—, y extraer una información única que recopilaría en su obra As apariçoes de Fátima e o fenómeno ovni.
Así en los primeros documentos, la descripción del ser que se aparece ante ellos es completamente diferente:
La Señora parecía tener unos quince años, medía un poco más de un metro de altura y llevaba un sayo blanco que daba luz y dorado, que no llegaba hasta los pies. La túnica tenía costuras doradas a lo largo y ancho como si estuviera acolchado.
Tenía dos o tres cordones en los puños. No tenía cinto o faja en la cintura. Estaba cubierta con una capa blanca y llevaba una esfera a la altura del pecho. Tenía algo en la cabeza que le cubría el cabello y las orejas. Sus ojos eran negros y tenía una gran belleza, hablaba sin mover los labios. Tampoco movía los pies al desplazarse y descendía hasta el lugar de la aparición por una rampa luminosa. No se parece a ninguna de las imágenes de Nuestra Señora o de otras santas que haya visto antes.
Un mes antes de que la entidad visitara oficialmente a los pastorcillos, un enigmático anuncio, publicado por un grupo espiritista local, apareció en el jornal de Noticias de Lisboa firmado por Stella Matutina, que decía:
La fecha del 13 de mayo será de gran alegría para los buenos espiritistas de todo el mundo. Tened fe y sed buenos. Ego sum charitas.
También anteriormente habían sido muchos los portugueses que aseguraban haber observado foo-fighters —pequeños objetos luminosos muy conocidos en la ufología—, incluso uno, según aseguran, llegó a golpear en la cara de una hermana de Carolina Carreira, vecina de los videntes. Otros afirmaron ver un globo plateado, un objeto en forma de escalera o «nubes» que iban en dirección contraria al viento.
«Achicharrados en aceite»
Un mes más tarde el fenómeno se volvía a repetir. A la hora indicada, un extraño vapor blanco rodeó a los niños, mientras la temperatura disminuía velozmente y la luz solar menguaba.
Cuando Lucía comenzó a hablar mirando hacia la encina, muchos de los presentes pudieron escuchar un leve zumbido «como el de un enjambre de abejas», al que siguió una insólita «explosión»:
Cuando la visión empezó a alejarse, se oyó como la explosión lejana de un cohete y se vio levantarse en el espacio una nubecilla blanca. Todas las hojas de la encina se recogieron y plegaron hacia el oriente, como si la orla del manto de la Señora, al partir, hubiera pasado rozando sobre ellas.
Durante el tercer contacto con el ser celestial, le anuncia por primera vez a Lucía que en octubre se produciría un milagro para que todos creyesen, por lo que el 13 de agosto de 1917 ya eran unas seis mil las personas que se concentraban en torno al árbol esperando la llegada de los videntes.
Pero estos no aparecieron.
Arturo de Oliveira Santos, el alcalde que amenazó con achicharrar a los niños en aceite.
Arturo de Oliveira Santos, alcalde de Ourem, distrito al cual pertenecían Fátima y Aljustrel, había sido el culpable de la ausencia. Su figura y su cargo dentro de la masonería hacían que fuera un hombre temido e influyente. Nadie osaba llevarle la contraria. Desde 1910, año en que triunfó la revolución en Portugal, acabando así con la monarquía, sacerdotes y religiosas habían sido perseguidos y encarcelados. Se prohibía acudir a orar al templo, ni mostrar iconos sagrados, produciéndose un mayor recrudecimiento al entrar Portugal en la Primera Guerra Mundial.
De Oliveira no podía consentir que todo por lo que había estado luchando en contra de la religión, se lo echaran a perder tres críos que decían ver a la Virgen. Así, llegada la fecha de la cuarta aparición, decidió «secuestrar» a los videntes y obligarles a desvelar su secreto. Tras ser encarcelados, se les advirtió: «Como no queréis obedecer a la autoridad, seréis achicharrados vivos en una caldera de aceite hirviendo». Uno a uno fueron interrogados, pero ninguno reveló las proféticas palabras que les había dirigido la «Señora».
Mientras pasaban por este trance, en la campa un fuerte estruendo seguido de un rayo partía en dos el firmamento. Poco después se divisaba una nube pequeña y transparente que durante algunos minutos permaneció flotando a baja altura.
A nadie le quedó la menor duda de que la «Virgen» había acudido a su cita.
Veinte mil personas, entre las que se encontraba el vicario general de Leiria, se congregaban ya un mes más tarde y todas ellas observaron cómo un globo de grandes dimensiones se desplazaba lentamente por el horizonte. Algunas personas aseguraron haber observado a un ser blanco antes de que la nave partiera en dirección al sol y comenzara a producirse una lluvia insólita:
Parecían copos o pequeños pétalos de colores que desaparecían antes de posarse.
José Galamba de Oliveira afirmó:
Después de ver el globo luminoso, comenzamos a ver como una especie de pétalos de rosas o flores de nieve que venían de lo alto y desaparecían un poco más arriba de nuestras cabezas, sin que los pudiésemos tocar.
Los hijos de la Virgen, o fibralvina, cayeron en distintas ocasiones sobre la campa.
Por su parte, el abogado Antonio Rodríguez da Silva aseguraba que «caían desde las alturas una especie de copos de nieve o de algodón en rama». En años posteriores, por lo menos en otras cinco ocasiones, se volvieron a producir estos fenómenos.
Esto me recordó que hace unos años, con motivo de las caídas de aerolitos que se estaban produciendo en el mundo, yo misma escribí una noticia en la revista Enigmas respecto a las lluvias insólitas que se venían dando desde la Edad Media; hallé un sinnúmero de ellas: de ranas, cruces, flores, pájaros…
También descubrí las de fibralvina, una sustancia que se asemejaba a la caída en Fátima —«una sustancia muy blanca que caía de lo alto en forma de flecos»— y que en todos los casos había estado precedida de avistamientos ovni.
Por citar algunos de ellos, los «hilos de la Virgen» o también llamados «cabellos de ángel» —filamentos blanquecinos y evanescentes, compuestos en su mayoría por silicio— fueron recogidos en las localidades portuguesas de Evora y de Romorantin en 1996. En septiembre de 1970, en Japón, tras tomar el sol una tonalidad rojiza, estuvieron cayendo durante varios días estas fibras de origen desconocido.
¿Manipulación en los secretos?
En 1927, según cuenta sor Lucía en sus memorias, recibió en la capilla del convento de Tuy, donde ejercía como monja de clausura y donde según aseguró se le volvió a aparecer la Virgen y el mismo Jesucristo, el permiso celestial para revelar el secreto que la «Señora» le había transmitido. Años más tarde cayó gravemente enferma de pleuresía, por lo que el padre José Aparicio da Silva le incitó a transcribir el mensaje por si ocurría lo peor:
El secreto consta de tres cosas distintas, dos de las cuales voy a revelar. La primera fue la vista del infierno. Nuestra Señora nos mostró un gran mar de fuego, que parecía estar debajo de la tierra —relata la vidente en sus escritos—. Sumergidos en este fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana que fluctuaban en el incendio llevadas por las llamas […] entre gritos y gemidos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por las formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos.
Esta imagen quedó muy grabada en la mente de Jacinta, que rezaba hasta la saciedad:
¡Oh Jesús mío!
Perdónanos;
Líbranos del fuego del infierno.
Lleva al cielo a todas las almas,
principalmente a las más necesitadas.
La pequeña sabía que las llamas no eran su destino, pues así se lo hizo saber «la entidad» tras caer enferma el 23 de diciembre de 1918:
Ha venido la Santísima Virgen. Me ha dicho que me van a llevar a otro hospital en Lisboa. Ya no te volveré a ver Lucia, ni a mis padres tampoco; y que después de sufrir mucho moriré sólita, pero que no tenga miedo, que Ella vendrá a buscarme para llevarme al cielo.
Dos años más tarde, el 20 de febrero, a las diez y media de la noche la niña fallecía en el hospital lisboeta de Doña Estefanía.
Sor Purificación Godinho fue la primera en hallar el cuerpo sin vida de la vidente y el doctor Eurico Lisboa atestiguó su defunción.
Durante cuatro días, ante la petición de los creyentes, que entraban en avalancha en la cofradía del Santísimo Sacramento, el ataúd permaneció abierto siendo custodiado por el comisario Antonio Rebelo Almeida, que afirmó:
La niña parecía estar viva. Con los labios y mejillas sonrosadas; estaba muy hermosa. El cuerpo exhalaba un perfume suave…
Para su traslado a Vila Nova de Ourem, el cuerpo fue colocado en un féretro de plomo y recubierto con cal viva debido al carácter infeccioso que la había llevado al óbito.
Transcurrieron quince años hasta que se decidió trasladar el sarcófago desde el panteón que el barón de Alvaizare había habilitado para la pequeña, hasta el cementerio de Fátima. En ese momento se descubrió que su rostro estaba incorrupto. Así lo atestiguaron el entonces obispo de Leiria, Juan Pereira Venancio, y el sacerdote Luis Fischer, además de familiares de Jacinta, empleados del Registro Civil, etc. Por fin el 1 de mayo de 1951 sus restos fueron llevados a la gran basílica de Cova da Iria. Un año después su hermano Francisco, muerto el 4 de abril de 1919, a la temprana edad de diez años, la acompañaba en su última morada.
Volviendo al manido secreto, en su segunda parte, según escribió sor Lucía, se hacía referencia a la devoción al Inmaculado Corazón de María:
Si hiciesen lo que yo os digo, se salvarán muchas almas y habrá paz. La guerra va a terminar [se refiere a la Primera Guerra Mundial, que había comenzado el 1 de agosto de 1914]. Pero si no dejan de ofender a Dios en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando vierais una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de la persecución a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirlo, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si atendiesen a mis peticiones Rusia se convertirá y habrá paz; si no, extenderá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia.
La verdad del secreto
Por fin, el 3 de enero de 1944 Lucía transcribe la tercera parte que entrega al obispo de Leiria dentro de un sobre lacrado, en cuya cubierta se puede leer: «No puede ser revelado hasta 1960».
Trece años más tarde, 16 de abril de 1957, el sobre es entregado al Archivo Secreto del Santo Oficio donde, desde entonces, es custodiado. El entonces papa Pío XII decide no leerlo. Siendo ya sumo pontífice Juan XXIII, según afirma Loris Capovilla, secretario del entonces prelado, se abrió el sobre: «Yo estaba presente.
Estaban también los jefes de la Secretaría de Estado y del Santo Oficio, y otras personas».
El contenido debía ser revelado a los pocos meses, pero el vicario no quiso pronunciarse sobre el asunto. Por su parte, el cardenal Silvio Oddi no quedó satisfecho con el silencio que se había dado por respuesta sobre el asunto de Fátima, y así lo reflejó en un diario italiano:
Me he interesado, como todos los fieles y los sacerdotes, en el tercer secreto de Fátima. Así como se sabía que debía ser revelado, a menos que sor Lucía no hubiera muerto antes de 1960, todos esperamos que llegase aquel año. Pero 1960 llegó y transcurrió, y no se anunció nada. Yo, que he sido secretario de Juan XXIII cuando estaba en París, aproveché la confianza que tenía con él para decirle con franqueza:
—Beatísimo padre, hay una cosa que no le puedo perdonar.
—¿Qué cosa? —me preguntó.
—Haber tenido al mundo en suspense durante tantos años, ver llegar el inicio de mil novecientos sesenta, pasar varios meses y no saber nada del secreto.
El papa Roncalli me responde:
—No hablemos de esto.
Le replico:
—Yo, si usted no quiere, no hablo más, pero no puedo impedir a la gente que lo haga. El interés es espasmódico: yo habré hecho un centenar de prédicas y discursos anunciando esta revelación.
—Te he dicho que no me hables de eso.
Yo no insistí más, pero quería llegar al fondo de la historia.
Estoy seguro que el secreto no contenía algo bueno. Roncalli no quería oír hablar de desgracias, de castigos. De aquí, pienso que contendría alguna cosa de prohibición, castigo o desastre.
También años más tarde me entrevisté con sor Lucía. Le dije:
—Vea, yo no quiero conocer el secreto. Lo que me intriga es por qué no ha sido publicado. ¿Puede usted decírmelo? Y luego me gustaría saber si cuando el Papa estuvo aquí hablaron de ello.
—¡Oh sí! Hace mucho.
—¿Y qué cosa han decidido?
—No publicarlo.
—¿Por qué? Si puedo saber el porqué.
—Porque podría ser mal interpretado.
En este punto me permito avanzar una hipótesis: que el tercer secreto de Fátima preanunciase algo grave que la Iglesia haya hecho, naturalmente sin intención. Que a causa de las malas interpretaciones, de desobediencia o algo parecido, la Iglesia habría atravesado un momento por demás difícil. Sí, esto podría ser el contenido del secreto.
El 15 de octubre de 1963, gracias a una imprudencia de Pablo VI que, al parecer, envió una copia con el texto a una reunión mantenida entre Estados Unidos, la ex URSS y el Reino Unido sobre el control de pruebas nucleares, el periódico alemán Neues Europa revolucionaba al mundo publicando en portada lo que aseguraban era el tercer secreto de Fátima:
Sobre toda la humanidad vendrá un gran castigo, mas no ahora ni mañana, sino en la segunda mitad del siglo XX […]. La humanidad no ha cambiado como Dios esperaba. La humanidad ha profanado y hollado con los pies el don que le ha sido dado. En ningún sitio reina el orden. Satanás ha llegado hasta los más altos puestos y determina la marcha de los acontecimientos.
Logrará introducirse hasta las más altas cumbres de la Iglesia. Conseguirá seducir el espíritu de grandes sabios que inventarán armas con las cuales podrán aniquilar la mitad de la humanidad en pocos minutos. Someterá a los poderosos de los pueblos a su imperio y les llevará a fabricar en masa estas armas. Si la humanidad no lo impide, me veré obligada a dejar caer el brazo de Mi Hijo. Si los que están a la cabeza del mundo y de la Iglesia no se oponen a estos manejos, lo haré yo y rogaré a Dios, mi Padre, hacer venir sobre los hombres su JUSTICIA.
Y entonces castigará mucho más severamente que cuando lo hizo por medio del DILUVIO. Y los grandes y poderosos perecerán del mismo modo que los débiles y pequeños. PERO también para la Iglesia vendrá un tiempo de muy duras pruebas, LOS CARDENALES SE OPONDRÁN A LOS CARDENALES, Y LOS OBISPOS CONTRA LOS OBISPOS. Satanás se introducirá en medio de sus filas. En Roma misma habrá grandes cambios. Lo que está podrido se cae, y lo que se cae no debe mantenerse más. La Iglesia será oscurecida y el mundo precipitado en la confusión.
La gran guerra vendrá en la segunda mitad del siglo XX. Fuego y humo caerá del cielo y las aguas de los océanos se transformarán en vapor, lanzando sus espumas hacia el cielo, y todo lo que esté en pie se hundirá. Millones y millones de hombres perderán la vida de hora en hora, y los que queden vivos en aquellos instantes envidiarán a los que ya hayan muerto. Habrá tribulaciones en todas partes adonde se dirija la mirada, y misericordia sobre la Tierra, y desolación en todos los países. He aquí que el tiempo se aproxima cada día y el abismo se profundiza cada día más, y no hay otra salida.
Los buenos morirán con los malvados, los mayores con los pequeños, los príncipes de la Iglesia con sus fieles, los soberanos del mundo con sus pueblos; por todas partes reinará la muerte, levantada a su triunfo por hombres extraviados, por los lacayos de Satanás, que serán entonces los únicos soberanos de la Tierra. Este será un tiempo que no esperará ningún rey, ni emperador, ni cardenal, ni obispo, y vendrá cuando sea justamente el momento, según designios de mi Padre, para castigar y vengar. Posteriormente, cuando los que sobrevivan a todo estén aún con vida, se invocará de nuevo a Dios como en los tiempos anteriores a la perversión del mundo. Yo llamo a todos los verdaderos imitadores de Mi Hijo Jesucristo, los verdaderos cristianos, A LOS APÓSTOLES DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS.
El tiempo de los tiempos llega y el fin de los fines, si la humanidad no se convierte y si esta conversión no viene de lo alto, de los dirigentes del mundo y de los dirigentes de la Iglesia.
Pero qué desgracia si esta conversión no llega y si todo queda tal como está o llega a ser peor todavía. Vete, hija mía, y anúncialo.
Yo estaré siempre a tu lado, ayudándote.
Del atentado a Juan Pablo II
El Vaticano no se pronunció sobre este escrito y más tarde se especuló con la idea de que fuera un texto donde el propio Pablo VI habría añadido sus conclusiones teniendo como base el auténtico.
En 1980 la revista alemana Stimme des Glaubens publicaba unas supuestas declaraciones hechas por Juan Pablo II en la ciudad de Fulda, durante el viaje que realizó a Alemania:
Cuando se lee en el secreto que los océanos inundarán continentes enteros; que a los hombres se les arrebatará la vida de repente, en minutos, y a millones de ellos […], sabiendo esto, verdaderamente no es necesario pretender que se publique el secreto. Aquí está el remedio para esos males —afirmó mientras cogía entre sus manos el rosario—: rezad, rezad mucho y no me preguntéis nada más.
Estas palabras, de ser ciertas, no tienen nada que ver con la versión oficial sobre el tercer secreto que ofreció el cardenal Sodano, secretario de Estado del Vaticano, el 13 de mayo de 2000:
Hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora […] a un ángel con una espada de fuego en la mano izquierda […] señalando la Tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: «¡Penitencia, penitencia, penitencia!» […] y vimos a un obispo vestido de blanco, hemos tenido el presentimiento de que fuera el santo padre. También a otros obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran cruz […] el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad en medio de ruinas y rezando por las almas de los cadáveres que se encontraba por el camino. Llegado a la cima del monte postrado de rodillas a los pies de la cruz fui muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas…
Muchos de los periodistas que se desplazaron hasta Fátima para cubrir el evento aseguraron en sus escritos que mientras Sodano daba a conocer este texto la expresión de sor Lucía era de «sorpresa y asombro», como si aquello no lo hubiera oído nunca y menos lo hubiera escrito.
Por su parte, el cardenal Ratzinger reiteró la interpretación del Vaticano, según la cual el mensaje predijo el atentado contra el Papa que llevó a cabo el turco Mehmet Alí Agca, en la Plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981.
Investigaciones posteriores de los servicios secretos turcos (MIT) revelarían que Agca, que ya había asesinado al periodista Abdu Ipekci en 1979, por lo que cumplía prisión, pertenecía a una organización terrorista turca —Lobos Grises— que le había abonado dos millones de dólares por llevar a cabo el atentado que hirió en el abdomen y en la mano izquierda al Pontífice.
Al ser detenido, Alí llevaba en su bolsillo una nota en la que se podía leer:
Maté al Papa para protestar contra el imperialismo de la Unión Soviética y de Estados Unidos y contra los genocidios en El Salvador y Afganistán.
La salvación fue para Juan Pablo II un milagro y aseguró que la Virgen de Fátima había desviado las balas con su mano. Como reconocimiento a su intercesión, ordenó que uno de los proyectiles fuera incrustado en la corona de la estatua que preside el Santuario. El Papa, más tarde, perdonaría a su agresor, siendo éste indultado.
Juan Pablo II apoyó el indulto de su agresor.
El tercer secreto de Fátima volvería a ser noticia el 11 de septiembre de 2001, fecha en que se produjo el acto terrorista que más ha conmovido al mundo en la historia reciente. Comenzó a circular por la red de Internet que el desastre de las «Torres Gemelas» de Nueva York había sido profetizado en el secreto. Inmediatamente después de conocer el rumor, el arzobispo Tarcisio Bertone, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, negó en la emisora católica portuguesa Radio Renasçença que el tercer secreto de Fátima contuviera un anuncio de los violentos atentados. Según aseguró el prelado italiano, él mismo se desplazó, por petición expresa de Juan Pablo II, hasta Portugal para conversar sobre el hecho con sor Lucía, que en la actualidad cuenta con noventa y seis años de edad. Bertone afirmó que ha obtenido… de viva voz el desmentido a todos esos rumores e informaciones.
En el fondo, en una sola palabra, la hermana Lucía desmiente todos los rumores que le han atribuido.
Refiriéndose al tercer secreto, la religiosa afirmó:
Se ha publicado todo; no hay más secretos.
En cuanto a los rumores que se siguen produciendo sobre que ha recibido nuevas revelaciones, aseguró:
No es verdad. Si hubiese recibido nuevas revelaciones no las habría transmitido a nadie, pero se las diría directamente al Santo Padre.