17
Aparcó el coche.Se sentía nerviosa.
Pensó que quizás, lo mejor de todo, era dejar la corbata en el buzón y marcharse del lugar sin hacer ruido. Aunque, ¿en qué lugar la dejaría aquel acto tan infantil?
Eran vecinos y, en realidad, no había pasado nada entre ellos. Un beso, un baile… ¡Eran adultos! Y estaba claro que tendrían que verse los próximos años, así que, lo mejor según Amanda, era comportarse de la forma más madura y natural posible.
Respiró hondo, con la corbata aferrada en su mano derecha, y caminó al frente. Se preguntó si estaría en casa a aquellas horas o ya se habría marchado a la comisaría, pero su coche patrulla aparcado en la acera de enfrente lo sacó de dudas.
Justo en el instante en el que alzaba la mano para tocar el timbre, la puerta se abrió. Sus ojos chocaron con los de él y Amanda pudo atisbar el mismo nerviosismo que ella albergaba.
—¡Ah!—dijo, sonriendo fugazmente—, eres tú...
La vampiresa se preguntó qué habría querido decir con eso de “eres tú”, pero no dijo nada.
—Sí, soy yo—señaló, intentando devolverlela sonrisa sin delatar el nerviosismo que sentía—, vengo a traerte esto…
Derek bajó la vista hacia la corbata.
—Gracias…—susurró, sin atreverse a cogerla de su mano.
Ella se la entregó y, sin borrar su leve sonrisa, se despidió.
—Bueno… hasta luego.
La vio caminar en dirección a su casa, cuesta arriba, con paso acelerado. Se preguntó porqué Amanda había dejado el coche aparcado frente a su casa, pero no dijo nada. No podía dejar de reproducir las palabras de Nataly en su cabeza: “distancia y tiempo”.
Distancia y tiempo.
Sí, los consejos no servían de nada si no hacías uso de ellos pero… ¿Y si Nat se equivocada? Alguna vez en la vida tendría que equivocarse, ¿no? ¿Y si lo que debía de hacer para recuperarla era luchar? ¿Insistir? Demostrar, al fin y al cabo.
Lo sopesó unos instantes, aún observando cómo la vampiresa continuaba calle arriba con rapidez. Después, la vio detenerse en seco y con las manos en la cabeza, jurando en voz alta pero para sí misma, regresar calle abajo. Derek supuso que para recoger el coche del que se había olvidado.
Era su momento, tenía que intentarlo, ¿no?Cierto que podía empeorar las cosas pero tampoco perdía nada…
—¡Amanda!—exclamó, corriendo hacia ella.
La chica se detuvo, observándole con los ojos muy abiertos.
—Derek, yo…—comenzó a excusarse.
—No quiero que esto terminé así.
Amanda resopló.
—No te preocupes, de verdad… Por mí…—comenzó, buscando las palabras—, por mí podemos ser amigos. Vecinos que…
—No hay nadie más—cortó, decidiendo comenzar por lo más importante—. Nunca ha habido nadie más. La mujer con la que me viste el otro día, Amanda, era mi ex mujer. Apareció en mi casa porque quería volver a intentarlo pero… Pero te aseguro que ya no está en mi vida. Que solo quiero conoceros a vosotros. Que no tengo ningún interés en nadie más.
Se quedó helada, interiorizando las palabras del policía y, sobre todo, recapitulando en aquello de “conoceros a vosotros”. Contaba con Evan, claro.
Él se acercó un paso más y Amanda sintió cómo se le congelaba la sangre, cómo se estremecía su piel al notar el calor del cuerpo de Derek tan cerca.
—¿Cómo sé que es verdad, Derek? Sé lo que vi—soltó sin pensarlo demasiado.
Derek colocó una mano sobre su rostro, atreviéndose a rebasar su círculo de intimidad. Notó a Amanda tensarse y temió que se apartara, pero no lo hizo.
—No lo sabes—respondió—, no lo vas a saber nunca. Tendrás que confiar en mí y yo tendré que confiar en ti.
Ella guardó silencio, sin responder.
—Sé que me dijiste en el hospital que no podías pedirme nada, que solo habían sido dos citas y un beso pero… Pero sí que puedes pedirme. Y quiero que lo hagas, Amanda. Quiero que me pidas todo lo que necesitas—continuó, sincerándose, mientras ambos rostros se aproximaban cada vez más—. Yo no tengo un hijo, no sé lo que significa intentar proteger a otra persona pero sí sé que no tengo quince años y que no estoy interesado en ningún juego. Estoy interesado en ti. Estoy interesado en algo real.
Sintió la calidez de su abrazo y las lágrimas deslizarse, de nuevo, por su rostro. No supo muy bien cuando llegó el beso, pero cuando Derek posó los labios sobre los suyos se sintió bien, como si se encontrase preparada para recibirle. Como si todos los fantasmas de su pasado habrían desaparecido. Como si por fin, podría dejar a Terry descansar en paz.
—¿Me darás una segunda oportunidad, vampiresa?
Guardó silencio unos instantes, aunque en realidad ya sabía aquello que debía responder.
—Sí, Derek, te daré una segunda oportunidad—sonrió, aún con el rostro empapado en agua salada—-. Pero no vuelvas a llamarme vampiresa…
Él sonrió con picardía.
—Tú siempre serás mi vampiresa…