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¿Puedes hablar más despacio y tranquilizarte un poco?—suspiró Nataly, hastiada.

No eran horas para salir de casa y tampoco sabía qué le diría a Tom si se marchaba, pero Derek parecía estar a un paso de sufrir una crisis emocional; o al menos, eso intuía desde el otro lado de la línea telefónica.

¡Que la he encontrado, Nat!—exclamó, mientras le quitaba la tapa al botellín de cerveza— ¡La he encontrado y me ha dado calabazas!

Nataly ni siquiera entendía a qué se refería, pero sospechaba que la crisis de Derek se asemejaba bastante a las que había pasado con Emily. Sin duda hablaba de una mujer y aquello tenía un punto bueno y otro malo; por un lado, significaba que Derek había olvidado de una vez por todas a la odiosa de Emily, y por otro lado, que había encontrado a otra mujer tan odiosa como su ex. ¿Si no, a qué venía aquella llamada?

¿Recuerdas lo que te dije?—preguntó con el tono de voz endurecido—. Que te olvidases de las mujeres, que no somos buenas, Derek.

Sí, el chico tenía muchas cosas malas, pero Nataly sabía de buena mano que en el fondo tenía un corazón de oro y que, como norma general, las  mujeres se aprovechaban de ello y él terminaba sufriendo. Era así, siempre. Había vivido cada discusión de Derek con Emily en los bastidores y en primera persona, y sabía que siempre había cedido él. Era, en palabras simples, un calzonazos.

Nat, esa chica es real, no tiene nada que ver con…

¡No pronuncies su nombre!—advirtió, señalando a la pared con el dedo como si Derek estuviera frente a ella y no al otro lado de la línea—. Ella ya es parte del pasado, no lo olvides.

En el fondo, había temido que regresasen juntos y que se solucionasen las cosas; aunque un divorcio tenía poca solución y el tal Fran no parecía dispuesto a quitarse del medio.¡Gracias, Fran!, pensó.

Te digo que ella es real…

¿Te estás escuchando?—inquirió, caminando en dirección al jardín para que Tom no pudiera escucharla— ¿De verdad te estás escuchando?

¡Sí!

¿Qué quieres decir con real, Derek?

Le escuchó suspirar al otro lado de la línea y supo que estaba desesperándose.

Que no es como Emily. Que ella es una persona de verdad, no una barbie superficial, Nat.

Inconscientemente, reprimió una carcajada. Como Emily nunca le había caído bien, siempre que Derek le había relatado las discusiones que mantenían se había referido a ella como la barbie superficial.

Sigo sin entenderte—instó.

¡Qué siente y quiere con el corazón!—exclamó, irritado con su amiga—. Que me gusta de verdad, Nataly, no es un capricho.

Ella guardó silencio, valorando sus palabras.

Sí, Derek era un verdadero calzonazos, aunque no podía negar que a sus ojos aquella cualidad lo convertía en un osito achuchable.

¿De qué la conoces?—atajó, rezando por qué no se tratase de nadie del cuerpo policial.

Es la vampiresa.

Nataly guardó silencio, intentando ubicar a la vampiresa en sus recuerdos. De repente, la imagen de Pipper corriendo de regreso a casa y de la mujer disfrazada asegurando que era su perro e intentando robarlo golpeó su mente. No… No puede ser…., pensó, incrédula. ¡¡Pero si prácticamente se habían lanzado cuchillos!! ¡¡Y la tipeja le había robado el perro y le había intentado engañar con sus santas narices!!

Dime que no es la que mujer que te robó a…

Sí, es ella—cortó con rapidez—. Hoy hemos cenado juntos y…

¡¡Por Dios, Derek!!—gritó Nataly, fuera de control—. ¡¡Pero si no la conoces!!

Observó a Tom desde la cristalera del jardín indicarle que estaba la cena hecha y decidió asentir para librarse de él con rapidez. Desde luego, Derek tenía una crisis descomunal y necesitaba ayuda. ¿A qué venía todo eso? Quizás la ruptura le estuviera afectando más de lo pensado y necesitase sacar el clavo con otro clavo…

Ya sé que no la conozco, Nat, pero solo he necesitado una cena para darme cuenta de que ella es diferente.

Define diferente.

¡No sé cómo definir diferente!—exclamó, cada vez más irritado— ¿Persona que no se parece a nadie que tú conozcas?

Nataly suspiró hondo.

Derek, te voy a decir una cosa. Yo sí que he conocido a muchas como ella y te diré que…

No tienes ni idea de cómo es ella—atajó.

Otro suspiro.

¿Cómo narices iba a hacer entrar en razón a aquel cabezota? El problema de Derek era que, además de calzonazos, era un romántico descomunal que había soñado con una familia y alguien a quien amar. A esas alturas de la película y con esa edad encima, Nataly había pensado que sentaría un poco la cabeza y se convertiría en alguien más… ¿realista? En fin, parecía más que equivocada.

Nataly, quiero conocerla… Estoy seguro de que tengo que intentarlo con ella.

Y yo estoy segura de que esto es una crisis post-divorcio, pensó, asustada con la repentina reacción de su amigo.

¿Y qué te impide conocerla?

Derek le dio un largo trago a la cerveza, prácticamente vaciándola de un tirón.

Ella no está preparada para tener una relación.

Nataly lo sopesó.

¿Entonces por qué ha accedido a cenar contigo?

No lo sé…

Derek, ¿le has regalado al perro?—concluyó, buscando la respuesta más lógica a su cuestión.

Él guardó silencio.

Sí—admitió al final.

Pues ya sabes por qué ha cenado contigo—dijo con dureza, intentando quitarle los pajaritos de la cabeza cuanto antes—. Déjate de tonterías y olvídala, no le interesas.

Derek caminó hasta la nevera, sacó otra cerveza, y volvió a darle un largo trago. Sabía que su amiga estaba equivocada y que su pálpito era real, pero… ¿Cómo explicárselo y que ella lo comprendiera?

Mira, Derek, céntrate y vete a dormir—terminó, mientras observaba a Tom con gesto de pocos amigos esperándola en el salón—, mañana será otro día y verás las cosas con una perspectiva diferente.

Está bien—dijo, finalmente, rindiéndose a ella—, mañana hablamos, Nat. Dale recuerdos a Tom de mi parte.

Se los daré, tú descansa.

Y dicho eso, cortó la llamada.

Derek se quedó pensativo, con una cerveza a medio terminar observando la pantalla de la televisión apagada. Estaba seguro de lo que había sentido y de que la vampiresa merecía la pena pero, ¿cómo podía intentar conquistar a alguien que no quería ser conquistado?

 

Amanda se sentó en el salón  y observó a Fantasma correteando de un lado a otro. Debía agradecer a Helen que se hubiera encargado de acostar Evan, porque la verdad era que aquella noche tenía la cabeza hecha un cóctel.

Tomó un pequeño sorbo de la copa de vino tinto que se había servido antes de ir al salón y se quedó ensimismada contemplando cómo Fantasma se rascaba la pata trasera. Debía de admitir que se lo había pasado bien cenando con el poli, que le había gustado la velada y que, además, se había sentido muy cómoda con él. Eso todo sin contar que, físicamente, el hombre no estaba nada de nada mal. Pero era complicado, muy complicado.

Terry se merecía su respeto y sabía que, en el fondo, no estaba preparada para compartir cama con otro hombre. Quizás, incluso, jamás lo estuviera. Y aunque en el futuro llegase a sentirse preparada, ¿cómo se lo tomaría Evan? ¿Aceptaría a otro hombre en sus vidas de buenas a primeras? Seguramente no.

De pronto, Fantasma se levantó de su mantita y echó a correr como un torbellino hacia el pasillo. Amanda saltó por los aires, derramando parte de la copa de vino encima de su pijama. ¿Pero qué demonios le pasaba a ese perro?

Eran más de las doce de la noche y lo escuchó, mientras intentaba dar con él, correteando sin parar de un lado a otro como si hubiera estado conteniendo demasiada energía en su interior.

¡¡Fantasma!!—exclamó, procurando no alzar la voz más de lo necesario para no molestar a los vecinos—. ¡¡Ven aquí!!

El perro, inquieto, pasó por delante de sus narices como un torbellino y estuvo a punto de derribarla.

¡¡Fantasma!!—gritó, pensando que por fin comprendía por qué Derek había terminado regalándoles el animal.