Capítulo 13
Un golpe en la puerta m despertó. Abrí un ojo y miré el reloj que había junto a la mesa. Eran las siete de la mañana.
—¿Quién es?-Pregunté con cuidado, cuando fui hacia la puerta.
—Mary Nell.
Oh, maravilloso. Moví la silla para abrir la puerta, y entró.-Tenemos que sacarle-Dijo dramáticamente, y tuve ganas de golpearla.
—Sí-Dije.-Yo también quiero que salga-Si había algo de sarcasmo en mi voz, Nell Teague no lo notó.
—¿Qué has hecho para ello?
Parpadeé, me senté a un lado de la cama.-He contratado una abogada que vendrá mañana-Dije.
—Oh-Dijo, con menos humos.-Bueno, yo llamé a Toby Buckell, pero se rió de mí. Dijo que no ocuparía a no ser que le llamara un adulto.
Me lo podía imaginar.-Siento que te tratara irrespetuosamente-Dije, tratando de parecer que lo sentía de verdad.-Aprecio tu esfuerzo. Pero Tolliver es mi hermano, y yo soy la que tiene que ocuparse de esto-Quería ser amable con esta chica, pero me estaba desgastando. Hablando de dramas. Entonces me acordé de que ella había perdido a su hermano y a su padre en un breve periodo de tiempo, y me obligué a ser más hospitalaria.
¿Te gustaría algo de café, o un refresco?-Pregunté.
—Claro-Dijo ella, acercándose al frigorífico y sacando una coca-cola. Saqué café de la cafetera del motel, era un café horrible, pero al menos estaba caliente y contenía cafeína. Miré a mi visitante. La cara de Mary Nell no llevaba maquillaje, y su pelo estaba sujeto en una coleta. Parecía tener su edad, ni un año más ni uno menos. Ahora debería estar trabajando en su ensayo de inglés, o al teléfono con alguna de sus amigas hablando de su cita de la última noche, en vez de en una habitación de motel con una mujer como yo.
—Has dicho que has llamado a otro abogado-Dije.-¿Porqué no Paul Edwards?
Dijo de pronto.-Creo que mi madre se va a casar con el Sr. Edwards.-¿No te gusta?-Estaba buscando algo que decir.-Nos llevamos bien-Dijo Mary Nell.-Siempre está cerca. Él y mi padre eran amigos, y mi madre siempre le pedía opinión para todo. A Dell nunca le gustó el Sr. Edwards demasiado, tuvieron una gran pelea antes de que Dell muriera.
—¿Sobre qué?-Pregunté, tratando de sonar casual.
—No lo sé. Dell no me lo dijo. Había averiguado algo, y se fue a hablarlo con el Sr. Edwards, pero a Dell no le gustó lo que el Sr. Edwards le dijo.
—¿Algo que había averiguado sobre Paul?
—No sé si era sobre el Sr. Edwards o otra cosa. Dell solo pensó que el Sr. Edwards sería capaz de ayudarle, de darle una respuesta.
—Oh-Ninguna de las letras eran P o una E, suponiendo que las letras que había escrito Sally fueran iníciales de una persona. Maldición, ¿Por qué la gente no escribía frases enteras? A la mierda las abreviaturas.
—Pensé que tú y Dell erais cercanos-Dije, cosa que fue falta de tacto y estúpida.-Me sorprende que no te dijera porqué estaba molesto.
Me dedicó una mirada escandalizada.-Bueno, para ser hermano y hermana éramos íntimos
—¿Qué quiere decir eso?
—Hay cosas de las que los hermanos no hablan entre ellos-Dijo, como si le hubieran pedido que le explicara qué era la nieve a un esquimal.-Quiero decir, hay cosas de las que Tolliver y tú no habláis, ¿Verdad? Oh, lo olvidaba. No eres su verdadera hermana. Así que no lo puedes saber-
Touché.
—Los hermanos no hablan de sexo, ni aunque crezcan-Me dijo. Recordé lo estupefacta que estaba cuando nos contó que su hermano le había dicho que Teenie estaba embarazada.-Los hermanos no hablan de quién se lo hace con quién. Pero el
resto, eso es de lo que hablan.
—¿Scott y tú hablasteis de cómo vino aquí a darme una paliza?-Pregunté.
Se estremeció.-¿De qué estás hablando?
Así que todavía no se había extendido la historia en Sarne, y ella no lo sabía.
—Alguien le pagó a Scott para que viniera a esconderse en mi habitación la noche
pasada. Supuestamente tenía que darme una paliza. Fue como la otra mañana, solo que esta vez estaba solo. Si Hollis Boxleitner no hubiera estado conmigo, ahora podría estar en el hospital.
—No lo sabía-Dijo ella, y de nuevo me sentí culpable. Pero no hay forma amable de contarle eso a nadie. Y lo había minimizado lo más que había podido.-¿Qué está pasando en nuestra ciudad? ¡Estábamos bien hasta que vinisteis!
Esa era una buena salida.-Tu madre me invitó-Le recordé.-Y todo lo que hice fue encontrar el cuerpo de Teenie, como tenía que hacer.
—Hubiera sido mejor que no la encontrara-Dijo Nell de forma infantil, como si yo hubiera podido predecir lo que iba a suceder.
—Ese era mi trabajo. Ella no debería haber estado en los bosques esperando a ser encontrada. Hice mi trabajo, y fue lo correcto Dije lo más tranquilamente que pude.
—¿Entonces por qué está pasando todo esto?-Preguntó, como si debiera darle una respuesta.-¿Qué está pasando?
Sacudí la cabeza negativamente. No tenía ni idea. Cuando tuviera una, una que sacara a mi hermano de la cárcel, nunca iba a poner un pie en Sarne otra vez.
Nell se fue a clase, pareciendo aturdida y muy joven.
Me pasé por la comisaría para que me tomaran declaración sobre el incidente de la noche anterior y pregunté si podía ver a Tolliver. Casi tenía miedo de preguntar a la mujer de la mesa, era una gran mujer que había estado la primera vez que fui allí la semana pasada. Tenía miedo de que una vez supieran que quería verle, ellos trataran de impedírmelo. Y ni quiera sabían quiénes eran “ellos”.
—Las horas de visita son de dos a tres los martes y viernes-Dijo ella, apartando su mirada de mí como si fuera demasiado repugnante para su vista.
Como era martes, podría verle por la tarde. Lo que me causó un enorme alivio. Pero hasta las dos de la tarde, no tenía nada que hacer. Estaba harta de la habitación del motel.
Fui al cementerio, uno reciente. Quería visitar al resto de los Teague, la parte muerta de la familia. Esta vez pude aparcar cerca de la tumba de los Teague, y me alegré porque la temperatura estaba bajando rápidamente. Estaba en Arkansas a principios de Noviembre, así que la nieve no era muy probable; pero en los Ozarks, tampoco era algo imposible. Llevaba una bufanda roja rodeando mi cuello y llevaba guantes rojos. Llevaba una chaqueta azul brillante. Me gusta ser visible, especialmente en Arkansas en la temporada de caza. Era la primera vez que me había abrigado tanto este otoño, y me sentí como un niño que es enviado a jugar con la nieve por primera vez.
Miré a mí alrededor hacia el vacío paisaje. Al otro lado de la carretera, hacia el oeste, había árboles. Había un grupo pequeño de cosas, quizás una veintena, hacia el norte; tenían jardines y barbacoas fuera de sus puertas deslizantes. No se veían coches; todo el mundo trabajaba para mantener ese nivel de vida. El cementerio se extendía hacia el sur en una ladera, la parte que también bloqueaba la vista de la zona este. Era un lugar tranquilo.
Fue fácil localizar la tumba de los Teague. Había un gran monumento en un pedestal en el centro, con TEAGUE grabado en él, dos veces, una en el norte y otra en el sur.
Me moví entre los Teague, trabajando de tumba en tumba. En conjunto no era una familia de largas vidas. El abuelo de Dell había vivido hasta los cincuenta y dos, cuando tuvo un ataque al corazón. Dos de los familiares de los abuelos estaban también, muertos de muy jóvenes. La abuela de Dell era la más dura. Había muerto a los setenta y dos, y había muerto hace dos años— de neumonía. Saludé a Dell; su disparo rompía los esquemas, por supuesto. Hice la resta ante la tumba del padre de Dell y averigüé que solo tenía cuarenta y siete cuando Sybil lo encontró muerto sobre su mesa.
Por supuesto, Dick Teague había sido mi objetivo todo el tiempo. Cuando llegué a su lugar de descanso, sentí anticipación, como lo que sientes antes de morder el postre. Bajo el suelo rocoso mi sentido especial se dejó llevar, estableciendo contacto con el cuerpo que había debajo de mí. Examiné a Dick Teague con la atención que se merecía. Pero encontré una barrera de zapatos, tierra y ataúd amortiguaban la respuesta. Necesitaba más contacto. Me recosté sobre la tumba con las manos en la tierra. Justo cuando me agaché escuché un ruido de crujidos proveniente del bosque que había al oeste del cementerio, y algo me rozó la cara lo suficientemente fuerte como para hacerme gritar.
Me puse la mano sobre la cara, y el guante se manchó de sangre. Mi sangre era de una tonalidad roja diferente que el rojo escarlata del guante, y lo miré algo aturdida. Escuché el crujido de nuevo, y de pronto me di cuenta de que alguien me estaba disparando.
Pasé de posición medio sentada a tumbada en una décima de segundo. Gracias a Dios que no estaba en Delta, donde todo era tan plano que no me hubiera podido esconder ni detrás de una mosca. Me acurruqué para ponerme a cubierto en la zona este del monumento. No era tan ancho como yo, pero era lo mejor que podía hacer.
Por un milagro, había puesto mi teléfono en mi bolsillo, y me quité un guante y llamé al 911. Pude ver que la persona que respondió era la mujer con la que acababa de hablar en la comisaría.-Estoy en el cementerio de la 314, y alguien me está disparando desde el bosque-Dije.-Dos disparos.
—¿Le han dado?
—Solo por un trozo de granito. Pero me da miedo moverme-Empecé a llorar de miedo, e hice un esfuerzo para mantener mi voz nivelada.
—Vale, ahora enviaremos a alguien-Dijo.-¿Quiere quedarse al teléfono?-Se giró un momento y escuché como le daba la localización a un agente.-Quizás solo sea un cazador que se ha equivocado.
—Solo si el ciervo es azul chillón.
—¿Ha escuchado más disparos?
—No-Dije.-Pero estoy detrás del monumento de los Teague.
—¿Escucha el coche acercándose ya?
—Sí, escucho la sirena-No era la primera vez que me alegraba de escuchar la sirena de la policía en Sarne. Me limpié la cara con el guante limpio. Un coche de policía aparcó junto al mío, y Bledsoe, el oficial que había detenido a Tolliver, salió de él. Se paseó hasta donde yo estaba.
—¿Dice que alguien le está disparando?-Preguntó. Podía apostar que él estaría encantado de sacar su pistola y probar su suerte conmigo.
Me levanté lentamente, luchando contra mis débiles piernas. Me incliné contra el monumento de granito, pensando que respirar profundamente varias veces me ayudaría.
Me miró la cara. Su comportamiento se volvió mucho más profesional.-¿De dónde dice que venían los disparos?
Señalé al bosque que había al otro de la carretera hacia el oeste, la parte más cercana al cementerio.-Ves, mira la tumba de Dick Teague-Dije, señalando la pequeña esquirla que había saltado al ser alcanzada.
De pronto, Bledsoe estaba revisando el bosque con los ojos estrechos. Su mano se posó sobre su Holster.
—¿De dónde sale la sangre?-preguntó.-¿Te alcanzó?
—Ha sido la esquirla de la tumba-Dije, y no me alegró mucho lo inestable que era mi tono de voz.-La bala pasó muy cerca. La esquirla me dio en la cara.
Miré al suelo, recogí la esquirla y se la di.
—Bueno, podría haberlo hecho usted misma-Dijo, sin mucha convicción.-No me importa lo que piense-Le dije.-No me importa lo que escriba en su informe.
Mientras viniera para evitar que el tipo dejara de dispararme, no me importa
—¿Dice ‘el tipo’ por algún motivo?-Preguntó.
—Para nada-Mi respiración ya casi era normal ahora. Mientras me acostumbraba a
que nadie iba a tratar de matarme en el siguiente segundo, volví a mi opinión anterior sobre el oficial.
—¿Qué estaba haciendo aquí, de todas maneras?-Él también, estaba volviendo a su hostilidad.
—Solo de visita-
Pareció asqueado.-Usted es algo rara, ¿Lo sabe?
—Podría decir lo mismo. Escuche, me voy a ir mientras se queda aquí, porque no quiero morir en esta ciudad. Gracias por venir. Al menos...-Me detuve antes de terminar.-Al menos la policía de aquí no está totalmente corrupta-Supuse que eso no era muy diplomático, especialmente ya que el oficial no estaba ante mí apuntadome y gritándome-¡Adelante, dispárale!
Me dedicó un breve asentimiento de cabeza. Mientras cerraba mi puerta, dijo-¿Estaba sobre la tumba de Dick Teague?
Asentí.
—¿Quería saber qué le mató?
Asentí de nuevo.
—¿Bueno, qué fue? Según usted.
—Ataque al corazón. Igual que su padre-Mire al oficial, asegurándome de que su cara estaba serena y sincera.
—¿Entonces el médico tenía razón?
—Sí.
Asintió. Arranqué el motor y encendí la calefacción. Cuando me detuve en el cruce de la carretera del cementerio con la principal, miré por el espejo retrovisor. El oficial Bledsoe iba detrás de mí. Noté que tendría que pasar antes por el motel antes de ir a ver a Tolliver, a no ser que quisiera provocarle un ataque al corazón. Mi mejilla estaba manchada de sangre seca, y tenía alguna mancha también en el abrigo.
Odiaba el motel a estas alturas, pero (ya que no había ningún atacante dentro cuando abrí la puerta) tuve que admitir que era más seguro que la calle. Sarne estaba empezando a ser una zona peligrosa para mí. Cerrando la puerta con pestillo, me fui a lavar la cara y a ponerme algo de maquillaje, incluyendo un brillante pintalabios. No quería parecer un fantasma cuando fuera a ver a Tolliver. Posiblemente el maquillaje de mis mejillas desviaba la atención de la herida, pero odiaba usarlo. Puse la chaqueta manchada de sangre y los guantes en la bañera y lo mojé todo en agua fría. Saqué la chaqueta de cuero negra.
Mientras iba hacia la cárcel, me di cuenta de que iba revisando los alrededores cada pocos segundos. Traté de no sentirme ridícula. Nadie iba a tratar de matarme a plena luz del día en mitad de la ciudad, me dije a mi misma. Pero claro, eso había pensado también la última vez que había visto a Scott; que era un adolescente inofensivo cuyo castigo sería más que suficiente. Ja.
Había estado antes en una cárcel. Ser registrada y tener que dejar que los guardias vacíen el bolso no era nada nuevo para mí. Aunque estaba lejos de ser agradable. Los movimientos bruscos que había hecho en el cementerio habían reabierto las heridas de la noche anterior. Yo era una masa de miseria, odiaba estar tan necesitada.
Ver a Tolliver entrando en la celda con un traje naranja hizo que mi cerebro se encendiera. Cuando el guardia le acomodó dentro, tuve que taparme la boca con las manos. Dos otros presos entraron con él (ninguno de ellos era Scott), y se fueron a ver a sus visitas en otras dos mesas. Las normas de la cárcel de Sarne eran: Mantén tus manos sobre la mesa para que sean visibles todo el tiempo. No intimes nada a no ser que lo hayas hablado antes con los guardias. No hables en voz alta ni te levantes de la silla hasta que los presos hayan abandonado la habitación.
Tolliver me cogió las manos. Nos miramos mutuamente. Finalmente dijo,-Te han hecho daño.
—Sí-Dije.
Su cara estaba rígida.-TU cara. ¿Alguna te alcanzó?
—No, no-No había preparado una historia para él. Sería estúpido tratar de disimularlo ya que él estaba en la cárcel. No pude pensar en una mentira que explicara todo, ni siquiera por la tranquilidad mental de Tolliver.-Alguien me disparó desde el bosque-Dije.-No me hice daño, salvo este arañado. No volveré al cementerio
—¿Qué está pasando en esta ciudad?-Tolliver estaba teniendo problemas para controlar su tono de voz.-¿Qué le pasa a esta gente?
—¿Has visto a Scott?-Le pregunté, tratando de poner algo de alegría en mi voz.
—¿Scott el crío?-Sí.-Trajeron a alguien ayer por la noche, pero no le he visto aún. ¿Por qué le han encerrado?
—Estaba en mi habitación del motel cuando Hollis me trajo de vuelta, y él...
La expresión de la cara de Tolliver me detuvo.
—Tienes que calmarte-Dije, tranquila y silenciosamente, sujetando sus manos como si fueran salvavidas y yo me estuviera ahogando. O él.-Tienes que hacerlo. Simplemente tienes. Ahora escucha, voy a estar bien. He llamado a los abogados, y a una mujer, Phyllis Folliette, de Little Rock, vendrá mañana para sacarte. Es una amiga de Art, así que está bien. Saldrás, y estaremos bien-Cambié mi posición en la silla, evitando un gemido.
—Ese Scott es un bastardo-Dijo Tolliver. Su voz era engañosamente tranquila.
—Sí-Dije, y lancé una especie de gruñido.-Sí, eso es lo que es, está bien. Pero creo que alguien le pagó para ser más el bastardo que realmente es.
Le conté a Tolliver sobre la muerte de Dick Teague, el hecho de que Sally había sido contratada para limpiar el despacho, el hecho de que había visto algo en la mesa de Dick que le había llamado la atención, tanto que había vuelto a casa y había consultado un libro de texto.-SO YO DA NO-tampoco le dijo nada a Tolliver.
—¿Quizás sea un anagrama?-Preguntó.
—No he sido capaz de formar una palabra si lo es-Dije.-Y eso no son las iníciales de nadie. Traté de escribirlo al revés. Traté de asignarles números. Traté de poner las letras en orden alfabético, y al revés. No creo que Sally Boxleitner pudiera crear un código mucho más completo que eso-
Tolliver pensó un minuto. Bajo mis dedos, pude notar su pulso, vivo y constante.
—¿Y qué había en su mesa?-preguntó Tolliver.
—Papeles del seguro.
—¿De quién?
—Según Sybil, estaba revisando las facturas médicas de la familia de ese año
—¿Y tuvo un verdadero ataque al corazón?
—Sí, eso es lo que fui a ver al cementerio. Le viene de familia; al menos, el padre de Dick murió de la misma forma, muy pronto-aunque no tan pronto como Dick
—Podré pensar mucho en ello, ya que no tengo nada más que hacer-Dijo Tolliver, tratando de no sonar muy amargo.
Me aclaré la garganta.-Te he traído uno de tus libros. Lo están mirando en busca de mensajes ocultos, supongo, y cuando terminen te lo llevarán a la celda
—Oh, gracias-Hubo una pausa mientras trataba de no decir nada, pero no lo consiguió.-Sabes, estoy aquí, así que no podré hacer nada si alguien trata de hacerte daño.
—Lo sé.
—Me siento más furioso que en toda mi vida.
—Lo entiendo.
—Pero tenemos que averiguar quién me quería aquí dentro.
—Claro... ¿Quizás sea Jay Hopkins?
—¿Por qué piensas eso?
—Marv Bledsoe es un buen amigo suyo. Y Marv es un primo de Paul Edwards. O si no pudo ser el sheriff en persona, quién le dijo a Marv que te arrestara
—De los tres, creo que Jay es el más probable.
Asentí. Jay era el más débil de los tres.
—Se ha terminado el tiempo-Dijo el guardia, y los otros dos visitantes se levantaron. Tolliver y yo nos miramos uno al otro. Estaba haciendo un gran esfuerzo para no mostrar lo ansiosa que realmente estaba. Sospechaba que Tolliver estaba haciendo lo mismo.
—Te veré mañana en el juicio-Dijo, cuando el guardia mostró signos de impaciencia. Solté sus manos y empujé la silla hacia tras.
Cinco minutos más tarde, estaba de pie en el frío día, preguntándome que podría hacer ahora. No podía dejar de pensar que alguien me estaba vigilando, y que ese alguien tenía un rifle en sus manos. Me preguntaba si viviría lo suficiente para sacar a Tolliver de la cárcel. Me desprecié a mi misma por tener miedo, porque al menos yo era libre; mi hermano no. Probablemente él no estaba más a salvo en la cárcel que yo andando por aquí fuera, especialmente si nuestro enemigo resultaba ser el sheriff.
Podía ver por el tráfico que había junto a la escuela que se habían terminado las clases. Así que no me sorprendió cuando mi nueva mejor amiga, Mary Nell, apareció en su pequeño coche.-Venga a dar una vuelta-Dijo, y me subí al asiento delantero. Me sorprendió que fuera sola, y también me sorprendió que se hubiera acercado a mí en un lugar tan público.
—¿Le has visto?-Preguntó, conduciendo a una velocidad que pensaba que era demasiado imprudente.
—Sí.
—No me han dejado, ya que yo no soy ni familia ni la esposa-Dijo eso con gran molestia, como si fuera extremadamente estúpido que los guardias no hubieran dejado que una adolescente enamorada visitara a un preso. Me estaba empezando a cansar esta chica, con su enamoramiento trivial y su sentido de los privilegios. Pero también sentía algo de pena por ella, y esperaba que nos pudiera ser útil para averiguar lo que realmente estaba sucediendo en Sarne.
Y necesitaba empezar a hacerlo ahora.-Mary Nell, ¿Qué sabes sobre Jay Hopkins?
—Solía ser el marido de la Sra. Helen-Dijo ella.-Lo sabes.
—¿Tenía contacto alguno con Dell?
—¿Qué importa eso? No me gusta pensar en gente como él, son basura
—Esto no va a ser fácil, pero es tiempo de que crezcas un poco
—Como si no lo hubiera hecho este último año.
—Has tenido grandes tragedias este último año, pero por lo que puedo decir, no te ha hecho madurar en absoluto.
Aparcó a un lado de la calle, con lágrimas en los ojos.-No puedo creerlo-Dijo ahogadamente.-¡Eres muy cruel! Tolliver se merece una hermana mejor que tú.
—Estoy de acuerdo. Pero soy lo que tiene, y tengo que hacer todo lo posible por él. Él también es todo lo que yo tengo-Noté que todavía no había respondido a mi pregunta. Pero supuse que eso en sí mismo ya era una respuesta.
Se secó las lágrimas con un pañuelo de papel y se sonó la nariz.-¿Porqué no deja de preguntarme por la gente?
—Alguien me disparó hoy. Alguien pagó a tu admirador adolescente para darme una paliza, y alguien le dejó entrar en mi habitación. No creo que a él solo se le ocurriera hacer todo eso, ¿Y tú?
Sacudió negativamente la cabeza.-Cuando hablé con Scott ayer, estaba molesto conmigo, y contigo, pero iba a mantenerse alejado de ti. Sr. Random, el entrenador del equipo de futbol, le gritó delante de todo el equipo y le obligó a dar veinte vueltas al campo. Y el padre de Scott le ha prohibido ver la televisión o usar el teléfono durante un mes.
—¿Entonces que pudo pasar entre medio, para que viniera a esconderse en mi habitación así?-Dar veinte vueltas al campo, sin tele ni teléfono. Me alegraba saber que hacerme daño venia con un duro castigo.
—¿Has pensado que quizás fuera tu amigo, Hollis, quién se lo pidió?-Mary Nell había decidido contraatacar.
—No, nunca lo hice. ¿Por qué piensas eso?-Mary Nell estaba tratando de enfadarme, y estaba cerca de conseguirlo, pero me obligué a mantener el control sobre mí misma.
—Bueno, quizás Hollis solo quería tener la oportunidad de salvarte de algo malo, para que pareciera un héroe. Y quizás te disparó, cosa que solo dices tú— que pasó, quiero decir
—¿Porqué me dispararía?
—Para hacer que le necesitaras-Dijo ella.-Para que te quedes con él. Ahora que tu hermano está fuera, te sientes necesitada, ¿Verdad? Así que quizás Hollis hizo que arrestaran a Tolliver-
Me impresionó Mary Nell. Este era un pensamiento profundo para una chica de diecisiete años. Lo que decía tenía sentido, al menos algo. No quería creer su teoría sobre Hollis, y no pensaba que ella se lo creyera, pero tuve que considerar la opción durante varios segundos. Recordé haber tenido sexo con Hollis la noche anterior, y tuve un momento de duda, preguntándome si me había traicionado desde el principio. Entonces noté, más racionalmente, que Mary Nell se vengaba de mí por varios motivos, mayormente porque yo tenía una relación más intima con mi hermano de la que ella tendría jamás.
Chica tonta. Pero mirándola, mientras se retocaba la cara y se peinaba el pelo, me di cuenta de que solo era siete años menor que yo. La vida de Mary Nell no había sido un camino de rosas, claro está, pero probablemente había sido mejor que la mía. Cuando yo tenía la edad de Mary Nell, aparte de haber sido golpeada por un rayo, mi vida había cambiado para siempre. Había visto como adultos que conocía y quería, tiraban su vida por el desagüe. Entonces perdí a mi hermana Cameron; literalmente, pérdida.
—No me mires así-Dijo Mary Nell,-¿Sabes siquiera dónde estás? ¡Dios, deja de hacer eso!
Parpadeé. No me había dado cuenta de que la estaba mirando fijamente.
—Lo siento-Dije automáticamente.-¿Tu madre me dijo que te hicieron una tonsilectomía el año pasado?
—Eres rara. Tan jodidamente rara-Dijo, atreviéndose a decir una palabra mala ante mí, desafiándome a corregirla.
No tuve reacción alguna.-Respóndeme-Dije, después de una pausa.
—Así es-Dijo, cansada.
—¿Estuviste en un hospital de aquí?
—En la ciudad de al lado, Monte Parnassus. Nuestro pequeño hospital cerró hace un par de años.
—¿Dell fue a ese mismo hospital cuando le tuvieron que dar puntos?-Estaba pensando de nuevo en la conversación que había tenido con Sybil en su casa. Era complicado. No estaba segura de qué intentaba demostrar; quizás lo sabría cuando lo escuchara.-Se había roto una pierna, ¿O era algo más?
—Ese fue el chico que conducía el coche. A Dell le dieron puntos en la cabeza. Al principio el médico pensó que podría tener más complicaciones, y estuvo inconsciente un rato, pero solo le dejaron allí una noche.
—Y tú padre también estaba en el hospital-Dije. Tratando de sacar algo de ninguna parte.
—Sí, tenía neumonía-La cara de Mary Nell se entristeció.-Tenía un corazón muy débil, y la neumonía le debilitó. Le dije que se pondría mejor, pero el día antes de morir, dijo ‘Nelly, no soy el hombre que era antes de coger esta enfermedad.
—¿Te llamaba Nelly?
—Sí, o Nell. Le gustaba que yo y mi hermano fuéramos Nell y Dell-La cara de la adolescente colapsó mientras la miraba.-No tengo hermano ni padre. Probablemente nunca nadie más me llamará así para el resto de mi vida.
—Seguro que alguien lo hará-Dije, tratando de averiguar qué me había recordado algo.-Eres una chica guapa, Mary Nell, y tienes mucho espíritu. Alguien vendrá y te llamará como tú quieras.
Se iluminó, feliz de escuchar eso de boca de una persona que pensaba que la odiaba. Lo que sentía hacía mí era más probablemente envidia.
—¿Eso crees?
—Si, eso creo.
—Harper-Dijo, y noté que nunca antes me había llamado por mi nombre,-¿Qué le va a suceder a Tolliver?
—Como dije antes, llamé a nuestro abogado. Me dio el nombre de una abogada de Arkansas. Vendrá aquí mañana. Viene desde Little Rock. Se ocupará de Tolliver. Sé que le sacará
—¿Has hecho todo eso tú sola?
Asentí.-Claro.
—Yo no podría hacer eso-Dijo, derrotada.-No sabría por dónde empezar-
No quería sonar como la abuela sabelotodo de Ozarks, pero dije-Sabrás hacerlo cuando haga falta
—Me gustaba la Sra. Helen-Dijo Mary Nell, sorprendiéndome de nuevo.
—Ya me habías dicho eso antes-Dije.-A mí también. ¿Cuánto la conocías?
—Bueno, trabajó para nosotros un tiempo. Así es como Dell conoció a Teenie. Quiero decir, sabía quién era por la escuela, porque todos nos conocemos, ¿Sabes? Pero probablemente nunca hubiera pasado tiempo con ella de no ser porque la Sra. Helen trabajara en nuestra casa. Así es como supo cómo era ella de verdad. Entonces la Sra. Helen empezó a beber mucho y llegaba tarde a trabajar, y mamá tuvo que dejarla marchar, y contrató a la Sra. Happ para ayudar. Pero Dell y Teenie siguieron viéndose-
Había escuchado la misma historia por parte de Hollis.
—Entonces el Sr. Jay, Jay Hopkins, le dio una paliza a la Sra. Helen, escuché a mamá y al tío Paul discutir sobre si la Sra. Helen debería trabajar de nuevo en la casa. El tío Paul decía que si la Sra. Helen estaba sobria merecía una segunda oportunidad, y mamá decía que después de lo que ya sabía, que no iba a dejar que Helen volviera a casa ni por amor ni por dinero. Especialmente por amor, dijo.
—¿Qué crees que quería decir con eso?-Pregunté. Con Mary Nell alrededor, no se necesitaba una grabadora.
—No lo sé-Dijo la chica.-Nunca lo comprendí. Creo mi madre pensaba que la Sra. Helen le había quitado algo. Pero no me lo dijeron-La amargura familiar se entremezcló en su voz: la adolescente contra el mundo de los adultos.
—Mary Nell, ¿Puedes llevarme hasta mi coche?
Sonó algo herida cuando me dijo que sí podía.
Había sido demasiado brusca; pero tenía que pensar, y sabía que Mary Nell seguiría hablando mientras me tuviera como audiencia.
Una vez estuve sola, me sentí visible y vulnerable. Conduje hasta el motel por la carretera más directa y me encerré en la maldita habitación bajo el maldito edredón verde. No tenía mensajes. No pude decidir si eso era bueno o malo. Mi pierna me dolía, como hacía a veces, y me subí los vaqueros y froté la piel, sobre las marcas moradas con forma de tela de araña. Cameron me había llamado Spiderwoman durante un tiempo, antes de que supiéramos que las marcas no iban a desaparecer. Mi padrastro se alegraba de pedirme que les enseñara la pierna a sus amigos.
Hollis nunca lo mencionó quizás no sabía que estaba relacionado con el impacto del rayo. Quizás pensaba que era una marca de nacimiento y no quería herir mis sentimientos.
Me tumbé en la cama. SO YO DA NO, pensé. Podría ser el coro de una canción caribeña. Vale. Al revés. ON AD OY OS. NO DA YO SO. Sonó, soda, yodo, asno, Samoa? No, solo una A. ¿Porqué una A? El resto terminaba en O.
Vale, y si la segunda letra era una... ¿condición? ¿Y si la primera letra era nombres? S podría ser Sybil, D de Dell, N de... oh, Mary Nell había dicho que su padre la llamaba Nelly. Eso podría ser la N. pero entonces, ¿Quién era Y? No había nadie cuyo nombre empezara con Y. D también podría ser Dick Teague, si no era Dell.
Por primera vez, deseé poder hacerles preguntas a los muertos. Solo podía tomar lo que me daban. Me daban una imagen de su muerte. Me daban lo que habían sentido en ese momento. Pero nunca me decían porqué, o quién, solo como.
Una bala en mi espalda... una infección en los pulmones... mi corazón se detuvo y dejó de bombear sangre... estaba demasiado cansado y viejo... el coche golpeó tan fuerte... la caída fue desde tal alto... recogí la segadora... no podía respirar, no podía respirar, mi inhalador estaba demasiado lejos... la carne se quedó atascada en mi garganta... el virus me recorrió y contaminó mi cuerpo... el cuchillo atravesó el hígado, después mi estómago, después...
Los muertos tenían muchas historias, pero nunca explicaban o condenaban. Había escuchado, en foros extraños que visitaba, que algunos como yo— gente que había sido tocada por la electricidad— podía ver a los muertos, e incluso comunicarse con ellos. Nadie más había confesado tener el tipo de intrincada relación con los muertos. Había gente que había sido golpeada por un rayo que podía ver el futuro, y que ahora andaban con una pierna, que eran ciegos de un ojo. Una mujer decía que nadie de su familia le ayudó después del impacto porque pensaban que todavía estaba cargada de electricidad. En un foro más privado, uno con muchos menos miembros, un hombre de Colorado decía que siempre le acompañaba su hermano muerto, que había muerto por el mismo impacto del rayo. Nadie más podía ver a su hermano, por supuesto; su familia incluso le había tenido encerrado un tiempo.
Me quedé en la habitación del motel toda la noche. Pedí que me trajeran Pizza. Hollis llamó para decirme que iba a trabajar el turno de noche, y me recordó que le podía llamar si necesitaba algo. Tuve una llamada anónima con problemas de respiración, supuse que provenía de uno de los adolescentes que se había enfrentado a mí. Paul Edwards me llamó para decirme que sentía la-situación-de mi hermano, y me ofreció su ayuda.
Ya que era su primo el que había arrestado a mi hermano, estaba segura de que sería un conflicto de intereses, pero se lo agradecí amablemente. Me dijo entre líneas que quería pasar a verme para estar juntos. Le rechacé, con mucho menos tacto.
Era hermoso, y era abogado, y podría estar bien tener un amigo abogado, pero Paul Edwards no se ofrecía a ir con mujeres sin algún motivo. Quería algo, y quizás no era sexo. No parecía ser un amante muy constate. La relación entre el abogado y Sybil Teague no era clandestina, y aun así ahí estaba ofreciéndose.
Pude dormir unas pocas horas esa noche, que era más de lo que esperaba. Bebí café en la habitación. No era bueno, pero no tenía que estar con nadie para beberlo. No podría comer nada, así que ir a un restaurante era perder el tiempo.
Me había citado con Phyllis Folliette en el jurado. No sabía cómo era la abogada, pero fue muy fácil encontrarla. En cuanto la vi supe que no era de Sarne. Phyllis Folliette era una mujer alta con un traje verde y una blusa de seda, sus preciosos zapatos iban a juego con el bolso y su maletín... incluso con su pelo. Rondaba los cuarenta, Folliette emanaba inteligencia y confianza. Eso era lo que necesitaba.
Casi me sentí avergonzada de acércame a alguien que obviamente era una estrella. Pensé que pocas mujeres se sentirían atractivas si miraban a esta mujer, y yo no era una excepción. Era demasiado consciente de mi pelo revuelto y mis pantalones arrugados. Había hecho un esfuerzo de sacar la-ropa para clientes-de la maleta, pero no había encontrado fuerzas para plancharla. Con Phyllis Folliette tan hábilmente dando buena impresión, me arrepentí de no haber ido en vaqueros.
—Me alegro de conocerla-Dijo ella.-Ha impresionado a Art Barfield, y eso quiere decir algo-Me estrechó la mano y empezó a contarme lo que había aprendido al hablar con los oficiales de Sarne.-He ido a la cárcel-Dijo.-Algo sucede. Por una cosa, si se hubieran tomado en serio la orden de búsqueda de Montana, el Sr. Lang iría a un tribunal distinto. No sé cuanto sabe de las leyes de Arkansas-Levantó sus cejas.
—Considéreme una ignorante-Dije, cosa que era la pura verdad.
—Nunca le hubieran arrestado por un faro roto a no ser que hiciera algo más, como empujar al policía o evitar ser arrestado, algo como eso. Lo que hizo que el oficial arrestara a Tolliver fue que la orden de búsqueda de Montana seguía en vigor-Eso era también lo que Art había dicho.-Ahora, si siguen con esa historia, tu hermano iría a un tribunal con jurado. Pero no. Le van a llevar al juzgado de Sarne que se ocupa de asuntos menores. Lo verás cuando lleguemos. Tendremos que esperar el turno, así que escucharás muchos otros cargos contra otras personas-Sus ojos marrones me miraron mientras hablaba.
—Harper, querida, está muy tensa-Dijo después de un momento.-Tiene que relajarse.
—¡No sabe lo falso que es todo esto!-Susurré. Estaba tratando de mantener la voz baja, porque estábamos en un pasillo público y la gente que pasaba nos miraba con curiosidad, pero estaba tan ansiosa que pensé que mis nervios podrían jugarme una mala pasada.-¿Me estás diciendo que lo de Montana va a esfumarse?
Miró su reloj.-Creo que sí. Tenemos algo de tiempo antes de que sea su turno. Vayamos a un lugar tranquilo. Creo que tiene que contarme toda la historia.
No pensaba que fuera posible contarle a Phyllis Folliette todo lo que había pasado en Sarne, pero hice lo posible para hacer un resumen coherente que concluyera con la detención de Tolliver.
—Está claro que hay alguien que va a por vosotros en la ciudad-Dijo, después de un rato de silencio.-Es evidente que os acosan. No importa lo que yo piense de su forma de vida, Srta. Connelly, lo que le están haciendo está mal. Y su hermano está siendo retenido para reforzar el mensaje de que no son bienvenidos aquí. Haré lo mejor que pueda sacarle. Fue arrestado en Montana el año pasado, ¿Verdad?
—Bueno, sí. Un tipo me tiró una piedra. Tolliver se molestó. Por supuesto.
—Por supuesto-Dijo, como si hablara todos los días con clientes que habían sido apedreados.-¿Tolliver se molestó lo suficiente como para enviar al tipo al hospital?
—Hey, esos cargos fueron desestimados.
—Um-hm. Creo que tuvo suerte con el juez aquella vez
—¿Tiene una hermana?
—Uh... sí.
—Si alguien le tira una piedra a ella, iría a por la persona que la tiró, ¿Cierto?
—Creo que probablemente me ocuparía de mi hermana. Y dejaría que la policía se ocupara del tirador de piedras.
—Mírelo desde el punto de vista de un hombre.
—Vale, veo lo que quiere decir.
—Habló con Tolliver de esto, ¿Verdad?
—Sí, me dejaron verle esta mañana. Mencionó el incidente, pero no me dio detalles-
Sonreí.-Ese es Tolliver.
—Son muy cercanos-Observó.-¿Porqué el apellido es diferente? ¿Usted ha estado casada?
—No-Dije.-Su padre se casó con mi madre cuando éramos adolescentes-No me gustaba explicar eso.
Asintió, mirándome de reojo. Se disculpó para ir al baño, y me quedé de pie un rato. Cuando Phyllis regresó, saludó a mucha gente en el camino de vuelta a nuestro banco, en concreto a un hombre de pelo gris, probablemente de unos cincuenta, que llevaba gafas y un bonito traje.
Después de entrar a la sala, Phyllis Folliette vino hacia mí, dedicándome un enérgico asentimiento de cabeza.-Es hora de entrar o nos quedaremos sin sitio-Dijo, y nos unimos al grupo de gente que pasaba entre las puertas.
El techo estaba en algún lugar sobre nuestras cabezas. No había forma de decir cuantas palabras habían resonado en él a lo largo de estos años. Phyllis y yo nos sentamos en silencio, y la gente empezó a llenar la sala. Los celadores hicieron entrar a una fila de presos, y pude ver a Tolliver.
Me levanté, para que él pudiera verme, y me dedicó una mirada seria. Me senté de nuevo sobre el banco de madera.-Se ve bien-Le dije a la abogada, tratando de tranquilizarme a mí misma.-¿No cree que se ve bien?
—Sí-Dijo.-Pero creo que el naranja no le sienta bien.
—No-Dije.-No le sienta bien.
Mientras la gente de la sala parecía estar ordenándose, Phyllis dijo-Ya que tenemos un rato, tengo curiosidad. ¿Está relacionada con la Cameron que fue raptada en Texas hace unos años? Solo lo pregunto porque cuando Art Barfield me llamó, dijo que habían crecido en Texas y porque usted y la chica que desapareció tienen el mismo apellido. Si tiene sentido.
—Sí, tiene sentido-Dije, aunque no podía decir que estuviera muy centrada en la conversación.-Me pusieron este nombre en honor al padre de mi madre. Cameron por la madre de mi madre. Era mi hermana.
—He notado que usa el pasado. ¿La encontraron? Una vez los medios dejaron de cubrir la noticia...
—No. Pero algún día encontraré su cuerpo.
—Ah... vale.
Después de un rato, noté el peculiar tono de voz de la abogada.-Sabe-Dije más directamente,-Cuando la gente está desaparecida durante demasiado tiempo, suele ser porque están muertos.
—Hubo una chica en Utah, Elizabeth Smart.
—Sí. Hubo una chica en Utah. Estaba viva. Pero normalmente, cuando la gente desaparece por más de dos días, y no se pide rescate, están muertos. O se querían marchar. Sé que Cameron no se quería marchar. Así que está muerta
—¿No tiene esperanza?-Sonaba incrédula.
—No tengo falsas esperanzas-Conocía mi trabajo.
El alguacil nos dijo que iba a entrar el juez, y nos levantamos. Un hombre de pelo gris (con un traje, en vez de una túnica) se sentó ante nosotros. No me sorprendió reconocer al hombre que había hablado con Phyllis antes. El defensor del pueblo (o al menos supuse que era él) ya estaba frente al juez, con un montón de archivos ante él, y empezó el procedimiento.
Había acudido a un par de juicios antes, por esto o aquello, así que no me sorprendió que no fuera como en Perry Mason o como en la más reciente Judge Judy. La gente entraba y salía. Los presos se retiraban y entraban. Entre los casos, había un zumbido de conversaciones. No había un aire reverencial, y poco drama. La justicia era como un negocio.
Cuando decían su nombre, la gente se levantaba e iba al podio que había frente al juez. El juez leía la ofensa, preguntaba si el demandante tenía algo que añadir, y entonces (después de una discusión) le decía al acusado cual era su amonestación.
—¿Esto no se parece más a un jurado de tráfico? No es suficientemente serio-Le susurré a Phyllis. Había estado estuchando al juez cuidadosamente, midiéndole.
—Esas fianzas son basura-Dijo, igual de silenciosamente.-Va directo a por el faro roto. Esto es increíble.
Le llevó una hora al juez resolver los casos anteriores al de Tolliver. Tolliver parecía cansado. De vez en cuando me miraba, y trataba de sonreír, pero podía notar que se estaba esforzando.
Finalmente, el notario dijo-Tolliver Lang.
Tolliver no estaba esposado, gracias a Dios. Se fue hasta el podio, con uno de los guardias acompañándole.
—Sr. Lang. Veo que se le acusó inicialmente porque había una orden de búsqueda pendiente de Montana, y que tuvo problemas con un faro trasero-El juez no parecía esperar que Tolliver respondiera. El juez tenía el ceño fruncido.-Pero el oficial que le puso la multa por el faro... ¿Oficial Bledsoe? ¿Está aquí?
—No, su señoría-Dijo el notario.-Está trabajando.
—Increíble. Dice que cometió un error con la orden de búsqueda.
—Sí, su señoría-Dijo el defensor del pueblo.-Se disculpa por el error.
—Este es un error muy serio-Dijo el juez. Frunció el ceño una vez más ante los papeles.-Y muy extraño. ¿Y el faro?
—Mantuvo su multa por el faro, su señoría-Dijo el abogado, con recta expresión.
—¿Cuánto tiempo ha pasado este hombre en la cárcel?
—Dos noches.
—Dos noches en la cárcel por un faro roto.
—Uh, sí, señor.
—¿No opuso resistencia al arresto?-Por primera vez, el juez se dirigió directamente a
Tolliver. Pude ver como se le tensaba la espalda.
—No, señor-Tolliver respondió.
—¿Ha sido arrestado en Montana?
—Sí, señor, pero desestimaron los cargos.
—Eso es conocimiento público.
—Si, señor. Y fue hace más de un año.
—Sr. Lang, ¿Quiere presentar cargos contra el oficial Bledsoe?
—No, señor. Solo quiero salir de la cárcel.
—y puedo comprender eso. Será liberado, sin fianza, solo pague la multa por el faro. No se niega a eso, ¿No?
Tolliver se quedó en silencio. Estaba segura de que estaba debatiendo si decirle que el faro lo había roto Bledsoe con su porra.
—No, su señoría.
—Vale, faro roto, ciento cincuenta dólares-Dijo el juez, y eso fue todo. El celador sacó a Tolliver por la puerta lateral por donde había entrado, supuse que para regresar a la cárcel y empezar el papeleo.-¿Hay alguien aquí para pagarlo?
Levanté la mano
El juez casi ni me miró.-Vaya con el celador-Dijo, inclinando su cabeza hacia la derecha. Con piernas temblorosas, atravesé la sala y la puerta, donde me encontré con una pragmática mujer y con Hollis uniformado. La mujer estaba sentada detrás de una mesa sujetando una caja. Supongo que necesitaba que Hollis se hiciera cargo del dinero y se asegurara de que alguien molesto por pagar la multa no decidiera tomarlo con ella.
—Todo ha salido bien, entonces-Hollis preguntó, pareciendo genuinamente aliviado.
—Sí-Dije, dándole los papeles que me había dado un empleado, junto con los ciento cincuenta dólares en efectivo. Contó el dinero y estampó un-PAGADO-sobre los papeles, devolviéndomelos. Quise decirle algo más a Hollis, pero no pude encontrar el qué, y había alguien detrás de mí esperando para pagar lo suyo. Así que le sonreí, alegre por primera vez en varios días, y volví a la sala, que estaba igual de llena que esta mañana. La abogada me esperaba fuera en el cavernoso pasillo.
—Gracias, Phyllis-Dije, y estreché su mano.
Phyllis me sonrió.-Todo lo que hice fue venir para que supieran que estaba aquí-Dijo ella.-Si me preguntan qué creo que ha pasado, diría que Bledsoe se retractó, para evitar problemas por lo que había hecho.
—Quizás lo hizo impulsivamente, pensando que así agradaría a alguien, y averiguó que no había sido así.
Quizás a su primo Paul. Quizás a su jefe, el sheriff. Quizás a la mujer dueña de la mitad de la ciudad, Sybil. Quizás...
—Vayamos a la cárcel-Dijo Phyllis.-Vi como se iba la furgoneta. Esperaré hasta que le saquen, para asegurarme.
Fuimos de nuevo a la cárcel, y le pregunté a la mujer del mostrador donde teníamos que esperar. Señaló hacia unas sillas que había en la recepción donde había esperado nerviosamente para ver a Tolliver el día anterior.
Llevaba mucho tiempo sacar a un preso, y Phyllis Folliette se quedó conmigo fielmente. Por supuesto, sabía que me estaba cobrando por su tiempo, pero la mayoría de los abogados me hubieran dado una palmadita en la espalda y se hubieran marchado a su oficina. Sacó algo de su maletín para estudiar cuando mostré que prefería estar en silencio. Me senté con los ojos cerrados, dejándome llevar, pensé en toda la gente que había conocido en Sarne, lo interconectados que estaban todos, como el repugnante estereotipo de inculta, innata, sencilla pero sorprendente habilidad era utilizada para sacarle el dinero a los turistas y denigrada por la gente que vivía allí. Lo que había comenzado como una forma de vida dictada por el aislamiento geográfico y la pobreza, se había simplificado y mitificado y se había convertido en diversión de los demás. Y toda la gente con la que habíamos tratado llevaba varias generaciones establecida aquí, excepto Hollis.
Dejé que los incidentes de las pasadas semanas recorrieran mi mente, tratando de no pensar en ellos. Pensé que ayudaría hacer una lista. Ese sería nuestro programa para esta noche, quizás.
Entonces escuche pasos que conocía, y abrí los ojos. Tolliver iba hacia mí, y salté. Nos abrazamos, rápida y fuertemente, antes de presentarle a Phyllis, quién le miraba curiosamente. Tolliver le dio las gracias, y de nuevo protestó diciendo que no había hecho nada que aparecer.
—Pero ayer llamaste al sheriff-Dijo Tolliver. Le miraba ansiosamente, pero solo parecía cansado y necesitado de una ducha.
—Sí, hice eso-Dijo, sonriendo ligeramente.-Supuse que no haría daño que el sheriff supiera que alguien de fuera estaba vigilando la situación, alguien con influencia legal. No se preocupe, se lo cobraré.
—Valió la pena-Dije, después de estrechar nuestras manos. Phyllis entró en su BMW y abandonó Sarne. Qué suerte.
Mientras condujimos hacia el motel, le expliqué a Tolliver lo de su habitación, y dijo-No me importa. Voy a darme una ducha y comer algo decente, y entonces creo que podré dormir algunas horas. Después me levantaré y me ducharé de nuevo, comeré algo más de comida decente y me volveré a dormir.
—¿Y esto después de haber pasado solo treinta y seis horas en la cárcel? ¿Qué hubiera pasado si hubieras tenido que quedarte toda una semana?
Hizo una especie de encogimiento de hombros.-No te imaginas lo mala que es esa cárcel. Creo que tratan de alimentar a los presos solo una vez al día, o algo así.
—Has estado en la cárcel antes-Dije, algo asombrada por su violenta reacción.
—Entonces no me preocupaba que te hicieran daño, y no me preocupaba que la ciudad entera estuviera conspirando contra nosotros.
—¿Crees eso?
—Hubiera sido mejor si todos los abogados y el sheriff no hubieran sido tan buenos amigos, y no estuvieran ambos envueltos en el asunto que nos trajo aquí. No podía dormir en la cárcel; al tipo de mi celda lo trajeron extremadamente borracho, y roncaba y pateaba. Estuve tanto tiempo despierto que me convencí de que algo me iba a pasar ahí dentro, y dirían que había patinado con una pastilla de jabón o golpeado la cabeza, o accidentalmente metido mi cabeza en una soga. Y entonces irían a por ti
—Phyllis dice que no tenemos que quedarnos en Sarne.
—Entonces nos iremos mañana por la mañana.
—Por mi perfecto.
Tolliver rebuscó en su maleta algo de ropa limpia y se fue al baño. Salí a buscarle algo de comida. Pasé por el restaurante para coches, para no tener que bajar del mío. Mi paranoia iba en aumento; aunque tenía que admitir que la gente de Sarne me había tratado bien, había pasado a ser impersonal. La chica de la cabina era amable y alegre, la mujer que cogió mi dinero en la gasolinera era cortés, y el juez había sido todo un empresario y rápido.
Que así sea, pensé. Nos iremos de aquí.
Me comí la comida que había cogido para mí misma con gran apetito. Después me senté y me dormí. Escuché el sonido ahogado del agua dejando de caer y después a Tolliver comiendo. Las bolsas de papel hicieron ruidos de crujidos, sin importar lo silencioso que trató de ser. Justo cuando me estaba durmiendo del todo, escuché el crujido de los muelles de la cama mientras se ponía al otro lado. Entonces hubo un silencio tranquilo, subrayado por el zumbido del calentador.
No me dormí tanto tiempo como mi hermano, porque había dormido algo la noche anterior. Abrí las cortinas para mirar afuera y miré al cielo, gris con predicción de lluvias. Eran como las cuatro de la tarde, pero estaría oscuro en una hora. Me cepillé los dientes y el pelo, me puse las zapatillas y me senté en la pequeña mesa con un folio del motel y un bolígrafo. Me gusta hacer listas, pero no suelo tener la necesidad de hacerlas; no voy mucho al supermercado, y casi nuestras compras son en la carretera.
Decidí hacer una lista de todos los hechos que recordaba y ver qué salía de ello.
1. Sybil y el sheriff eran hermano y hermana.
2. Sybil y Paul Edwards eran amantes.
3. El hijo de Sybil había sido asesinado.
4. La novia del hijo de Sybil había sido asesinada al mismo tiempo.
5. La novia, Teenie Hopkins, era la hermana de la asesinada mujer del oficial Hollis Boxleitner.
6. Sally (la esposa asesinada) había sido asesinada después de limpiar el estudio del...
7. Marido de Sally, víctima de un ataque al corazón, mientras examinaba...
8. Los papeles médicos de su hijo (que en aquel momento seguía con vida), de su hija y los de él.
9. También asesinada— Helen Hopkins, madre de Teenie Hopkins y de la mujer de Hollis Boxleitner.
10. Helen había sido la mujer de la limpieza de la familia de Sybil durante años, hasta que empezó a beber y tuvo un episodio violento con su ex-marido, Jay Hopkins.
11. Su abogado en el caso contra su ex-marido, y su abogado para su divorcio anterior, era Paul Edwards, también el abogado de Sybil y amante.
12. Terry Vale le recomendó mis servicios a Sybil.
13. Hollis quería saber lo que le pasó a su mujer.
14. Paul Edwards se había alegrado de pagarnos.
15. Alguien había inflamado a Scott hasta el punto de aceptar dinero (o quizás solo siguió una sugerencia) para mentir y esperarme para darme una paliza.
16. Esa misma persona, o quizás otra diferente, me había disparado en el cementerio de Sarne.
17. Mi hermano había ido a la cárcel bajo falsas acusaciones; posiblemente para dejarle vía libre al que quería dispararme, posiblemente para agitarnos lo suficiente como para márchanos sin importar lo que nos dijera el sheriff.
Tolliver se estiró y bostezó, vino para mirar sobre mi hombro.
—¿Para qué es esto?-Preguntó.
—Tenemos que comprender lo que está pasando. Es la única forma de salir de aquí
—Nos iremos mañana por la mañana. No me importa si ponen un control de carreteras o lo que sea, nos iremos de esta ciudad.