Capítulo 4

Ya habíamos pagado el motel de Ashdown, así que fuimos directos a Sarne.

Tolliver fue directamente a la oficina del sheriff, y segundos después estábamos sentados en unas sillas delante de su mesa, cuando el sheriff entró, se quitó el sombrero y lo tiró en una silla que había detrás.

—Escuché que ayer fueron a visitar a Helen Hopkins.-Dijo Harvey Branscom. Se inclinó sobre el teléfono y apretó el interfono.-Reba, dile a Hollis que entre.-Dijo. Se escuchó un crujido, y un minuto después Hollis Boxleitner entró, llevando una taza de café caliente. Podía olerlo desde mi silla, pero no pedí uno, ni le miré a la cara. Junto a mí, Tolliver se tensó.

—Sr. Lang, quiero que se marche con el ayudante Boxleitner. Me gustaría hablar con la Srta. Connelly.

Me giré para mirar a Tolliver, tratando de no mostrar mi ansiedad. Sabía que le odiaría si dijera algo en voz alta. Me gusta guardar mis miedos para mí misma. Me dedicó una larga mirada, y me relajé ligeramente. Sin decir palabra, se levantó y se marchó con Hollis.

—¿Cómo contactó con Helen?-me preguntó el sheriff. Su cara eran todos duros trazos. Podía ver la sombra de la blanca barba en su cara, aunque se había afeitado las mejillas. La falta de sueño hacía que las arrugas de su frente parecieran más profundas.

—Nos llamó.-Dije, evitando comentarios coloristas. Tolliver siempre me había advertido que era mejor no dar información extra al hablar con policías.

—¿Qué quería?-Preguntó el sheriff, con un aire paciente.

—Que fuéramos a verla.-Leí la expresión de su cara correctamente.-Quería saber quién nos había contratado, y porqué.

—¿Sybil no le dijo que venían?-Branscom parecía sorprendido, y él era el hermano de Sybil Teague.

—Evidentemente no.

—¿Estaba molesta por ello?

Nos miramos mutuamente unos largos segundos.-No lo dijo.-Respondí.-¿De qué más hablaron? Hablé cuidadosamente.-Nos contó que tuvo una mala vida antes, pero que llevaba treinta y dos meses sin beber. Habló sobre sus hijas. Estaba orgullosa de ambas.

—¿Le preguntó por sus muertes?

—Claro. Quería saber cómo lo sabía, si estaba segura de que habían sido asesinadas.

Dijo que lo diría a sus padres.Harvey Branscom estaba levantando la taza mientras hablaba. Ahora la taza estaba

de nuevo sobre la mesa.-¿Dijo el qué?-Preguntó.

—Dijo que se lo diría a los padres de las chicas.

—Los padres de las chicas. De ambas. En plural.

Asentí.

—Nunca le dijo a nadie quién era el padre de Teenie. Siempre pensé que no lo sabía.

Y el padre de Sally, Jay, se marchó hace años, después de pedir una orden de alejamiento. ¿Helen mencionó nombres?

—No.-Fui clara con la respuesta.

—¿De qué más hablasteis?-preguntó el sheriff.-Cuéntemelo todo.

—Quería saber cómo hago lo que hago, si pensaba que mi don venía de Dios o del diablo. Quería estar convencida de lo que hablaba.

—¿Qué le dijo?-Ahora parecía genuinamente interesado.

—No le dije nada. Ella misma se respondió como quería.-Mi voz quizás sonó un poco seca.

—¿A qué hora salieron de la casa?

Había pensado en eso, por supuesto.-Nos fuimos a eso de las nueve y media.-Dije.-Fuimos al banco de camino. Fuimos a Ashtown y llegamos al hotel a eso de las dos, dos y media.

Lo escribió todo, y el nombre del motel. Le di el recibo que había metido en mi bolso. Lo copió y escribió algo más en su cuaderno.

—¿A qué hora murió?-pregunté.

Me miró.-Algo antes de mediodía.-Dijo.-Hollis fue a la hora de comer para hablar sobre el funeral de Teenie. Era la primera vez en un año o dos que hablaba con ella, cuando fue a contarle lo de Sally. Cosa que, por cierto, no me creo. Creo que solo está tratando de sacarnos el dinero, y se lo digo ya, Hollis no es un hombre rico.

Me asombré.-Me dio dinero, pero lo dejé en su coche. ¿Él no le contó eso?-Quizás Hollis no quería decirle a su superior que yo lo había pedido desde el principio— el porqué, no lo sé. El sheriff Branscom no tenía buena opinión de mí, y no le hubiera sorprendido que quisiera cobrar (¡por algo que hago para vivir!) hubiera confirmado su pobre opinión de mí. Sí, espero incluso que la gente pobre me pague por mis servicios. Como todo el mundo.

—No.-Dijo el sheriff, recostándose sobre su silla. Se frotó con la mano sus carillos.-No, no mencionó eso. Quizás le daba vergüenza darle dinero a alguien como usted.-

Algunas veces no se puede ganar. El sheriff Branscom nunca se uniría a mi club de fans. Tengo suerte de estar acostumbrada a lidiar con gente así, porque si no me terminaría por afectar.

—¿Dónde está Tolliver?-Pregunté, sin paciencia ya.

—Llegará de un momento a otro.-Dijo el sheriff.-Supongo que Hollis no ha terminado con sus preguntas.-

Golpeé la mesa con los dedos.-Tengo que ir al motel a tumbarme.-Dije.-Necesito que Tolliver me lleve.

—Tiene las llaves del coche.-Observó el sheriff.-Hollis le llevará cuando termine.

—No.-Dije.-Necesito a mi hermano.

—No me levante la voz, señorita. Terminará en un minuto.-Pero tenía una mirada de alarma en su redondeada cara.

—Ahora.-Dije.-Le necesito ahora.-Abrí mis ojos al máximo para que el blanco se viera rodeando al iris. Mis manos juntas, apretadas.

—Iré a ver.-Dijo el sheriff, y casi no pudo levantarse suficientemente rápido de su mesa.

En la mayoría de los sitios, me hubieran metido al calabozo o llevado al hospital, pero le había amordazado correctamente. En cuatro minutos, Tolliver entró, moviéndose rápidamente. Como Hollis estaba mirando, se arrodilló ante mí y cogió mis manos.-Estoy aquí, cielo.-Dijo.-No tengas miedo.

Dejé que corrieran lágrimas por mis mejillas.-tengo que irme, Tolliver.-Dije suavemente.-Por favor llévame al motel.-Puse mis manos alrededor de su cuello. Adoro abrazar a Tolliver, es un hombre huesudo, fuerte y cálido. Me gusta escuchar como entra y sale aire de sus pulmones, los latidos de su corazón.

Me levantó de la silla y me llevó hasta la puerta delantera, con un brazo sobre mis hombros. La escasa gente que había fuera de la oficina nos miró con curiosidad mientras salíamos.

Cuando estábamos a salvo dentro del coche, Tolliver dijo-Gracias.

—¿Te fue mal?-Pregunté, quitando las manos de mi cara y sentándome bien.-El sheriff cree que me he inventado todo, pero la factura del motel pareció convencerle.

—Hollis Boxleitner siente algo por ti.-Dijo Tolliver.-No puede decidir si quiere acostarse contigo o pegarte, está lleno de ira como un volcán a punto de explotar.

—Porque asesinaron a su mujer.

—Sí. Te cree, pero eso también le enfada.

—Va a terminar quemándose.-Dije.

—Sí.-Aceptó Tolliver.

—¿Te dijo algo del asesinato de Helen Hopkins?

—Dijo que él la encontró. Que le habían golpeado en la cabeza.

—Con algo de allí, ¿Algo que ya estaba en la casa?

—Un candelabro.

Recordé las velas junto a la Biblia sobre la mesa.

—¿Estaba de pie cuando la golpearon?

—No.-Dijo.-Creo que estaba sentada en el sofá.

—Entonces el asesino estaba de pie delante de ella.

Tolliver pensó en ello.-Eso tiene sentido.-Dijo.-Pero el ayudante no dijo nada.

—Ser sospechosos de asesinato no nos va a ayudar.-Dije.

—No, tenemos que irnos de aquí lo antes posible.-Aparcó delante del motel y fuimos a nuestras habitaciones.

Realmente quería tumbarme cuando llegamos a la habitación, y me alegré cuando Tolliver entró por la puerta que conectaba las habitaciones y encendió mi televisión. Me senté sobre las almohadas y él en la silla, y miramos el canal de concursos. Me dio una paliza en Jeopardy! Y yo se la di a él en la Rueda de la Fortuna. Por supuesto, hubiera preferido ganar a Jeopardy!, pero Tolliver siempre había sido mejor recordando hechos que yo.

Nuestros padres eran personas inteligentes; antes de que se convirtieran en alcohólicos, drogadictos y abogados en paro. Y antes de que decidieran que el estilo de vida de sus clientes criminales era más atractivo que el suyo propio. Mi madre y el padre de Tolliver se conocieron cuando sus vidas se iban por el desagüe, después haber abandonado a sus parejas precedentes. Mi hermana Cameron y yo habíamos pasado de vivir en una casa de cuatro habitaciones en el este de Memphis a una casa de alquiler con un agujero en el suelo como baño en Texarkana, Arkansas. Esto no había pasado de un golpe; habíamos experimentado varios grados de degradación. Tolliver había caído desde más alto, pero él y su hermano habían caído con su padre también. Fue nuestro compañero desde el agujero de Texarkana. Ahí es donde me golpeó el rayo.

Mi madre y el padre de Tolliver habían tenido dos hijos juntos, Mariella y Gracie. Tolliver y yo les cuidábamos lo mejor que podíamos. Mariella y Gracie no tenían recuerdos de una vida mejor.

¿Qué le había pasado a nuestros otros padres: mi padre y la madre de Tolliver? ¿Por qué no nos salvaron del terrible giro que dio nuestras vidas? Bueno, por aquel entonces, mi padre estaba en la cárcel con una larga lista de crímenes, y la madre de Tolliver había muerto de cáncer— dejando a nuestros otros padres ocupándose de mostros, arrastrando a sus hijos.

Así que ahí estábamos, Tolliver y yo, en un motel barato en una ciudad turística de Ozarks fuera de temporada, esperando que no nos cargaran el muerto.

Pero por suerte, éramos inteligentes.

Estábamos jugando al Scrabble cuando llamaron a la puerta.

Era mi habitación, así que yo pregunté-¿Quién es?

—Hollis.

Abrí la puerta. Hollis vio a Tolliver detrás de mí y dijo-¿Puedo pasar?

Me encogí de hombros y me hice a un lado. Hollis entró lo justo para dejarme cerrar la puerta detrás de él.

—Vienes a disculparte, supongo.-Dije con la voz más fría que pude encontrar. Era muy fría.

—¡Disculparme! ¿Porqué?-Sonaba genuinamente alterado.

—Por decirle al sheriff que acepté tu dinero. Por implicar que te engañé.

—Cogiste el dinero.

—Lo dejé en el asiento del coche. Me sentía mal por ti.-Estaba tan enfadada que casi escupía; había pasado de fría a caliente en menos de cinco segundos.

—No estaba en el asiento del coche.

—Sí. Lo estaba.

Sacó las llaves de su bolsillo.-Enséñamelo.

—No, búscalo tú mismo, para que no me puedas acusar de ponerlo ahora.

Tolliver y yo seguimos a Hollis al exterior. El cielo estaba gris, y los arboles que rodeaban el motel empezaban a moverse con la brisa. Tenía frío sin el abrigo, pero no iba a regresar a cogerlo. Tolliver me rodeó con sus brazos. Hollis abrió la puerta del copiloto del coche, empezó a rebuscar por los rincones y la unión del asiento, en unos diez segundos encontró el sobre del banco, todavía con el dinero dentro.

Lo miró en su mano, se sonrojó y entonces se quedó blanco. Después de un momento o dos, nos miró.-Le dijiste a Harvey la verdad.-Dijo.-Lo siento.

—Ya está.-Dije.-¿Ya está todo claro?

Asintió.

—Entonces, vale-Dije. Me giré y fui hacia mi habitación. Tolliver se quedó afuera un rato. Entonces entró también.

Terminamos nuestro juego de Scrabble. Yo gané.

Condujimos unos cinco kilómetros para ir a cenar. Tolliver no parecía querer volver a cenar en el motel, y no le dije nada sobre la camarera. Tomamos filete de carne, puré de patata y judías verdes— y estaba bastante sabroso. El ambiente era familiar: mesas de madera, suelo de cerámica, dos cansadas camareras y un hombre detrás de la barra, el manager. El té helado también estaba bueno.

—Sabes alguien nos ha seguido hasta aquí.-Dijo Tolliver, mientras la camarera se llevó nuestros platos y se fue hacia la cocina. Sacó su cartera para pagar la cuenta.

—Una chica.-Dije.-Con un Honda.

—Sí. Supongo que también será ayudante del sheriff. Parece muy joven. O quizás solo la han contratado para esto.

—Seguramente estará ahí fuera sentada en el frío Honda.

—Bueno, ese es su trabajo.

Pagamos, dejamos propina y nos fuimos. La amenazadora lluvia estaba finalmente sobre nosotros, y Tolliver y yo fuimos corriendo hacia el coche. Lo abrió con el mando a distancia mientras salíamos del restaurante, y me metí dentro lo más rápidamente que pude. Odio mojarme. Odio las tormentas. No hablo por teléfono cuando llueve mucho.

Al menos esta vez no había truenos.

—No lo entiendo.-Había dicho Tolliver una vez, molesto por no poder llamarme cuando estaba alejado de mí.-¿Por qué? Lo peor ya ha pasado. Ya te ha golpeado un rayo. ¿Cuáles son las probabilidades de que suceda de nuevo?

—¿Cuáles son las probabilidades de que suceda una vez?-respondía yo, aunque el verdadero motivo no era lo que suponía.

Condujimos lentamente, y el Honda rojo no siguió otra vez. La carretera que iba a Sarne era estrecha y estaba rodeada por terreno inclinado, y estaba la posibilidad de que se cruzara un ciervo en la carretera.

Cuando llegamos al motel, habíamos hablado ya si debíamos parar y dejar que la desconocida chica viera donde estábamos durmiendo (cosa que ya sabía si era policía=

o seguir conduciendo hasta que se cansara de seguirnos. Ir a la comisaría, acordamos, era tonto. Después de todo, no nos había amenazado ni había hecho nada más que ir detrás de nosotros.

Fue mi vejiga la que decidió lo que íbamos a hacer. Aparcamos, corrí hacia mi habitación, y cuando salí fuera, Tolliver me informó.-Está tratando de hacerse a la idea de acercarse y llamar a la puerta-Estaba escondido detrás de las cortinas, y no había encendido una sola luz en la habitación.

Me uní a él, era como ver obra de teatro. El coche de la chica estaba iluminado por las luces del aparcamiento, y se la veía bien; quiero decir, podría reconocerla en una ronda policial, aunque no podía ver del todo sus facciones. Tenía el pelo corto y marrón que parecía un corte de pelo de chico pero algo más largo, le quedaba bien, ya que era pequeña. Quizás tenía diecisiete, o menos, aunque tenía un prominente labio inferior. Llevaba suficiente maquillaje en los ojos como tres mujeres normales juntas. Su pequeña cara tenía el típico aspecto de una adolescente de mala casa— desafiante, vulnerable, todo cautela.

Cameron había puesto esa cara demasiado a menudo.

—¿Cuánto estás dispuesto a apostar? Creo que desistirá y se marchará. Somos demasiado aterradores para ella-Tolliver puso una mano sobre mi hombro y lo estrujó.

—Nah. entrará-Dije segura.-Te quitaría el dinero con facilidad. ¿Ves? Está moviéndose.

La lluvia empezó a caer de nuevo mientras la chica pensaba qué hacer. Salió del coche y se acercó hasta la muerta. Llamó dos veces.

Tolliver encendió la lámpara que había junto a la cama mientras yo respondía a su llamada.

Me miró.-¿Es usted la mujer que encuentra cuerpos?

—Sabes quién soy, por eso nos has estado siguiendo. Soy Harper Connelly. Pasa-Retrocedí, y mirándome de forma sospechosa, entró en la habitación. Miró a su alrededor con cuidado. Tolliver estaba sentado en una silla tratando de parecer inofensivo.-Este es mi hermano Tolliver Lang-Dije.-Viaja conmigo. ¿Quieres una coca-cola light?

—Claro-Dijo, como si rechazar una bebida light fuera impensable. Tolliver sacó una del frigorífico y se la entregó. La cogió extendiendo el brazo lo máximo posible, para alejarse de él. Empujé la otra silla para decirle que podía sentarse en ella, y yo me puse sobre el borde de la cama.

—¿Puedo ayudarte?-Pregunté.

—Puede decirme lo que le pasó a mi hermano. No digo que lo que usted haga esté bien, o que sea moralmente defendible-Me miró fijamente.-Pero quiero saber lo que piensa-

Pensaba que había tenido un buen profesor de educación cívica.

—Vale-Dije lentamente.-¿Quizás primero me puedas decir dónde está tu hermano?

Se sonrojó. Estaba acostumbrada a no ser un pez pequeño en una pecera.-Soy Nell-Dijo, remarcando las palabras.-Mary Nell Teague. Dell era mi hermano

—No puedes ser mucho más joven que él.

—Nos llevábamos meses.

Tolliver y yo nos miramos mutuamente. Esta chica no solo era menor, pero la hermana de una víctima de asesinato. Y yo estaba dispuesta a jurar que nunca había salido de Sarne más de dos semanas de vacaciones.

—Moralmente defendible-Repitió Tolliver, tan impresionado por la frase como yo. Pasó las palabras por su lengua, como si las estuviera probando.

—Quiero decir, ¿Está mal, verdad? Decirle a la gente lo que le pasó a los muertos. Sin ofender, pero podría estar inventándoselo todo, ¿Verdad?

Sin ofender, y un cuerno. Estaba harta de la gente diciéndome que yo era el demonio.-Escucha, Nell-Dije, tratando de mantener mi voz bajo control.-Puedo vivir como mejor me parezca. Que asumas que no soy honrada me ofende. No podía no serlo.

Quizás no estaba acostumbrada a que se tomaran sus palabras en serio.-Um, vale, está bien-Murmuró, claramente abatida.-¿pero escuche, me lo puede decir? ¿Lo que le dijo a mi madre?

—Eres menor. No quiero meterme en problemas-Dije.

Tolliver me miró como si lo estuviera pensando.

—Escucha, quizás sea una niña, vale, pero era mi hermano. ¡Y debería saber lo que le pasó a mi hermano!-Había verdadera angustia en sus palabras.

Asentimos mutuamente.

—No creo que se suicidara-Dije.

—Lo sabía-Dijo ella.-Lo sabía.

Para alguien que estaba segura de que yo era un fraude, se tomaba mis palabras muy en serio.

—Así que, si no se suicidó-Dijo, hablando cada vez más rápido,-Entonces no mató a Teenie, y si no mató a Teenie, entonces no.. .-Se detuvo con una expresión casi cómica de pánico, sus ojos abiertos y su boca abierta con una palabra crucial enganchada dentro, fuera la que fuera.

Un golpe en la puerta nos sorprendió a Tolliver y a mí; habíamos estado mirando a Nell como si pudiéramos sacar la palabra final de su frase.

—Perfecto-Dije después de mirar por la puerta.-Es Sybil Teague, Tolliver.

-Oh dios mío-Dijo nuestra visitante, quién de pronto parecía mucho más joven.

Juré en todos los idiomas que conocía silenciosamente, deseando que Sybil hubiera llegado cinco minutos antes. Pensaba que podíamos sacar a Nell por la habitación contigua, pero seguramente nos pillarían. Después de todo, no habíamos hecho nada malo. Abrí la puerta, y Sybil entró como una diosa del desastre.

—¿Está mi hija aquí?-Pidió, aunque no estábamos haciendo nada para esconder a Nell, quién estaba sentada a plena vista. Era como si hubiera planeado el momento con antelación.

—Justo ahí-Dijo Tolliver amablemente, con algo de sarcasmo en su voz. Sybil se sonrojó, su color natural saliendo bajo el rosado maquillaje.

Sybil vio a Nell sentada en la silla, tranquila bebiendo su coca-cola, y pareció desinflarse.-¿Dónde has estado, jovencita?-Preguntó, concentrándose al instante.-Te esperaba en casa hace dos horas.

Por suerte para nosotros, Nell decidió decir la verdad.-Les seguí. Fueron a cenar al Flo y Jo-Le dijo la adolescente a su madre.-Se tomaron su tiempo. Luego les seguí hasta aquí, y pregunté si podía pasar dentro.

—¿Condujiste bajo la lluvia desde ese lugar, con las carreteras deslizantes, en la oscuridad?-la cara de Sybil Teague palideció todavía más.-Me alegro de no haberlo sabido

—Mamá, he conducido con lluvia muchas veces.

—Oh, sí, en los dos años que llevas conduciendo. No tienes suficiente experiencia apara...-Sybil respiró profundamente para tratar de relajarse.-Está bien, Nell, sé que querías hablar de lo que le pasó a tu hermano. Dios lo sabe, yo también. Y pensaba que esta mujer me daría la respuesta. Y ahora tengo todavía más preguntas que antes.

—Esta mujer-Parecía tener ganas de levantar las manos exasperada. A-esta mujerno le gustaba que hablaran como si ella no estuviera delante.

Paul Edwards apareció en la puerta detrás de Sybil. Su pelo estaba oscuro por la lluvia. Puso una mano sobre el hombro de Sybil, pensé en hacerla entrar más en la habitación para que él también pudiera resguardarse del clima. También pensé que estaría bien que cerraran la puerta, ya que el viento entraba. Sybil avanzó, pero la mano de él se quedó en su hombro.

Por primera vez, pensé que quizás había algo más que una relación cliente-abogado entre esos dos. No soy tan aguda con los vivos como con los muertos.

La cara de Nell se ensombreció cuando vio a Paul Edwards. Toda la juventud desapareció de su boca y ojos, y pareció como una puta con mucho maquillaje y ropa ajustada, en vez de una chica buscando su personalidad.

—Hola, Señorita Connelly, Sr. Lang-Dijo Edwards. Se centró en Nell.-Me alegro de haberte encontrado, señorita.

Me preguntaba si Edwards tenía relación con la muerte del marido de Sybil Teague. Sus orejas tenían la misma forma que las de Nell, por lo demás se parecía mucho a su madre.

—Cierto-Nell dijo, su voz era inexpresiva.-Gracias por venir a buscarme, Sr. Edwards-Se podría haber cortado el sarcasmo con una moto sierra.

—Tu madre no necesita más cosas de las que preocuparse-Dijo, con tanga amabilidad en su voz que quise patearle. No tenía dudas de que Sybil había sufrido mucho por la pérdida de su hijo, pero estaba segura de que la hermana pequeña de Delll también le echaba de menos. Si algo le pasara a Tolliver, yo... no me puedo imaginar lo que haría.

Me hubiera gustado más ver la-causa de la muerte-de un cementerio entero que estar en esta habitación ahora mismo.

—Adiós-Dije, haciéndoles un gesto a los invitados hacia la puerta. Estaba segura de que ninguna anfitriona les indicaba a los invitados la salida, pero esta era mi habitación, y podía hacer lo que me diera la gana. Todo el mundo pareció asombrado excepto Tolliver, quién sonrió, ligeramente. Sonreí también, y como costumbre todos lo hicieron también, aunque algo inseguros.

—SI, por supuesto. Seguro que está cansada-Sybil dijo. Como una señora de nivel, estaba dándome motivos para mi descortesía.

Abrí la boca para negarlo, pero Tolliver me interrumpió.-Hemos tenido un día muy largo-Dijo sonriendo. Mary Nell Teague le miró de pronto con más interés. Cuando Tolliver sonríe, es tan inesperado que te alegra.

En un minuto, la madre y la hija y el abogado estaban al otro lado de la puerta, que es justo donde les quería.

—Harper-Tolliver dijo, a modo de reprimenda.

—Lo sé, lo sé-Dije, sin remordimientos.-¿Cuál crees que es el verdadero motivo por el que ella vino?

—Estoy tratando de averiguarlo. Espera un minuto, ¿A qué ella te refieres?

—Hablo de la madre.

—Dios. Yo también. ¿Crees que ha venido para ver qué le decíamos a Nell? ¿O para evitar que le dijéramos nada a Nell?

Quizás se preguntaba por qué Nell estaba tan determinada a hablar con nosotros. ¿Crees que quizás sepa algo sobre la muerte de su hermano?

—Nos estamos metiendo demasiado en esto. Tenemos que irnos de Sarne.

—Estoy de acuerdo. Pero no creo que el sheriff nos deje ir-Me tumbe al borde de la cama, tratando de mirarme en el espejo que había al lado contrario después de un rápido vistazo. Me veía pálida y incluso algo demacrada. Parecía una mujer que necesitaba una gran taza de chocolate caliente y unas diez horas de sueño.

Podría hacer algo sobre eso. Siempre llevaba chocolate en polvo encima, y había una pequeña cafetera en la habitación. Después de asegurarme de que Tolliver no quería, tuve una caliente taza en la mano. Me incliné sobre el cabecero de la cama, con almohadas en la espalda, y miré a Tolliver, quién se había deslizado sobre la silla para tener las piernas totalmente estiradas.-¿Cuál es nuestra siguiente cita?-Pregunté.

—Memphis, en una semana-Dijo.-Estudios Ocultos en una universidad.

—¿Una conferencia?-Traté de no actuar tan afligida como me sentía. Odiaba regresar a Memphis, donde había pasado la única parte sencilla de mi vida que podía recordar.

—Leer en un cementerio pequeño. Creo que saben la causa de muerte de casi todos los de él-Causa de la muerte.-Es un test. Pude escuchar como los profesores hablaban de cómo dejarte en evidencia, por teléfono. Malditos condescendientes. ¿Se va a sorprender o qué?

—Imbécil-Dije con desprecio.-¿Nos van a pagar?

—Una cantidad nominal. Pero deberíamos hacerlo, porque creo que el boca-a-boca será fantástico, y es una universidad privada, algunos de los padres tienen mucho dinero. Además, tenemos una cita en Millington al día siguiente, que está muy cerca-

Tolliver apañaba muy bien las cosas.-Gracias, hermano-Dije, y lo decía de corazón.

Me agitó una mano con desdén.-Hey, ¿Qué más podría hacer?-Preguntó.-¿Recoger carritos en un supermercado? ¿Trabajando en una obra con una carretilla?

—Casado con un par de hijos en un rancho de tres habitaciones, estable y feliz-Casi se me escapó; pero entonces me comí las palabras.

Algunas cosas dan miedo decirlas en voz alta.