CAPITULO XII
Mary, se asomó a la ventana.
Y dio un brinco.
— ¡Cómo! ¡Otra furgoneta descargando leche! ¿Para qué querrá tanta leche?
El chófer y su ayudante iban y venían de la furgoneta a la casa,
llevando bidones de leche y sacándolos vacíos.
— ¿Qué hará con tanta leche, si no tiene gatos...?
Mary quedaba desesperada de no poder enterarse de lo que estaba sucediendo en la casa vecina.
Otra furgoneta se paró.
Era de The Beauty Ludy, la más importante perfumería de Haven.
El empleado descargó un voluminoso paquete que debía pesar mucho, y lo entregó en la casa.
Mary no pudo aguantar más y echó a correr escaleras abajo.
El lechero salía, con el último bidón vacío.
El hombre se acercó.
— ¿Qué desea, señora?
—Oigas señor —sonrió Mary, amistosa—. Es que es muy raro... ¿No pasara algo malo? Quiero decir; cómo traen tanta leche... ¿Hay algún enfermo?
El hombre se puso la mano junto a la boca, se inclinó hacia Mary y explicó con misterio:
—Es para bañarse...
— ¿Qué...?
—La hemos echado toda en la bañera...
— ¿Se ha vuelto loca?,
—Y también están echando la colonia. ¡Lo menos veinte frascos!
Mary quedó aturdida.
Luego corrió al teléfono...
— ¡Imagínese, señora Curtis! Nuestra vecina, miss Suzy Wayne, toma baños de leche! No, no, no me ha entendido mal... Baños.
¡Baños! Sí, en la bañera. Llenita de leche y de colonia para bañarse... ¡Asombroso! Sí, igualito, igualito que Cleopatra...
* * *
—No digas tonterías, Mary —rechazó Luke poniéndose la chaqueta—. No hagas caso de los chismes.
— ¡Te digo que es verdad! ¡Lo sé por el mismo lechero, y luego lo confirmé por la señora Baxter! ¡La misma señora Baxter, con sus propios ojos, la vio metida en la bañera llena de leche, y estuvo media hora larga!
— ¡Bah, tonterías! — rió Luke—. Cuando no tenéis de qué hablar, lo inventáis.
Con gran indignación de Mary, se negó a creerla y se marchó a buscar a Suzy.
La encontró vestida.
Ella llevaba uno de aquellos vestidos que a Luke le encantaban, sencillo, sin adornos exagerados, moderno y bonito.
Impulsiva como un niño, Suzy le echó los brazos al cuello, y cogiéndola con ambas manos por el mimbreño talle, Luke la besó.
—Estás preciosa...
—Ay... —suspiró Suzy—. Me moría de impaciencia por verte.
—Yo también lo estaba deseando. ¿Nos vamos? ¿Y Betsy?
—Salió con Malachy.
—¡No! —se asombró Luke.
—Sí —rió Suzy—. Es un hombre muy tímido, ¿verdad?
—Yo creo que nunca ha salido a solas con una mujer. Anoche estaba padeciendo.
— ¿Qué edad tiene?
—No sé. Treinta y seis o treinta y siete años.
—Betsy tiene treinta y dos o treinta y tres... Una diferencia muy adecuada.
Luke rió.
—Malachy, pegará una espantada en cualquier momento, tenlo por seguro.
La miró al fondo de los ojos y susurró con pasión:
— ¡Bonita!
Suzy rió feliz.
—Luke, es una vergüenza cómo te quiero...
—Pues es una vergüenza que me hace ser feliz.
La besó.
Quedaron callados.
Suzy hinchó el busto respirando, y sin abrir los ojos pidió:
—Más…
Apretándola entre sus brazos, Luke volvió a besarla largamente, tenso de pasión.
Al fin, Suzy, suspiró:
—Ay, me muero...
Parpadeó como si despertara y sonrió mirándola.
Con tono emotivo, musitó:
—Soy feliz... La felicidad es una cosa muy rara... y que produce mucho susto. Es como llevar una valiosa porcelana en las manos: una está temiendo que se caiga y se rompa... Vámonos.
Salieron...
Suzy cerró la puerta y enlazando el brazo de Luke, cruzaron hacia el coche.
Mary, desde una ventana, los miraba.
«Será alguna demente, y sólo se le nota a ratos...», pensaba.
Subieron al coche.
—Malachy y Betsy se fueron en mi coche. Temo por Malachy.
—¿Qué temes que suceda? —preguntó Luke, arrancando.
—Tengo la impresión de que Betsy «le ha echado el ojo». Hay síntomas alarmantes: Betsy dijo anoche que nunca le han gustado los hombres guapos.
—La aplaudo: a mí tampoco me son simpáticos.
—Bueno, es que tú... no eres una belleza —rió Suzy—. Pero tienes otras virtudes —añadió estrechándose mimosamente contra él.
— ¿Dónde vamos?
— ¿No da lo mismo? Donde yo pueda estar contigo como estoy ahora. Sigue carretera adelante hasta el infinito... Anoche, Malachy le hizo polvo a Betsy los zapatos.
—Seguramente no sabe bailar —rió Luke.
—No se lo digas.
—No, no haré nada por entorpecer a Betsy.
—Betsy es bonita y muy inteligente...
—No es necesario que le hagas publicidad conmigo; no soy Malachy —se burló Luke.
—Lo que necesita un hombre tímido, es una mujer inteligente.
—Ah, te interesas mucho por Malachy...
—Cuando una es feliz... quisiera que todo el mundo lo fuera... y yo soy muy feliz. Me encanta este pueblo. La gente es hospitalaria y simpática; me gustan...
—Son muy chismosos.
—Como en todos los pueblos donde la gente se conoce.
—Yo creo que en Haven son más chismosos aún.
—Por el estilo, eso no tiene importancia. ¡Me gusta Haven! Me gusta la población, los alrededores, las playas, los bosques, los ríos que corren por todas partes, y la gente.
—Pues esta gente que tanto te gusta es chismosa y no pueden dejar a nadie en paz. ¿Sabes lo que dicen de ti ahora?
Suzy lo sabía perfectamente.
Estaba extrañada de que Luke no le preguntara.
Pero fingió ignorancia, conteniendo los deseos de reír.
— ¿Qué dicen?
—Que esta mañana has comprado con sobretasa toda la leche del pueblo y no sé cuántos frascos de colonia, y has llenado la bañera para tomar baños de leche. ¡Imagínate qué estupidez!
—Son muy buenos para el cutis. Mira qué suave me ha quedado, toca...
Luke volvió el rostro hacia ella tan bruscamente que perdió la dirección y tuvo que pegar un frenazo para no saltar a la cuneta. Pararon en seco.
—Pero... ¿es verdad? —preguntó asombrado.
Suzy tuvo que hacer grandes esfuerzos para no reírse de su expresión de estupor.
—Mira, toca, verás qué suave...
Le cogió una mano y se la puso sobre el desnudo brazo, haciéndole acariciarlo.
— ¿No lo notas suave?
—Sí... —balbució Luke, atontado— muy suave...
—Y huele...
Le puso el brazo bajo la nariz, apretándoselo contra los labios. Luke notó síntomas de desvanecimiento. En los labios se notaba mejor que en la mano la suavidad de la tibia piel.
Pensó que era una tontería hablar tanto del perfume y de las flores.
Para saber cómo huele el néctar, hay que aproximar la nariz al cuerpo de una mujer recién bañada y olfatear profundo.
—Sí... huele muy bien... —dijo medio borracho.
—Es excelente para el cutis tomar baños de leche —aseguró Suzy—. Debe añadirse una determinada proporción de buena colonia. Así la piel se mantiene tersa, fresca, suave y olorosa. Y yo quiero estar bella para ti.
—Pero, Suzy, ¿no crees que eso de bañarse en leche es un poco... exagerado... o extravagante?
—Oh, no. Es embellecedor. Anda, pon en marcha el coche... ¿Por qué has parado?
Lanzando un largo e inaudible soplido, Luke arrancó de nuevo, conduciendo más despacio.
—Suzy, preciosa, tú tienes un cutis muy suave, oloroso, terso, que no necesita baños de leche... Cuando te bañes, hazlo con agua... Verás qué bien te sienta.
—La leche es más nutritiva.
No pudo resistir la tentación de asombrarlo más, por ver su cara, añadió, con mucha naturalidad:
—Claro, que la mejor es la leche de camella; tiene virtudes especiales...
— ¡Oh!— exclamó Luke, perdiendo del todo el último resto de tranquilidad.
Y Suzy apretó con fuerza los labios para no echarse a reír.
* * *
—No sé cómo no me eché a reír, Betsy... ¡Qué cara puso!
—El baño de leche ha tenido al menos una consecuencia beneficiosa
para mí —rió Betsy—: ¡Ha hecho hablar a Malachy! Decididamente, los niños guapos no me gustan, los encuentros afeminados.
—Luke estaba espantado. ¡Pero me quiere! Y cuando una o uno se enamora, es como si hubiera tomado un veneno: ya no tiene solución.
—Malachy hizo consideraciones acerca de las rarezas de las mujeres, y yo le di la razón en todo. Estuvimos bailando.
—¡Con qué cara de asombro me miraba Luke!
—Hay que tener mucho cuidado para tratar con un hombre tímido —dijo Betsy—. Si le sonríes demasiado, se azora. Y si no sonríes, se cree que te aburres con él. Hay que tratarlo con mucho cuidado.
—Yo espero que Luke no se desilusione...
—Malachy gana un sueldo bueno que le permite mantener un hogar. Luke puede alquilarnos esta casita por poco dinero, y así viviríamos una al lado de la otra.
Suzy volvió a la realidad.
—Pero, ¿qué dices? ¿Qué planes estás haciendo?
—Pues para cuando sea la esposa de Malachy.
—Betsy, ¡estás soñando! Y lo malo es que a lo mejor... yo también estoy soñando...
Se había puesto melancólica.