Capítulo 6

«Una vez más», se dijo Lottie mientras pulsaba la tecla de avance en el ordenador y repasaba lentamente las cuentas de inversiones. Los números bailaban en las columnas, precisos, equilibrados, exactamente como debía ser. Los tipos de interés, la rentabilidad de las inversiones eran ridículamente bajos, pero eso era algo que ella ya sabía.

Entonces, ¿por qué insistía aquella vocecita enervante en el fondo de su cerebro en que había algo que se le escapaba? ¡De acuerdo! Lo admitía. Su subconsciente sabía que su concentración estaba muy lejos de allí y le advertía que prestara más atención a lo que estaba haciendo.

La culpa era de Harve. Por… por besarla. No había sido sino un beso de despedida entre dos viejos amigos, se recordó. Vale, muy amistoso. Entonces, ¿por qué estuvieron a punto de fallarle las rodillas y había oído el trino de los pájaros en mitad de la noche?

¡Maldición! La había besado hasta que ella tuvo que encoger los dedos de los pies para luego desearle buenas noches y marcharse. No significaba nada para él. Y, si necesitaba más pruebas, lo único que Lottie tenía que hacer era consultar el calendario. Al día siguiente era sábado. Estaba a punto de cumplirse una semana desde que la había besado, casi una semana desde la última vez que le había visto.

Pero, ¿no era eso precisamente lo que ella quería? ¿No había estado repitiéndose desde el primer día de su regreso a Little Falls que necesitaba evitar a Harve Tremayne? Entonces, ¿por qué estaba allí sentada, sintiendo lástima de sí misma?

Lanzó una exclamación de disgusto. Ya estaba bien. No era la primera vez que se sentía atraída hacia un hombre que no sentía el menor interés por ella.

¡Diablos! Ni siquiera era la primera vez que se sentía atraída por aquel hombre en particular.

Era irónico, ¿verdad?

No, era lamentable.

Bien, se acabó. Había vuelto a Little Falls para tratar de salvar el banco de la familia, no para quedarse embobada con Harve Tremayne. Tenía que superarlo.

Al día siguiente dispararía su primera salva en la batalla por aumentar la base de clientes con el anuncio de la ampliación del horario de apertura al público a los sábados por la mañana. Durante un tiempo, iba a estar demasiado ocupada poniendo en práctica y defendiendo su decisión para pensar una sola vez en Harve. Y así era exactamente como tenía que ser.

Satisfecha con sus conclusiones, consultó el reloj y apagó el ordenador. Aquél era el día en que había quedado a comer con Jeannie.

Unos minutos después, entraba en el Down Home Café y divisaba a Jeannie esperándola en una mesa al fondo del local. Se abrió paso entre la gente hasta la mujer de Jeff, que la saludó con una sonrisa.

—Gracias por haber aceptado verme hoy —dijo la pelirroja.

—Gracias a ti por invitarme —dijo Lottie, sentándose—. Me alegro de tener una excusa para salir del banco un rato.

—Bueno, sobre todo, quería darte las gracias por no haber mencionado que Gayle ha estado trabajando en el jardín de rosas. Jeff no sabe nada de ese asunto.

Lottie frunció el ceño.

—Eso fue lo que me pareció, aunque no comprendo por qué. ¿De verdad se opondría?

—Sí. Bueno, no. Lo que quiero decir es… —Jeannie suspiró—. Es una historia muy complicada.

—¡Hola, Jeannie y Lottie! ¿Qué vais a querer? —las interrumpió Myrtle.

—El especial parece apetitoso —respondió Lottie—. Pero con té helado.

—Que sean dos —dijo Jeannie.

Lottie aguardó a que Myrtle llegara a la barra y luego puso toda su atención en Jeannie.

—¿Qué ibas a decir?

Jeannie se retorció las manos.

—Hará un par de años que se hizo evidente que el deterioro de tu casa era irreversible Jeff se dio una vuelta por allí reparo algunas goteras del tejado Dijo…

dijo que también era la casa de sus antepasados.

Jeannie pronuncio las últimas palabras en un tono de voz que era una mezcla de disculpa y defensa. Lottie asintió.

—Continúa —la animó.

Reconfortada con el hecho de que Lottie no se hubiera ofendido, Jeannie dejó de retorcerse las manos.

—Se puso en contacto con tu madre para decirle que se encargaría voluntariamente del mantenimiento y que también estaba interesado en comprar la casa si es que ella había pensado venderla.

Lottie no había sabido nada de aquella oferta, aunque estaba segura de la respuesta que habría dado su madre.

—Y mamá se negó —dijo francamente.

—Peor todavía. Hizo que su abogado llamara a Jeff y le informara de que, si se atrevía a poner un pie en su terreno, le haría arrestar por invadir una propiedad privada.

—¡Oh, no! —gimió Lottie—. Lo lamento, Jeannie.

—No fue culpa tuya, pero Jeff se puso furioso. Gayle y yo habíamos estado trabajando con las rosas mientras que Jeff arreglaba el tejado. Naturalmente, tras la advertencia de tu madre, Jeff dijo que, por él, la casa podía caerse a pedazos. No lo decía de corazón, no lo creo, pero le prohibió expresamente a Gayle que volviera por allí.

Jeannie se encogió de hombros y abrió las manos en un gesto de impotencia.

—El jardín ya se encontraba en muy mal estado. Las malas hierbas habían ahogado varios parterres. Todas las plantas necesitaban que las aliviaran y podaran, y algunas estaban infestadas de hongos y pulgones. A pesar de todo, Gayle estaba decidida a salvarlas. Al menos a intentarlo. Desobedeció a su padre y siguió trabajando en el jardín a escondidas. Al principio, yo no sabía lo que estaba haciendo, y cuando lo averigüé, bueno… Simplemente, se me «olvidó» mencionárselo a Jeff.

Por supuesto, ya se lo he contado…

—Lo siento mucho —dijo Lottie—. Lo único que puedo decir es que mi madre no siempre era tan poco razonable. No sé cómo decirte lo mucho que me alegro de que tu hija haya cuidado las rosas. Cuando vi hasta qué punto había dejado mi madre que la casa se deteriorase, temí que el jardín hubiera corrido la misma suerte y que alguna de las variedades más tempranas se hubieran perdido para siempre. Fue una sorpresa maravillosa rodear el seto y ver lo que vi. Por un instante, llegué a pensar que estaba alucinando.

Lottie le tomó las manos a Jeannie.

—Desde luego, no animaría a tu hija a que desobedeciera a sus padres pero, en este caso, te aseguro que me alegro de que lo hiciera.

—¿Ha llegado el momento de admitir que he robado un par de esquejes? —

preguntó Jeannie.

Lottie se echó a reír.

—Me alegro. En realidad, tendríamos que sacar varios ejemplares más. Son irremplazables.

Para cuando Myrtle les llevó la comida, estaban hablando como dos viejas amigas. O parientes, se corrigió Lottie. Durante mucho tiempo, su madre había sido su única familia. Se alegraba de que Jeannie y ella parecieran almas gemelas. La familia es algo importante, se sentía bien de volver a tener una.

El viernes por la mañana a las nueve cuarenta y cinco, Lottie entró en la sala de juntas y se sentó en el lugar de honor. Aquella mañana se había puesto el traje rojo para que le infundiera confianza Deliberadamente, había convocado a todo el personal del banco a la reunión. Quería que el anuncio fuera una auténtica sorpresa y esperaba que la inminencia de la apertura limitara el debate y las discusiones. Era necesario enfrentarse a Cyrus con hechos consumados, de lo contrario, trataría de detenerla. Lottie acabaría ganando con el tiempo, pero el banco no podía permitirse el perjuicio de una batalla pública ni tampoco el retraso. Si tenía que salvarlo, cada día que pasaba era crucial.

La incógnita era Jefferson. Después de trabajar con él a diario se había dado cuenta de que no era tan reaccionario como su padre, pero también conocía por experiencia cómo reaccionaba ante las sorpresas. Lo mejor que podía esperar era que Jeff hiciera un ejercicio de discreción hasta después de la asamblea.

Cyrus fue el primero en entrar en la sala.

—¿Qué pretendes convocando una reunión a estas horas de la mañana? —

preguntó sin preocuparse de saludar—. Abrimos en menos de quince minutos.

—Tengo que hacer un breve anuncio, tío Cyrus. Puesto que afecta a todo el mundo, me ha parecido que lo más justo sería que todos lo oyeran al mismo tiempo.

—De modo que por fin te vas —masculló Emma con un desdén evidente—. Ya decía yo que no durarías mucho.

Lottie meneó la cabeza.

—Siento desilusionarte, Emma, pero he venido para quedarme.

Lottie paseó la mirada por la sala, haciendo un recuento mental de los asistentes y luego asintió cuando vio entrar a Hiram, el contable.

—No les entretendré mucho, pero quería anunciar que, a partir del sábado, de aquí en dos semanas, el Little Falls Bank abrirá sus puertas desde la diez de la mañana hasta el mediodía. La decisión de aumentar las horas de apertura se toma en beneficio de los clientes y supone un esfuerzo para hacernos más competitivos con otras entidades financieras de la zona. Hoy mismo serán enviadas cartas de notificación a todos nuestros clientes y el anuncio aparecerá en la edición del lunes del Little Falls Gazette. Anuncios similares se insertarán en otros periódicos de la zona a partir de la semana que viene. Me doy cuenta de que…

—¡Eh, espera un momento! —protestó Cyrus.

—Déjame terminar, tío Cyrus. Después podrás decir lo que quieras. Como tú mismo me has recordado hace un momento, abrimos dentro de unos minutos.

Intencionadamente, Lottie centró su atención en los demás asistentes.

—Como iba diciendo, me doy cuenta de que esta decisión va a requerir ciertos cambios en los turnos laborales. Durante los próximos días, trataré personalmente estas cuestiones con cada uno de ustedes. Entretanto, quería informarles antes de que se enteraran a través de las inevitables murmuraciones.

Un vistazo a la sala confirmó que los había pillado a todos por sorpresa, pero tan sólo las caras de Cyrus y Emma expresaban desaprobación.

—¡Cómo te atreves…! —empezó Cyrus, rojo de rabia.

—Era una decisión necesaria —dijo ella firmemente—. Y yo la he tomado.

Volvió a consultar su reloj.

—Arriba esos ánimos. Abrimos en cinco minutos. Ya hablaremos más tarde.

Vio que Hiram, Josephine y Emma salían de la sala. Jeff parecía indeciso y miraba ansioso de ella a su padre.

—Yo abriré las puertas —le dijo Jeff a Cyrus antes de salir tras los demás.

Lottie se encaró con su tío.

—La decisión es definitiva, tío Cyrus. Pero, si quieres, estaré encantada de discutir contigo los motivos que me han impulsado a tomarla.

—El consejo no te permitirá…

—El funcionamiento de la entidad, incluido el establecimiento de los horarios, es una prerrogativa de los directores del banco, no del consejo. No he reclamado públicamente el nombramiento de directora, pero lo haré si es necesario. Estoy facultada para hacerlo —le recordó.

Lottie deseó ser capaz de leer sus pensamientos. Estaba furioso porque se le había adelantado con una decisión unilateral, ¿o se trataba sólo de la típica testarudez de los Blackburn y de la innata resistencia de Cyrus a los cambios?

Probablemente ambas cosas. Sabía que efectuar el anuncio sin habérselo consultado primero no era una buena política, pero, ¿de verdad tenía otra opción? Si hubiera tratado de discutirlo previamente con él, Cyrus se habría cerrado en banda, con lo que sólo habría conseguido crear divisiones entre el personal.

—Siento no haberte consultado antes de anunciarlo, pero los dos sabemos que hubieras luchado contra mí. Sinceramente, no podemos permitirnos perder el tiempo con discusiones. Son muchas las razones por las que nuestra base de clientes se ha ido reduciendo con los años. Un horario de apertura más atractivo sólo es un remedio parcial, pero uno que es sencillo y rápido de aplicar.

—Nuestro banco siempre ha servido bien a sus clientes, no como esos otros, grandes y despersonalizados. Nuestros clientes lo saben, por eso son fieles —dijo el.

—Sí, lo son, pero no se le puede exigir tanta lealtad a su ciudad natal. Ampliar el horario al sábado no va a afectar a nuestros clientes más leales, pero le vendrá bien a otros y puede que convenza a los que han tenido que cambiar de institución para que vuelvan con nosotros.

La expresión airada de Cyrus no se suavizó pero, al menos, el sonrojo empezaba a remitir.

—Necesitamos más clientes, una base más amplia —dijo ella en tono conciliador—. Confío en volver a ganar algunos de nuestros antiguos clientes, quizá incluso atraer a los recién llegados a la zona. Los necesitamos, tío Cyrus. Después de casi ciento cincuenta años, no quiero ser testigo de cómo el banco se ve obligado a cerrar sus puertas. Y creo que tú tampoco.

—Por supuesto que no.

—Entonces, apóyame. Probemos con las mañanas de los sábados. Veamos si eso ayuda.

—En banca, el horario al público es de lunes a viernes —dijo él refunfuñando—.

Siempre ha sido así. Toda esa cháchara sobre lo que le conviene al cliente no son más que tonterías de moda. Recuerda lo que te digo, para lo único que va a servir todo esto será para fastidiar el fin de semana de mucha gente.

—Yo creo que te equivocas. Espero que lo estés, no para vencerte en una discusión, sino porque, lo admitas o no, el banco está en un aprieto. Tenemos que dar la vuelta a la situación. La ampliación del horario sólo es el comienzo.

—El tiempo dirá quién tiene razón —le espetó su tío antes de salir de la sala.

¿Por qué se sentía decepcionada? ¿Qué resto de optimismo disparatado le había dejado creer que Cyrus iba a respaldarla? La ampliación del horario era una solución tan evidente que él mismo debería haberla puesto en práctica hacía años.

Y no podía dejar de preguntarse por qué no lo había hecho. Aunque un poco anticuado, Cyrus era un financiero sólido que en el pasado había guiado el banco a través de aguas muy peligrosas. Aun reconociendo que le faltaba imaginación y le sobraba testarudez, a veces daba la impresión de que estaba decidido a dejar que el banco se hundiera antes de admitir que las cosas tenían que cambiar.

Eso era lo que ella no podía comprender. Ni perdonar.

Lottie volvió a su despacho y empezó a repasar los archivos. Un par de horas después, Jeff llamó a su puerta.

—Toma —dijo entregándole un sobre marrón grande—. Es un plan para hacer juegos malabares con los turnos y cubrir el horario de los sábados. Si tú y yo podemos trabajar una hora por Josephine, quizá los miércoles y los jueves, ella podrá pasar un par de las suyas los sábados sin hacer extraordinarias. Entre los tres, podremos cubrir el sábado sin tener que cambiar el horario de Hiram, por no hablar de papá ni de Emma Eso debería bastar, al menos de momento.

Lottie lo contempló perpleja.

—Es imposible que hayas tenido tiempo para confeccionar esto desde la reunión.

—Sugerí lo mismo el año pasado. Papá ni siquiera se dignó a tenerlo en cuenta y yo no tenía el poder de imponerlo por mi cuenta. Tú sí. Después de la reunión de esta mañana, sólo he tenido que revisar el plan antiguo y añadir tu nombre.

—Gracias, Jeff. Te agradezco el apoyo.

Jeff se encogió de hombros.

—Estamos en el mismo barco, aunque haga agua. Da igual que papá quiera admitirlo o no. A propósito, si el negocio aumenta tanto que necesitemos ayuda, Jeannie tiene experiencia en banca. Podría venir unas horas a atender los teléfonos y cosas parecidas. Si entre todos podemos mantenernos a flote hasta que acabe el verano, Sally Flynn, que era nuestra cajera jefe, podrá trabajar a tiempo parcial en septiembre, que es cuando sus gemelos empiezan a ir a la guardería.

—Bueno es saberlo.

—Ya te he dicho que estamos en el mismo bando, Lottie —dijo él asintiendo—.

Siento que papá siga empeñado en hacerte la vida imposible. Yo creo que estás haciendo un buen trabajo y, si necesitas que te ayude, sólo tienes que decírmelo.

A pesar de la oposición, por otro lado prevista, de Cyrus, Lottie calificó el resto del día como positivo. La actitud de Jeff era una ayuda inesperada. Josephine accedió a adaptarse al nuevo horario. Incluso los comentarios de Emma acerca de que ella, desde luego, no faltaba más, no pensaba trabajar los sábados, le resbalaron sin hacer mella en su buen humor. Sobre todo porque, desde el principio, ni quería ni contaba con la presencia de la secretaria.

Tom Jamison llegó para firmar los últimos documentos del préstamo para mejora del rancho que habían negociado a principios de semana. Planeaba transformar sesenta acres de pastos en un cultivo de alfalfa y el préstamo incluía una previsión para anticipar la pérdida en las ganancias por reducir su cabaña mientras que la tierra no empezara a producir, así como el coste de un sistema de irrigación portátil.

Lottie sabía que Cyrus jamás habría aprobado aquel préstamo, porque el rancho familiar, en el que estaban incluidos los sesenta acres, ya estaba hipotecado, pero ella aceptó otro terreno que Jamison poseía y que estaba libre de cargos como aval. Era una práctica bancaria aceptada y segura y, aunque a Cyrus no le hiciera gracia, tampoco podía censurarla.

De modo que, en resumidas cuentas, había sido un buen día, lo bastante como para homenajearse con un helado de soda en el Down Home antes de irse a casa.

La campanilla de la puerta tintineó alegremente cuando entró en el café y estuvo a punto de darse de bruces con Jamison.

—Buenas tardes de nuevo señorita Carlyle —saludó el—. Le estaba contando a todo el mundo el buen servicio que me ha hecho con ese préstamo.

—¡Vaya! Gracias, señor Jamison —contesto ella—. Nos gusta satisfacer a nuestros clientes Es un placer hacer negocios con usted.

—Estoy seguro de que seguiremos haciéndolos —dijo él, llevándose la mano al ala de su Stetson.

Lottie aún sonreía cuando ocupó el único sitio libre que había en la barra. Por lo visto, el señor Jamison y ella no eran los únicos que habían decidido acabar la semana laboral en el Down Home.

Myrtle, vestida como siempre en su ajustadísimo uniforme de camarera de bar de camioneros, iba de las mesas al mostrador llevando bandejas de café, refrescos y tartas. Saludó a Lottie con la mano y le gritó que iría a atenderla enseguida desde el otro lado del local.

—No hay prisa —le respondió ella.

Echó un vistazo y se sintió satisfecha con la cantidad de rostros que podía identificar. Un mes antes, recién llegada a Little Falls, algunas caras le hubieran parecido vagamente conocidas, pero habría sido incapaz de ponerles nombre. Ahora reconocía al dueño de la tienda de comestibles, el señor Jacob Calley, que comía un trozo de tarta con Andrew Pettigrew, también miembro del consejo de administración del banco y que, junto con Abigail, la había respaldado en su primera aparición. Charlie Zimmerman, que obviamente estaba tomándose un respiro de la barbería, tomaba una taza de café al otro extremo de la barra.

En realidad, Lottie se dio cuenta de que ya había hablado con casi todos los hombres de negocios de la ciudad. Entraban y salían del banco poco menos que a diario.

También vio a Mildred Gaston, presidenta de la Sociedad Histórica, conversando animadamente con Emma Whitehall. Sam Taylor y Gaylor Thomson continuaban impertérritos su partida de damas, haciendo caso omiso del bullicio que los rodeaba.

Myrtle puso la cafetera en el calentador y se acercó a Lottie.

—Buenas, Lottie. ¿Qué te apetece tomar hoy?

—¿Todavía haces aquellos anticuados helados con soda?

—¿Pero cómo se te ocurre preguntarme esas cosas? ¿Siguen ladrando los perros? —dijo, dando un palmetazo sobre la barra—. Esto es un grifo de soda, ¿no?

Pues claro que hago helados con soda, aunque no sé yo eso de que estén tan anticuados. Engordar, si que engordan.

Lottie sonrió.

—Venga, ¿de qué lo quieres? Tengo chocolate, vainilla, fresa o cereza.

—De cereza, por favor.

—¿Doble o triple?

—Que sea triple.

—¡Esta es mi chica!

Mientras Myrtle iba al congelador, Mildred Gaston pasó por su lado, dándole a Lottie las buenas tardes antes de salir del café. Emma, que le pisaba los talones, no se dignó a dirigirle la palabra.

—No le hagas caso a Emma —dijo Myrtle cuando le puso delante la copa de helado—. Ya veras como acaba entrando en razón.

—Yo no esperaría aguantando la respiración —dijo Lottie con un suspiro—. A veces creo que ella es más hostil conmigo que Cyrus. No comprendo qué he podido hacerle para tenerla tan disgustada.

—Yo no creo que sea nada que hayas hecho —dijo Myrtle—. Pero ella es absolutamente leal a Cyrus. Lo ha sido desde que él se enfrentó a su padre que la admitieran en el banco. Gánate el apoyo de Cyrus y tendrás garantizado el suyo.

—¿Cyrus se enfrentó a mi abuelo por darle trabajo a Emma? No lo sabía. ¿Por qué demonios se iba a oponer el abuelo a que Emma trabajara en el banco? —

preguntó Lottie mientras pasaba un dedo por el borde de la copa.

—Bueno, ésa es otra historia que se remonta a la generación anterior. La madre de Emma acusó a tu bisabuelo de robar sus acciones en el banco. Nunca he oído que Emma dijera una sola palabra sobre eso, pero supongo que el viejo tenía miedo de que fuera de la misma opinión que su madre.

—Un momento —dijo Lottie—. ¿Estás diciendo que Emma tenía acciones del banco? ¿Cómo?

—Emma no, su madre era quien las tenía. Era una especie de pariente lejano de los Blackburn. En cualquier caso, su abuelo le dejó algunas acciones en herencia, pero, en aquella época, el lugar de una mujer estaba en su casa, no en los negocios. A mí me han contado que su padre controló las acciones hasta que ella se casó y entonces pasaron a manos de su marido. A Peyton Whitehall, el padre de Emma, no le interesaban las finanzas y le vendió las participaciones a tu bisabuelo cuando era joven.

Myrtle bajó la voz hasta que sólo fue un susurro.

—Sospecho que no hubiera habido problemas, sólo que el viejo Peyton no se molestó en decirle a su esposa que las había vendido y, un buen día, desapareció dejándolas plantadas cuando Emma era una niña. Se quedaron solas y sin recursos.

La madre de Emma demandó a tu bisabuelo, pero el juzgado le dio la razón a él.

Luego, cuando Emma creció y quiso entrar a trabajar en el banco, tu bisabuelo se negó. No quería a una Whitehall en su banco. Cyrus la contrató a pesar de sus objeciones. Supongo que trabaja para él desde antes de que tú nacieras.

—Nunca había oído esa historia —dijo Lottie—. No me extraña que sienta tanta lealtad por Cyrus. Quizá tengas razón. Si puedo convencer a mi tío de que sé lo que me hago, también la convenceré a ella.

—Bueno, no sé qué conseguirás de Cyrus, pero te aseguro que te has hecho nuevos admiradores con tu idea de abrir los sábados.

Lottie se quedó con la boca abierta.

—¿Cómo lo haces, Myrtle? ¿Cómo te enteras de todo lo que pasa en esta ciudad antes de que ocurra? No vamos a hacer publicidad del nuevo horario hasta el lunes que viene…

Myrtle se rió.

—Eso no es asunto tuyo, Lottie Carlyle, pero nunca subestimes el boca a boca de Little Falls, rápido como el rayo. A propósito, Los comerciantes están encantados con el nuevo horario. Aseguran que contribuirá a que ellos también hagan más negocio los sábados. Jamison ha estado poniéndote por las nubes por haberle concedido el préstamo. Estás haciendo progresos, criatura.

—Eso espero.

—¡Oh, ya verás! —dijo Myrtle con un guiño cómplice.