CAPÍTULO 8
—¿DISFRUTA de la fiesta, la señora Jefferson? —susurró en mi oído mi marido.
Yo me reí.
—Sí, señor Jefferson. Disfruto mucho, todo está perfecto. Gracias.
Me miró con una felicidad inmensa, apoyando sus labios en los míos y besándome mientras bailábamos lentamente.
La música había cambiado y mi padre aprovechó para tomar a Noah del hombro y pedir que lo dejara bailar conmigo, él aceptó.
Todos bailaban a nuestro alrededor, veía sonrisas y miradas cómplices.
—Te ves radiante, Alison —dijo con orgullo.
—Gracias, papá.
Él sonrió. No estaba preocupada por él, ahora tenía pareja y se veía rejuvenecido.
Noah regresó a mi cuando terminó la canción, reclamándome en silencio con esa sonrisa que me volvía loca.
Sus manos se deslizaban por mi cintura y yo rodeé su cuello apoyando la mejilla en su hombro. Recibimos más felicitaciones y abrazos a lo largo de la noche, se hizo muchas fotos también. Noah desapareció brevemente cuando alguien que no pude ver lo llamó, regresó un par de minutos después y por su forma de mirarme intuí que algo le preocupaba.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Alguien quiere felicitarte personalmente, ven.
—¿Quién?
Él no respondió; sólo me llevó al lado contrario al que nos habíamos dirigido antes, lejos de las luces y luego entrando en las profundidades de la noche al límite de la luminosa pista de baile. Puso en mis hombros su chaqueta y me hizo salir a fuera.
El límite del bosque estaba oscuro, una silueta se acercaba.
—¿Se puede? —preguntó Daniel, sorprendiéndome.
Mi mano voló hasta mi garganta. ¿Él aquí? ¡Oh, Dios no!pensé con temor. No quería que arruinara el día más feliz de mi vida.
—Alison, tranquila. Daniel ha venido a felicitarnos, te lo prometo.
Lo miré aturdida. Esto parecía un chiste malo.
—¿Ah, sí? —dije casi sin aliento.
—Alison, hay algo que no sabes y que pasó ayer por la noche. Cuando regrese a casa después de dejarte en casa tu padre, Daniel me esperaba en el camino de la mansión.
—¿Para qué? —dije casi en un grito.
—Él quería darme un regalo de bodas. La patria protestad de nuestra hija, oficialmente soy el padre de Ayleen —me contó con alegría.
No podía creer lo que escuchaba. Esto era un milagro. Se me llenaron los ojos de lágrimas y busqué con la mirada a Dan. Mi pulso estaba alocado y respiraba rápidamente dado a la alegría que sentía.
—¡Dan! —le llamé, sonreí tan pronto como pude respirar.
—Por aquí, Alison.
Me tropecé con el sonido de su voz. Noah mantenía su agarre bajo mi codo hasta que otra serie de fuertes manos me atraparon en la oscuridad.
Solo me abrazó por un momento y enterré mi cara en su pecho.
—Oh, Daniel —ahora estaba llorando; no podía decir las palabras claramente. —Gracias.
—Deja de llorar, Alison, se te va correr el rímel —dijo con burla.
—Todo es perfecto ahora. Y es gracias a ti. ¿Pero qué pasó? ¿Quién te hizo cambiar de idea? —pregunté atropelladamente.
—Pues, sería muy complicado de explicar ahora. Digamos que he visto la luz.
Levanté el rostro a mirarle a los ojos, poco a poco me acostumbré a la oscuridad y vi sus ojos grandes y sinceros.
—¿Te caíste de la cama ayer y de repente viste la luz? —le pregunté haciendo un mohín.
Él rodó los ojos.
—No. Es más complicado que eso, me temo. Al fin acepté mi destino. Ahora soy el nuevo jefe de la tribu.
—¡Oh! Eso es fantástico —lo felicité.
—Sí, no sabes lo que mola, es alucinante toda la magia que hay. Me queda un largo camino por recorrer y mucho que aprender, pero lo haré encantado.
Lo miré con ojos nuevos. Había cambiado, su rostro se veía más relajado y su mirada era serena. Era todo tan nuevo. La última vez que había visto a Dan fue aquella noche en que regresé del pasado con su abuelo. No podía explicar que había cambiado, pero lo sentí como si la verdad fluyera a través de su cuerpo y me llenaba a mí de confianza. En ese momento escuché lo que me gritaba el corazón. La guerra con Daniel había terminado.
—Te ves diferente.
Él me sonrío con esa sonrisa que hacía años que no veía, la de mi mejor amigo. Me alegré de volver a verla.
—Alison, sé que te he hecho mucho daño. Quería pedirte disculpas aunque no merezco tu perdón.
—Te perdono —dije con seguridad. Me alejé un paso de él y ante su mirada radiante le tendí la mano y pregunté. —¿Amigos?
—¡Por supuesto! —contestó, apretando la mía con su mano.
—Pero eso sí, tú me tienes que contar como sucedió todo, ¿ok?
Él rió.
—Por supuesto, algún día te lo contaré todo.
—Estoy muy feliz de que hayas venido —dije sin dudarlo.
—Esa idea la tuvo tu marido. Por cierto, es un tipo sociable, me está empezando a caer bien.
Me guío de vuelta hacia la carpa en donde me esperaba Noah.
—Estoy muy feliz de haber venido, gracias Noah por invitarme a venir —dijo Daniel tranquilamente después de que regresara a los brazos de mi marido.
Me pareció ver una mirada cómplice entre ellos dos.
—Gracias a ti, una vez más. Es el mejor regalo que pudiste haberme dado —le agradeció mi marido.
Daniel sonrió y asintió de un movimiento leve.
—Bueno, ya va siendo hora que me vaya y que los deje disfrutar de su fiesta —dijo él y cuando estaba por dar media vuelta alcance uno de su brazos para retenerlo.
—¿No quieres quedarte a la fiesta? —dije e intercambié una mirada rápida con Noah y vi su aprobación en sus ojos.
Me volví hacia Dan, se veía vacilante pero su mirada gritaba unsírotundo aunque no lo hubiera dicho, lo conocía muy bien y sabía que le encantaba estas celebraciones y más estando toda la familia y pandilla ahí.
—Bueno, yo no sé si debería. Me gane muchos enemigos en tu familia.
—Por favor, Daniel, nos complacería que te quedaras —insistió Noah.
Él le dio una mirada agradecida y después miró por encima de mi cabeza. Miré con él. Todo era genial desde esta perspectiva.
Por fin se decidió y entró a la carpa.
Observé cómo fue acogido con entusiasmo por Ann y Jeffrey. Luego se acercó a su padre y se inclinó con respeto.
—Ahora es todo perfecto —afirmé con emoción.
Noah pasó una mano por mi rostro y la amoldó en un lado, con suavidad presionó sus labios en mi mejilla.
—Estoy de acuerdo contigo, amor.
—Y yo con ustedes —exclamó la voz de Nube Gris a nuestras espaldas.
Nos giramos hacia él.
Estaba parado frente a mí, con una sonrisa familiar. Le sonreí también.
—Gracias por asistir a nuestra boda, es todo un honor que este aquí.
—Mi Bella señora, el honor es mío.
Se acercó a nosotros, levanté una mano para coger la suya y también cogió la de Noah, con nuestras manos unidas en la suya sacó una especie de tira muy larga de cuero entrelazado con flores azules, plumas y creí reconocer laurel también. Deslizó la larga tira alrededor de nuestras manos y luego nos miró y con su voz llena de sabiduría, habló con seguridad.
—Mi hora de partir ha llegado, debo regresar a mi hogar y a mi tiempo. Pero no sin antes bendecir vuestra unión—. Hizo una pausa y siguió, podía sentir el flujo de energía moverse a nuestro entorno. —Los espíritus bailan felices esta noche y bendicen vuestra unión. El destino se ha cumplido. Todo está como tiene que ser. Que mis ancestros os acompañen a largo de vuestra vida y les proteja a los dos, su amor es puro y he ahí su mayor fuerza. Recuérdenlo siempre.
Asentí con ojos llorosos y con un nudo en la garganta. Luego, Nube Gris se inclinó y depositó un beso en mi frente, posteriormente hizo igual con Noah. Murmuró unas palabras en su lengua nativa e inmediatamente una brisa cálida nos envolvió a los tres, escuché el murmullo de los cantos indios en él. Fue mágico. Al instante, como vino se fue y los cantos con él. Un estremecimiento me recorrió entera.
Sin más que añadir se dio media vuelta y se alejó para desaparecer entre las sombras. Estaba tan emocionada que no pude hablar. Supe que sobraban las palabras en este momento tan maravilloso. Apoyé mi cabeza en el pecho de Noah, me apretó contra él y besó mi pelo.
Regresamos a la fiesta. Visualicé a Daniel con Ayleen, estaba agachado a su altura. La hacia bailar a su manera y ella estaba feliz y con las mejillas sonrojadas. Un sentimiento nuevo, extraño, me invadió al verlos juntos, todo estaba como tenía que ser.
Horas más tarde nos íbamos a nuestra luna de miel, todos aplaudieron cuando Noah me besó frente al coche y me hizo entrar dentro. Llovía sobre nosotros pétalos de rosas de todos los colores.
Me reí cuando mi marido sacudió la cabeza y algunos pétalos cayeron sobre mí, me recordó a aquella primera noche que compartimos juntos sobre una cama de pétalos de rosas.
—Te amo, —me dijo Noah como haciéndose eco de mis pensamientos.
Incliné mi cabeza contra su brazo.
—Te amo —respondí emocionada.
Las Bahamas nos esperaba para nuestra luna de miel, no podría ser más feliz de volver allí. Era nuestro hogar.