CAPÍTULO 2
ERA una pesadilla, tenía que serlo. Esto no estaba pasando, me despertaría con Noah a mi lado en cualquier momento. Él... no estaba muerto.No...no... ¡noooo!
Con la mirada clavada en el hermoso rostro sin vida de Noah. Ahí, acostado en la cama, incluso así era el hombre más hermoso del mundo. Juraría que escuché su voz antes... me llamó, estaba segura.
Pedí a mi familia que me dejaran sola con él por unos minutos. Accedieron.
Margaret y Ashley me vistieron de negro al igual que ellas. No protesté. No estaba totalmente consciente de lo que pasaba hasta ahora. Ya no había ninguna máquina cerca de él, ni intravenosa, ni oxígeno. Supuse que Cedric los retiraría.
Habían aseado a Noah, le pusieron su traje, el cual tenía que vestir el día de nuestra boda. Dejé escapar un gemido de dolor.
—¿Por qué? —Pedí con voz estrangulada—. Oh, Dios... todo fue por mi culpa..., Nunca debí insistir con lo del bebé...
No alcancé a decir más y lloré desconsolada al lado de mi marido.
No podría describir lo que sentía en este momento, eran demasiadas emociones juntas: dolor, rabia, incredulidad, negación y por último remordimiento.
Me acerqué a él y me arrodillé en el suelo. Tomé una de sus manos entre las mías para llevarla a mis labios. Estaba fría, sin calor, sin vida. Presioné mis labios contra su piel una y otra vez.
—Mi vida no tiene sentido sin ti —balbuceé en voz baja, rota de dolor.
—Miñora... su tristeza es la mía y el futuro bebé nacerá, así está escrito —profetizó Nube Gris.
Levanté la mirada. Su rostro estaba serio y afligido de dolor. Ni siquiera me detuve a pensar a dónde fue cuando llegó el juez a certificar la muerte. La mansión se llenó de gente extraña y policías durante horas. Comprendiendo lo que pensaba me contestó.
—Desaparecí para que los rostros pálidos no me vieran, fui en busca de respuestas, hablé con los espíritus. Ahora que todo está en calma, regresé.
—¿Qué hice mal? —pregunté.
—Tú no tuviste culpa, miseñora.
—¡Pero ha muerto! En mis manos... y no pude salvarlo... Ann dijo que le veía vivo... ¡VIVO! —exclamé en un arrebato de cólera y tristeza—. Quiero que viva... por favor... Daría todo lo que tengo para volver a verle vivo... Lo amo tanto. Él me llamó, lo escuché claramente —sollocé.
En eso momento una luz azulada llenó la habitación. Salía del bastón del anciano, brillaba más que cuando viajamos de regreso aquí. Era hermosa. Parpadeé y las lágrimas saltaron de mis ojos.
—Su espíritu sigue aquí y aún hay esperanza. E aquí la prueba de eso, los espíritus han escuchado mis suplicas —dijo él, sonriendo ahora.
—¿Cómo? —pregunté con un hilo de voz.
—Volviendo al pasado. Pero advierto que este será el último viaje que podré hacer contigo. El hecho que el joven Noah muriera ahora no es normal, no era su hora. Es por culpa y a mi gran pena, de mi nieto Daniel. Él mezcló su destino con el de ustedes a la fuerza... Es hora de reparar sus errores.
Escuché boquiabierta sus palabras y mi corazón dio un salto de alegría al comprender que iba a volver a ver a Noah... vivo.
—Entonces... ¿es verdad? ¿Es real? Volveré para salvarlo... ¿en qué momento? —pregunté con ansiedad.
—Tú eliges ese momento. Piénsalo bien, elige con sabiduría y calma. Porque esto será definitivo, no habrá vuelta atrás, miBelladama. Te daré el tiempo de ir en busca de mi tribu, voy a necesitar que canten conmigo y me den su fuerza.
Asentí y él se marchó sigilosamente.
Tuve claro enseguida a cual momento del pasado volver. No me cabía la duda en eso y también qué hacer al llegar. Una sonrisa se estiró por mi cara. El destino me daba otra oportunidad y no la iba a desperdiciar, me lo prometí a mí misma.
—Alison...
Me llamó Noah otra vez. La piel de mi antebrazo izquierdo se erizó ante un contacto inexistente, casi fue como si él me hubiera tocado. Fue extraño.
Miré el rostro de él por costumbre. Seguía muerto, pero no por mucho tiempo. Me levanté del suelo, acerqué mi rostro a su cara y dije con seguridad.
—Muy pronto, mi amor, estaremos juntos de nuevo. Te lo prometo.
Al volver Nube Gris me explicó que nadie recordaría nada ya que en el momento que elegí nada había acontecido, de mí dependía que no volviera a suceder lo mismo otra vez.
La habitación se llenó de rostros conocidos. Principalmente eran todos los mayores de la tribu, incluso estaba presente el padre de Daniel, me lanzó una mirada triste. Pero me sorprendí al descubrir quien entró el último... Traía cara de perro abatido y ojos llorosos, el cual uno estaba morado e hinchado.
—Sé que no deseas verle aquí, pero su presencia es precisa ya que su poder iguala el mío —me explicó Nube gris mirando a su nieto.
Seguramente yo echaba dagas por los ojos. No dije nada ya que si hubiera abierto la boca seguramente me hubiera comido vivo a Dan.
Los Jefferson también entraron, me miraron con esperanza. Todo se les fue explicado y se pusieron felices de saber que tenía arreglo. Sentí pánico... ¿y si no lo conseguía y todo volvía a ocurrir exactamente igual?
—No temas miseñora. Todo saldrá bien —me dijo el anciano con confianza.
Tomé aire y me deshice de mis miedos al instante.
—¿Preparada? —preguntó.
—Más que nunca.
Empezaron los cantos y el ambiente se llenó de una melodiosa entonación. Me posicioné cerca de Nube Gris, como me indicó él. Luego, apreté mi mano en el bastón, pero en vez de ponerla debajo del cristal él me la orientó para que tocara el cristal. Yo era la que debía dirigir el viaje. Me envolvió en sus brazos y quede entre él y el cristal. Me sentía bien y protegida.
Los cantos se hicieron más fuerte y las chispas empezaron a salir y a bailar a nuestro alrededor. Visualicé a Daniel, me miraba como queriendo decirme algo pero desvíe la mirada, no quería escucharlo. Un viento cálido llegó e hizo girar las chispas brillantes a mucha velocidad, pero sin tocarnos, igual que ocurrió antes supe que había llegado el momento. Tomé aire y hablé en voz alta y clara.
—Pido volver a la media noche del veinticuatro de diciembre de este año... por favor.
Mi corazón latía desbocado y me mordí el labio con fuerza, estaba ansiosa de volver a verlo. Todo fue muy rápido, y en un abrir y cerrar de ojos todos desaparecieron y quedamos a oscuras. El silencio se hizo.
—Llegamos —susurró Nube Gris con seguridad.
—¿Y dónde estamos? Está todo oscuro —pregunté con recelo.
Él río por lo bajo y dijo:
—Miseñora, tienes que pensar. ¿En dónde están todos ahora? ¿A cuál momento volvimos?
Fui a encender la luz y mis ojos volaron a ver la cama vacía. Suspiré aliviada.
—Eh... están todos en el salón, claro, que tonta. Y si calculé bien, ahora mismo es el momento en que salí a la biblioteca por el regalo de Noah y ¡Oh...! ¿Pero y si me encuentro conmigo misma?
—No va ocurrir, tranquila. Tú estás aquí y no habrá dos como tú. Automáticamente tus «dos» tús quedaron en uno solo al venir aquí. ¿Lo entiendes? —me preguntó él.
—No, eso es demasiado complicado para que pueda entenderlo y doy gracias a quien sea por no haber dos como yo aquí... sería demasiado raro —repliqué.
—Sí, lo sería. Ahora, ve con él y cambia el destino —me dijo Nube Gris con una sonrisa amigable—. No estaré lejos y apareceré si me necesitas. Tú solo di mi nombre en voz alta.
Lo miré un momento y asentí. Me di media vuelta y salí en dirección al cuarto de Jeffrey y Ashley, quería tomar prestado algo de ellos que ahora mismo me iba a hacer mucha falta. Cuando lo tuve bajé a toda la velocidad que mis nervios a flor de piel y el cuidado por mi estado me permitía, no aguantaba más el no verlo con vida. Abrí las puertas del comedor conteniendo el aliento.
¿Sería real de verdad? Me pregunté, pero mis dudas se disiparon al ver a mi familia ahí presentes y felices. Christopher jugando con el envoltorio brillante y pegando grititos de alegría, sus padres observándole felices.
Cedric y Margaret contemplándose con ese inmenso amor que se profesaban y abrazados en silencio y Ann y Jeffrey en un rincón alejados acaramelados.
Luego lo busqué a él, mi cuerpo entero dio un brinco al verlo de pie cerca del ventanal y...vivo. Mi corazón roto en miles de pedacitos se recompuso en un latido y se estremeció de felicidad.
No pude sino que gemir y salir corriendo en su dirección. Las lágrimas inundaron mi rostro y no le di tiempo a él de verme llegar cuando estampé mi cuerpo contra el suyo y lo rodeé con mis brazos llorando. Nos desestabilizamos un poco pero rápidamente él volvió a equilibrarnos y me abrazó.
—¿Alison? —exclamó Noah sorprendido.
Escuchar su de nuevo su voz hizo que llorara más fuerte.
—Estás... estás... vivo.
Pequeñas sacudidas recorrían mi cuerpo. Estaba tan feliz.
—¿Vivo? Pues claro. ¿Alison, pero qué ocurre? ¿Por qué lloras así? —me urgió él con un tono de voz tensa—. ¿Y qué haces vestida de negro?
Me aferré más fuerte a él y escondí mi rostro en su pecho haciendo de mi pelo una barrera.
—Hijo, ¿qué sucede? —preguntó Cedric inquieto.
—No lo sé —contestó Noah, confundido.
—Deberías sentarla antes de que se caiga, está a punto de derrumbarse —aconsejó Margaret.
Cuando noté que alguien intentó alejarme de él, grité.
—¡No me sueltes, por favor!
Advertí cómo él se sobresaltó ante mi grito y me apretó contra sí, cargándome en sus brazos.
—No lo haré, lo prometo.
Se sentó conmigo en sus rodillas acunándome contra él, con una mano me frotaba con suavidad el brazo de arriba abajo. Mis dedos estaban crispados agarrando su camisa y cuando me calmé, pasó un dedo bajo mi barbilla y levantó mi rostro para mirarme la cara. Me perdí en sus magníficos ojos verdes y tan llenos de vida. Él me miraba con confusión, sería normal dado que yo llevaba más de setenta y dos horas sin dormir y estaría echa un desastre andante. Presentí como todos me observaban en silencio, pero no dije nada, estaba demasiada conmocionada.
—Alison, cuéntame que te pasa por favor. No entiendo cómo te has puesto en este estado en tan solo un instante de perderte de vista —replicó parpadeando y haciendo una mueca, frustrado.
—Ay... Noah, si supieras —dije tartamudeando.
—¿Qué? Si supiera qué, habla, por el amor de Dios.
—Te lo diré si antes me dejas ponerte esto —dije levantando una mano en la cual sostenía unas esposas forradas de plumas rojas.
La sonora risa de Thomas no tardó en oírse y con ella la de los demás.
—En verdad Alison es una listilla y quiere jugar a policía y al ladrón contigo, hermanito —opinó Thomas, riendo.
—Esas son... ¿nuestras esposas? —preguntó Ashley con un poco de vergüenza.
—Sí, las tomé prestadas, si no te importa.
—Uhm... no. Puedes tomarlas cuando quieras —replicó ella.
Sus mejillas eran de un escarlata brillante ahora.
—Ashley, por favor llévate a Ayleen de aquí, es hora de dormir para ella.
Mi hija, que hasta ahora no dijo nada, vino a darme un beso y con sus ojitos inquietos me preguntó.
—¿Mami, estás triste? ¿Por qué?
—No lo estoy, cariño, ya no. Ve con tu tía y dale a tu padre el beso de buenas noches —le pedí.
Cuando se fueron las dos, esperé a que mi cuñada volviera y mientras tanto miré a Noah. Dejé escapar un largo suspiro y con mi mano libre acaricié su mejilla cálida y suave.
—¿Me vas a decir ya lo que ocurre? — me pidió él.
Negué con la cabeza.
—Aun no.
—Alison, nos tienes a todos en ascuas, me muero de curiosidad —se quejó Thomas.
Al volver Ashley me miró con una cara de haber visto a un fantasma y me preguntó.
—¿Creo que he visto a...?
La corté antes de que dijera el nombre de Nube Gris.
—No digas nada. Y déjame explicar lo que me pasó —pedí con voz suplicante.
—Tienes toda nuestra atención —indicó Cedric.
Le agradecí con la mirada y luego busqué a Ann.
—Por favor, ven, necesito que me ayudes con esto —le pedí a ella sin moverme de mi sitio.
Vino sin esperar y se paró muy cerca de mí. Le indiqué que quería susurrarle al oído solo para que ella pudiera oír y le dije muy bajito.
—Ann, haz todo lo que te pida sin preguntar nada, confía en mí, sé lo que hago. Vengo del futuro y si te concentras un segundo veras que es así y por favor mantén la calma —le supliqué.
—Lo haré —contestó.
Luego puso sus manos en sus sienes y cerró los ojos un momento, concentrándose.
—¡Ooohhh! —jadeó ella abriendo los ojos, miedo brillaba en su mirada.
Jeffrey estuvo a su lado en un segundo e inquirió.
—¿Ann, qué viste?
—Cosas que nopuedenocurrir —contestó ella con la voz temblando de miedo—. Alison, dime qué quieres que haga —me apuró ella, mirándome a los ojos.
—Ponnos esto y guarda la llave hasta dentro de cuatro días. Diga lo que diga Noah no se te ocurra darle la llave, ¿ok?
Ella esbozó una pequeña sonrisa y nos puso a mi marido y a mí las esposas, en su muñeca derecha y en la izquierda mía. Noah, que nos miraba a las dos más confundido se impacientó.
—¿Esposas para qué? ¿Quieres decirme de qué va todo esto?
—Pues sí te lo voy a decir y esto es para que no salgas huyendo otra vez cuando te de la noticia.
—¿Otra vez...? —rebatió, sorprendido.
—Sí —aseguré. Tomé aire y comencé—: Noah, estamos esperando un hijo. Y antes de que repliques cosas que ya sé, la respuesta es sí lo vamos a tener y no, mi vida no corre peligro. Ann te lo puede confirmar todo.
—Es verdad, el embrazo va a ir muy bien y el bebé nacerá sano y todo ira de maravilla, confía en mí —corroboro Ann con seguridad—. Lo he visto.
Noah endureció el rostro. No se veía enfadado. Más bien confundido, y luego fijo su mirada en su muñeca atada a la mía.
—Quítame esto...necesito tomar el aire y aclararme las ideas.
—¡No! —dije chillando y saltando a su cuello para envolver su cuello con mis brazos con fuerzas.
—Alison, todo va bien... solo quiero pensar en lo acabas de anunciarme, no va a pasarme nada —me dijo cerca de mi oído.
—Nada va irbienen absoluto —lo contradije—. Te irás y dentro de tres díasmorirásy yo moriré contigo y no podré suportar perderte otra vez... No salgas de la casa,por favor.Te vas a enfermar y pelearás con Dan y cogerás hipotermia y tendrás fiebre y... y... y... —no pude seguir, un sollozo salió de mi garganta.
—Tranquila, no va a pasar nada —murmuró él.
—Sí, pasará. Créeme, lo he vivido todo en primera persona.
—Venga, habrás tenido una pesadilla eso es todo.
Me separé un poco de él y lo miré a los ojos, se notaba claramente que no me creía del todo.
—Esta noche me ibas a regalar un brazalete el cual perteneció a tu madre. ¿Me equivoco?
—Has husmeado entre mis cosas y lo has descubierto, así de simple —contradijo él, viéndose ahora enfadado.
—Noah, eres un tonto testarudo, he visto todo lo que dice Alison —intervino Ann conteniendo la voz.
Continué sin temor.
—Veo que no me crees... pero creerás —afirmé con voz ronca. Supe que había llegado el momento de llamarle a él y con esperanza lo nombré en voz alta: —Nube gris, necesito su ayuda.
Noah se puso de pie bajándome de sus piernas y giró su cabeza en dirección a la puerta para ver entrar al jefe Cheyenne con ojos abiertos como platos, y todos se quedaron viéndolo entrar sin parpadear y con la boca abierta de estupor.
—Soy testigo de todo lo que ocurrió, señor Noah. Y en verdad tienes que creer en lo que cuenta suseñora, ella vivió sumuertede nuevo y volvió tres días en el pasado para salvarlo. Ella es la mujer más valiente que conozco.
Todos dejaron escapar gritos de sorpresa y dolor al escucharle. Yo le miré con agradecimiento.
Vino hasta mí y con un dedo limpió delicadamente las lágrimas de mi rostro, su mirada llena de conocimiento me tranquilizó.
—No llore más, miseñora. Ahora el destino ya cambió.
—Son lágrimas de felicidad. ¿Qué puedo hacer para darte las gracias? —le pedí con emoción.
—Bueno, si me lo permiten, quisiera asistir a su boda —respondió con una gran sonrisa.
—Eres más que bienvenido. Eres de la familia. Será todo un honor para mí que estés presente en ese día.
—Gracias y ahora me retiro, los dos viajes me han agotado. Iré a visitar a mis descendientes y cuando recupere las fuerzas tengo algo que hacer con mi nieto, Daniel —murmuró, dándose la vuelta.
Cuando se fue, giré mi cuerpo para ver a Noah. No había abierto la boca en todo el rato. Busqué su mirada, sus ojos se centraron en mí. Una expresión horrorizada leí en ellos, respiraba rápidamente y sin esperar me atrajo a él y me abrazó con fuerza, dejó escapar un lamento agónico. Estaba abrumado y seguramente sobrecogido. Lo comprendía perfectamente. Tomó mi rostro en sus manos y presionó sus labios contra los míos con urgencia y desespero. Era un beso cargado de miedo. Separó un poco su boca de la mía, pero con nuestras frentes tocándose me miró con los ojos brillantes.
—Tú... me has salvado... de nuevo —alegó con emoción.
—Sí, lo haría una y miles de veces si hiciera falta.
—Te amo, te amo, te amo... ¡no sabes cuánto! —dijo él dándome besos por toda la cara.
—Como yo a ti —susurré.
—Entonces ¿qué les parece si celebramos la feliz noticia? ¡Voy a ser tío de nuevo! —exclamó Thomas.
—Que buena idea has tenido. Iré a por champán —contestó Ann, riendo.
El ambiente se relajó. Margaret y Cedric me dieron un cálido abrazo y me agradecieron que salvara la vida de su hijo una vez más. Nos reunimos frente a la chimenea, estaba exhausta y seguramente me quedaría dormida de un momento a otro, pero me daba igual. El hecho de estar con él, viéndole sonreírme con esa sonrisa torcida me bastaba para no desear nada más. No quise dar muchos detalles de lo que ocurrió, lo justo para que entendieran. Quería olvidar para siempre esos tres días tan dolorosos y espantosos.
Noah no separó sus ojos de mí ni un momento. Me miraba con adoración y admiración.
—¿Qué quiso decir Nube Gris con dos viajes antes? — preguntó Ann curiosa.
Todos se callaron y escucharon. Hice una mueca.
—Pues que hicimos dos viajes, cuando me di cuenta que Noah iba a... pues yo fui por el colgante y regresé al pasado en busca de del jefe Cheyenne. Pero no sirvió de nada ya que ahí es cuando él me dijo que no era su hora y que aún quedaba esperanza. Creí morirme de felicidad cuando le escuche decirme eso —conté con un hilo de voz.
Mi marido me apretó contra él y presionó sus labios en mi pelo.
—No tengo palabras para explicar lo que siento ahora mismo.
—Siento lo mismo que tú —respondí feliz.
—Y dime, Alison... ¿no se te ha ocurrido apuntarte el número de la lotería? —dijo Thomas.
—¡Thomas! —lo regañó su mujer.
Todos rieron y yo estaba encantada de verlos a todos felices de nuevo.
—Hijo, deberías llevar a tu mujer a la cama. Está agotada — aconsejó Cedric.
Era verdad, los ojos se me cerraban solos.
—Sí y de echo nos vamos los dos ya que estoy aprisionado a ella.
Apenas fui consciente de cómo me cargó en sus brazos y me llevó hasta la cama. En algún momento de la noche abrí los ojos con esfuerzo y comprobé que estaba en sus brazos. La luz de luna que entraba a través del cristal ilumina su rostro y yo me deleité viéndole dormir. Unas lágrimas se escaparon de mis ojos, no pude aguantarme, estaba abrumada y emocionalmente cansada.
Los últimos tres días vividos, según como se viera, habían sido los peores de mi vida y jamás pensé que podría pasar esto, pero el destino de nuevo me había ayudado y yo daba gracias por eso.
—Jamás dejaré que nada me separe de ti.
Noah abrió los ojos en ese momento y con nuestros cuerpos entrelazados, quedando su rostro a la altura del mío, sonrió.
—Y yo jamás dejare de amarte, mi Alison. Esto que has vivido es por mi culpa y voy a pasar mi vida entera haciéndote feliz.
Puso las yemas de sus dedos sobre mis labios, que esbozaron una sonrisa. Le acaricié el rostro y pregunté:
—¿Es una promesa?
—Sí.
—Entonces eso me basta.
Se inclinó para presionar sus labios cálidos contra los míos con dulzura. Luego empezó a tararear mi nana con su maravillosa voz.
Más cansada de lo que creía, y más exhausta de lo que me había sentido nunca después de un día de tensión emocional y mental, me abandoné al sueño entre sus brazos.