CAPÍTULO 3
ESTÁBAMOS a final de Enero, a unos días de la boda.
Le pedí a Ann que le cambiara el traje a Noah, comprendió el por qué y lo hizo de inmediato.
Ann, Margaret, mi hija y yo estábamos en una tienda haciendo recuento de cosas que faltaban para la boda, en media hora teníamos una cita con la asistente social que llevaba la adopción de Christopher. Era ya el último paso y el más importante. Tenían que cogernos uno por uno y hacernos preguntas acerca de si veíamos o no a Thomas y Ashley aptos para ser padres de adopción. Iba a ser pan comido, o eso esperaba.
—Alison, por favor llama tú a Ann, no me hace caso. Tenemos que irnos o llegaremos tarde —me pidió mi suegra.
Me giré hacia el fondo de la tienda y la busqué con la mirada. La encontré agachada rebuscando entre dos estanterías. Fui hacia ella y cuando llegué le di un toque en el brazo para llamar su atención, ni se inmutó.
—Ann. Sé que sabes que estoy aquí, así que venga, vámonos. No me ignores —le pedí amablemente.
—¡Vale! No eres ni un poquito paciente conmigo cuando vamos de compras... por una vez que salimos juntas —se quejó ella poniendo cara de cordero degollado.
Le sonreí abiertamente.
—Volveremos a salir de compras pero en otra ocasión, hoy tenemos prisa y creo que ya compraste casi toda la tienda, así que andando para fuera.
Refunfuñó bajito.
Cuando cargamos todas las bolsas en el maletero, nos fuimos para la cita a pie. Estaba a dos manzanas. Al llegar, Noah nos esperaba fuera. Cuando me vio su cara se iluminó con una sonrisa cegadora y mi corazón se estremeció de placer. Le sonreí también y cuando llegué a él me abrió los brazos para recibirme y fui sin esperar. Entrelacé mis manos a las suyas y nos dimos un beso suave y tímido.
—Te extrañé mucho, amor —susurró contra mis labios.
Me ruboricé complacida.
—Y yo a ti también. Por favor recuérdame esta noche por qué odio salir de compras con tu hermana y la próxima vez que quiera llevarme... secuéstrame, ¿vale?
Se rió con los ojos pícaros.
—Lo haré si eso es lo que deseas.
Asentí y presioné mis labios contra los suyos con un poco más de pasión. Respondió a mi beso y la cabeza empezó a darme vueltas.
—¡Eh, vosotros! Que no hay tiempo para eso ahora —nos reprendió Ann, tirando de mi brazo.
Entramos al edificio y nos acompañaron hasta una sala en la cual había sillas y máquinas de refrescos y café. Ashley y Thomas estaban ahí esperando, un poco nerviosos. Cedric fue el primero en entrar en la entrevista.
Esperamos pacientemente a que cada uno entrara, el último en entrar fue Jeffrey. Estaba sentada al lado de Noah, mientras hablábamos de unas cosas y otras. Al salir Jeffrey traía cara de tranquilidad y se notaba que todo fue bien. Pero la asistente nos miraba a todos como si buscara a alguien más.
—En su familia falta alguna mujer que no está presente hoy. ¿Dónde está?
La miramos confundidos y Cedric tomó la palabra para aclararle con voz tranquila.
—Señora Scott, no falta nadie. Estamos al completo.
Fijó su mirada en él y levantando una carta que sostenía en su mano.
—Recibí la semana pasada una carta de una tal... Ayleen Jefferson. Por el apellido deduje que eran familia.
Todas las miradas volaron de inmediato a mi hija. Ella estaba ruborizada y nerviosa.
—Y lo somos —respondí haciendo un gesto en dirección a mi hija—: Ella es Ayleen Jefferson, mi hija.
A la señora Scott se le escapó una exclamación de sorpresa mirando a la niña. Parecía no dar crédito a lo que veía. Me inquieté. Se acercó y se arrodilló delante ella para quedar a su altura.
—¿Eres tu quien me envío esa carta? —le preguntó, sonriendo—. Me esperaba alguien más mayor.
—Nadie me ayudo a escribirla, fui yo solita. Nadie sabía que se la envíe.
—Pues déjame felicitarte niña, fue una carta muy bonita y bien redactada. Deja que te responda a la pregunta que me pusiste: le respuesta es sí, definitivamente.
—Gracias, señora —le contestó mi hija con los ojos brillantes de emoción.
—¿Perdón pero, de qué carta hablan? —pregunté.
—Oh, perdón. Se lo explicaré y si su hija me da permiso leeré la carta en voz alta.
Mi hija asintió y fue a abrazarse a su padre y esconder la cabeza entre su jersey. Estaba avergonzada, sin lugar a duda.
—Puede comenzar, la escuchamos —pidió Ashley.
—Primero que todo señora y señor Jefferson —dijo mirando a Thomas y Ashley—, debo confesarles que no estaba segura de dar mi visto bueno en esta adopción.
Observé como mi cuñada aguantaba la respiración y su marido le tomaba la mano a ella y se la apretaba para tranquilizarla.
—Después de todas mis visitas e información recogida sobre ustedes dos, y déjenme decirles que no son pocas, estaba muy confundida al respecto. Algunas personas afirman que no son competentes para cuidar de un niño dado las demostraciones en público de un comportamiento poco adulto. Sin embargo, no tengo pruebas sobre eso; pero, ¿quién me dice a mí que en privado no es peor...? Al fin y al cabo todo es por el bienestar de Christopher. La entrevista que he tenido con cada uno de ustedes ha sido muy..., inquietante, debo admitir.
Esta vez su mirada voló hacia Ann y Jeffrey.
—Una mujer con un síndrome evidente de compradora compulsiva y un marido que la idolatra no es buena influencia para un niño.
Luego su mirada buscó a Cedric y Margaret.
—Admiro su paciencia y comprensión con sus hijos, de verdad.
Posteriormente, sin dejarles replicar nada, se giró hacia Noah y a mí, me tensé.
—Doctora, su vida es un completo caos. Y lo peor de todo es que su hija tenga dos papas y lo de la patria potestad no esté solucionado. No es un buen ejemplo y su hija necesita estabilidad emocional.
Sentí a Noah temblar de rabia a mi lado y le oí rechinar los dientes.
—Pero aún así, su hija es increíblemente bien educada, con las ideas claras y sabe lo que quiere —concluyó
Ayleen me miró con nerviosismo, pero la tranquilice con la mirada.
—¿Entonces, qué ha decidido? —preguntó Thomas, con inquietud.
—La paciencia es de sabios, señor, espere —ordenó ella sin mirarle. Thomas no dijo más y se cruzó de brazos, frustrado. — Ahora leeré la carta que me mandó esta encantadora niña:
«Querida señora de la asistente social: Me llamo Ayleen Jefferson, mis tíos llevan muchos años esperando que la cigüeña les traiga un bebé, pero yo creo que ella se perdió porque nunca aparece por el cielo. Mi tía Ashley está muy triste y no quiero verla así. Mi tío Oso es el mejor tío del mundo, es muy fuerte y siempre sabe hacerme reír cuando otros no. Mi tía me cuenta cuentos para dormirme y ella es como mi segunda mama, la quiero mucho.
Sé que no somos una familia como las demás, tengo otra tía a la que le encanta ir de compras (compraría la tienda entera si no la vigilamos) y aunque no se lo dije, a mí también me gusta. Su marido, mi tío Jeffrey, es muy inteligente; siempre juega conmigo al ajedrez y me explica con mucha paciencia cosas para saber jugar mejor. Luego están mis abuelos. Son los mejores del mundo y mi abuela hace unas ricas tartas de frutas y mi abuelo es mi médico, pero nunca me hace daño es muy bueno con los niños. Y están mis papás a los que adoro, ellos son los mejores del mundo. Dentro de muy poco se van a casar y yo voy a llevar los anillos, es un acto muy importante ¿Sabe?
En nuestra familia lo que nos tiene más unidos es el amor y yo quiero que toda mi familia sea feliz.
Por favor, señora, dejen venir a casa a mi primo Christopher ¿Si? verá que no se va arrepentir nunca jamás en la vida.
Con muchas ganas de ver a mi primito en casa para siempre: Ayleen Jefferson.»
—Y eso es lo que me conmovió y decidió a dar el siguiente paso, Ashley y Thomas oficialmente ya son los padres de Christopher, felicidades —dijo la señora Scott con lágrimas en los ojos y muy emocionada.
Aún nadie se había percatado de lo que anunció ella, estábamos pasmados por lo de la carta. Ashley se levantó, fue hasta Ayleen y se inclinó ante ella. Las lágrimas corrían por sus mejillas.
—¿Has hecho eso por mí? ¿Tu solita?
Mi hija se separó de su padre, miró a su tía con alegría.
—Sí. Quiero que seas feliz y no quería verte llorar más, así que decidí escribir la carta.
—¿Pero, cómo supiste como hacer eso y dónde mandarla? — preguntó Thomas posicionándose frente a ella.
—Tío oso, fue fácil, busque en Internet —replicó ella muy seria.
Esa respuesta tan inesperada valió que todos se echaran a reír. Abrazaron a mi hija y le dieron las gracias. Estábamos muy emocionados y felices de la buena noticia.
Para celebrar la ocasión decidimos ir a cenar al restaurante. No me sorprendió ver ahí a mi padre, me recibió con una gran sonrisa y se unió a nosotros. La cena transcurrió entre risas y buen ambiente. El pequeño Christopher, el cual fueron a buscar, balbuceaba sereno en el regazo de su madre.
—Y esto es de parte de la casa —anunció Brenda depositando un gran pastel de nata y chocolate al centro de la mesa.
Miré agradecida a la novia de mi padre.
—¡Oh! gracias —exclamó Ashley, alterada.
—De nada y ahora déjenme que inmortalice este momento, por favor. Júntense todos.
Mi padre que intentaba con disimulo esconderse detrás de Thomas suspiró e hizo una mueca. Tomó muchas fotos graciosas pero una en particular nos hizo reír a todos a carcajadas. Christopher hundió una mano entera en la nata y Thomas se la cogió antes de que esta fuera a parar al pelo de su mujer y se la metió en la boca para no desperdiciar la nata. Fue una foto genial.
Miraba feliz a toda mi familia, Margaret y Cedric, Jeffrey y Ann, Ashley, Thomas y Christopher y por último mi padre y Brenda que se lanzaban miraditas cómplices. Luego mi mirada fue hacia a Noah, Ayleen estaba en sus brazos y reía de las tonterías de Thomas. Sonreí al notar su mano apoyarse en mi vientre y frotarlo con delicadeza. Se me anegaron los ojos.
—¿Estás, bien?
—Sí. Estoy un poco emotiva, ya sabes, tengo las hormonas revolucionadas —le expliqué.
Ayleen se levantó del regazo de su padre para ir a hacerse fotos. Noah me acercó más a él y me envolvió con sus brazos. Reposé mi cabeza en su pecho.
—¿No se te antoja un poco de tarta? —preguntó cerca de mi oído.
El notar su aliento rozar mi piel me produjo una sensación más... juguetona. Ladeé la cabeza para que mis labios quedaran cerca de él y susurré bajito con osadía.
—Tengo en mente otro tipo de antojo.
Comprendió al instante mi estado de ánimo, me estrechó más contra él y respondió con voz llena de deseo.
—Todo el mundo sabe que hay que satisfacer todos losantojosde una mujer embarazada. Vámonos a casa —me urgió él.
Hice ademán de retenerle antes de que se levantara y repliqué.
—¿Qué van a pensar de nosotros?
Le oí reír entre dientes.
—Pensarán lo mismo que yo, que no hay que hacer esperar a un antojo, vamos.
Esta vez se levantó sin darme tiempo a replicar y yo me ruboricé al notar las miradas de la familia.
—¿Pero, dónde van? —preguntó Thomas.
—Alison tiene antojos. Tenemos que irnos —explicó Noah con una sonrisa traviesa.
Thomas rió con poco disimulo y soltó una queja cuando Ashley le dio un pequeño codazo.
—¡Nosotros llevaremos a Ayleen a la reserva, Alison! — exclamó Ann con una sonrisa.
—Gracias —repliqué agradecida.
Nos despedimos de Ayleen, se iba a pasar el fin de semana en casa de Daniel como de costumbre.
Una vez en el coche y de camino a casa dejé mi mente divagar unos minutos respecto a la realidad de las cosas. ¿Algún día Dan le daría a Noah la patria protestad de mi hija? ¿Es que siempre sería así? Dan, seguía obsesionado conmigo, pude comprobarlo cuando lo de la enfermedad de Noah y su visita tan inoportuna. Sus palabras me quedaron grabadas, dijo:
¿Cuándo te darás cuenta de que él no te merece, eh? No tiene derecho a hacerte daño así. Yo... nunca te lo haría. Lo juro.
En realidad era Daniel quien me hacía daño y no se daba cuenta. Vivía en su propio mundo y creía lo que más le convenía. Esperaba que pronto encontrara su alma gemela y así se daría cuenta de que en realidad no es y nunca fue amor lo que sintió por mí. Luego me puse a pensar en pensar en la boda y en la tortura que me esperaba. Ann aprovecharía al máximo esta oportunidad, pero el simple hecho de pensar en todo lo que me hizo que dejara escapar un gemido ahogado.
—¿Alison en qué piensas?
Ladeé la cabeza.
—¡En Ann! Tú puedes estar tranquilo respecto a la boda, pero ya me las veré con ella por horas y horas antes del sí quiero.
Se echó a reír.
—Aún queda Las Vegas... si quieres —me regaló esa sonrisa torcida, mi preferida y yo suspiré pensando en lo fácil que sería eso.
—Es muy tentador. Pero no sería justo para ellos si nos escapamos otra vez. Creo que Ann no me lo perdonaría, jamás.
—Sí, supongo.
Llegamos a la casa y al entrar Noah se detuvo y me miró. Yo me quedé confundida.
—¿Ocurre algo?
—¿Escuchas eso?
Presté más atención y escuché como me lo indicó.
—No estoy segura de qué escuchar, no oigo nada —repliqué.
Me rodeó con sus brazos, pasó un dedo debajo de mi barbilla y la levantó hasta quedar a altura de sus labios.
—Exacto, Alison. La casa entera está vacía y hay un gran silencio... —tarareó.
Me estremecí al sentir como empezó a recorrer cada centímetro de mi piel con su lengua hasta llegar a mi lóbulo y atraparlo entre sus dientes. Las mariposas de mi estómago se agitaron frenéticas. Levanté el rostro y busqué su boca con mis labios para perderme en ella. Jugando con su lengua, bailando al ritmo marcado de nuestros jadeos y deslizando mis manos por su cabello suave.
Sin esperar me levantó del suelo y yo enrosqué mis piernas en su cintura. No sé muy bien cómo llegamos a nuestra habitación, pero llegamos y con mucha delicadeza Noah me acostó en nuestra cama. Se tendió a mi lado, no sin antes prender unas cuantas velas, inmediatamente el ambiento empezó a oler a vainilla. Le miraba embobada y emocionada a la vez. Sus ojos verdes como jades atraparon mi mirada y me perdí en ellos. Enterré los dedos en mechones de su pelo y acerqué su rostro al mío y presioné mis labios en su cuello, tracé un camino de besos y le sentí estremecerse. Sonreí para mí.
Noah se incorporó y se quitó la ropa, prenda a prenda, hasta quedar totalmente desnudo ante mí. Contuve el aliento, perdida y embelesada por el cuerpo masculino, viril y perfecto, en todo su esplendor.
—Respira, Alison —me indicó él con una risa ahogada.
Lo hice tomando una gran bocanada de aire. Mi cuerpo se encendió, ansiaba tocarle, acariciarle y oírle gemir mi nombre.
Lentamente recorrí con los ojos todo el cuerpo sólido y musculoso y por fin me detuve en su potente erección, una verdadera promesa de placer. Me mordí el labio y eché la cabeza hacia atrás cerrando los ojos.
Él acercó la mano a mi hombro, y con manos seguras buscó el cierre de mi vestido. Al conseguirlo dejó escapar un sonido triunfal. Después fue quitándome la ropa con la mano hasta desnudarme por completo. Por fin volvió a mí y se tendió sobre mi cuerpo, provocando un sinfín de sensaciones en mi piel, sin dejar de acariciarme con los labios y con las manos.
Gemí cuando su boca encontró mi pezón y sus manos me acariciaron, dejándome convertida en lava líquida que me derretía sobre las sábanas, como un río ardiente de deseo.
—Alison, amor mío —me susurró él al oído.
Respiraba deprisa y le envolví de mis brazos, recorriendo su espalda con mis dedos.
Entonces sentí su mano descender hasta el lugar donde se unían mis piernas y soltó un gemido al comprobar que estaba más que preparada para recibirlo, pero no lo hizo, aún. Empezó a acariciar con lentitud mi zona más íntima, provocándome una deliciosa tortura.
—Noah —le imploré abriendo los ojos.
Quería sentirlo dentro de mí.
—Todavía no, mi preciosa Alison, mi amor. Tengo mucho más que proporcionarte antes —contestó a duras penas.
Apreté los labios y moví la cabeza sobre las almohadas, sin apenas darme cuenta de que Noah se había movido y había descendido por mi cuerpo hasta que me acarició con la boca la parte más sensible de mi ser.
Me incorporé ligeramente y le sujeté la cabeza con las manos.
—¡Por todos los santos, Noah! —exclamé—. ¿Qué estás haciendo? ¿Quieres que de verdad tenga una combustión espontánea?
Él no respondió. Continuó besándome, separando con los dedos, saboreando cada centímetro de piel. La sensación era totalmente diabólica, algo que me llevó al borde del delirio. Aferré con fuerza las sábanas entre mis manos. Y me dejé llevar.
Oí mi voz como a lo lejos, gimiendo casi con desesperación. Todo en ella giraba alrededor de las sensaciones provocadas por la lengua de Noah. El deseo se intensificó hasta llevarme al punto de desplomarse por el acantilado de la locura.
Gimiendo y jadeando, sin apenas poder soportar la intensidad de las sensaciones, cerré las piernas y al hacerlo atrape con los muslos la cabeza de mi marido, no pareció molestarle.
Dejándome llevar por la oleada de sensaciones, me sentí subir hasta lo más alto, y apreté los ojos hasta que el primer estremecimiento de placer me lanzó por el borde del precipicio. Y justo en ese momento Noah se movió de nuevo, me cubrió con su cuerpo y entró en mí con un potente movimiento de cadera. Creí morir de placer en ese momento.
Incapaz de controlar mis emociones le clavé las uñas en los hombros a la vez que gritaba en una agonía de placer mientras él me sujetaba y llevaba el ritmo de la cadencia; acariciándome el pelo, la cara, los pechos, durante el cataclismo del clímax que me invadió, oleada tras oleada, reverberando a través de todo mi ser hasta romper contra el acantilado rocoso. Sentí mi espalda arquearse y el cuerpo de Noah vibró y se tensó hasta llegar al mismo lugar que yo con un gruñido de placer, llegando a caer casi cerca de la inconsciencia.
Lentamente volví a la realidad, apenas consciente del peso de Noah sobre mí, de nuestros cuerpos unidos y de los ojos de mi amado contemplándome.
Abrí los ojos y casi me quedé sin respiración al ver la ternura que reflejaba su rostro. Me apartó con un dedo un mechón pegado por el sudor.
—Eres preciosa, te amo —susurró.
—Como yo a ti, ha sido... Increíble —dije ruborizándome de placer.
La experiencia que acabábamos de compartir había sido más que maravillosa, y por primera vez desde hacía mucho tiempo, pudimos, sin tener miedo a que nos escucharan, dejar rienda suelta a nuestro amor. Y de qué manera. Me reí y la manera que nuestros cuerpos se rozaron en ese involuntario movimiento, hizo que algo cobrara vida nuevamente en él. Levanté la mirada a para observarle y un rubor cubrió su cara.
—¿Otra vez?
Su mirada se incendió en un fuego de pura lujuria y replicó con voz seductora.
—Sí.
—¿Y si llegan y nos oyen? —protesté—. Thomas no dejará de burlarse de nosotros...
—Shh —me tranquilizó, poniéndome un dedo sobre los labios y callándome—. No tienes que temer nada. Tenemos tiempo. Tiempo de sobra. Se han ido todos al cine —me explicó atrapando un pezón entre sus dientes, todo mi cuerpo reaccionó mandando corrientes eléctricas a cada terminación nerviosa y haciéndome perder la cabeza de nuevo.
Asentí y tumbé de nuevo la cabeza hacia atrás. Las caderas de Noah, empezaron a moverse siguiendo un ritmo lento y cadencioso, y yo me concentré en ese ritmo, en su belleza, en su perfección. Abrí los ojos y vi la tensión grabada en las facciones de él. Le acaricié el pecho, disfrutando de la fuerza de su cuerpo.
Pero pronto esos placeres se diluyeron en un nuevo deseo que resurgió con nueva intensidad en mi interior, y me dejé llevar por la fuerza de la pasión. Sintiendo su misma necesidad, no tardé nada en caer de nuevo en un abismo sin fin de pura felicidad.
La noche prometía ser muy, pero que muy larga.