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El poder de las palabras «sí» y «no».
¿Cuántos dijeron «sí» cuando querían decir «no»? Generalmente tenemos miedo a decir que «no» porque no queremos desentonar: si todo el mundo hace algo, ¿cómo vas a decir que no quieres hacerlo? Tenemos miedo a las consecuencias negativas de haber dicho que «no»: ¿qué va a decir el otro?, ¿qué va a pensar el otro?, tal vez me retire su amor si le digo que «no quiero» hacer lo que me dice.
El «no» es necesario y debemos aprender a decirlo con paz; podemos y está permitido decir «no». Decir «no» muchas veces es sinónimo de salud. Sin odios, ni broncas, ni en malos tonos decir «no».
Cuando no podemos decir «no» es porque no sabemos ni podemos distinguir cuál es nuestra prioridad en la vida, hacia dónde estamos apuntamos y cuál es nuestro blanco.
Las decisiones que tomes van a estar determinadas por el objetivo que quieras alcanzar.
¿Estás apuntando al lugar correcto con tus palabras? ¿Tomás tus decisiones de acuerdo a los objetivos que te propusiste?, ¿o estás viviendo y hablando sólo por hablar y llenar espacios vacíos?
Cuando uno tiene un blanco correcto puede definir qué es lo que va a aceptar y qué es lo que va a rechazar. El «sí» y el «no» son sólo palabras, sino límites y permisos que nos damos a nosotros mismos.
- El «sí» y el «no» forman parte de toda negociación.
- El «sí» y el «no» determinarán tu posición de liderazgo, autoridad y control sobre tu propia vida.
- El «sí» y el «no» hablarán de ti mismo, de tus intereses y tus determinaciones.
- Un «sí» y un «no» dichos sabiamente y a tiempo te evitarán grandes dolores de cabeza.
- Cada «sí» y cada «no» que establezcas determinará una solución o un problema nuevo.
- Cada «sí» y cada «no» que emitas sabiamente o no estará acercándote o alejándote de tu éxito.
- Cada «sí» y cada «no» que pronuncies te hará mantenerte enfocado.
Cuando sabes cuál es tu blanco específico, sabes a qué cosas decirle «no» y a qué cosas decirle «sí». Sabes a quién elegir, con quién hablar.
Sé responsable. Responsabilidad es saber qué hacer y qué no. La gente se destaca cuando tiene palabra y cumple con lo que promete. Deben creer en ti: que tu «sí» sea «sí» y tu «no» sea «no».
Y si por un momento dudas acerca de la respuesta que debes dar: tómate cinco minutos, y di como en la pausa publicitaria, «me tomo cinco minutos y me tomo un té»; tú tómate cinco minutos o todos los que necesites antes de decir un «sí» o un «no» como respuesta, date tiempo, permítete reflexionar para evaluar y decidir. Nadie puede tomar el control de tu tiempo y de tus decisiones. «El otro podrá esperar unos minutos» y una vez que decidas, lo que estés determinado a hacer mantenlo, no lo cambies. Si te equivocas, puedes volver a empezar. ¡Determina un objetivo y cúmplelo! Debes estar respaldado por la verdad y no por la falsedad o la mentira.
Ser fiel a uno mismo y a nuestras palabras nos convertirá en personas creíbles y confiables, tanto si hemos dicho «sí» como si hemos dicho «no».
Si quedas en encontrarte a una determinada hora, hazlo, no llegues tarde.
Si te comprometiste a asistir a alguien en una determinada ayuda, hazlo, no lo postergues ni lo canceles.
Si firmaste un contrato, cúmplelo. Las palabras tienen valor, seamos fieles a nosotros mismos. No pactes con nadie, sólo con ti mismo, pero una vez que des tu palabra, sé fiel a ella. Cuando somos capaces de llevar a cabo lo que hemos prometido, nuestras relaciones, sean familiares, laborales o sociales son cada vez más óptimas. Un hombre fiel a sus palabras es confiable y apto para estar en niveles de poder y liderazgo.
Controlemos lo que sí podernos controlar: nuestras palabras. Porque aquello en lo que más piensas y de lo que hablas, en eso te conviertes. No funcionemos por emoción, sino por convicción. Hay personas que actúan según lo que sienten: «Me siento mal», «me siento bien». Un día se sienten reyes, y al otro día, insignificantes. El lunes sienten que el trabajo es lo más importante pero el martes lo más importante es la familia; el lunes se casan con alguien porque sienten que lo aman, pero a la otra semana, se separan porque sienten que ya no lo quieren; sienten ganas de tener un hijo pero a la otra semana lo abandonan porque ahora sienten que les arruinó la vida. Es esa gente que vive aromada un día y desanimada al otro y de acuerdo a lo que siente es como maneja su vida. Son personas que hoy dicen blanco y mañana negro. Tú no te muevas por ideas o estados de ánimos, hazlo por convicción. La convicción es la determinación y la seguridad acerca de algo. El gran problema de la sociedad de hoy es que no tiene gente con convicción.
No te dejes llevar por tu mente; tu mente es lo más demente que tienes, la palabra de fe es la única y la verdadera.
Tienes que aprender a frenar tu mente y a crecer. Nadie va a hacer nada por ti, tú tienes que hacer por ti lo que debes hacer. Suelta la palabra y actúa en base a ella. Llénate de palabras de ánimo, de fe.
Habla con fe. Renueva tu mente, tus palabras se nutrirán de lo que crees. Cree lo que confiesas.
¿De dónde sale lo que yo creo? De lo que yo pienso.
Lo que yo pienso, lo creo; y lo que yo creo, confieso.
¿De dónde sale lo que yo pienso? De lo que yo oigo. Lo que yo confieso es lo que creo. Lo que creo viene de lo que pienso.
No permitas que tus pensamientos te arrastren. No te muevas por lo que sientes. Sé leal a la verdad, a tu convicción y no a tus sentimientos.
Hubo dos hermanos que un día dijeron: «Se puede volar» y todo el mundo se rio. Alrededor del año 1900 construyeron un avión y quisieron levantar vuelo. Uno de ellos lo consiguió, pero el avión se cayó y el piloto murió; el otro hermano enterró al fallecido pero no enterró su sueño y su fe; y entonces volvió a probar. Pasaron doce años y el hermano vivo mejoró su avión y voló sobre Nueva York. Por primera vez el hombre alcanzaba el cielo con una máquina.
Se puede morir todo alrededor tuyo, pero nunca entierres con tus muertos a tu fe, nunca entierres tus sueños.