SALVADOR

 

Le Boulou, 2 de febrero de 1939

 

Querida Madre,
Antes de todo quisiera rogarle que me disculpe por haber tardado tanto en enviarle algunas noticias nuestras. La llegada a Francia retrasó mi proyecto de mandarle esta carta, pero ya lo ve, en cuanto pude busqué cuanto necesitaba para escribirle. Tranquilícese, Madre, la Nena y yo estamos bien de salud. Se lo contaré todo más detalladamente en un próximo correo. Desafortunadamente poco tiempo tengo para narrarle más cosas porque allí nos instan urgentemente a salir a tomar el tren para El Havre, la ciudad en la que nos instalaremos dentro de poco tiempo. No se preocupe por la Nena, se lo repito, puede estar usted tranquila, cuido de ella.
Le besa con cariño su hijo.
Salvador

 

El Havre, 5 de febrero de 1939

 

Mi querida Madre,
Como se lo prometí, tomo la pluma para contarle más detalles de nuestra instalación en El Havre. La Nena y yo nos alojamos en un centro de acogida situado en lo alto de la ciudad portuaria. Este centro se llama el orfanato Francisco Ferrer, pero no tiene usted por qué temer, esta casa particular no tiene ningún parecido con esos internados nuestros, lúgubres y regidos por unos sacerdotes de mente rancia y obtusa, conchabados con la oligarquía conformista. Puedo asegurarle, Madre, que no se parecen en nada y que en vano buscaría usted allí algún crucifijo. Somos libres de pasar las mañanas de los domingos a nuestro antojo. El señor Vautier, que es el señor director, afirma que necesitamos pausas reparadoras para estructurar nuestros pensamientos o muy sencillamente para dialogar con nuestros compañeros.
En consecuencia aproveché esta mañana para conocer mejor a los chicos de mi edad alojados con nosotros. La mayoría de ellos son madrileños, así por ejemplo lo son Fernando, Mariano y Juan, el cual desgraciadamente ya no tiene allá sino a su tía Petra. Hablé también largamente con Carmelo, un chico oriundo de Badalona, y ambos disfrutamos evocando juntos a nuestra Cataluña querida. En cuanto a los demás niños, proceden del País Vasco. Incluso hay uno de ellos que es nativo de Jaén al que le decimos Juanito para diferenciarle del chico de Madrid, por ser este algo mayor que él.
Aunque sabemos a ciencia cierta que no podemos volver a España de momento, no por eso dejamos de formar planes de regreso, y puede usted figurarse, Madre, cuán animadas están nuestras conversaciones. Aún no conozco bien a los más jóvenes y la Nena tampoco ha encontrado su sitio en medio de todos estos niños. Afortunadamente, al llegar nosotros a la colonia de Montgeon, que es el centro que nos acogió la primera noche, nos tocó ser recibidos por gente buena, comprensiva y atenta que aceptó mi petición de alojarnos juntos la Nena y yo. En el caso contrario creo que me hubiera escapado con la nena. Pero nadie se animó a separar a una chiquilla de seis años de su hermano mayor. Así pues resulta que la Nena es la única niña del orfanato, y Dolores, nuestra cocinera, la acogió un momento bajo su ala protectora. Estoy seguro de que la Nena pronto se acostumbrará a nuestro universo nuevo. Además, ni que decir tiene que para ser feliz, ella no necesita sino estar jugando a todo lo largo del día con su muñeca de trapo. Eso ya lo sabe usted de sobras, Madre, no pide más.
Por consiguiente, mi querida Madre, no tiene usted por qué temer por nosotros. Comemos bien, estamos bien alojados y rodeados del cariño de una maestra atenta, Ascensión, quien por otra parte me alabó la soltura y la calidad de mi francés, que le impresiona mucho, por costarle a ella mucho trabajo aprender las bases de este idioma. ¿Se acuerda, Madre, de aquel día en el que usted me matriculó a las clases de Sidonio Pintado en Cambrils? Pues, querida Madre, ahora lo veo claro: a pesar de la cara malhumorada que puse, usted hizo muy bien en obligarme a asistir a ellas. Incluso se lo agradezco con creces ya que, además de no tener ninguna dificultad para expresarme en francés, Ascensión y el señor Vautier me sugirieron que enseñara a mis compañeros el idioma del país que nos acoge con tanta generosidad. No dudaré en avisarle de sus progresos en una próxima carta.
Su hijo que no deja de pensar en usted.
Salvador
PD: Aquí tiene la dirección del orfanato: Orfanato Francisco Ferrer. 75 rue Félix Faure. Le Havre. Seine Inférieure. Francia.

 

El Havre, 24 de febrero de 1939

 

Querida Madre,
Le mando esta breve carta para tranquilizarle acerca de nuestra situación aquí en el centro y así descartar de su mente toda clase de preocupación. Puedo asegurarle que todos los adultos del orfanato se esmeran para lograr nuestro bienestar. No carecemos de nada, la comida es rica y le agradaría ver cómo la Nena recupera sus buenos colores. No descuidan nuestra educación, y nuestra maestra Ascensión dividió a los niños en pequeños grupos en los cuales cada uno va aprendiendo a su ritmo. Pero no por eso vaya usted a deducir que dentro de ellos estamos compartimentados, muy al contrario. Por la tarde nos reunimos todos para hacer el balance de nuestras actividades y ayudar a los menores a progresar. A nosotros los mayores nos toca respaldar a los más pequeños, por eso me encargo yo del pequeño Corsino, asturianito de nueve años, natural de Piñares.
Una maestra nueva ha llegado hoy al orfanato y por milagro resulta que ya la conocemos. Se llama Elvira y la conocimos allá en el campo de tránsito de Le Boulou en el que permanecimos antes de emprender el trayecto hasta El Havre. La Nena, que suele ser tan esquiva, como bien sabe usted Madre, se fue hacia ella con una sonrisa muy amplia. Hay que decir que allá Elvira la había puesto bajo su protección y a la nena no se lo olvidó. Estoy seguro de que su presencia le beneficiará a ella con creces y que le permitirá adaptarse más fácilmente a nuestra vida. Ya ve usted, querida Madre, que no tiene por qué inquietarse.
Sus queridos hijos están en buenas manos y le mandan sus besos más cariñosos.
Salvador
PD: ¡A usted le encantaría saber que, gracias al señor Vautier, nuestro director, quien me regaló un antiguo libro de texto suyo, reanudé con mi aprendizaje del esperanto!

 

El Havre, 1 de mayo de 1939

 

Querida Mamá,
¡Vaya bonito día, Madre, el que tuvimos hoy! ¡Este primero de mayo me alegró el corazón! ¡Qué agradable resultó con la presencia de los vecinos del Havre involucrados al igual que nosotros en la lucha obrera contra la opresión!
Ya sabe usted que hace poco conocimos a un brigadista del Havre, Pierre, quien combatió por nosotros contra la tiranía fascista en Madrid. Ahora bien, por la mañana él pasó a recoger a nuestras maestras para que acudieran con él y sus amigos a las manifestaciones del primero de mayo. ¡Y nosotros los chicos participamos también en ellas! Solo los pequeños se subieron al camión de Pierre ya que no pudimos caber todos en él. ¡Ojalá pudiera ver usted a la Nena hoy, cuán ufana estaba al instalarse en el habitáculo del camión y acomodarse en las piernas de Elvira! En lo que a mí concierne, puesto que mi perfecto dominio del francés me permite salir de cualquier apuro, el señor Vautier me confió el grupo de los mayores para que los llevara hasta el centro de la ciudad. ¡Y a bombo y a platillos, sí señor! Organizamos una banda de música algo particular, se lo concedo. Como no pudimos repartir entre nosotros los pocos instrumentos de música que teníamos, Carmelo sugirió que, a falta de ellos, algunos de nosotros cogiésemos tapaderas, palanganas y cucharas de palo y las utilizásemos como si fueran tambores. Como es natural, los menores no fueron tan conscientes como nosotros, los antifascistas, de la lucha que llevamos, pero ¡qué ilusión tuvimos al sentirnos todos unidos y al ver nuestras caras animadas por la misma alegría! Una vez terminado el desfile, reanudamos el camino de regreso a nuestra casa de acogida pero esta vez con los más pequeños unidos a nuestra banda.
¡Hacía ya mucho tiempo que no había visto reír así a la Nena! ¡No era la última en tocar en su tambor improvisado con una tapadera, eso puedo asegurárselo! Y ahora que ella duerme a pierna suelta, de buen grado puedo confesárselo, me siento feliz de haber contribuido a volver a crear en sus ojos el brillo de la felicidad, aunque fuera fugazmente.
Su hijo le envía sus pensamientos más cariñosos.
Salvador

 

El Havre, 29 de mayo de 1939

 

Queridísima Madre,
Le ruego por favor, Madre, no me eche la culpa por tardar tanto en escribirle. Cuando le haya explicado el motivo, estoy seguro de que usted me considerará con su benevolencia habitual y de que no lo tendrá en cuenta. Ya sabe que aquí no somos los únicos refugiados y que el centro de Montgeon del que le hablé se dedica con prioridad a los adultos. En los días anteriores me mandaron allí porque el director necesitaba a un intérprete para llevar a cabo unas entrevistas laborales. Por el obstáculo de la lengua se corría el riesgo de ponerles trabas a los intercambios y muy de buen grado acepté traducir los interrogantes de cada uno. La inactividad va comenzando a pesarles a los compatriotas nuestros que no planean el regreso a España en las condiciones actuales y muchos de ellos están resueltos a hacer su vida aquí en Francia. La mayoría de ellos fueron contratados para ayudar en faenas del campo o en granjas, todas esas propuestas que no requieren ninguna calificación, pero ambas partes no carecen de buena voluntad y muchos aceptaron las ofertas de empleo de los campesinos de los alrededores.
Durante estas entrevistas conocí a una agricultora que estaba buscando a un empleado para secundarla en la granja que tiene en Montivilliers, una aldea pequeña distante de unos kilómetros del Havre. A ella le maravilló la manera en que manejo su idioma, y en un primer momento fue lo que me dijo al entablar la conversación conmigo cumplimentándome al respecto. Luego gradualmente fue confiándome que ya hacía un año de la muerte de su marido y que, ante la idea de enfrentarse por sí sola al buen funcionamiento de su granja, sentía un gran desconcierto. Simpatizamos, hay que añadir que es una chica muy joven, me llevará cuatro o cinco años, y sin más me propuso, si no le tenía miedo al trabajo, que le ayudase a llevar su granja adelante. No quise darle una respuesta precipitada, y dejé que la propuesta se concretizase en mi mente. Bien es verdad que hasta ahora no había enfocado la situación desde aquel ángulo, pero a la vez soy consciente de no tener ningún futuro en nuestro país, en España. Además la situación en el orfanato no puede ser sino provisional y también tengo que pensar en la Nena. Me doy cuenta claramente de que ella busca la compañía de Elvira, nuestra nueva maestra, pero desgraciadamente esta no puede dedicarle todo el tiempo que necesita. Muy a menudo los demás niños se la acaparan mientras que a la Nena le gustaría que ella se dedicara por completo a ella. Yo contaba mucho con la llegada al centro de una chiquilla, Lucía, para que la Nena se integrase al grupo de los niños pero bien me doy cuenta de que la recién llegada no hace sino avivar sus celos. Por lo menos en la granja de la señora Vatine, la Nena no competiría con otros niños ya que esta agricultora no tuvo la felicidad de tener hijos con su difunto marido. No sé cuál va a ser mi decisión, la verdad. Añada usted que el centro carece cruelmente de recursos, y el señor Lecomte, el economista, compartió sus temores conmigo. No puede asegurar que nuestra casa de acogida todavía pueda seguir funcionando durante mucho tiempo puesto que los subsidios son escasos e irregulares. Si cerrara el orfanato, ¿adónde iríamos a parar, Madre? Tengo muchas dudas, como se lo figurará, pero bien sabe usted que me esforzaré por tomar la buena decisión, naturalmente no solo para mí sino también para la Nena que necesita urgentemente estabilidad y equilibrio.
Le abraza su hijo que echa de menos sus sabios consejos, Madre.
Salvador

 

El Havre, 15 de junio de 1939

 

Querida Madre,
¡Cuánto me gustaría compartir con usted unos dulces pensamientos! ¡Ay! desgraciadamente el día de hoy se enlutó con una noticia tan triste que no hay modo de quitármela de la mente. A mi maestro, a mi querido maestro Sidonio Pintado, lo fusilaron en Tarragona el pasado 30 de mayo. La siniestra noticia de la mañana me dejó aniquilado.
Probablemente ya le habré dicho que de vez en cuando salgo a acompañar a Ascensión o a Antonio a realizar unos trámites administrativos o unas compras. Así fue cuando, por la mañana, fui con Antonio al mercado mayorista situado en la calle de París para ayudarle al abastecimiento del centro. Al hecho de practicar el francés le añado el gusto de encontrar a compatriotas nuestros que echan una mano en las tareas de descarga de mercancías. Ahora bien, esta mañana, uno de ellos me comunicó la atroz noticia. Ejecutaron a Sidonio. Estoy aterrado. Pero, Madre, dígame, ¿qué se le reprocha? ¿De ahora en adelante será un crimen despertar a los niños a la cultura y dejar que piensen por sí solos? ¡No tiene límite mi indignación! ¡Cuánto me gustaría oírle a usted decirme apaciguadoras palabras de consuelo¡Pero el dolor me desmorona.
¡Mamá, no puede saber usted hasta qué punto su hijo la echa de menos!
Salvador

 

El Havre, 17 de agosto de 1939

 

Querida Madre,
De sobras sé que esta carta mía va a apenarle, pero usted que conoce tan bien a su hijo, sabe perfectamente que en ningún caso es mi voluntad ocasionarle alguna contrariedad. Pero ya tomé una decisión. Dentro de poco la Nena y yo no podremos permanecer en el orfanato, el cual, falto de recursos, sin lugar a dudas cerrará sus puertas el mes que viene. Por eso acepté la propuesta de la señora Vatine, la agricultora de la que le hablé anteriormente. Esta mujer encantadora me puntualizó con generosidad que lo ha previsto todo para acogernos en su casa todo el tiempo que queramos. Me alojaré en una dependencia de su granja que antaño utilizaba como lavadero que juntos arreglamos y al que echamos una mano de pintura. En cuanto a la Nena, usted misma estaría encantada con el cuarto que ella le atribuyó. Marie — la señora Vatine — renovó por completo una habitación pequeña contigua a la suya que será de uso exclusivo de la Nena que allí dormirá. Tener su propio cuarto debería ser de su agrado y la cambiará del gran dormitorio impersonal del orfanato. ¡Le sentará de maravilla vivir en la granja y al aire libre! Aunque va creciendo con normalidad, sigue siendo enclenque, como ya sabe. Me parece que ya le dije que Marie no tiene hijos y puede estar usted segura de que mimará a la Nena como si de su propia hija se tratase. Pero no tema nada, Madre, muy a menudo le cuento algunas cosas de usted y nada ni nadie podrán sustituir en su corazón el amor materno con el que usted nos rodeó siempre a mi hermanita y a mí.
Su hijo que la quiere con cariño.
Salvador

 

Montivilliers, 10 de septiembre de 1939

 

Querida Madre,
Por fin me tomo el tiempo para darle algunas noticias de nuestra vida en la granja. Estoy muy atareado, usted verá, y no sé si por la atracción de la novedad o por la acogida cálida que nos hizo Marie, pero no me cuesta nada tanta faena. La Nena pasó el verano jugando al aire libre y hay que reconocer que le cuesta algo reanudar con las clases tras estas largas vacaciones normandas. A principios del verano, Marie y yo la matriculamos en Montivilliers en la escuela de niñas de la calle Michel. A diferencia del orfanato la enseñanza allí no es mixta pero esta pequeña escuela espaciosa y florida es muy agradable y no dudamos ni un solo instante de que la Nena se sintiese a gusto en ella. Madre, figúrese que la Nena ya comprende perfectamente todas las conversaciones que Marie y yo intercambiamos e incluso a veces nos maravillamos al oírla saludar en francés al cartero o al panadero, de gira por el pueblo. Usted estará orgullosa de ella y de sus adelantos. Me gustará comunicárselos.
Con mucho cariño la besan la Nena y su hijo.
Salvador

 

Montivilliers, 29 de diciembre de 1939

 

Mi querida Madre,
Celebramos nuestra primera Navidad en Francia. Una Navidad marcada por el sello de la guerra. De esa guerra que sigue persiguiéndonos una y otra vez. La guerra de los franceses pero también la nuestra, que nos impide ahora regresar a España, a nuestra casa a estrecharla entre nuestros brazos, Madre. Una primera Navidad lejos de usted. Marie no permitió que nuestra pequeña Nena y yo nos quedásemos solos durante aquella celebración. Me mandó cortar un abeto pequeño a un bosque que linda con su granja y fue a buscar al desván de su casa una caja llena de guirnaldas y de bolas con las cuales la Nena y yo decoramos el árbol mientras ella se atareaba en la cocina. ¡Su pequeña Nena estaba en la gloria! Su sonrisa y las delicadas consideraciones de Marie atenuaron algo mi pena de saberla a usted alejada de estos pequeños momentos de felicidad. Marie estuvo de veras encantadora, incluso pensó en regalarle un juguete a la Nena, quien la mañana de la Navidad — que es el día en el que los niños franceses suelen recibir sus regalos — descubrió al pie del abeto un osito de peluche comprado adrede para ella. Claro que su muñeca sigue gozando de sus favores, como bien se lo puede imaginar, Madre, pero aquella noche, cuando subí a su habitación a desearle las buenas noches y cuando ella me rodeó el cuello con sus bracitos, me pareció de veras contenta. No me atrevería a pensar que feliz, pero ¡cómo me gustaría decírselo, Madre!
Me despido de usted con un abrazo y anhelando que el año que viene nos depare por fin la oportunidad de volver a vernos. Cuídese, querida Madre.
La Nena y su hijo que piensan en usted con cariño.
Salvador.

 

Montivilliers, 14 de julio de 1940

 

Mi querida Madre,
Hoy es el día de la Fiesta Nacional en Francia. Desgraciadamente fue una fiesta entristecida por esta guerra que se instala aquí y que acarrea, como la nuestra antaño, su lote de fugitivos y de refugiados. Sin embargo, por unas horas Marie y yo dejamos las faenas de la granja ya que, a pesar de todo, el día fue algo excepcional como ya verá. Pierre y Elvira — sin duda alguna usted se acordará de la maestra que daba clases a la Nena en el orfanato Ferrer — pues ellos se casaron hoy por lo civil en el ayuntamiento llamado de las Neiges que es un barrio del Havre. Elvira renunció volver a España, decidió permanecer en Francia y vivir allí con Pierre. Su más profundo deseo es fundar una familia con él en una tierra de libertades.
No sé cómo anunciárselo pero lo pensé bien y veo que lo mejor que nos puede pasar ahora es también quedarnos a vivir aquí en Normandía. En muchos aspectos Marie no puede prescindir de mí y en estos tiempos en los que muchos hombres están movilizados, ella aprecia que esté a su lado. Para confesarle la verdad, Madre, el cariño que me tiene es recíproco. Naturalmente no voy a precipitarme, pero cada vez me planteo más la idea de pedirla en matrimonio. No tenemos más que cinco años de diferencia y nos estimamos mutuamente, que esto es lo que más importa, ¿no le parece, Madre? Además Marie es viuda y no puedo seguir viviendo bajo su techo sin comprometer su reputación. Y sobre todo pienso en la Nena, así podrá gozar del amparo de un verdadero hogar.
Me complace pensar, Madre, que la rectitud de mi decisión le alegrará.
Su hijo que la quiere y ansía de todo corazón lograr su bendición.
Salvador

 

Montivilliers, 16 de septiembre de 1941

 

Querida Madre,
¡Por segunda vez acaba de volver la Nena al colegio en Francia! ¡Cómo pasa volando el tiempo! Sepa usted, Madre, que ella hizo muchos progresos en francés. ¡Incluso se llevó el Primer Premio de Ortografía en junio pasado! Es una alumna muy buena, puede estar orgullosa de ella. Solo me preocupa una cosa, me gustaría que tuviera más contactos con sus compañeras de clase y de paso no tendría que avisarle a usted de los mil inconvenientes que su timidez lleva consigo. Esta mañana, Marie ha creído actuar correctamente recomendándole que se porte bien con sus compañeras y ha añadido que ya no quería oír hablar de incidentes relacionados con el tema. Todavía no se lo comenté a usted, Madre, pero a Marie y a mí nos convocaron en la escuela porque la Nena le tiró a la cabeza de una de sus compañeras un sacapuntas de metal que le cortó la frente a la chiquilla. La Nena acabó confesándome que las niñas de la clase no dejan de ponerle el mote de Conchita o Gitana, lo que naturalmente, como ella estaba harta del jueguecito, degeneró en violencia. Para castigarle, Marie le confiscó su muñeca, que fue peor remedio pues la Nena se vengó de ella tirando a la fosa de purín del fondo del huerto el juguete que María le había regalado una Navidad anterior. La educación de la Nena le importa sobremanera a Marie y tuve que consolarla y prometerle que la Nena iba a esforzarse más. Afortunadamente, el domingo que viene, iremos a ver a Pierre y a Elvira y espero que la Nena se confíe a ella y salga del mutismo que no hizo más que agravarse desde aquel desgraciado episodio.
La mayoría de las veces me esmero en actuar lo mejor posible pero me resulta penoso castigarla, siendo ya la ausencia de una madre un gran peso para ella.
Y para mí igualmente Madre.
Salvador

 

Montivilliers, 10 de enero de 1942

 

Queridísima Madre,
Ahora mismo regresamos de la visita que hicimos a Pierre y a Elvira. Su hijo nació a principios de mes y nos alegramos con ellos de esa bella promesa de felicidad. ¿A que no sabe el nombre que eligieron para su primogénito nacido en Francia? ¡Liberto! Al elegir ese nombre para su hijo, él sabrá para siempre que fue en el exilio donde sus padres encontraron la libertad y que Francia les ofreció lo que la España vengativa se les negaba sin piedad. Esa España que nos quitó nuestras esperanzas más queridas. ¡Libres en Francia, sí! ¡Pero parias en nuestra patria! ¡Qué dura es de llevar, Madre, nuestra dignidad de hombres libres!
¿Cuándo podré pisar de nuevo el suelo de nuestro país, Madre?
Su hijo que piensa en usted.
Salvador

 

Montivilliers, 17 de mayo de 1942

 

Querida Mamá,
¡Cuánto me alegro de anunciarle que Marie y yo nos casamos el mes que viene! Creo que la buena armonía entre Pierre y Elvira no es ajena a mi decisión y las ganas de formar una pareja tan armoniosa como la suya me infundió valor para declararle mi amor a Marie, quien anhelaba verme dar el primer paso. Pierre aceptó ser mi testigo y Elvira será el de mi futura mujer. Marie rebosa de cariño materno y no deja de extasiarse ante el pequeño Liberto. Quizás de pronto nosotros también tengamos la oportunidad de ser padres y quién sabe si la alegría de poder venir a presentarle nuestro primogénito. Lo deseo con todo corazón ya que nada me complacería tanto, Madre, como estrecharla a usted entre mis brazos con este motivo.
Ya ve usted, madre, me dejo llevar con el sueño de una vida nueva. ¡Y cuánto me gustaría asociarla a usted a esta nueva felicidad!
Mis pensamientos más cariñosos son para usted.
Salvador

 

Montivilliers, 27 de febrero de 1946

 

Querida Madre,
¡Reanudé con mis clases de esperanto! Bien sabe usted qué asiduo era yo, cuando vivía en su casa en Cambrils, en las clases de mi querido maestro Sidonio Pintado. Y aunque, la verdad, el trabajo no escasee en la granja, Marie y yo logramos organizarnos para liberar unas horas una tarde a la semana para seguir perfeccionándome en este terreno.
Cada viernes por la noche, Marcel, un camarada que trabaja en la lechería de Montivilliers, pasa a recogerme en su furgoneta y ambos nos encaminamos hasta El Havre. La Nena, normalmente tan reservada, por primera vez me acosó con preguntas sobre los alumnos que acuden a las clases, y Marie y yo, nos maravillamos con alegría al verla tan animada y entusiasmada por las clases que yo iba a reanudar.
Cuando tiene un momento, me pide prestados mi cuaderno y mis apuntes y encuentra cualquier pretexto para ponerme a repasarlos. Dejamos pasar algunas clases y Marie y yo, encantados por este incremento de interés, pensamos que le vendría bien acompañarme. Es mayorcita ahora, va para 15 años, y salir algo del ambiente de la granja le resultará beneficioso. Hacía mucho tiempo que no la había visto con los ojos tan chispeantes de alegría cuando le propusimos inscribirla a las clases.
Allí hacemos nuevos encuentros pero no me olvido de los amigos que tenía allá en España en las clases de Sidonio. Y me volvió a la memoria el recuerdo de Francisco, ¿se acuerda, Madre, de aquel titiritero de Barcelona que me llevaba consigo al frente? ¡Cuántos buenos momentos pasé con él y con su teatro de marionetas en el frente! La última vez que lo vi, fue a mediados de enero de 1939 y formábamos el proyecto de representar una obra del repertorio de su teatro de guiñol a tamaño natural. Pero por desgracia no tuvimos tiempo de hacerlo. Los nacionalistas entraron en Cambrils y tuve que huir. No sé lo que fue de él. Hice una parte del éxodo con su mujer en un camión que volvía a Ruán.
Me tocó la cruel tarea de anunciarle que tras un bombardeo en Cambrils, encontraron el teatro de marionetas de su marido sepultado bajo los escombros del local en el que asistíamos a las clases de esperanto. Y que desgraciadamente nadie tenía noticias suyas. La pobre mujer no lo pudo superar y falleció poco después. ¿Sabe usted si sigue vivo? Si por casualidad tiene noticias suyas, por favor, trasmítamelas, yo sería feliz de saber lo que fue de él.
Se despide de usted su hijo con sus besos más cariñosos.
Salvador

 

Montivilliers, 27 de marzo de 1948

 

Querida Madre,
De sobra me imagino su inquietud, Madre, usted a quien dejé sin noticias desde hace demasiado tiempo. ¿Pero cómo hubiera podido yo encontrar fortaleza, durante estos meses tan espantosos, para anunciarle la muerte de la que nos abrió tan generosamente su hogar y su corazón? Marie murió durante un siniestro día gris y frío del mes de noviembre pasado.
De nuevo la Nena y yo somos huérfanos de amor. Pude contar con la presencia reconfortante de Pierre y de Elvira pero sin el apoyo fraternal de la Nena, no sé si podría yo resistir este doloroso trance.
Ya sabe que, bajo su aspecto de niña arisca, tiene un gran corazón, y aunque no derramó ni una sola lágrima cuando Marie falleció, no por eso dejó de compadecerse de mi desdicha y me apoyó indefectiblemente durante toda esta prueba tan dura. También sé que ella responderá siempre presente para respaldarme lo mejor posible y para ayudarme a levantar la granja que heredé tras mi casamiento con Marie, y sobre todo a alzar la cara en medio de la adversidad que me hiere una vez más.
Madre, ¡cuánto necesito el consuelo de su amor materno!
Su hijo que la quiere con cariño.
Salvador

 

Montivilliers, 18 de julio de 1956

 

Querida Madre,
¡Veinte años ya, Madre, transcurrieron desde aquel ignominioso 18 de julio de 1936 en el que los desleales y traidores nacionalistas doblaron las campanas de nuestra República! ¡Veinte años ya! Siniestra fecha que yo quisiera expulsar para siempre jamás de mi memoria y que hoy viene a tomarme el pelo y a provocarme.
¿No habrá cierta ironía en recibir hoy mismo el permiso que estamos esperando desde hace meses? El club de esperanto del Havre del que la Nena y yo formamos parte por fin obtuvo la autorización de enviar una delegación al 17° congreso español de esperanto que tendrá lugar en Barcelona del 25 al 29 de julio. La Nena y yo, además de algunos miembros de nuestra asociación, saldremos para España ¡el lunes de la semana próxima! No sé lo que experimentará la Nena, ¡pero en lo que a mí se refiere, la alegría y la emoción me van inundando! ¡Por fin! ¡Poder pisar el suelo patrio! ¡Después de tanto tiempo, Madre, ya no me atrevía a imaginármelo! Se me llenan los ojos de lágrimas y no encuentro palabras para expresar lo que siento.
Mi primera visita será a Cambrils, se lo garantizo. ¡Cuántas ganas tengo, Madre, de volver a ver la casa en la que crecí colmado de su amor! Ya saboreo la felicidad que tendré al estrecharla contra mi pecho.
Su hijo que la quiere con cariño.
Salvador